Historia de dos envenenamientos
Cuando se da forma a un relato para que encaje en una agenda en particular.
El envenenamiento de enemigos porta consigo una larga historia, comenzando por la esposa de Augusto César -según se ha dicho, una experta en ese arte-, y tal como sucediera con los Borgia en la Italia del Renacimiento. En tiempos recientes, se ha registrado un reemerger de alegatos en torno del empleo de venenos de varios tipos, por parte de numerosos gobiernos. Tales afirmaciones son particularmente dañinas tanto moral como legalmente, conforme la convención internacional pondera el uso de compuestos químicos venenosos como particularmente perniciosos, condenando abiertamente su uso porque, al ser utilizados aquéllos en cantidad, se convierten en 'armas de destrucción masiva', asesinando de manera horrenda e indiscriminada, sin realizar distinción alguna entre combatientes y civiles. Su empleo es considerado como un 'crimen de guerra', y los funcionarios del gobierno que sancionen su despliegue son 'criminales de guerra', sujetos a persecución por parte de la Corte Penal Internacional de La Haya, Holanda.
Existen dos relatos importantes sobre envenenamientos que han llegado a los titulares recientemente. Ambos son repasos de la información aparecida en las noticias en los últimos pocos meses, y ambos resultan particularmente interesantes, porque tienden a repudiar la cobertura inicial que fuera mayormente aceptada por no pocos gobiernos, así como también por los medios de comunicación y por segmentos de charlatanes pagos que suelen mostrarse en las pantallas de tevé.
El primer relato se vincula al envenenamiento del ex agente de inteligencia ruso Sergei Skripal y de su hija Yulia, en marzo pasado. Había detalles ciertamente extraños en el Caso Skripal, que se exhibieron desde el inicio '(...) sobre evidencia circunstancial e inteligencia secreta'. E, inevitablemente, emergió la premura en las conclusiones. El Secretario de Relaciones Exteriores británico Boris Johson culpó a Rusia a menos de 48 horas de que los Skripal fueran hallados inconscientes en un banco de plaza en Salisbury (Inglaterra); demasiado pronto para dar tiempo a que los análisis químicos certificaran que el envenenamiento hubiese tenido, efectivamente, lugar.
La primer ministro británica Theresa May arrojó gasolina al fuego al dirigirse al parlamento, poco después de los hechos, responsabilizando también al Kremlin y exigiendo una réplica oficial por parte de Moscú, a 36 horas de registrado el incidente, y declarando aquélla que el aparente envenenamiento fue 'con gran probabilidad' causado por un agente nervioso producido en Rusia y denominado por su nombre genérico Novichok. Los medios británicos rápidamente se subieron al vagón de cola, echando mano de la venganza, y promocionando la bajada de línea gubernamental, al respecto de que una operación tan sensible como esa debió contar con la aprobación del presidente ruso Vladimir Putin. La expulsión de diplomáticos rusos le siguió a continuación, haciendo lo propio el gobierno estadounidense y el de otras naciones.
Las reiteradas requisiciones interpuestas por Rusia para obtener una muestra del supuesto agente nervioso -para ser sometida ella a pruebas de laboratorio- fueron rechazadas por el gobierno del Reino Unido, a pesar de que el agente nervioso de grado militar no solo hubiese terminado con la vida de los Skripal, sino también con la de cualquier persona que se hubiese localizado a cien yardas de ellos. Conforme la última ubicación registrada del veneno fue la manija de la puerta de la residencia privada de los Skripal, el factor tiempo tampoco fue convincente. Esto significa que los dos hubiesen invertido tres horas, incluyendo una parada en un pub local para almorzar, previo a sucumbir en un banco de plaza. Y lo cierto es que los agentes nerviosos de grado militar matan instantáneamente.
La cúpula de la instalación británica de producción de armamento químico de Porton Down inluso contradijo las afirmaciones compartidas por May, por el Ministro Boris Johnson, y por el Embajador británico en Moscú, Laurie Bristow. El Jefe Ejecutivo del laboratorio, Gary Aitkenhead, testificó no saber si acaso el agente nervioso fue producido en Rusia -observación no menor, por cuanto la fórmula química fue revelada al público en un paper científico publicado en 1992 y, en rigor, se respaldaba allí que al menos veinte países están en condiciones de producirlo. Asimismo, existen stocks presuntos de novichok en naciones independientes que alguna vez fueron parte de la ex Unión Soviética, incluyendo al enemigo ruso du jour, Ucrania. Interregno en el cual una operación del tipo false flag [N. del T.: contrainteligencia] ejecutada por los propios británicos, por la CIA o por Mossad no sería impensable.
En cualquier caso, el políticamente débil gobierno de Theresa May, buscando desesperadamente un formidable enemigo sobre el cual endilgar las propias culpas, insistió en que Rusia, casi ciertamente actuando bajo órdenes de Vladimir Putin en persona, ejecutó el homicidio de un agente doble británcio que había sido liberado de una prisión del Kremlin en un intercambio de espías, y que no estaba ya en capacidad de ejercitar daño alguno contra la Federación Rusa. En apariencia, Putin hizo todo aquéllo, a pesar del hecho de que se aproximaba una elección general en su país, y que estaba llamado a ser el anfitrión de la Copa del Mundo FIFA de Fútbol durante el verano -evento que terminaría siendo una prioridad absoluta para Moscú, y que en efecto terminó transcurriendo perfectamente.
Ahora, bien: ha habido una muerte real en Amesbury -localidad cercana a Salisbury, en Inglaterra- que fue atribuída al novichok. El 30 de junio próximo-pasado, los ciudadanos Charlie Rowley y Dawn Sturgess fueron ingresados a un nosocomio, luego de ser hallados inconscientes. Sturgess falleció ocho días después. El gobierno de May aún no ha responsabilizado a Putin, ni siquiera a algún torpe operativo ruso que, inadvertidamente, pudiera haber dejado atrás un rastro del veneno o alguna jeringa usada, a pesar de que el Secretario de Vivienda Sajid Javid se acercó a la verdad, cuando sugirió que Rusia estaba utilizando a la Gran Bretaña como 'tierra en la cual abandonar venenos'. Sugerencias compartidas por las fuerzas de policía, al respecto de que la pareja envenenada pareció haber manipulado material contaminado con novichok previo a morir, parecen ser contrapuestas con la incapacidad a la hora de hallar a la fuente real de la exposición al producto.
Amén de la danza del gobierno británico en torno del asunto, se han conocido apuntes al respecto de que la fuente más cercana de novichok bien podrían ser los laboratorios del Reino Unido en la cercana Porton Down, situada a apenas siete millas de Salisbury y Amesbury, lo cual aumenta las sospechas en torno del relato original que promocionara Downing Street. ¿Acaso el propio gobierno británico envenenaría a un espía ruso descartable y a su hija, a los efectos de distraer la atención frente a los problemas políticos domésticos? Esta opción es ciertamente ponderable, a medida que el eslogan que exige 'culpar a Putin' se presenta a diario como menos creíble a cada hora.
El segundo relato sobre el particular proviene de Siria, donde también hay participación de manos rusas, habida cuenta de que Moscú asiste al gobierno de Basher al-Assad. El notorio -y supuesto- ataque químico del 7 de abril de 2018 contra la ciudad de Duma, bajo control rebelde, fue ampliamente utilizado por las naciones de Occidente y sus medios de comunicación para responsabilizar a las fuerzas de al-Assad. Lo cual redundó en la decisión del presidente estadounidense Donald Trump de sancionar una oleada masiva de ataques retaliatorios contra objetivos supuestamente involucrados en la producción de armamento químico en y alrededor de Damasco.
Trump culpó al 'animal Assad' por 'emplear agentes nerviosos' y tanto los medios de comunicación como la mayoría de los gobiernos europeos copiaron su ejemplo, concluyendo que Damasco había ordenado los ataques químicos, apenas instantes después de que ciertos videos presentaran una serie de víctimas del ataque (en filmaciones realizadas por elementos rebeldes), y mucho antes de que la inteligencia estadounidense pudiese presentar su propia evaluación. Un trabajo informativo de cinco páginas elaborado por la Casa Blanca y que fuera dado a conocer al público el 13 de abril, días después del supuesto ataque con químicos, informó que gas sarín fue la sustancia utilizada en Duma, afirmándose que 'volúmenes significativos de información apuntan al empleo de gas cloro por parte del régimen, al bombardear Duma, mientras que información adicional sugiere que el régimen también utilizó sarín'.
Fuentes independientes advirtieron en ese instante que no había siquiera un solo observador neutral en el terreno, a los efectos de confirmar qué agnetes químicos fueron lanzados por el gobierno sirio, si de acaso habían sido empleados -pero fueron convenientemente ignorados. La totalidad de las fuentes que informaron sobre el ataque se exhibían ya fuere afiliadas con los rebeldes que ocupaban el área, o que no se hallaban físicamente presentes en Douma.
Ahora, finalmente, tres meses más tarde, se ha conocido un informe creíble y de naturaleza independiente sobre lo que se determinó del ataque, recurriéndose a análisis químicos de los rastros recuperados de Douma. Un informe preliminar publicado el próximo-pasado viernes por la Organización en favor de la Prohibición de Armamento Químico (OPCW) no halló rastros de agentes nerviosos como sarín en el sitio. El informe de OPCW lo expresa contundentemente: 'No se detectaron agentes nerviosos organofosforados, ni su subproducto resultante de degradación, en las muestras ambientales, ni en las muestras de plasma tomadas de las supuestas víctimas'.
Esto significa que la Administración Trump afirmó contar con detalles sobre un evento en una nación del extranjero (evento que desconocía), y que no pudo confirmar a ciencia cierta. Y que utilizó ese evento como justificativo para sancionar un ataque aéreo que terminó con la vida de personas y destruyó objetivos en Siria. ¿Responderá acaso la Casa Blanca al informe del organismo OPCW y pedirá las disculpas del caso, incluyendo eventuales reparaciones por el injustificado ataque contra una nación soberana? No habría que esperar sentados.
Los ataques de Salisbury y Duma son ilustrativos, para identificar qué sucede cuando un gobierno está preparado para disimular -e incluso mentir-, a criterio de ir un kilómetro más lejos en la fabricación de un caso que justifique la acción preventiva -la cual, de otra manera, hubiese sido desafiada. Infortunadamente, Theresa May aún continúa en el poder, y también se mantiene allí Donald Trump. En cualquier mundo mejor, un público enfurecido hubiese al menos exigido que ambos sean eyectados del poder y, eventualmente, ser sujetos a las livianas penas de la Corte Penal Internacional de La Haya. Con el poder, sobreviene responsabilidad; o al menos esa debería ser la regla, pero se trata de un dictum que, durante mucho tiempo ya, ha sido ignorado. Aún en ese caso, uno podría esperar que los tropiezos no se vean repetidos, pero lo cierto es que no existen certezas para garantizar que ni Trump ni May sean adeptos a 'aprender de los errores', como tampoco podría esperarse lo propio de Mike Pence ni de Boris Johnson. Esa es nuestra tragedia.
Artículo original, en inglés, en éste link. Traducido y republicado con permiso del autor y del Editor del sitio web The Unz Review (Estados Unidos)
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.