Argentina y las drogas: no perder 'por goleada'
El cerebro y el sistema orgánico en general -al igual que las consecuencias mentales, sociales y familiares...
02 de Julio de 2017
Esto no es una lucha contra las drogas, sino que es proteger nuestros cerebros.
Berta Madras, Universidad de Harvard
* * *
El cerebro y el sistema orgánico en general -al igual que las consecuencias mentales, sociales y familiares derivadas del flagelo- son los grandes olvidados en el tema de las drogas. El discurso light que ha predominado durante décadas en la República Argentina ha compartido un legado de miles de adictos descompensados y que hoy exhiben discapacidades neurológicas evidentes. Tal es nuestra realidad, hoy.
Las reuniones de padres con hijos en tratamiento -que llevamos adelante numerosas ocasiones en nuestra comunidad terapéutica GRADIVA- suelen tornarse densas. Todo cambió hace algunos años atrás. En nuestro centro, el 62% de los pacientes cuentan con familiares en situación de consumo, y otros ya decididamente adictos. En la casa, suele haber problemas porque el porro o la línea de cocaína forman parte del paisaje diario y, entonces, las recaídas de los pacientes pueden volverse frecuentes. La droga ya no está afuera: también está adentro, en el núcleo familiar. En el hogar, se encuentra a la mano, en tanto también es un factor omnipresente en la memoria adictiva -cerebro- del paciente que desea recuperarse. Pero el lamento se eterniza, porque allí afuera reposa la 'motito' que aparece a cierta hora del atardecer, con los consumidores esperando la dosis a metros del Hospital Italiano en plena Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Así me lo confiesa una madre que logró 'rescatar' -literalmente- a su hija adolescente de una red de jóvenes manipuladas por un grupo de adultos distribuidores. En tales casos, el combo funciona de la mano del mercado sexual, en simbiosis con el tráfico. Otros padres desesperados también comparten su historia: relatan los modos en que lograron rescatar a sus hijas de grupos de vendedores que las utilizaban para transitar por distintos puntos fronterizos. En concreto, la belleza exterior de las chicas servía como carnada para huir de las Aduanas. Las mujeres, a su vez, no podían huir de sus carceleros, por cuanto la neceitada dosis las 'domaba'. Ciertas abuelas convidan a sus nietos té de flores de marihuana, mientras éstos prefieren el 'porro'. El trasfondo no computado de este escenario es insoslayable: se asiste a un fenómeno de desmoronamiento parental que, por propiedad transitiva, garantiza el hundimiento social.
La relación del consumidor con su proveedor es singularmente sugestiva. Supo expresarlo con envidiable claridad mi maestro italiano Luigi Cancrini en los años ochenta: el estudioso solía decir que el dealer era el 'farmacéutico del alma', para quien necesitaba desesperadamente de las sustancias. A los efectos de obtener logros en el tratamiento de los pacientes, era preciso establecer un vínculo afectivo más sólido que aquéllos tenían con sus respectivos distribuidores. Es que tal relación derivó en una renovada definición de esclavitud, sentimiento que gana espacio a partir de una sensación ambivalente de amor y odio hacia ese personaje -el dealer-, que resulta ser central en la vida del consumidor. En oportunidad de reuniones familiares, los pacientes refieren que, en algunos casos, éstos llegaron a obsequiar a los dealers objetos de alto valor, con el objeto de que nunca les faltase la sustancia deseada -esto es, para ubicarse primeros en la lista de clientes. Otros, por su parte, robaban a los proveedores, exponiéndose a graves riesgos en el proceso. Otros mantenían -a propósito- un vínculo de deuda, con miras a mantener la relación con el dealer (y con el natural temor a que no pudiera suplirse esa falta).
El verdadero default argentino
Las drogas han venido inundando a la República Argentina desde hace ya años. Para consolidar esa dinámica, tuvo lugar una conjunción de factores delictivos con elementos culturales. Sugestivamente, desde el 2010, no se conocían estadísticas sobre la epidemia. Recién desde 2017, SEDRONAR ha comenzado a dar a conocer lo sucedido durante los últimos siete años, los cuales consignaron la inserción de un comercio de venta de estupefacientes y marihuana, en consorcio con una cultura light que propició el consumo y el abandono. SEDRONAR explicita que, en siete años, la cifra de consumidores de marihuana se incrementó en el país en un 150%. La población de mayor riesgo es la franja de entre 12 y 15 años de edad, espectro en donde la estratagema de la aceptación social de la marihuana ha obtenido la victoria. Por su parte, el consumo de cocaína ha trepado un ciento por ciento en los últimos siete años.
Desde aquella época, numerosas medidas judiciales fueron interpretadas como inacción (algún alto funcionario judicial supo promocionar, a viva voz, que se plante cannabis en las casas, con la meta de vencer al narcotráfico. A su vez, desde el año 2000 se comenzó a desarmar programas asistenciales y preventivos. En tal sentido, el esfuerzo más notorio se registró en la Provincia de Buenos Aires, donde supo constituírse en su momento una red preventivo-asistencial-comunitaria desde 1993 al 2000, con más de 140 centros públicos de todo tipo y gratuitos (comunidades terapéuticas, centros de desintoxicación , escuelas para padres, cinco mil centros preventivos escolares, etcétera). Con la serenidad de un experto jugador de 'Jenga', la totalidad de esos centros fue desmoronándose, para terminar convertidos en un mero centro de atención telefónica y de escucha a distancia. Peor todavía: la última década trabajó con esmero para desactivar la cultura preventiva, que era, en definitiva, el único anticuerpo de cara a éste mal social.
En estudios efectuados en la Provincia de Buenos Aires, se registraron los siguientes datos:
a) Entre 1997 y 1999, sensible baja en la primera prueba de drogas, de un 45%;
b) una disminución de los abusadores de sustancias, del orden del 10% - lo cual representaba en ese momento alrededor de 400 mil personas;
c) una disminución del contacto global con drogas -comparativo entre los dos años- de un 17 % (alrededor de 900 mil personas). El descenso de los referidos índices exhibía que, progresivamente, se cerraba el ingreso al proceso de la adicción a nivel poblacional con una gran incidencia en el mejoramiento de la calidad de vida global. Mientras tanto, los estudios realizados por la fundación de ayuda al enfermo inmunológico (Dr. Jorge Benetucci, Hospital Muñiz) mostraron que, de los pacientes captados por el sistema preventivo en la Provincia de Buenos Aires, el 17% tenía HIV con síntomas; en otros distritos (incluída la Ciudad de Buenos Aires) donde no se había implementado sistema preventivo alguno, el porcentaje era del 85%. Es decir, que la Provincia de Buenos Aires había comenzado a controlar la epidemia desde una vía de contagio: el consumo de drogas. Entre 1993 y 1999, los sistemas de prevención vigente certificaron que el empleo de jeringa compartida había bajado del 8% al 0,5% entre adictos.
La 'vacuna' preventiva
Los programas premiados por organismos internacionales fueron hechos a un lado. Cuando la cultura preventiva se desvanece, no existe lucha factible de ser ganada contra la narcocriminalidad. El concepto 'prevención' terminó convirtiéndose en inaudible para prácticamente la totalidad de los estamentos de la sociedad -volviéndose, por momentos, una mala palabra. Organismos ligados a la 'reducción de daños' llegaron a repartir volantes y textos en escuelas primarias y secundarias, en donde se aconsejaba el consumo 'con cautela' para adolescentes. El problema es que el progresismo doméstico -que promociona el consumo de drogas declarada y desaprensivamente- olvidó ocuparse del desarrollo cerebral en los jóvenes, pequeño territorio en donde la persona se vuelve en extremo vulnerable al impacto de los tóxicos. Hoy, el cuidado del cerebro es la tarea central frente al consumo masivo de sustancias.
A tal efecto, resulta interesante el análisis de la Licenciada Laura Etcharren, a los efectos de ilustrar las tres etapas de inserción del narcotráfico en la Argentina: 1) 2000/2001, con la inserción de las primeras células delictivas, de la mano de un tejido social en franco proceso de quiebra; 2) 2007/2010, como punto de inflexión con la entrada de México y sus cárteles; 3) Aceleración de la epidemia de consumo con brazos armados y delitos junto a extorsión, y un tejido social en estado de descomposición acelerada.
El desmoronamiento de las políticas de prevención fue seguido de un discurso de minimización de riesgo de consumir, y de la ausencia comprobada de prevención a nivel escolar y familiar. La proximidad con la República Oriental del Uruguay agrega otro punto de conflicto, conforme la vecina nación se ha venido caracterizando por un incremento de todos los índices de consumo, en medio de la ruidosa contradicción de su presidente. Vázquez luchó exitosamente contra el tabaquismo en su rol de médico oncólogo, y hoy respalda una legislación (que el grueso de la ciudadanía desaprueba) que promociona la eventual comercialización de drogas en farmacias -todo ello, mientras el consumo de cocaína se dispara. En el Uruguay, hoy se comercializa la yerba mate marca 'Abuelita', que incluye cannabis en su preparación. Irónicamente, dirigencia política y formadores de opinión terminan desafiando la salud mental de la ciudadanía y, peor aún, las leyes fundamentales que ayudan a contar con un cerebro sano.
En simultáneo, se instalaban en la Argentina los cárteles más feroces de la América Latina, transformando el paisaje del espacio público en muchas ciudades y localidades, con los buenos oficios de personajes públicos comprometidos. Han tomado vías aéreas, fluviales y terrestres, estableciéndose en asentamientos de emergencia y villas -para ampliar sus canales de distribución-, desde los cuales continuarán trabajando tiempo completo para fogonear su máxima ambición: instalar un Estado fallido. Gracias a la ausencia de educación preventiva, ya habían logrado consolidar una suerte de 'sed de sustancias'. Luego, era necesario garantizar la oferta. La dinámica del narcotraficante es continuar hasta consolidar el dominio político en todo orden y espectro.
De existir una política integral a nivel nacional, de carácter preventivo-asistencial-comunitaria, en compañía de una política de inteligencia criminal, logrará reducirse la amplificación de la epidemia y, al menos, la sociedad argentina no perderá 'por goleada' como sucede hoy.
Berta Madras, Universidad de Harvard
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El cerebro y el sistema orgánico en general -al igual que las consecuencias mentales, sociales y familiares derivadas del flagelo- son los grandes olvidados en el tema de las drogas. El discurso light que ha predominado durante décadas en la República Argentina ha compartido un legado de miles de adictos descompensados y que hoy exhiben discapacidades neurológicas evidentes. Tal es nuestra realidad, hoy.
Las reuniones de padres con hijos en tratamiento -que llevamos adelante numerosas ocasiones en nuestra comunidad terapéutica GRADIVA- suelen tornarse densas. Todo cambió hace algunos años atrás. En nuestro centro, el 62% de los pacientes cuentan con familiares en situación de consumo, y otros ya decididamente adictos. En la casa, suele haber problemas porque el porro o la línea de cocaína forman parte del paisaje diario y, entonces, las recaídas de los pacientes pueden volverse frecuentes. La droga ya no está afuera: también está adentro, en el núcleo familiar. En el hogar, se encuentra a la mano, en tanto también es un factor omnipresente en la memoria adictiva -cerebro- del paciente que desea recuperarse. Pero el lamento se eterniza, porque allí afuera reposa la 'motito' que aparece a cierta hora del atardecer, con los consumidores esperando la dosis a metros del Hospital Italiano en plena Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Así me lo confiesa una madre que logró 'rescatar' -literalmente- a su hija adolescente de una red de jóvenes manipuladas por un grupo de adultos distribuidores. En tales casos, el combo funciona de la mano del mercado sexual, en simbiosis con el tráfico. Otros padres desesperados también comparten su historia: relatan los modos en que lograron rescatar a sus hijas de grupos de vendedores que las utilizaban para transitar por distintos puntos fronterizos. En concreto, la belleza exterior de las chicas servía como carnada para huir de las Aduanas. Las mujeres, a su vez, no podían huir de sus carceleros, por cuanto la neceitada dosis las 'domaba'. Ciertas abuelas convidan a sus nietos té de flores de marihuana, mientras éstos prefieren el 'porro'. El trasfondo no computado de este escenario es insoslayable: se asiste a un fenómeno de desmoronamiento parental que, por propiedad transitiva, garantiza el hundimiento social.
La relación del consumidor con su proveedor es singularmente sugestiva. Supo expresarlo con envidiable claridad mi maestro italiano Luigi Cancrini en los años ochenta: el estudioso solía decir que el dealer era el 'farmacéutico del alma', para quien necesitaba desesperadamente de las sustancias. A los efectos de obtener logros en el tratamiento de los pacientes, era preciso establecer un vínculo afectivo más sólido que aquéllos tenían con sus respectivos distribuidores. Es que tal relación derivó en una renovada definición de esclavitud, sentimiento que gana espacio a partir de una sensación ambivalente de amor y odio hacia ese personaje -el dealer-, que resulta ser central en la vida del consumidor. En oportunidad de reuniones familiares, los pacientes refieren que, en algunos casos, éstos llegaron a obsequiar a los dealers objetos de alto valor, con el objeto de que nunca les faltase la sustancia deseada -esto es, para ubicarse primeros en la lista de clientes. Otros, por su parte, robaban a los proveedores, exponiéndose a graves riesgos en el proceso. Otros mantenían -a propósito- un vínculo de deuda, con miras a mantener la relación con el dealer (y con el natural temor a que no pudiera suplirse esa falta).
El verdadero default argentino
Las drogas han venido inundando a la República Argentina desde hace ya años. Para consolidar esa dinámica, tuvo lugar una conjunción de factores delictivos con elementos culturales. Sugestivamente, desde el 2010, no se conocían estadísticas sobre la epidemia. Recién desde 2017, SEDRONAR ha comenzado a dar a conocer lo sucedido durante los últimos siete años, los cuales consignaron la inserción de un comercio de venta de estupefacientes y marihuana, en consorcio con una cultura light que propició el consumo y el abandono. SEDRONAR explicita que, en siete años, la cifra de consumidores de marihuana se incrementó en el país en un 150%. La población de mayor riesgo es la franja de entre 12 y 15 años de edad, espectro en donde la estratagema de la aceptación social de la marihuana ha obtenido la victoria. Por su parte, el consumo de cocaína ha trepado un ciento por ciento en los últimos siete años.
Desde aquella época, numerosas medidas judiciales fueron interpretadas como inacción (algún alto funcionario judicial supo promocionar, a viva voz, que se plante cannabis en las casas, con la meta de vencer al narcotráfico. A su vez, desde el año 2000 se comenzó a desarmar programas asistenciales y preventivos. En tal sentido, el esfuerzo más notorio se registró en la Provincia de Buenos Aires, donde supo constituírse en su momento una red preventivo-asistencial-comunitaria desde 1993 al 2000, con más de 140 centros públicos de todo tipo y gratuitos (comunidades terapéuticas, centros de desintoxicación , escuelas para padres, cinco mil centros preventivos escolares, etcétera). Con la serenidad de un experto jugador de 'Jenga', la totalidad de esos centros fue desmoronándose, para terminar convertidos en un mero centro de atención telefónica y de escucha a distancia. Peor todavía: la última década trabajó con esmero para desactivar la cultura preventiva, que era, en definitiva, el único anticuerpo de cara a éste mal social.
En estudios efectuados en la Provincia de Buenos Aires, se registraron los siguientes datos:
a) Entre 1997 y 1999, sensible baja en la primera prueba de drogas, de un 45%;
b) una disminución de los abusadores de sustancias, del orden del 10% - lo cual representaba en ese momento alrededor de 400 mil personas;
c) una disminución del contacto global con drogas -comparativo entre los dos años- de un 17 % (alrededor de 900 mil personas). El descenso de los referidos índices exhibía que, progresivamente, se cerraba el ingreso al proceso de la adicción a nivel poblacional con una gran incidencia en el mejoramiento de la calidad de vida global. Mientras tanto, los estudios realizados por la fundación de ayuda al enfermo inmunológico (Dr. Jorge Benetucci, Hospital Muñiz) mostraron que, de los pacientes captados por el sistema preventivo en la Provincia de Buenos Aires, el 17% tenía HIV con síntomas; en otros distritos (incluída la Ciudad de Buenos Aires) donde no se había implementado sistema preventivo alguno, el porcentaje era del 85%. Es decir, que la Provincia de Buenos Aires había comenzado a controlar la epidemia desde una vía de contagio: el consumo de drogas. Entre 1993 y 1999, los sistemas de prevención vigente certificaron que el empleo de jeringa compartida había bajado del 8% al 0,5% entre adictos.
La 'vacuna' preventiva
Los programas premiados por organismos internacionales fueron hechos a un lado. Cuando la cultura preventiva se desvanece, no existe lucha factible de ser ganada contra la narcocriminalidad. El concepto 'prevención' terminó convirtiéndose en inaudible para prácticamente la totalidad de los estamentos de la sociedad -volviéndose, por momentos, una mala palabra. Organismos ligados a la 'reducción de daños' llegaron a repartir volantes y textos en escuelas primarias y secundarias, en donde se aconsejaba el consumo 'con cautela' para adolescentes. El problema es que el progresismo doméstico -que promociona el consumo de drogas declarada y desaprensivamente- olvidó ocuparse del desarrollo cerebral en los jóvenes, pequeño territorio en donde la persona se vuelve en extremo vulnerable al impacto de los tóxicos. Hoy, el cuidado del cerebro es la tarea central frente al consumo masivo de sustancias.
A tal efecto, resulta interesante el análisis de la Licenciada Laura Etcharren, a los efectos de ilustrar las tres etapas de inserción del narcotráfico en la Argentina: 1) 2000/2001, con la inserción de las primeras células delictivas, de la mano de un tejido social en franco proceso de quiebra; 2) 2007/2010, como punto de inflexión con la entrada de México y sus cárteles; 3) Aceleración de la epidemia de consumo con brazos armados y delitos junto a extorsión, y un tejido social en estado de descomposición acelerada.
El desmoronamiento de las políticas de prevención fue seguido de un discurso de minimización de riesgo de consumir, y de la ausencia comprobada de prevención a nivel escolar y familiar. La proximidad con la República Oriental del Uruguay agrega otro punto de conflicto, conforme la vecina nación se ha venido caracterizando por un incremento de todos los índices de consumo, en medio de la ruidosa contradicción de su presidente. Vázquez luchó exitosamente contra el tabaquismo en su rol de médico oncólogo, y hoy respalda una legislación (que el grueso de la ciudadanía desaprueba) que promociona la eventual comercialización de drogas en farmacias -todo ello, mientras el consumo de cocaína se dispara. En el Uruguay, hoy se comercializa la yerba mate marca 'Abuelita', que incluye cannabis en su preparación. Irónicamente, dirigencia política y formadores de opinión terminan desafiando la salud mental de la ciudadanía y, peor aún, las leyes fundamentales que ayudan a contar con un cerebro sano.
En simultáneo, se instalaban en la Argentina los cárteles más feroces de la América Latina, transformando el paisaje del espacio público en muchas ciudades y localidades, con los buenos oficios de personajes públicos comprometidos. Han tomado vías aéreas, fluviales y terrestres, estableciéndose en asentamientos de emergencia y villas -para ampliar sus canales de distribución-, desde los cuales continuarán trabajando tiempo completo para fogonear su máxima ambición: instalar un Estado fallido. Gracias a la ausencia de educación preventiva, ya habían logrado consolidar una suerte de 'sed de sustancias'. Luego, era necesario garantizar la oferta. La dinámica del narcotraficante es continuar hasta consolidar el dominio político en todo orden y espectro.
De existir una política integral a nivel nacional, de carácter preventivo-asistencial-comunitaria, en compañía de una política de inteligencia criminal, logrará reducirse la amplificación de la epidemia y, al menos, la sociedad argentina no perderá 'por goleada' como sucede hoy.