Paraguay: sin reformas, no habrá progreso

El gobierno de la República del Paraguay ha puesto toda su atención en el endeudamiento público como política económica relevante. Y, si bien ha logrado una remarcable estabilidad macroeconómica, la misma no es suficiente a la hora de generar más y mejores empleos productivos, elevar los salarios y las utilidades empresariales.

 

El pago de la deuda en tiempo y forma no depende de nuevos empréstitos para contar con finanzas sanas. Los desembolsos de dinero a los acreedores están supeditados a la economía privada, por cuanto ésta es la que crea la riqueza del país a partir de la producción y el aumento de la productividad, todo lo cual genera los ingresos al fisco.

 

Y, conforme aún se siguen postergando las reformas de fondo —que ya no se llevarán a cabo debido al arribo de la temporada electoral—, la economía se verá afectada por el endeudamiento, cuyo sustrato técnico se encuentra en el multiplicador keynesiano.

 

Habiendo correctamente desactivada la emisión inorgánica de dinero que acarrea inflación, el gobierno ha apelado a otra fuente de financiamiento mediante dicho multiplicador que, sin reformas para que la economía privada crezca sostenidamente, llevará al país a una espiral de nuevas deudas que podrían luego erosionar la misma estabilidad macroeconómica. La razón: sin recursos genuinos, habrá de apelar necesariamente a modificar el tipo de cambio, por vía de la intervención del Banco Central.

 

Una economía pujante y vigorosa no se consolida a través de actos de magia, ni recurriendo al endeudamiento. Lo que se requiere es libertad económica, a partir de la implementación de reformas de fondo. Es el único modo de modificar la arcaica estructura burocrática de un Estado que sigue siendo grande y excesivamente ineficiente y débil a la hora de cumplir con su rol constitucional de resguardar la seguridad de la población.

 

Entre las reformas que no se han llevado a cabo, revista la eventual privatización de firmas estatales, a criterio de aliviar las cuentas fiscales y la deuda interna (las cuales terminan cubriendo los déficits), la ineficiencia y dar cabida a los leales del gobierno de turno. Tampoco se ha avanzado —y en esto también comporta responsabilidad el Congreso, dada su facultad legislativa— en la modificación de la legislación laboral mediante un programa de desregulación. El objetivo es que el costo de contratación no continúe representando una barrera que obstaculice la creación de fuentes de trabajo de calidad.

 

Sin estas y otras reformas, la economía del Paraguay no podrá crecer de manera sostenida; menos aún, pagar las cuentas del presente endeudamiento.