NARCOTRAFICO Y ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Argentina y las drogas: deuda eterna

En la República Argentina, la problemática de las drogas se acentúa.

29 de Octubre de 2017
En la República Argentina, la problemática de las drogas se acentúa. Desde hace varios años ya, se ha procedido a hacer a un lado políticas que todo país debe tener para hacer frente a la oferta indiscriminada de sustancias, entre las que se incluye también el alcohol.

Hoy día, existen intentos que buscan revertir el escenario, aunque el apagón estadístico registrado desde 2010 hasta hace pocos meses comportó graves consecuencias; se asistió a un lapso de siete años sin datos sobre la epidemia que asolaba a la ciudadanía, y que dejó un tendal de personas afectadas. Los datos que ahora da a conocer SEDRONAR son ciertamente desoladores: la población más castigada ha sido la franja de 12 a 17 años de edad, en donde se incrementó el consumo de marihuana en un 150%, 200% el de cocaína, y 200% el de éxtasis (sintéticos). Esos porcentajes son de fácil comprobación en las calles y en las familias del país. La población afectada que no consulta alcanza a un 60% de la población, lo cual implica que existe una franja de pacientes que ni siquiera sabe que necesita acudir a consulta. Lo cual huele, por ende, a fracaso en todo mecanismo preventivo que, en última instancia, busca fomentar la detección precoz del problema.

Traficantes de marihuana y drogas en ArgentinaEn la Argentina, existen hoy cuatro franjas de afectados: a) Aquellos que se encuentran en tratamiento para su adicción; b) Aquellos que no han recurrido a tratamiento alguno; c) Los individuos que exhiben un uso problemático de drogas, franja en la cual es menester que el Estado y las organizaciones sociales intervengan de manera temprana, con campañas de información; d) Aquellos que exhiben un uso escaso de sustancias, y a quienes no se llega con programa preventivo alguno. A los efectos de optimizar estas actuaciones, se requiere un programa basado en tres pilares fundamentales: ) Educación para la salud, centrada en una cultura preventiva desde escuelas, familias, organizaciones culturales, medios de comunicación; b) Un sistema de salud que cuente, en todo territorio, con una red de cuidados y contención que pondere la gravedad de las patologías (nos referimos a centros de desintoxicación, comunidades terapéuticas, centros psiquiátricos, etcétera); c) Un sistema judicial que acompañe las distintas fases de la epidemia, en cada comunidad.

Lo cierto es que, en concreto, se ha ido desarticulando a cada andarivel de los sistemas preventivos y de atención precoz de las adicciones. Las escuelas carecen hoy de programas. Las familias no tienen orientación en temas que hacen a la salud de sus hijos, lo cual conduce a un escenario de abierta banalización en lo que tiene que ver con los efectos perniciosos del consumo -especialmente en la población adolescente. La apertura de nuevos centros de tratamiento está prohibida, en tanto esta realidad se superpone a la multiplicación de impedimentos legales para abrir nuevos institutos de recuperación, desde el año 2010 hasta el día de la fecha. De tal suerte que se ha ido consolidando un auténtico circuito que contribuyó a la amplificación de la epidemia y sus consecuencias pandémicas (la epidemia ya se exhibe en franco descontrol en algunos centros urbanos). Todo lo aquí descripto ha tenido lugar en simultáneo con la introducción en todo el país de cadenas de venta, distribución y comercialización de estupefacientes, esquema que va desde los barrios marginales, los circuitos VIP y las zonas más ricas en soja y petróleo del país. A tal efecto, bastará con consultar el mapa de las riquezas argentinas, si de lo que se trata es de seguir al detalle las rutas de la venta de estupefacientes y narcóticos.


Hipotecando jóvenes
 
Como es costumbre, la franja social más perjudicada ha sido la de los jóvenes, emergiendo otro fenómeno epidemiológico de alto alcance, como lo es el consumo dentro de cada familia (el cual se da entre hermanos, padres e hijos). Por estas horas, se considera a la droga-dependencia como una enfermedad del desarrollo, conforme afecta dos circuitos bien diferenciados: a) El desarrollo psicológico en una edad crítica como es la adolescencia, en la consolidación de la identidad; b) El desarrollo del sistema nervioso que, en tales edades, aún exhibe numerosos caracteres de inmadurez. Debe tenerse presente que el desarrollo del cerebro culmina recién a los 25 años y que, en la pubertad y adolescencia, los sistemas de control cortical no han madurado todavía (sólo registran alta actividad los subsistemas emocionales y aquel vinculado al comportamiento instintivo). Consumir drogas y alcohol en estas edades compromete el futuro de cualquier joven dado, potenciándose el riesgo de consolidar una adicción aún mayor. Esto es así, por cuanto en la época actual se consigna que la adicción es una enfermedad tratable del cerebro y de la mente, en la medida que puedan comprenderse los mecanismos químicos, eléctricos e intersubjetivos involucrados. Hablar de alteraciones cerebrales es también atender exclusivamente a solo un aspecto de la problemática (aunque muy importante), por cuanto se asiste al abandono de un joven por parte de la propia sociedad; sociedad que no se ha comprometido para resguardarlo apropiadamente desde la escuela y las instituciones, y que es superestimulado por la perversidad que hace a un contexto de recurrente oferta de sustancias, que provocan serios daños a la salud pública y, por ende, al tejido societario.

Así las cosas, el joven compromete la totalidad de su sistema motivacional y su proceso individual de toma de decisiones, habida cuenta de que las áreas afectadas toman contacto con zonas superiores de control emcional, embargando luego las motivaciones relacionadas con lo sexual, la práctica deportiva, o toda actividad que tiene que ver con la vida misma. El individuo, a la postre, queda sólo y a merced de quienes buscan el consumo y de los grupos que merodean estas actividades. La persona queda vulnerable a lugares y situaciones emparentadas con el consumo, incapacitado por hacer frente al estrés, y con alta susceptibilidad ante cualquier situación. La lógica y la razón quedan al margen.

El cerebro humano cuenta hoy con un sistema automático (basado en reflejos), y otro consciente (reflexivo, respaldado en sistemas de reglas). La adicción conduce a la preminencia del primer mecanismo en desmedro del segundo, instancia en la que emergen conductas antisociales y destructivas, en donde la persona ha dejado de ponderar las consecuencias de sus actos. Dada su propia dinámica, el consumo de drogas perturba el equilibrio natural entre ambos subsistemas cerebrales. Razón para comprender por qué hoy la neurociencia afirma que el cerebro es un sistema tan robusto como frágil -esto último, en relación a aquellas tareas para las cuales no ha sido preparado.


Hacer frente a la tragedia de la epidemia
 
Los datos que surgen de la clínica cotidiana en la atención, así como las estadísticas de los últimos años, abren un panorama de trabajo incesante, en donde habrá de requerirse de la movilización de la totalidad de los recursos de salud y de educación, así como de los distintos sectores institucionales.

Nuestra realidad actual impone hoy la necesidad de desarticular la perniciosa y destructiva idea de la banalización del daño, echándose mano de recursos de detección precoz y con un trabajo preventivo escolar y familiar intenso. En la faena, también será de estricta necesidad motorizar la habilitación de centros de tratamiento y detección, por cuanto los impedimentos que hoy se mantienen en nada se condicen con nuestra realidad epidemiológica. La Argentina se caracteriza hoy por una población endémicamente afectada, que porta patologías consecuentes con el abuso de drogas (psicosis, daño cerebral permanente, discapacidades varias, etc.). Parafraseando a Ortega y Gasset, hemos de subrayar: 'Argentinos, a las cosas'.

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.