Argentina: 'rifando' adolescentes
A sus dieciséis años, Jorge es traído a nuestra comunidad terapéutica por sus padres, tras un raíd delictivo.
04 de Septiembre de 2017
La educación transforma la inteligencia biológica en talento humano. El talento no está al principio, sino al final.
(Universidad para Padres, España | Marina, 2010)
* * *
A sus dieciséis años, Jorge es traído a nuestra comunidad terapéutica por sus padres, tras un raíd delictivo -él también lo pide. El consumo de marihuana con pastillas desde los 12 años le ha impedido estudiar; se desarrollo adolescente se ha detenido. La barra de un club de fútbol del conurbano bonaerense lo deposita en el mundo de las drogas y la vida masificada. Ya no es él -me confiesa. Es llevado, casi hipnóticamente, por grupos; incluso oficia de conductor para adultos de la barra que salen a robar. Los padres trabajan; cada uno de ellos vive por propia cuenta, consecuencia de una quebrantada relación. Lloran, al enterarse de todo sobre su hijo. Y existen miles de casos como Jorge en las grandes urbes argentinas: familias pobremente estructuradas y adolescencias vulnerables -sin escuela ni oficios. La calle es un escenario en donde las distintas góndolas ofrecen sustancias de toda presentación y color.
Oscar, por su parte, es un joven apuesto que, a sus dieciocho años, cuenta con un buen empleo en un hotel céntrico -pero tiene una doble vida. Durante el día, trabaja; al salir, consume -y allí surge el Otro. Roba en compañía de terceros. Los padres también entristecen, al enterarse de los dos mundos de su hijo. En rigor, Oscar no es sino un personaje digno la novela Dr. Jekill y Mr. Hide (de Robert Louis Stevenson, 1886). Jekyll es un científico que crea una poción con la capacidad de separar la parte más humana del lado maléfico de una persona. Al beber Jekyll esa mezcla, se convierte en Edward Hyde -un típico antisocial. De acuerdo concluye la lectura, en nosotros siempre están presentes el bien y el mal. Las drogas, particularmente en muchos jóvenes, son factor crítico en la disociación de la personalidad; contribuyen a liberar las tendencias antisociales del consumidor, como hemos visto en los casos de Oscar y Jorge.
De tal suerte que describimos, así, las paradojas del crecimiento adolescente, y máxime del desarrollo cerebral en esta época. Edad de máxima vulnerabilidad, dado que se registra un desequilibrio entre áreas claves para el futuro de la conducta. Los sistemas emocionales (el sistema límbico) se exhiben en plena ebullición (afectados por una sobretensión hormonal y de mediadores químicos); los sistemas de inteligencia superior y control de conductas recién terminan de evolucionar a los veinticinco años -esto es, las estructuras frontales que nos diferencian de los primates. La adolescencia es una edad peligrosa. Las temeridades que mayor peligro entrañan para la vida, como ser la conducción de vehículos bajo los efectos del alcohol, las borracheras de larga duración, solitarias o en grupo, y las relaciones sexuales sin protección constituyen fenómenos habituales en esta etapa.
Los jóvenes de ambos sexos que exhiben una edad de entre dieciséis y veinte años, portan consigo una probabilidad superior de perder la vida en un accidente de automóvil, que aquellos que cuentan entre veinte y cincuenta años de edad. Más del 30% de los jóvenes conductores que fallecieron en 2003 al estrellar sus vehículos habían estado bebiendo. Más del 50% del total de los nuevos casos de VIH tienen lugar hoy entre individuos de edades inferiores a los veinticinco años, lo cual convierte a la enfermedad autoinmune a la séptima causa de mortalidad en grupos de entre 13 y 24 años. En los Estados Unidos de América, por ejemplo, las estadística refiere que dos jóvenes americanos quedan infectados con VIH por hora. El 40% de los alcohólicos ha comenzado con problemas de ingesta de bebidas alcohólicas entre los 15 y los 19 años. Este grupo certifica, entre otros, una afición excesiva por el juego y las apuestas -registrándose no pocos casos de ludopatía. Típicamente, se comienza con las apuestas hacia los doce años. Internet y los sitios web de apuestas son aliados para esta enfermedad, máxime cuando la presente civilización hipertecnológica emerge de la carencia de afectos, contacto y cercanía parental.
Cerebro y cultura
(Universidad para Padres, España | Marina, 2010)
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A sus dieciséis años, Jorge es traído a nuestra comunidad terapéutica por sus padres, tras un raíd delictivo -él también lo pide. El consumo de marihuana con pastillas desde los 12 años le ha impedido estudiar; se desarrollo adolescente se ha detenido. La barra de un club de fútbol del conurbano bonaerense lo deposita en el mundo de las drogas y la vida masificada. Ya no es él -me confiesa. Es llevado, casi hipnóticamente, por grupos; incluso oficia de conductor para adultos de la barra que salen a robar. Los padres trabajan; cada uno de ellos vive por propia cuenta, consecuencia de una quebrantada relación. Lloran, al enterarse de todo sobre su hijo. Y existen miles de casos como Jorge en las grandes urbes argentinas: familias pobremente estructuradas y adolescencias vulnerables -sin escuela ni oficios. La calle es un escenario en donde las distintas góndolas ofrecen sustancias de toda presentación y color.
Oscar, por su parte, es un joven apuesto que, a sus dieciocho años, cuenta con un buen empleo en un hotel céntrico -pero tiene una doble vida. Durante el día, trabaja; al salir, consume -y allí surge el Otro. Roba en compañía de terceros. Los padres también entristecen, al enterarse de los dos mundos de su hijo. En rigor, Oscar no es sino un personaje digno la novela Dr. Jekill y Mr. Hide (de Robert Louis Stevenson, 1886). Jekyll es un científico que crea una poción con la capacidad de separar la parte más humana del lado maléfico de una persona. Al beber Jekyll esa mezcla, se convierte en Edward Hyde -un típico antisocial. De acuerdo concluye la lectura, en nosotros siempre están presentes el bien y el mal. Las drogas, particularmente en muchos jóvenes, son factor crítico en la disociación de la personalidad; contribuyen a liberar las tendencias antisociales del consumidor, como hemos visto en los casos de Oscar y Jorge.
De tal suerte que describimos, así, las paradojas del crecimiento adolescente, y máxime del desarrollo cerebral en esta época. Edad de máxima vulnerabilidad, dado que se registra un desequilibrio entre áreas claves para el futuro de la conducta. Los sistemas emocionales (el sistema límbico) se exhiben en plena ebullición (afectados por una sobretensión hormonal y de mediadores químicos); los sistemas de inteligencia superior y control de conductas recién terminan de evolucionar a los veinticinco años -esto es, las estructuras frontales que nos diferencian de los primates. La adolescencia es una edad peligrosa. Las temeridades que mayor peligro entrañan para la vida, como ser la conducción de vehículos bajo los efectos del alcohol, las borracheras de larga duración, solitarias o en grupo, y las relaciones sexuales sin protección constituyen fenómenos habituales en esta etapa.
Los jóvenes de ambos sexos que exhiben una edad de entre dieciséis y veinte años, portan consigo una probabilidad superior de perder la vida en un accidente de automóvil, que aquellos que cuentan entre veinte y cincuenta años de edad. Más del 30% de los jóvenes conductores que fallecieron en 2003 al estrellar sus vehículos habían estado bebiendo. Más del 50% del total de los nuevos casos de VIH tienen lugar hoy entre individuos de edades inferiores a los veinticinco años, lo cual convierte a la enfermedad autoinmune a la séptima causa de mortalidad en grupos de entre 13 y 24 años. En los Estados Unidos de América, por ejemplo, las estadística refiere que dos jóvenes americanos quedan infectados con VIH por hora. El 40% de los alcohólicos ha comenzado con problemas de ingesta de bebidas alcohólicas entre los 15 y los 19 años. Este grupo certifica, entre otros, una afición excesiva por el juego y las apuestas -registrándose no pocos casos de ludopatía. Típicamente, se comienza con las apuestas hacia los doce años. Internet y los sitios web de apuestas son aliados para esta enfermedad, máxime cuando la presente civilización hipertecnológica emerge de la carencia de afectos, contacto y cercanía parental.
Cerebro y cultura
El desbalance evolutivo al que aquí hacemos referencia, entre los sistemas límbicos (emocionales) y los frontales que culminan a los 25 años de edad (estructuras superiores de control y planificación), no remiten solo a una cuestión meramente biológica. Es, en esencia, una problemática de índole educativa y cultural, allí donde intervienen familias -la denominada 'mesa familiar'- y la escuela. El cerebro del ser humano se construye a partir de palabras, escucha, orientación. En tal sentido, se ha certificado científicamente que la maduración de los lóbulos frontales es tardía, lo cual suele ser la base para la justificación de conductas irresponsables por parte de los adolescentes. Asimismo, puede suceder que todo modelo educativo que mantiene a los adolescentes en un estado de irresponsabilidad, como es la que hoy vemos en la Argentina, retrase la maduración de los lóbulos frontales (Goldberg, 2002). Toda vez que no ayudamos a pensar a nuestros adolescentes en todas las matrices culturales, en especial la escuela y la casa, lo que en definitiva estamos haciendo es condenar a ese joven en particular a quedar a expensas de sus pulsiones anárquicas.
El encumbrado neurocientista Eric Jensen supo afirmarlo: '(...) El aprendizaje cambia la estructura del cerebro, porque altera la expresión genética. Los genes juegan su papel a lo largo de toda nuestra vida, no por lo que heredamos, sino a través de lo que aprendemos'. La vida se construye a partir de la cultura, la educación, la ética de los modelos que nos transmiten valores; sobre el particular, el célebre neurólogo Jean-Pierre Changeux ha compartido una sentencia indubitable: 'El cerebro es un sistema neuronal motivado'.
La motivación surge desde el Amor del Otro (padres, profesores, maestros, etcétera). Cuando este mecanismo falla, emergen otros Poderes motivadores; las drogas 'copan' los sistemas motivacionales (el ya referido sistema límbico) y condenan a espectros de una sociedad a la peor de las miserias, esto es, la imposibilidad del crecimiento en y hacia la libertad. Las neurociencias enseñan que la libertad no se encuentra precisamente en los albores de la educación, sino en el final de la misma. Es, la libertad, una conquista; para ello, hemos de aprender, y se nos ha de transmitir esa libertad, aprendiendo también en el proceso la necesidad de renunciar a ciertos cánticos de sirena -tal como el héroe épico Ulises enseñaba a sus camaradas marineros al navegar por ciertos sitios dado que, en contrario, se perdían como seres libres (La Odisea). Hoy, los cánticos de sirena serían, por ejemplo, las drogas. Lo propio sucede con los 'combos' propuestos por la tecnología ligada a las perversiones sexuales, la violación , la pederastia, el juego, etcétera.
Vulnerabilidad adolescente
El cerebro adolescente es un cerebro en construcción. Ardua faena que demanda cuidados de parte de la cultura, representada por el capital humano y social de una comunidad (familias, escuelas, redes institucionales). Y el cerebro se construye con palabras. Las neuronas se nutren de palabras -las aman. En contraposición, se presentan las proverbiales diez plagas de Egipto (metáfora que, en los estudios bíblicos, remiten a incontables calamidades que azotan a la comunidad, de no aceptarse cierta Ley). La adolescencia consigna una edad crítica para la aparición de una miríada de enfermedades mentales, trastornos de ansiedad, bipolaridad, depresión, anorexia, bulimia, adicciones, psicosis. El 50% de las enfermedades mentales que hoy padecen las personas ya han sido su base fundacional hacia los 14 años, cifra que se eleva al 75% a los 25 años.
En simultáneo, la adolescencia representa el período de vida en el que se goza de mayor salud: el sistema inmunitario, la resistencia al cáncer, la tolerancia a las condiciones climáticas extremas, alcanzan su cénit. Amén de esta robustez física, lo cierto es que las enfermedades y los fallecimientos que se registran en esta franja de edades son dos o tres veces más frecuentes que en la infancia (accidentes, homicidios, suicidios); lo propio sucede con los embarazos no deseados, las enfermedades de transmisión sexual y la caída en conductas punibles con pena de prisión efectiva.
La República Argentina ha descuidado la educación preventiva, cediendo terreno al abuso de drogas, de alcohol y a las conductas de riesgo. Por estas horas, la epidemia habla; en determinados contextos y geografías, ha mutado en pandemia, cobrando forma en fenómeno sanitario en franco descontrol.