Argentina: entre tranquilizantes y estimulantes; o la muerte de la voluntad
La búsqueda de estimulantes y tranquilizantes parece ser hoy la norma.
02 de May de 2018
La búsqueda de estimulantes y tranquilizantes parece ser hoy la norma. Para muchos, de lo que se trata es de excitarse para huir de sí mismo, o bien de calmar ansiedades. En nuestra comunidad terapéutica, recibimos una importante cantidad de pacientes que llegan en condición de tales luego de experimentar noches de éxtasis en pleno enamoramiento de los tranquilizantes.
El ámbito de las fiestas electrónicas o en quintas privadas, para no pocos ciudadanos, garantiza una alegre destrucción -son protagonistas allí el cristal, la mariposa, la estrella de David, el esperma, la bicicleta, el GHB, popper, la keta, el lanzaperfumes, etcétera. La persona busca asegurarse una excitación fuerte, en un contexto de automatismo e indisimulada indiferencia ante todo. Triunfa aquel cerebro automático que oportunamente mencionáramos desde este espacio; se desmorona el cerebro racional. La deshinbición de impulsos cede ante todo atisbo de pensamiento. Por las noches y hasta la madrugada, miles recorren la ciudad en manada -trotando durante horas y horas. El agua, clave para el funcionamiento del sistema nervioso y de todo el organismo, se termina. El maestro en Medicina, Profesor Osvaldo Panza Doliani, lo retrata con envidiable claridad. La cantidad de canillas y agua que los circunda no alcanza y, entonces, emergen las consecuencias de la deshidratación: depresión, insomnio, ansiedad, paranoia, desinhibición sexual, euforia, deformación de los sonidos, cefaleas, depresión del sistema nervioso, dilatación de esfínteres, distorsión visual, contractura mandibular, escalofríos, marcha tambaleante, visión borrosa, inseguridad, hipertermia, dependencia, crisis de pánico, convulsiones, aumento de frecuencia cardíaca, hipertensión arterial, arritmias y, a la postre, el paro cardio-respiratorio.
Y muchos de ellos han arribado -en pleno estadío de confusión- a las guardias de GRADIVA confusos. Tardan más tiempo del acostumbrado en coordinar ideas: el curso de su pensamiento tiene por costumbre el salir disparado en varias direcciones. El sistema senso-perceptivo de estas personas ha quedado alterado a partir de estímulos visuales, auditivos y motrices en donde los altos decibeles, la intensidad de las luces que se encienden y se extinguen impiden retener cualquier tipo de imagen, alteran el alcance de cualquier biorritmo. Se anula temporariamente el cansancio, pero al costo de construirse un estado alucinatorio de empatía con la piel del otro.
En rigor, llevará meses reestablecer un sistema estable y un metabolismo cerebral compensado, tras el desastre electromagnético que se ha generado en ese sistema biológico que es el cerebro: el agua y la producción de iones (energía electroquímica, a saber, el factor energético necesario) han acusado severas alteraciones. El individuo se acerca, pues, a la muerte. Previo a alcanzarse ese punto, se ha alterado tambien la sincronización general de todo el cerebro.
En el consumo, emerge -al decir de Panza Doliani- el 'Dejáte llevar' o el 'De onda'. Estas frases no son otra cosa que una entrega de la persona al automatismo y a la ausencia declarada de controles valorativo-inhibitorios. Las conductas se alejan de todo control.
Al interrumpirse o detenerse esta carrera hacia la muerte, el resultado es un ser visiblemente agotado porque, precisamente, su cerebro se ha extinguido, y lo propio ha sucedido con su sistema de placer -base de la vida y de la supervivencia desde los albores de la humanidad. La producción de dopamina, endorfinas, noradrenalina y la serotonina padecen este cruento tsunami, y terminan exponiendo sin vueltas a un ser humano devastado, una suerte de 'viejo-joven' quien no tendrá otro camino que asistir a una terapia intensiva, sin drogas, con mucho descanso, con terapias psicológicas grupales y abundantes dosis de apoyo familiar. Es que la tarea del profesional consistirá en resucitar aquel libre albedrío extraviado. Provisto que así fue como lo enseñara Philippe Pinel (uno de los fundadores de la psiquiatría científica): 'Lo primero que se desmorona con la adicción es la voluntad'.
El estrellato del tranquilizante
Otra encumbrada voz en el espectro, Roberto Baistrocchi (neurofarmacólogo especializado en adicciones) supo relatar que, en la actualidad, se comercia la misma cantidad de aspirina e ibuprofeno que de benzodiacepinas (tranquilizantes). Las benzodiacepinas solo pueden obtenerse por receta archivada, aunque se conoce de un mercado negro de tranquilizantes muy buscado, con lo cual el consumo de tales sustancias siempre es bastante más agudo del que se promociona.
La comercialización de aspirinas y de ibuprofeno llegó a las 49 millones de unidades, mientras que la de benzodiacepinas, a casi 44 millones (cifras en donde no se incluye el mercado negro citado; fuente: IQVIA Buenos Aires; organismo de estadísticas de los laboratorios). Para muchos, las benzodiacepinas parecen haberse convertido en las aspirinas de la vida y, así, nos encontramos con pacientes obnubilados, confusos, apartados de la vida, indiferentes. En pocas palabras, alejados de la existencia. Los efectos adversos se notan rápidamente: el individuo parece no tener memoria; exhibe notables alteraciones de rendimiento; es depresivo y relajado muscularmente en exceo, pero evidentemente distanciado de la realidad; atontado y deprimido. Estas aspirinas de la vida solo pueden utilizarse, en rigor, de 4 a 12 semanas -según fuentes médicas. Pero, a la postre, se habrán transformado en un perpetuo acompañante del adormecimiento colectivo.
Finalmente, será lícito cerrar el artículo con la sentencia 'Allá vamos', tomando nota de la exagerada promoción del cannabis por acción de grupos de consumidores/cultivadores/vendedores y de fuertes intereses comerciales en juego; de la programática de amplificación desenfrenada del narcotráfico (casos Holanda, Uruguay, estados de la Unión Americana); y del esfuerzo full-time personificado en organizaciones políticas que proponen, desde una extraña síntesis entre progresismo y conservadurismo, el eslogan que reza 'Cuanto peor, mejor'. En tal contexto, el caballo de Troya representado por el 'cannabis medicinal' -faena a cuyas espaldas se sitúan importantes conglomerados farmacéuticos- viene a proponerse como el curalotodo.
¿Será el cannabis la nueva benzodiacepina? ¿O acaso hemos arribado ya a ese estadío?
El ámbito de las fiestas electrónicas o en quintas privadas, para no pocos ciudadanos, garantiza una alegre destrucción -son protagonistas allí el cristal, la mariposa, la estrella de David, el esperma, la bicicleta, el GHB, popper, la keta, el lanzaperfumes, etcétera. La persona busca asegurarse una excitación fuerte, en un contexto de automatismo e indisimulada indiferencia ante todo. Triunfa aquel cerebro automático que oportunamente mencionáramos desde este espacio; se desmorona el cerebro racional. La deshinbición de impulsos cede ante todo atisbo de pensamiento. Por las noches y hasta la madrugada, miles recorren la ciudad en manada -trotando durante horas y horas. El agua, clave para el funcionamiento del sistema nervioso y de todo el organismo, se termina. El maestro en Medicina, Profesor Osvaldo Panza Doliani, lo retrata con envidiable claridad. La cantidad de canillas y agua que los circunda no alcanza y, entonces, emergen las consecuencias de la deshidratación: depresión, insomnio, ansiedad, paranoia, desinhibición sexual, euforia, deformación de los sonidos, cefaleas, depresión del sistema nervioso, dilatación de esfínteres, distorsión visual, contractura mandibular, escalofríos, marcha tambaleante, visión borrosa, inseguridad, hipertermia, dependencia, crisis de pánico, convulsiones, aumento de frecuencia cardíaca, hipertensión arterial, arritmias y, a la postre, el paro cardio-respiratorio.
Y muchos de ellos han arribado -en pleno estadío de confusión- a las guardias de GRADIVA confusos. Tardan más tiempo del acostumbrado en coordinar ideas: el curso de su pensamiento tiene por costumbre el salir disparado en varias direcciones. El sistema senso-perceptivo de estas personas ha quedado alterado a partir de estímulos visuales, auditivos y motrices en donde los altos decibeles, la intensidad de las luces que se encienden y se extinguen impiden retener cualquier tipo de imagen, alteran el alcance de cualquier biorritmo. Se anula temporariamente el cansancio, pero al costo de construirse un estado alucinatorio de empatía con la piel del otro.
En rigor, llevará meses reestablecer un sistema estable y un metabolismo cerebral compensado, tras el desastre electromagnético que se ha generado en ese sistema biológico que es el cerebro: el agua y la producción de iones (energía electroquímica, a saber, el factor energético necesario) han acusado severas alteraciones. El individuo se acerca, pues, a la muerte. Previo a alcanzarse ese punto, se ha alterado tambien la sincronización general de todo el cerebro.
En el consumo, emerge -al decir de Panza Doliani- el 'Dejáte llevar' o el 'De onda'. Estas frases no son otra cosa que una entrega de la persona al automatismo y a la ausencia declarada de controles valorativo-inhibitorios. Las conductas se alejan de todo control.
Al interrumpirse o detenerse esta carrera hacia la muerte, el resultado es un ser visiblemente agotado porque, precisamente, su cerebro se ha extinguido, y lo propio ha sucedido con su sistema de placer -base de la vida y de la supervivencia desde los albores de la humanidad. La producción de dopamina, endorfinas, noradrenalina y la serotonina padecen este cruento tsunami, y terminan exponiendo sin vueltas a un ser humano devastado, una suerte de 'viejo-joven' quien no tendrá otro camino que asistir a una terapia intensiva, sin drogas, con mucho descanso, con terapias psicológicas grupales y abundantes dosis de apoyo familiar. Es que la tarea del profesional consistirá en resucitar aquel libre albedrío extraviado. Provisto que así fue como lo enseñara Philippe Pinel (uno de los fundadores de la psiquiatría científica): 'Lo primero que se desmorona con la adicción es la voluntad'.
El estrellato del tranquilizante
Otra encumbrada voz en el espectro, Roberto Baistrocchi (neurofarmacólogo especializado en adicciones) supo relatar que, en la actualidad, se comercia la misma cantidad de aspirina e ibuprofeno que de benzodiacepinas (tranquilizantes). Las benzodiacepinas solo pueden obtenerse por receta archivada, aunque se conoce de un mercado negro de tranquilizantes muy buscado, con lo cual el consumo de tales sustancias siempre es bastante más agudo del que se promociona.
La comercialización de aspirinas y de ibuprofeno llegó a las 49 millones de unidades, mientras que la de benzodiacepinas, a casi 44 millones (cifras en donde no se incluye el mercado negro citado; fuente: IQVIA Buenos Aires; organismo de estadísticas de los laboratorios). Para muchos, las benzodiacepinas parecen haberse convertido en las aspirinas de la vida y, así, nos encontramos con pacientes obnubilados, confusos, apartados de la vida, indiferentes. En pocas palabras, alejados de la existencia. Los efectos adversos se notan rápidamente: el individuo parece no tener memoria; exhibe notables alteraciones de rendimiento; es depresivo y relajado muscularmente en exceo, pero evidentemente distanciado de la realidad; atontado y deprimido. Estas aspirinas de la vida solo pueden utilizarse, en rigor, de 4 a 12 semanas -según fuentes médicas. Pero, a la postre, se habrán transformado en un perpetuo acompañante del adormecimiento colectivo.
Finalmente, será lícito cerrar el artículo con la sentencia 'Allá vamos', tomando nota de la exagerada promoción del cannabis por acción de grupos de consumidores/cultivadores/vendedores y de fuertes intereses comerciales en juego; de la programática de amplificación desenfrenada del narcotráfico (casos Holanda, Uruguay, estados de la Unión Americana); y del esfuerzo full-time personificado en organizaciones políticas que proponen, desde una extraña síntesis entre progresismo y conservadurismo, el eslogan que reza 'Cuanto peor, mejor'. En tal contexto, el caballo de Troya representado por el 'cannabis medicinal' -faena a cuyas espaldas se sitúan importantes conglomerados farmacéuticos- viene a proponerse como el curalotodo.
¿Será el cannabis la nueva benzodiacepina? ¿O acaso hemos arribado ya a ese estadío?
Seguir en
@JYaria
Sobre Juan Alberto Yaría
Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.