INTERNACIONALES: JOSHUA MESERVEY

Por intermedio de Nikki Haley, Estados Unidos advierte a Sudán del Sur

'No he venido aquí a conversar'. Así lo sentenció Nikki Haley, embajadora de Estados Unidos...

15 de Noviembre de 2017

'No he venido aquí a conversar'. Así lo sentenció Nikki Haley, embajadora de los Estados Unidos de América ante Naciones Unidas, en Juba, Sudán del Sur -el pasado mes.

En rigor, Haley estaba respondiendo a la consulta de un periodista al respecto de si acaso cabrían acciones concretas de parte de Estados Unidos, tras su advertencia al presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, para que ponga fin de inmediato a los excesos en los que incurren sus fuerzas armadas, en perjuicio del pueblo sursudanés. Haley dejó en claro que su objetivo primario en Sudán del Sur era advertir a Kiir que la paciencia estadounidense ante las promesas vacías ha llegado a término, y que 'el momento para actuar es ahora'.

Nikki Haley, Salva KiirLa consulta realizada por el periodista fue evidentemente justa. Desde el inicio de la guerra civil en Sudán del Sur en 2013, una serie de funcionarios de carrera del gobierno de los Estados Unidos -incluyendo al ex Secretario de Estado John Kerry y a la consejera de seguridad nacional Susan Rice- han reprendido a Kiir y a las fuerzas de oposición, habida cuenta de episodios de hambruna, atrocidades, limpieza étnica, y refugiados cuya violencia indiscriminada produjo. Lo cual arribó como complementario de los caso 80 comunicados oficiales con condolencias y advertencias, emitidos por el Departamento de Estado y por la Casa Blanca a los combatientes en esta nación africana, en el curso de tres años.

Con todo, la Administración Obama fracasó a la hora de monitorear los prolegómenos en el país. Sancionó apenas a tres funcionarios sudaneses de nivel medio, de cada una de las partes en conflicto. Luego de años de advertencias al respecto de que se presionaría con un embargo de armamento contra Sudán del Sur, fue al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en 2016 para consensuarlo y ponerlo en práctica. La medida fue derrotada, mientras el gobierno sursudanés anunciaba ante el público que Estados Unidos eran impotentes. El approach de la Administración Obama a Sudán del Sur pudo haberse desprendido del temor ante la posibilidad de que acciones más duras pudiesen poner en riesgo al proceso de paz -respaldado internacionalmente por un cuerpo regional, esto es, la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (Intergovernmental Authority on Development).

Si ése hubiese sido el caso, el ejemplo que correspondería es uno en el que el doctor teme causar daños a un paciente que ya ha fallecido. El proceso respaldado por la Agencia Intergubernamental (AID) dio lugar a una cascada de acuerdos de paz, firmados con frecuencia para satisfacer los pedidos de la comunidad internacional, y exhibiendo advertencias draconianas para las partes firmantes involucradas. Pero los firmantes fallaron a la hora de respetar los por lo menos 11 acuerdos firmados. Kiir manipuló a la anterior Administración estadounidense, repitiendo sus promsas de hallar soluciones diplomáticas a la violencia. Ergo, congelando cualquier acción de parte de la comunidad internacional que pudiese haber obligado a las partes a buscar una paz genuina.

Kiir se subió a caballo de su discurso dual para ejecutar una estratagema de 'tierra arrasada' contra sus oponentes, en un esfuerzo por someter a Sudán del Sur. Hizo esto mientras, de la manera más flagrante, negaba cualquier responsabilidad por la catástrofe que él y otros impusieron al pueblo sursudanés. Las lecciones para la Administración Trump son bien claras. Kiir y su círculo íntimo no son interlocutores sinceros a los efectos de lograr la paz, y nadie debería creer en sus promesas. En el actual contexto -conforme algunos observadores lo sugieren-, intentar revivir al fallido proceso encarnado por la Autoridad Internacional para el Desarrollo (AID) constituiría un error.

Ponderar al régimen de Kiir -uno de los perpetradores primigenios de violencia- como parte de la solución es contraproducente, conforme esta prerrogativa le imprimiría cierta legitimidad y distraería a la comunidad internacional de buscar a otras personas o movimientos comprometidos en la paz. En lugar de ello, Estados Unidos debería modificar su política, para enfocarse en una que obligue a Kiir a ver a la paz como su interés principal. Esto significa presionarlo a nivel personal, conforme él claramente no toma consciencia del daño que aflige a su pueblo. Por fortuna, Estados Unidos cuenta con variantes no utilizadas en lo que a influencia respecta. Debería, en tal caso, alentar a la comunidad internacional para que congele y confisque los bienes y las riquezas de Kiir, de sus amigos y sus familias -la cual se han robado del tesoro de Sudán del Sur, y gracias a lo cual ostentan un colorido estilo de vida en el extranjero.

De igual manera, Estados Unidos deberá renovar las presiones para concretar un embargo de armamento, y para investigar (de manera oficial) la corrupción sursudanesa. Adicionalmente, Estados Unidos debería contribuír a aislar a Kiir y a su régimen, recortando vínculos diplomáticos con el gobierno de Sudán del Sur. Ello incluiría el rehusarse a mantener reuniones oficiales con Kiir o sus funcionarios, a menos que él implemente cambios sustanciosos, como ser el permitir acceso irrestricto a la ayuda humanitaria, y a poner en marcha un cese al fuego creíble y abarcativo. Otro beneficio que comportará el endurecimiento de la postura americana ante Kiir es que ello ayudará a los Estados Unidos a recuperar parte de la credibilidad perdida, tras años de advertencias vacuas.

Habrá un momento en Sudán del Sur en el que el entorno será más favorable para la paz, allí donde Estados Unidos cuente con una oportunidad para facilitar una resolución. Cuando ese instante llegue, todas las partes habrán de creer en lo que Estados Unidos declare -algo que hoy no está sucediendo. La embajadora Nikki Haley estuvo en lo correcto al decir a Kiir que él ya se ha quedado sin oportunidad con EE.UU., pero Kiir ya está acostumbrado a discursos duros de parte de Washington. Inevitablemente, el hombre fuerte de Sudán del Sur prestará oídos sordos a esta última advertencia, testeando la firmeza americana a la hora de hacerlo responsable por el escenario de violencia. 

Por lo pronto, las señales iniciales son bienvenidas, al respecto de que la Administración Trump sindicará la responsabilidad de Kiir, y buscará poner fin a una guerra que ha dañado la credibilidad de los Estados Unidos en la región -creándose allí una de las peores crisis humanitarias del globo.



Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2017/11/07/haleys-loud-clear-message-to-south-sudans-strongman/

 

Sobre Joshua Meservey

Es analista de políticas públicas relativas al AfricaMedio Oriente, para el think tank estadounidense The Heritage Foundation (Washington, D.C.). Sus análisis son publicados en la web The Daily Signal.