Argentina. PASO 2017: entre el discurso y los hechos
A la luz de los resultados que arrojaron las elecciones PASO...
14 de Agosto de 2017
A la luz de los resultados que arrojaron las elecciones PASO realizadas el último domingo en todo el país, el discurso del cambio propuesto por el oficialismo de Cambiemos parece haber prendido en una buena porción de la sociedad. Lo que restaría dilucidar, más allá de lo que pueda pasar en octubre, es si ese cambio propuesto es de fácil comprobación en los hechos.
Al menos desde el regreso de la democracia en 1983, quizá nunca antes se verificó semejante disociación entre los estudios previos de los analistas y la voluntad íntima del ciudadano. En los últimos días previos a la veda electoral, la sensación que existía, aún entre aquellos analistas críticos del kirchnerismo, era que Cristina Fernández se podía imponer en la provincia de Buenos Aires con una buena diferencia a su favor. No sólo no ocurrió aquello, sino que además el oficialismo doblegó por amplio margen al peronismo gobernante en Córdoba y San Luis. Santa Cruz arroja menos sorpresa: si el kirchnerismo se hubiera impuesto allí, no cabría dudas que se hubiera estado en presencia de un fraude o que una epidemia de esquizofrenia se habría apoderado de los santacruceños.
El gobierno de Mauricio Macri se encuentra ante un fuerte desafío: no defraudar las grandes expectativas de cambio cultural que le depositó el electorado. En las elecciones de 1985, el radicalismo gobernante del ex presidente Raúl Alfonsín también se impuso en los principales distritos del país. Si bien el contexto era distinto, la Argentina venía de un período oscuro dominado por militares mesiánicos y asesinos. Previo a ello, el país había sido atravesado a sangre y fuego por las guerras intestinas dentro del peronismo. Ante el fracaso económico alfonsinista, la gente volvió a confiar en el justicialismo, primero con Carlos Menem y luego con los Kirchner. Hoy, luego del uso y abuso de poder del que hicieron gala aquellas corrientes peronistas, con fuertes sospechas de corrupción mediante, la sociedad parecer haber llegado a un punto de hartazgo. Macri, con su particular manera de entender la política, es el hombre elegido. Hasta aca, la arriesgada táctica que implementaron el consultor Jaime Durán Barba y el Jefe de Gabinete Marcos Peña, han dado excelentes dividendos. Pero nada es eterno.
En casi dos años de administración macrista, el cambio promovido desde el discurso no poseería el suficiente correlato en los hechos. Siempre se dijo que el gobierno no tenía capital político para llevar adelante reformas de fondo, no sólo económicas, sino también culturales y políticas. A partir de ahora, y seguramente mucho más después de octubre, a Mauricio Macri se le acabarán las excusas. Cuestionar a una sociedad por ser cortoplacista resulta en extremo tentador, pero todas las sociedades lo son: si se le preguntara a un alemán o a un senegalés que si para estar bien en el futuro, tiene que pasar hambre durante cinco años, la respuesta sería negativa. La habilidad de un estadista reside en articular el bienestar social inmediato con las políticas de largo plazo. Por lo visto hasta aquí, Macri mostró pocos atributos de estadista y una gran habilidad para entender al electorado. Para los próximos dos años, la ciudadanía le exigirá mayores resultados y un discurso más comprometido y menos electoralista.
De todos modos, las encuestas y los análisis periodísticos están siendo fuertemente escrutados por la sociedad. Se podrá alegar que se trata de un fenómeno mundial: nadie preveía los triunfos de Donald Trump en EEUU ni del Brexit en Gran Bretaña. Pero lo que aquí importa es la Argentina. El ciudadano, de cualquier condición social, está demostrando que a la hora de emitir su voto lo hace con argumentos íntimos e inexpugnables. Más allá de los intereses que se esconden detrás de una determinada encuesta o de un medio de comunicación, lo cierto y concreto es que a la hora de realizar un estudio, quizá se deberían tomar mayores recaudos. O atender, al menos, diversas cuestiones. Mar del Plata es un buen ejemplo de ello.
Desde hace meses se viene afirmando en la ciudad balnearia que la ponderación social del intendente Carlos Arroyo era una de las peores de la provincia de Buenos Aires. Y que a razón de ello, María Eugenia Vidal estaría ejercitando una intervención de facto del municipio. Es público que la relación entre el jefe comunal y la gobernadora no es buena, pero lo sucedido en las PASO echaría por tierra cualquier especulación: la lista de concejales de Cambiemos ganó con casi el 40% de los votos, superando por más de veinte puntos al segundo. Y Esteban Bullrich demolió a Cristina: 44% a 26%. Si se da por cierto la encuesta que marca la mala gestión de Arroyo, serían muy difícil explicar los resultados. Pese a ello, cabría consignar que antes de los comicios circulaba muy fuerte una versión que indicaba una posible intervención del municipio por parte de La Plata. O al menos forzar una renuncia del intendente.
Lo mismo se puede aplicar al vecino partido de Mar Chiquita. Tampoco la opinión sobre la gestión del Intendente radical Carlos Ronda sería positiva, sin embargo allí Cambiemos ganó por 10 puntos. Y un dato que puede ser sintomático de lo que podría venir en el país: el jefe municipal convocó a un reconocido abogado marplatense para que audite las cuentas que dejó la anterior gestión del kirchnerista Jorge Paredi, que gobernó 12 años. “La gente me lo reclama”, dijo Ronda.
Poco importan a esta altura los discursos de rigor. Con la torpe manipulación de la carga de votos en la provincia de Buenos Aires, el gobierno le regaló al kirchnerismo un nuevo argumento para alimentar su relato, quizá un último eslabon para su triste e imaginaria épica. O la cuestionable tentación de Vidal de sugerir que se quieren quedar 20 años en el poder, el mismo tiempo que imaginó Néstor Kirchner. Y los hechos incontrastables: el resurgimiento de Elisa Carrió, la confirmación de Florencio Randazzo como fallido candidato de laboratorio, y la fragilidad de Sergio Massa.
La Argentina se encuentra en un momento crucial de su historia. Se verá si sus dirigentes, con el gobierno a la cabeza, podrán estar a la altura de los hechos.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.