ARA San Juan: la Armada Argentina y el aciago canturreo de las aves de rapiña
A la luz de la crisis del submarino ARA San Juan, el desarme unilateral de las fuerzas armadas argentinas...
11 de Diciembre de 2017
El barco de la democracia, que ha sabido capear todos los temporales, puede hundirse a partir del motín pergeñado por quienes viajan a bordo.
Stephen Grover Cleveland, ex presidente estadounidense (1837-1908)
* * *
A la luz de la crisis del submarino ARA San Juan, el desarme unilateral de las fuerzas armadas argentinas le ha resultado espeluznante incluso a la plana editorial del prestigioso magazine británico The Economist -reconocida publicación libertaria con sede en Londres y sólida voz en la defensa del multiculturalismo, la liberalización de las drogas y la libertad migratoria. El próximo-pasado 2 de diciembre, la revista publicó -en su edición impresa, en la sección At Sea [En Altamar]- una hiriente aunque inobjetable pieza que versó sobre el estado consabidamente catatónico que hoy acusa el parque material militar argentino. Naturalmente, el foco del trabajo supo centrarse en las múltiples interrogantes que merodean al San Juan, cuya tripulación -a raíz de la indolencia político-ciudadana, se expone- reposa hoy en su gigantesco sarcófago de metal, en las gélidas aguas de algún cuadrante no especificado del Atlántico Sur.
Tras enumerar una serie de lastimosos ejemplos de la lóbrega realidad castrense nacional, The Economist recuerda, en uno de los pasajes de la nota, que la Argentina deberá alquilar aviones de combate a la vecina República Federativa del Brasil, a los efectos de poder custodiar el propio espacio aéreo durante la próxima cumbre del G-20. Aspecto que, acaso a modo de inconsciente preludio, había tratado El Ojo Digital en un trabajo fechado el 29 de agosto del corriente (La Argentina y el cónclave del G-20; disquisiciones en materia de seguridad). En tal oportunidad, se explicitó la inconveniencia de que el país oficiara de anfitrión del encuentro de magnitud internacional, exponiéndose, precisamente, el eminente default armamentístico y legal de la República, ante tamaña convocatoria. Más allá de las ventajas compartidas por el análisis proactivo, infortunadamente, la crisis del ARA San Juan terminó por certificar aquellas presunciones. A la postre, los prolegómenos vinculados a la seguridad individual de los encumbrados participantes del cónclave habrán de quedar en manos de expertos creíbles, a contramano del inveterado costumbrismo de la dirigencia política doméstica que, como es de público conocimiento, incurre en la conformación de equipos compuestos por Licenciados en Ciencia Política con número bajo de DNI, que no exhiben mayor calificación que el amiguismo o el networking. De otro modo (y de reciclarse este poco elegante modus operandi), será menester aguardar por una nueva tragedia.
Convenientemente, el artículo de The Economist ha pasado desapercibido para el clan de editorialistas notables en los diarios de gran tirada en la Argentina. No obstante ello, el trabajo permite entrever valiosas conclusiones marginales. La primera remite al nuevo esprit de l'époque vigente: un medio de comunicación de la nación otrora enemiga en tiempos de la Guerra de Malvinas concluye hoy que el déficit de seguridad de nuestro país ha comenzado a trascender las propias fronteras, para convertirse en un asunto de desasosiego internacional. Otra lícita ponderación subraya que la República Argentina no cuenta con la voluntad política suficiente siquiera para ofrecer soluciones a la delincuencia marginal; menos todavía la tiene frente al crimen organizado. Y más gravoso es el pasivo cuando se trata de lidiar con la amenaza que consignan ciertos sofisticados servomecanismos del terrorismo fundamentalista de proyección global. La conjunción de estos caracteres -que se yuxtaponen con la tradicional ausencia de seguridad jurídica- ciertamente no contribuyen a evaluar como idónea a la posición del país a la hora de organizar un cónclave mundial: los riesgos superan, ampliamente, a los beneficios.
Pasando ya a un andarivel táctico, será necesario elaborar que la crisis del ARA San Juan ha venido caracterizándose por el emerger de voces -algunas de ellas, anónimas; otras, no tanto- que, a caballo de un simulado interés por integridad física de los 44 tripulantes desaparecidos, buscan promocionar agendas que, cuanto menos, inducen a la suspicacia. Entre ellas, destaca el supuesto Ingeniero Electrónico Ariel Garbarz quien, vinculado a elementos filokirchneristas, presiona por imponer la versión fabricada de que el submarino fue torpedeado por fuerzas navales británicas -con el soterrado objetivo de depositar al Gobierno Nacional en un proscenio de conflicto internacional. Prácticamente en simultáneo, una agrupación de Suboficiales de la Armada puja por obtener alojamiento y acceso a centros recreativos administrados por la fuerza en la Ciudad de Mar del Plata -so pretexto de 'acompañar' a los familiares de los marinos. Asimismo, a ellos se ha sumado un nucleamiento (de naturaleza explícitamente política) conformado por mujeres del personal de la Fuerza Aérea Argentina y del Ejército Argentino, aunque también atrajo a esposas de gendarmes y policías; estos pretendidos 'referentes' de la tragedia con ascendencia protosindical pasaron a la fama luego de activar ruidosas protestas contra la Gobernación De la Sota, entre 2004 y 2007, en la provincia mediterránea. A consecuencia de los elevados decibeles que adquiría el movimiento, Nilda Garré (ya en Defensa) les ofreció una compensación para apaciguar a su liderato. Tras lo sucedido con el ARA San Juan, vuelven hoy a la carga. O 'al abordaje', si de lo que se trata es de recurrir a analogías que mejor se aproximen a un desaprensivo ensayo de filibusterismo.
Esta colorida congregación, con protagonistas en apariencia disímiles, exhibe un factor común en su proceder, el cual conduce invariablemente a la explotación de la desesperanza, con el norte puesto en cosechar réditos en una miríada de formatos. Tal comportamiento tampoco sería ajeno a Don Luis Tagliapietra, padre del Teniente de Corbeta Alejandro Damián -uno de los 44 tripulantes del San Juan-. Tagliapietra senior (cuyos antecedentes delictivos, se sugiere, sería atendible revisar en profundidad) ha aprovechado cada declaración ante los medios para emprenderla contra el Presidente Mauricio Macri y contra el Ministro de Defensa Oscar Aguad, responsabilizándolos por una fatalidad que, al tomarse nota de aspectos técnicos relativos a la provisión de baterías de baja calidad para la nave siniestrada, puede rastrearse hasta la gestiones de Nilda Garré y Agustín Rossi en la Cartera que hoy ocupa el funcionario cordobés de Cambiemos. En el ínterin, también el propio Aguad se ha convertido en receptor de críticas de grueso calibre de parte de cuestionables personeros, los cuales ocultan una intencionalidad política subyacente con sustento en la amenaza y la extorsión (ver: La ex SIDE y sus sospechosos de siempre, versus las Fuerzas Armadas; 30 de noviembre de 2017).
Stephen Grover Cleveland, ex presidente estadounidense (1837-1908)
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A la luz de la crisis del submarino ARA San Juan, el desarme unilateral de las fuerzas armadas argentinas le ha resultado espeluznante incluso a la plana editorial del prestigioso magazine británico The Economist -reconocida publicación libertaria con sede en Londres y sólida voz en la defensa del multiculturalismo, la liberalización de las drogas y la libertad migratoria. El próximo-pasado 2 de diciembre, la revista publicó -en su edición impresa, en la sección At Sea [En Altamar]- una hiriente aunque inobjetable pieza que versó sobre el estado consabidamente catatónico que hoy acusa el parque material militar argentino. Naturalmente, el foco del trabajo supo centrarse en las múltiples interrogantes que merodean al San Juan, cuya tripulación -a raíz de la indolencia político-ciudadana, se expone- reposa hoy en su gigantesco sarcófago de metal, en las gélidas aguas de algún cuadrante no especificado del Atlántico Sur.
Tras enumerar una serie de lastimosos ejemplos de la lóbrega realidad castrense nacional, The Economist recuerda, en uno de los pasajes de la nota, que la Argentina deberá alquilar aviones de combate a la vecina República Federativa del Brasil, a los efectos de poder custodiar el propio espacio aéreo durante la próxima cumbre del G-20. Aspecto que, acaso a modo de inconsciente preludio, había tratado El Ojo Digital en un trabajo fechado el 29 de agosto del corriente (La Argentina y el cónclave del G-20; disquisiciones en materia de seguridad). En tal oportunidad, se explicitó la inconveniencia de que el país oficiara de anfitrión del encuentro de magnitud internacional, exponiéndose, precisamente, el eminente default armamentístico y legal de la República, ante tamaña convocatoria. Más allá de las ventajas compartidas por el análisis proactivo, infortunadamente, la crisis del ARA San Juan terminó por certificar aquellas presunciones. A la postre, los prolegómenos vinculados a la seguridad individual de los encumbrados participantes del cónclave habrán de quedar en manos de expertos creíbles, a contramano del inveterado costumbrismo de la dirigencia política doméstica que, como es de público conocimiento, incurre en la conformación de equipos compuestos por Licenciados en Ciencia Política con número bajo de DNI, que no exhiben mayor calificación que el amiguismo o el networking. De otro modo (y de reciclarse este poco elegante modus operandi), será menester aguardar por una nueva tragedia.
Convenientemente, el artículo de The Economist ha pasado desapercibido para el clan de editorialistas notables en los diarios de gran tirada en la Argentina. No obstante ello, el trabajo permite entrever valiosas conclusiones marginales. La primera remite al nuevo esprit de l'époque vigente: un medio de comunicación de la nación otrora enemiga en tiempos de la Guerra de Malvinas concluye hoy que el déficit de seguridad de nuestro país ha comenzado a trascender las propias fronteras, para convertirse en un asunto de desasosiego internacional. Otra lícita ponderación subraya que la República Argentina no cuenta con la voluntad política suficiente siquiera para ofrecer soluciones a la delincuencia marginal; menos todavía la tiene frente al crimen organizado. Y más gravoso es el pasivo cuando se trata de lidiar con la amenaza que consignan ciertos sofisticados servomecanismos del terrorismo fundamentalista de proyección global. La conjunción de estos caracteres -que se yuxtaponen con la tradicional ausencia de seguridad jurídica- ciertamente no contribuyen a evaluar como idónea a la posición del país a la hora de organizar un cónclave mundial: los riesgos superan, ampliamente, a los beneficios.
Pasando ya a un andarivel táctico, será necesario elaborar que la crisis del ARA San Juan ha venido caracterizándose por el emerger de voces -algunas de ellas, anónimas; otras, no tanto- que, a caballo de un simulado interés por integridad física de los 44 tripulantes desaparecidos, buscan promocionar agendas que, cuanto menos, inducen a la suspicacia. Entre ellas, destaca el supuesto Ingeniero Electrónico Ariel Garbarz quien, vinculado a elementos filokirchneristas, presiona por imponer la versión fabricada de que el submarino fue torpedeado por fuerzas navales británicas -con el soterrado objetivo de depositar al Gobierno Nacional en un proscenio de conflicto internacional. Prácticamente en simultáneo, una agrupación de Suboficiales de la Armada puja por obtener alojamiento y acceso a centros recreativos administrados por la fuerza en la Ciudad de Mar del Plata -so pretexto de 'acompañar' a los familiares de los marinos. Asimismo, a ellos se ha sumado un nucleamiento (de naturaleza explícitamente política) conformado por mujeres del personal de la Fuerza Aérea Argentina y del Ejército Argentino, aunque también atrajo a esposas de gendarmes y policías; estos pretendidos 'referentes' de la tragedia con ascendencia protosindical pasaron a la fama luego de activar ruidosas protestas contra la Gobernación De la Sota, entre 2004 y 2007, en la provincia mediterránea. A consecuencia de los elevados decibeles que adquiría el movimiento, Nilda Garré (ya en Defensa) les ofreció una compensación para apaciguar a su liderato. Tras lo sucedido con el ARA San Juan, vuelven hoy a la carga. O 'al abordaje', si de lo que se trata es de recurrir a analogías que mejor se aproximen a un desaprensivo ensayo de filibusterismo.
Esta colorida congregación, con protagonistas en apariencia disímiles, exhibe un factor común en su proceder, el cual conduce invariablemente a la explotación de la desesperanza, con el norte puesto en cosechar réditos en una miríada de formatos. Tal comportamiento tampoco sería ajeno a Don Luis Tagliapietra, padre del Teniente de Corbeta Alejandro Damián -uno de los 44 tripulantes del San Juan-. Tagliapietra senior (cuyos antecedentes delictivos, se sugiere, sería atendible revisar en profundidad) ha aprovechado cada declaración ante los medios para emprenderla contra el Presidente Mauricio Macri y contra el Ministro de Defensa Oscar Aguad, responsabilizándolos por una fatalidad que, al tomarse nota de aspectos técnicos relativos a la provisión de baterías de baja calidad para la nave siniestrada, puede rastrearse hasta la gestiones de Nilda Garré y Agustín Rossi en la Cartera que hoy ocupa el funcionario cordobés de Cambiemos. En el ínterin, también el propio Aguad se ha convertido en receptor de críticas de grueso calibre de parte de cuestionables personeros, los cuales ocultan una intencionalidad política subyacente con sustento en la amenaza y la extorsión (ver: La ex SIDE y sus sospechosos de siempre, versus las Fuerzas Armadas; 30 de noviembre de 2017).
En el seno de la Armada, la ya citada Agrupación de Suboficiales de Mar del Plata se ha topado con terreno fértil para reactivar rencores hacia la oficialidad -instancia en la que corresponderá refrescar la frialdad en el trato que la última obsequia a la 'tropa'-: los integrantes de ese núcleo ya han tomado contacto con los familiares de los 44 tripulantes desaparecidos. Como resultado, ya se han registrado manifestaciones en Mar del Plata, se han visto multiplicados los reclamos de haberes (a razón de citarse el caso de cuentas bancarias bloqueadas, lo cual fue solucionado rápidamente, pero agregado al combo contestatario), y se ha procedido a desinformar sistemáticamente a los medios de comunicación (como ha ocurrido con la referencia a la orden de abandonar los establecimientos hoteleros; orden que, en la práctica, no existió). Bajo una arenga recurrente, los suboficiales promotores del desbarajuste -debidamente identificados por el Ministerio, en donde ya se analizan reprimendas que llegarán hasta la baja- se dedican por estas horas a la búsqueda de patrocinio financiero, desde el cual movilizar a los familiares de las víctimas para manifestarse frente al Congreso de la Nación, en la Ciudad de Buenos Aires. Remate de una maniobra deleznable que utiliza a los dolientes como meros escudos o instrumentos desechables.
Esta poco confortable prognosis ha sido oportunamente trasladada desde el Ministerio de Defensa, al Jefe de la Armada. Sin embargo, lejos de poner paños fríos al berenjenal, la iniciativa de la cúpula coincidió con enviar a un suboficial que, en rigor, ha invertido tiempo en destruir puentes en lugar de construirlos. Otra circunstancia complementaria que solo servirá para subir la temperatura del caldero: mientras desde la Armada Argentina se asegura que los relevos de los jefes de las Fuerzas son un hecho irreversible, éstos auguran que marcharán a sus casas 'combatiendo al modelo macrista'.
En la caída del telón, la latencia del conflicto está llamada a desatarse, ni bien el conflicto por el ARA San Juan se aproxime a su epílogo. En tal sentido, aún resta comprobar la naturaleza del 'convenio' (económico, dirán algunos) que termine por beneficiar a aquellos que hoy se proponen como 'genuinos portavoces' de los reclamos intrafuerza. Aún cuando, detrás de la arenga, subsistan intereses más sombríos.
Esta poco confortable prognosis ha sido oportunamente trasladada desde el Ministerio de Defensa, al Jefe de la Armada. Sin embargo, lejos de poner paños fríos al berenjenal, la iniciativa de la cúpula coincidió con enviar a un suboficial que, en rigor, ha invertido tiempo en destruir puentes en lugar de construirlos. Otra circunstancia complementaria que solo servirá para subir la temperatura del caldero: mientras desde la Armada Argentina se asegura que los relevos de los jefes de las Fuerzas son un hecho irreversible, éstos auguran que marcharán a sus casas 'combatiendo al modelo macrista'.
En la caída del telón, la latencia del conflicto está llamada a desatarse, ni bien el conflicto por el ARA San Juan se aproxime a su epílogo. En tal sentido, aún resta comprobar la naturaleza del 'convenio' (económico, dirán algunos) que termine por beneficiar a aquellos que hoy se proponen como 'genuinos portavoces' de los reclamos intrafuerza. Aún cuando, detrás de la arenga, subsistan intereses más sombríos.
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@MatiasERuiz
Sobre Matias E. Ruiz
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.