Una guerra de insultos en la que Moscú no podrá triunfar
El reciente round de insultos rusoamericano...
El reciente round de insultos rusoamericano -resumido en la expulsión de diplomáticos y la clausura de consulados- remite a, en apariencia, una mayor paridad de representación entre ambas potencias. Lo cual nada tiene de negativo.
De acuerdo con la Casa Blanca, Estados Unidos y Rusia cuentan ahora con tres sedes diplomáticas recíprocas cada uno, y un pequeño número de diplomáticos -un aproximado de 455. Es sencillo para países como Rusia, China o Irán explotar la apertura de la sociedad estadounidense y las garantías ofrecidas por la Primer Enmienda (libertad de expresión), a los efectos de administrar el mercado de los medios de comunicación y de diseminar propaganda política y noticias falsas (conocidas en inglés, como fake news).
El gobierno ruso, con sus abarcativos programas de guerra informativa en naciones de Occidente, incluyendo los Estados Unidos, es quizás el primer abusador de tales libertades en el concierto internacional. Mientras se cuida de no comprometer las relaciones internacionales americanas ni los principios democráticos, el gobierno estadounidense es correcto al argumentar en pos de la paridad entre las representaciones rusas y americanas. Con todo, ello no constituye una réplica razonable, dada su falta de crudeza ante las acciones del Kremlin.
El próximo-pasado sábado, la Administración Trump recomendó al gobierno ruso que clausure su consulado en San Francisco y dos misiones comerciales, en Washington y Nueva York, respectivamente, en lo que consignó una respuesta mesurada de cara a la expulsión ordenada por Rusia de 755 diplomáticos estadounidenses en julio. En sí misma, la maniobra rusa fue una réplica a raíz de la aprobación de sanciones contra Rusia en Capitol Hill. El proyecto fue aprobado por el congreso americano en julio, y firmado por el presidente Donald Trump, a los efectos de reprender a Rusia por sus intentos de interferir en los comicios presidenciales estadounidenses, y por su invasión de Crimea (y acciones subsiguientes en perjuicio de Ucrania).
Previo a que alguien argumente sobre la pérdida de relaciones internacionales, vale la pena rescatar que existen diplomáticos de distintas clases. Poco después de que el gobierno ruso recibió la recomendación de cerrar sus oficinas en San Francisco, se vio humo negro salir de las chimeneas del consulado ruso. En tono jocoso, un funcionario ruso afirmó a la cadena CNN que los rusos no estaban incendiando el edificio. 'No están eligiendo un Papa', aseguró.
En rigor, lo que el personal ruso estaba incendiando no es difícil de imaginar. El consulado ruso, situado convenientemente en una colina, mirando hacia la ciudad de San Francisco, ocupaba una locación inmejorable para tareas de espionaje y escuchas (y, en efecto, lo propio sucede con la embajada rusa en Washington, D.C.).
Conforme lo citara -vía Twitter- la Representante Jackie Speier, Demócrata por California, 'Si quedaba alguna duda de que había espionaje en el consulado de SF, el humo negro lo aclara'. A continuación, la Administración Trump ordenó un allanamiento en las dos misiones comerciales rusas en Nueva York y Washington -ante el cual los rusos protestaron, amén de que la iniciativa se vio enmarcada en el Acta de Misiones Extranjeras de 1982.
En tanto los avances y retrocesos entre Rusia y Estados Unidos podrían perfectamente remitir a las épocas de la Guerra Fría, lo cierto es que el presidente ruso Vladimir Putin habrá de tomar nota: habrá consecuencias, tras las acciones de su país. Tales réplicas han sido mesuradas, pero firmes -como corresponde.
Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2017/09/08/russia-will-not-win-diplomatic-tit-tat-us/
Es Analista Senior en estudios de Diplomacia Pública, para la Fundación Heritage (Washington, D.C.). Desarrolla trabajos relacionados con instituciones y programas del gobierno estadounidense que hacen a la relación con terceros países y diplomacia tradicional, y elementos críticos en la guerra de ideas contra el extremismo violento. Previamente, se desempeñó como Editora en el periódico The Washington Times.