América Latina no puede tolerar la agresión cubana contra diplomáticos de EE.UU. y Canada
El Secretario de Estado americano Rex Tillerson anunció hace horas que expulsaría...
El Secretario de Estado americano Rex Tillerson anunció hace horas que expulsaría a dos tercios de la diplomacia cubana que se desempeñan en su sede de Washington, D.C. La iniciativa sobreviene luego de que Estados Unidos redujo la cifra de diplomáticos estacionados en La Habana, a consecuencia de los ataques sónicos registrados allí.
El episodio dio inicio diez meses atrás, cuando un misterioso dispositivo sónico comenzó -o bien adrede, o de manera inadvertida- a poner en la mira a diplomáticos estadounidenses y canadienses. Informes confirmados por el Departamento de Estado cifra el número de víctimas de los ataques en 22 estadounidenses y un número desconocido de funcionarios canadienses del servicio exterior. Los diplomáticos de ambas naciones han experimentado síntomas que involucran pérdida permanente de la audición, problemas visuales, mares y otras problemáticas de índole neurológica. Todos ellos habían sido destinados a La Habana, y residían en viviendas proporcionadas por el gobierno cubano, conforme eso es una práctica estándar.
Aún cuando el Departamento de Estado no ha acusado al gobierno cubano de ser el autor de los ataques, en efecto es el gobierno de Cuba el responsable por la seguridad del personal del servicio exterior de terceros países. A pesar de que los cubanos insistieron en su propia inocencia, se han rehusado contundentemente a colaborar con los Estados Unidos, y a garantizar la seguridad del personal americano. Ambos términos consignan una flagrante violación de las obligaciones de Cuba ante la Convención de Viena -que entiende sobre relaciones internacionales.
Mientras que los cubanos podrían no haber sido quienes dirigieron los ataques, sus afirmaciones de inocencia se han topado con oídos sordos. Es poco probable que el régimen totalitario cubano no tuviese información sobre elementos clandestinos o actores extranjeros en el propio gobierno de La Habana que ejecuten ataques de largo plazo sobre países como Estados Unidos y Canada. Los funcionarios del gobierno de EE.UU. y sus familias destinados a La Habana y en el exterior, comúnmente son víctimas del acoso rutinario por parte del gobierno cubano.
El monitoreo y vigilancia en múltiples formatos se ha vuelto recurrente, como lo son también numerosas formas de abuso físico y fisiológico, lo cual ha llegado a incluír intentos para empujar sus vehículos fuera de las autovías, el envenenamiento de sus mascotas y, en un caso puntual, el reemplazo de enjuague bucal con orina. Asimismo, se han contabilizado numerosos informes de personal que se desempeña para el gobierno de Cuba que inspecciona valijas diplomáticas, lo cual viola declaradamente la Convención de Viena. Claramente, la reputación cubana a la hora de acosar a personal estadounidense convierte a sus declaraciones de inocencia en algo difícil de creer.
Con todo, las naciones de la América Latina han reprendido con recurrencia a los Estados Unidos, urgiendo siempre a que Washington modificara su política exterior hacia Cuba. A pesar de la dictadura militar cubana, de su extendido historial de represión y de su rol eminentemente desestabilizador en la región, siempre es Washington el destinatario de los reclamos. Esta lógica fallida llevó a la Administración Obama a normalizar las relaciones con La Habana, demasiado prematuramente.
Tras el anuncio oficial de détente de parte del presidente Barack Obama en su momento, el think tank estadounidense The Heritage Foundation advirtió que el gobierno cubano continuaría representando un peligro para los Estados Unidos, y que cualquier modificación en la política americana hacia Cuba habría de sobrevenir con la exigencia de un cambio igualmente proporcional en la conducta de La Habana. En lugar de exigir esto último, la Administración Obama nada hizo respecto de La Habana, entregándolo todo a cambio. A partir del reconocimiento diplomático, sobrevino un mayor nivel de responsabilidad. Los matones que gobiernan Cuba han probado no ser merecedores de responsabilidad ni de reconocimientos diplomáticos.
Si Latinoamérica busca ser tomada en serio como región, entonces habrá de dejar en claro que no tolera los ataques contra los diplomáticos de los Estados Unidos y de Canada.
Las democracias de la América Latina no pueden permanecer impasibles. Un ataque no identificado contra los diplomáticos de un país pone en peligro a sus pares también. Latinoamérica habrá de expresar -con claridad- su solidaridad con los Estados Unidos de América y Canada, urgiendo con firmeza a Cuba para que coopere con la referida investigación.
Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2017/10/03/latin-america-not-tolerate-cubas-aggression-toward-american-diplomats/
Es Investigadora Asociada sobre Asuntos Hemisféricos y Latinoamérica en la Fundación Heritage, Washington, D.C. Más puntualmente, se desempeña en el Centro Douglas y Sarah Alison para Políticas de Seguridad Nacional y Exterior -división del Instituto Shelby Cullom Davis para Estudios Internacionales.