Donald Trump y una oportunidad para expulsar a los encubridores de Bengasi
Han transcurrido ya cinco años desde que elementos terrorirstas atacaran el consulado...
Han transcurrido ya cinco años desde que elementos terrorirstas atacaran el consulado de los Estados Unidos de América en Bengasi, Libia, el 11 de septiembre de 2012 -episodio que dejó como saldo a cuatro ciudadanos estadounidenses muertos. Ahora, el gobierno interino en Libia está considerando la reapertura de la ciudad de Bengasi para el personal diplomático extranjero. Sin embargo, resulta difícil imaginar a gobiernos foráneos apresurándose para retornar a esa localidad. Hacia 2013, cuando la ley y el orden en esa ciudad colapsaron por completo, no quedó in situ siquiera un diplomático en funciones.
A pesar del tiempo transcurrido, las repercusiones legales del ataque y el posterior encubrimiento están lejos de diluírse. La selección del jurado en el juicio contra Ahmed Abu Khattala, el único terrorista arrestado por los ataques en la ciudad libia, tiene lugar por estos momentos en una corte federal de Washington, D.C. Mientras tanto, entrevistas recientes han el carácter paupérrimo de las políticas de la Administración Obama frente a Libia, y la falta absoluta de responsabilidad del Departamento de Estado de Hillary Clinton, al desplegar a personal diplomático bajo semejante riesgo.
A comienzos de este mes, Brad Owens y Jerry Torres (ambos de la firma Torres Advanced Enterprise Solutions) declararon que un funcionario del Departamento de Estado de Hillary Clinton les ordenó, luego de los ataques del 11 de septiembre de 2012, que guardaran silencio y que ocultasen la información que tenían sobre la situación de seguridad en Bengasi. La firma privada de los mencionados había sido contactada en agosto de 2012, a los efectos de remediar la claramente inadecuada protección destinada al personal diplomático americano que se desempeñaba en Bengasi, mientras que al-Qaeda y otras organizaciones terroristas se enseñoreaban de la ciudad.
En un correo electrónico fechado en julio de 2012, el embajador Christopher Stevens describió el deterioro de la situación, y solicitó un mínimo de trece (13) guardias armados, solicitud que el Departamento de Estado de aquel entonces rechazó. Torres Advanced Enterprise Solutions proporciona seguridad para embajadas estadounidenses en todo el globo. En el caso de Bengasi, había sido superada en concurso público por apenas un 4%, al competir con una pequeña firma británica conocida como Blue Mountain Group, con sede en el País de Gales. Blue Mountain fracasó miserablemente a la hora de ocuparse del trabajo, evitando siquiera proporcionar armamento a su personal.
Cuando se decidió convocar a la firma Torres para que tome cartas en el asunto, ya era demasiado tarde. De acuerdo a Owens y Torres, en los días posteriores a los ataques del 11 de septiembre de 2012, ambos fueron convocados por la funcionaria de contrataciones Jan Visintainer (del Departamento de Estado), instancia en que se les ordenó guardar silencio. Aún a pesar del trágico desenlace en Bengasi, la funcionaria Visintainer los obligó a respaldar una política de mantener al personal de seguridad de la sede diplomática, sin armas. Temiendo perder otros contratos, Owens y Torres mantuvieron silencio respecto de lo que sabían -hasta el día de hoy.
Pero la llegada de la Administración Trump al poder, sumado ello al trabajo de Rex Tillerson y sus reformas propuestas para el Departamento de Estado, destaca ahora una oportunidad para que la repartición federal se deshaga del personal que implementó los desastrosos errores de cálculo de Hillary Clinton y que, a posteriori, encubrieron los funestos desbarajustes del Departamento de Estado.
Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2017/09/26/trumps-opportunity-oust-covered-benghazi-missteps/
Es Analista Senior en estudios de Diplomacia Pública, para la Fundación Heritage (Washington, D.C.). Desarrolla trabajos relacionados con instituciones y programas del gobierno estadounidense que hacen a la relación con terceros países y diplomacia tradicional, y elementos críticos en la guerra de ideas contra el extremismo violento. Previamente, se desempeñó como Editora en el periódico The Washington Times.