El problema de Honduras
Los eventos que han tenido lugar en los últimos días en Honduras...
20 de Diciembre de 2017
Los eventos que han tenido lugar en los últimos días en Honduras están dejando al país terriblemente dividido y agitado. Mucha gente parece creer que esta división se ha generado como resultado de unos comicios mal administrados por el Tribunal Supremo Electoral, en medio de un proceso sobre el cual la ciudadanía manifiesta una profunda desconfianza, y que ha culminado en violentas protestas de parte de los que se creyeron ganadores -tras haberse anunciado más tarde que resultaron perdedores.
Los opositores del presidente Juan Orlando Hernández, que se presentó como candidato a la reelección, dicen que él no ganó las elecciones, y exigen que se unja a Salvador Alejandro Nasralla. El problema es mucho más grave que esto, conforme todo evidencia que el presidente Hernández no debería haber figurado en las nóminas electorales.
La Constitución hondureña tipifica taxativamente la prohibición de la reelección presidencial, en varios de sus artículos. En el artículo 4, incisos 2 y 3, reza: “La alternabilidad de la Presidencia de la República es obligatoria. La infracción de esta norma constituye delito de traición a la patria”. El artículo 239 dice: “El ciudadano que haya desempeñado la titularidad del poder ejecutivo no podrá ser Presidente o Vicepresidente de la República. El que quebrante esta disposición o proponga su reforma, así como aquellos que lo apoyen directa o indirectamente, cesarán inmediatamente en el desempeño de sus respectivos cargos y quedarán inhabilitados por diez (10) años para el ejercicio de la función publica”. Finalmente, el artículo 374 establece los artículos que se refieren a este tema como pétreos —es decir, que no se pueden reformar. El artículo refiere: “No podrán reformarse, en ningún caso, el artículo anterior [que se refiere a la manera de reformar la Constitución], el presente artículo, los artículos que se refieren a la forma de gobierno, al territorio nacional, al período presidencial, a la prohibición de ser nuevamente Presidente de la República, el ciudadano que lo haya desempeñado bajo cualquier título y el referente a quienes no pueden ser Presidentes de la República por el período subsiguiente”.
El problema no es si era permitido que el presidente Hernández buscara su reelección. La Constitución es clarísima al respecto de que no puede hacerlo. De hecho, el expresidente Mel Zelaya fue expulsado del país en 2009, por haber pretendido reelegirse. Entre los que lo expulsaron, o apoyaron su expulsión, revistaban numerosos miembros del Partido Nacional, que ahora ha intentado reelegir al presidente Hernández.
El verdadero problema de Honduras es que el presidente Hernández logró que la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Supremo Electoral dijeran que, aunque la Constitución dijera lo que dijera, él podría reelegirse, y que esto fue aceptado por el Partido Nacional, que lo nombró candidato, y por el pueblo en su conjunto, que aceptó que corriera como candidato a la reelección, y por todos los que votaron por él.
El problema es profundo porque, ¿cómo puede el Tribunal Supremo Electoral, que se arrodilló humillantemente ante el Presidente, para decir que lo negro es blanco, y para negar la autoridad de la Constitución? ¿Cómo puede ahora tener la autoridad moral para decir que no ha habido trampa y que el candidato A o B ha ganado? ¿Qué respeto pueden tener los miembros de la Corte Suprema para exigir el respeto a la ley si ellos mismos la han subvertido?
En este momento, aún no se conoce cuál será el resultado final del proceso. Lo único que sí se conoce es que, con su ambición desmedida de poder, el presidente Hernández ha destruido la integridad institucional de su país, no ahora en las elecciones puestas en duda, sino en el momento en el que rompió la Constitución para continuar ejerciendo como presidente.
Con sus acciones para reelegirse, y con la complicidad de los jueces que lo ayudaron a hacerlo violando la Constitución, el presidente Hernández ha causado un daño casi irreparable a Honduras, porque ha deslegitimado las instituciones fundamentales del Estado. El pueblo hondureño pagará por muchos años el haber permitido que se destruyera la integridad institucional de su país. Lo que está sucediendo no es nada en comparación con lo que un país con sus instituciones demolidas puede sufrir.
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@ElCatoEnCorto
Sobre Manuel Hinds
Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.