Por qué creo que Facebook ha estado censurando mi discurso político
Olvídese Usted de China; la policía del Internet está aquí, en los Estados Unidos.
En el verano septentrional, en 2007, me trasladé a China para hablar en una conferencia relacionada con las preparaciones de seguridad previas a los Juegos Olímpicos, llamados a celebrarse en Pekín el siguiente año. Mientras transitaba por el aeropuerto Charles de Gaulle de París, reparé en algo particularmente extraño. Los sitios del Internet que revisaba yo cada día no abrían, y entre los que no funcionaban estaban The American Conservative y Antiwar.com. Al arribar finalmente a China, los mismos sitios continuaban inaccesibles y, de igual manera, noté que escribir correos electrónicos se había vuelto un asunto problemático, ya fuere en los aeropuertos de Hong Kong, Pekín, o en el Hotel Sheraton en Shenyang. Algunas palabras simplemente no podían publicarse, mientras que otras claramente estaban siendo evaluadas como ofensivas, y luego terminarían siendo editadas -sin que yo participara en el proceso. Palabras tales como 'diablos' (damn) o 'infierno' (hell) aparecían como “d**n” y “h**l”,y las mismas alteraciones tenían lugar cuando uno echaba mano de expresiones obviamente más escatológicas y gráficas.
Al retornar a los Estados Unidos, entendí que había software disponible comercialmente que habilitada a los proveedores de servicio de Internet a censurar contenido en línea, de manera selectiva. Eso es lo que, en apariencia, estaba siendo utilizado por los franceses en el aeropuerto, y lo propio en China. Desde 2007, he aprendido que numerosos gobiernos y sus respectivas agencias empleaban ese tipo de software para limitar el acceso a lo que ellos evaluaban como contenido objetable, y para controlar determinados aspectos de los mensajes que salían fuera de cada país.
Originalmente, el Internet fue promocionado como un mecanismo completamente libre y sin censura, para ser utilizado por cualquier persona en cualquier parte, a los efectos de intercambiar perspectivas y comunicarse, pero eso ya ha dejado de ser así. Tanto los gobiernos como los proveedores del servicio han desarrollado cierto gusto por controlar el producto mientras, en su oportunidad, el presidente estadounidense Barack Obama alguna vez consideró la implementación de un “interruptor” que podría apagar por completo el Internet en medio de una 'emergencia nacional'. Asimismo, el presidente Donald Trump también ha compartido bastantes puntos de vista sobre las noticias falsas o fake news, y se ha informado que él mismo respalda limitar las protecciones referidas al internet.
Voluntariamente, los sitios de las redes sociales han empleado mecanismos técnicos a criterio de restringir ciertos contenidos y, de igual modo, han contratado a 'editores' que rastrean material objetable para removerlo. La legislación europea, mientras tanto, podría exigir a los motores de búsqueda que eliminen el acceso a muchos posteos antiguos. Ya YouTube se ha involucrado en el borrado de material existente, y se encuentra trabajando con 'socios' en modo alguno imparciales, como ser la Liga Antidifamación (ADL), para redactar lineamientos que, en el futuro, servirán para restringir contenidos. Los usuarios de Facebook ya habrán notado que algunos contactos les han sido bloqueados termporalmente (e incluso de manera perpetua), negándoseles acceso al sitio.
Hoy día, Google desactiva o limita automáticamente todo material que pudiere resultar indeseable. Si Google no aprueba algo, entonces ese contenido no aparecerá en los resultados de las búsquedas. Y lo que hace termina favoreciendo a contenidos que surgen de aquellos que le pagan a Google para promocionar sus productos o servicios. La información que se origina en los competidores será, o bien muy escasa en los resultados, o incluso neutralizada. Difícilmente Google sea una fuente no sesgada de información.
Mi encuentro más reciente con mecanismos de censura en las redes sociales tuvo lugar en Facebook, que anunció en mayo pasado que contrataría a 3 mil nuevos censores. Había compartido yo un artículo que escribí en su oportunidad para la web Unz.com, intitulado “Requiem por Charlottesville”. Hacia el final del primer día, Ron Unz -titular de la web- había notado que, mientras el artículo claramente había ingresado una sustancial cantidad de lectores, los 'likes' o 'Me Gusta' para esa pieza no estaban mostrándose en el contador de estadísticas -esto es, que los Likes no estaban siendo tabulados. También era imposible compartir la pieza en Facebook, en función de que el botón para hacerlo había sido removido.
Los “likes” en sitios tales como Facebook, los comentarios en Yahoo News, YouTube o Google son importantes, porque determinan automáticamente cómo tal o cual artículo se distribuye a lo largo del sitio. Si existen numerosos likes, el texto se posiciona más arriba cuando alguien hace una búsqueda, o cuando alguien abre la página. De igual manera, los artículos pueden ser enviados a Coventry, si reciben demasiados rechazos o comentarios negativos, de tal suerte que las aprobaciones o reprobaciones pueden ser muy importantes a la hora de determinar qué tipo de audiencia alcanza el texto, o qué revelará una búsqueda.
En mi caso, después de un día, mi página retornó a la normalidad: los “likes” reaparecieron, y los lectores se vieron en posibilidad de compartir el artículo. Pero estaba claro que alguien había estado administrando lo que yo había publicado, aparentemente porque se había registrado algún tipo de desaprobación de mi contenido, basándose en lo que debió ser un criterio político. Un par de días más tarde, tomé nota de otro ejemplo, en un incidente similar. El sitio web del Instituto Ron Paul (RPI) publica la mayor parte de su material en YouTube (cuyo dueño es Google), en un sitio en donde había habido publicidad que rechazó a RPI, en un pequeño porcentaje de dinero ingresado. De súbito, y sin explicaciones, tanto los anuncios como las pujas fueron eliminados, luego de que una 'revisión manual' determinara que el contenido no era 'idóneo para todos los anunciantes'. En rigor, se trataba de un juicio de valor respaldado en la desaprobación de lo que el Instituto hace y opina. La posibilidad de comentar y publicar enlaces a sus artículos también fue eliminada.
Así es que censores no elegidos y no identificados están operando a lo largo del Internet para controlar los contenidos, lo cual supongo no ha de sorprender a nadie. Lo cual -siendo esto también muy curioso- nos remite, otra vez, al "Rusiagate". Dados los intentos de administrar contenidos y comentarios en el Internet, muchos de aquellos que intentan explotar el anonimato del espectro se han abocado a distintas metodologías para eludir esas restricciones. Entre mis amigos de Facebook, tengo a cinco contactos cuya identidad real conozco, pero que operan en el sitio bajo algún alias. En numerosos casos, esto se hace para proteger la propia posibilidad de expresarse por fuera de los puntos de vista de los medios tradicionales y, asimismo, para mantener esas opiniones a cierta distancia de sus empleadores -que podrían objetar las perspectivas de mis amigos, o bien despedirlos.
A comienzos de este mes, el matutino estadounidense The New York Times exhibió una pieza de investigación en su primera plana, intitulada -en su edición impresa- 'Para Torcer el Voto, Rusia Utilizó un Ejército de Falsos Estadounidenses - Inundando Twitter y Facebook, Impostores Ayudaron a Fogonear Furia en un Estados Unidos Polarizado' (To Sway Vote, Russia Used Army of Fake Americans – Flooding Twitter and Facebook, Impostors Helped Fuel Anger in Polarized U.S.”). Tal como el título lo sugiere, el matutino expresó su preocupación frente al modo en que numerosos simpatizantes de Rusia parecían ser alias personae, sugiriendo, nuevamente, que Moscú consigna una 'intervención extranjera sin precedentes en la democracia estadounidense'. La 'legión de impostores bajo control ruso' fue culpaba por propagar un 'mensaje anti-Clinton' y, para hacerlo, habían liberado un 'ciberejército de cuentas falsas en Facebook y Twitter'.
El Times concluyó que la supuesto actividad rusa había convertido a las redes sociales en 'motores de mentira y propaganda'. Desde cierto punto de vista, era sorprendente que el Times se hubiese tomado tanto tiempo en algo que ya había estado sucediendo durante años, en general ingeniado por los Estados Unidos. El Pentágono y el Departamento de Estado han tenido, por mucho tiempo, personal revolviendo el Internet y utilizando falsas identidades, involucrándose en lo que suele denominarse 'perception management'. Ellos infiltran sitios extremistas, e incluso se involucran en extendidos debates en las secciones de comentarios. Ha de presumirse que la CIA se muestra igualmente activa. Han surgido afirmaciones creíbles al respecto de que Washington interfirió severamente a través del Internet y otros mecanismos en la votación en Ucrania, así como también en las recientes elecciones venezolanas.
En otro ejemplo, el gobierno israelí también ha admitido, de alguna manera, haberse involucrado en perception management, a gran escala. La Cancillería del Estado de Israel incluso envió una carta a un número de organizaciones pro-israelíes, enfatizando 'la importancia del Internet como el nuevo campo de batalla para la imagen de Israel'. Haaretz informó en 2013 el modo en que la oficina del primer ministro Netanyahu colaboró con el Sindicato Nacional de Estudiantes Israelíes para establecer 'unidades encubiertas' en siete universidades nacionales, que se estructurarían de manera 'semi-militar', y organizada en salas de situación. Los estudiantes reciben una paga cercana a los US$ 2 mil mensuales para que utilicen alias y, así, trabajar sobre objetivos en línea definidos.
El artículo del Times en Estados Unidos describió el modo en que cuentas falsas podrían ser activadas en serie por comandos, para que bombardeen las redes sociales con mensajes similares que tienen por fin confundir al electorado, y 'fogonear ira y sospecha en una nación polarizada'. Algunos tenedores de cuentas falsas en Facebook, según se informó, compraron publicidad política por un total de US$ 100 mil, que luego aparecería en la web. Pero el Times, sin que ello represente sorpresa, editorializa fuertemente una pieza investigativa y, de igual manera, inflama un problema aparente para que la maniobra coincida con su propio sesgo. No ha producido nada que se parezca a evidencia seria que respalde que Rusia estuvo involucrada en una maniobra fenomenal de mentiras, como tampoco examina seriamente el matutino americano qué otros terceros jugadores pudieran tener predisposición para involucrarse en subterfugios para cocinar el contenido en las redes sociales.
Cualquier cosa que apareciera en la encuesta del Times que se percibiera como antiestadounidense o anti-Clinton, era atribuída por el periódico a los servicios de inteligencia rusos, mientras que la palabra 'sospechar' aparece con frecuencia en el artículo de referencia. Y los falsos personae bien pudieron ser bastante pocos, en términos del contenido general que existe en sitios como Facebook, lo cual concede que existió algún tipo de fraude, pero que las cuentas falsas involucradas en potencial 'contenido cívico' fueron menos que el décimo de un uno por ciento del volumen total.
Las aseveraciones del Times en relación a la invasión de las redes sociales por parte de Moscú en mucho recuerdan a las afirmaciones de la Administración Obama al respecto del pirateo informático ruso, terreno en el cual las evidencias son inexistentes. Un sitio web anti-Clinton, denominado DCLeaks, es relacionado por el Times con el servicio de inteligencia militar ruso GRU, sin presentarse pruebas de ningún tipo para confirmar ese vínculo. Y, por cierto, nada hay que sugiera que el supuesto involucramiento ruso ha convencido al público estadounidense para que cambiase su voto. Aún si existiera la maniobra, en el fraude que el Times sugiere, en todo caso ha probado ser infructuoso. No determinó el resultado de la elección.
Cualquiera que presete un mínimo de atención difícilmente niegue que existe una sorprendente cuota de fraude, desinformación y manipulación encubierta en el Internet, en cualquier momento del día. Lo cual es un subproducto de la relativa libertad y accesibilidad a la Red. Pero el grueso de la gente no es completamente crédulo, y se las arregla para filtrar todo lo que suena frívolo o poco plausible. Más peligroso que especular con lo que los rusos pudieran haber hecho (o lo que el gobierno de los EE.UU. está haciendo), es la autocensura en la que hoy recaen los proveedores de servicios de Internet y sitios web de medios de comunicación que representan a grandes y ricas corporaciones americanas, algunas de las cuales conservan un poder monopólico. Estos espectros están bien posicionados a la hora de dar forma a lo que el público conoce, y lo que le está permitido descubrir. La eliminación de contenido antiguo y la restricción de búsquedas no es muy diferente a lo que hacía Winston Smith, personaje de George Orwell, al revisar la evidencia de contenido políticamente no aceptable. Si la censura y la limitación del producto continúa, la revolución informativa prometida por el Internet perfectamente podría mutar hasta convertirse en un mal negocio.
Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/how-i-believe-facebook-was-censoring-my-political-speech/
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.