Paraguay: cómo se destruye a la democracia
La democracia constitucional a la que el mundo libre se ha adherido ciertamente no es...
07 de Agosto de 2018
La democracia constitucional a la que el mundo libre se ha adherido ciertamente no es una invención construída por algunos sectores social y económicamente más fuertes, con el objetivo de resguardar sus propios intereses. Su propósito tampoco consiste en proteger a aquellos que más tienen, o aquellos que con más fuerza detentan el poder político.
La democracia constitucional llegó a instaurarse en las naciones libres para, precisamente, resguardar al ciudadano de a pie ante los excesos del poder y, con más razón todavía, de los atropellos provenientes de los políticos que, en lugar de servir al pueblo al que dicen representar, más bien se sirven de la gente para así vivir del esfuerzo de los demás.
La democracia constitucional se estableció y crece pródigamente en defensa de la libertad, la propiedad y la justicia, porque es la única manera de lograr el progreso de las naciones. Sin embargo, la naturaleza humana no ha sido bendecida únicamente por la bondad. Permanentemente, libertad, propiedad y justicia están en peligro, debido a que ciertas personas que se consideran superiores a los demás, destilando por sus poros las ínfulas nefastas de un autoritarismo propio de épocas pasadas. Estos son capaces no solo de robar a sus semejantes, sino que también suelen exhibirse como si acaso estuviesen protegidos por la impunidad que les confiere el sistema político corrupto, que termina siendo el que los consiente y avala.
El reciente caso del diputado José María Ibáñez en la República del Paraguay es una muestra cabal de que algo no estaría funcionando del todo bien en la política de este país, y que el motivo para ello es que, al igual que con el señalado dirigente, no son pocos de sus pares quienes van formando una fila que va volviéndose demasiado larga, situación que anuncia el preludio de la destrucción de la misma democracia. No debe olvidarse que la democracia se sustenta en la buena política, y ésta, en valores.
La buena política, entendida como aquella actividad que tiene como propósito organizar la sociedad, se fundamenta en base a principios y valores que le dan sustancia a lo jurídico, económico, educativo y, así, a todas las áreas del devenir humano.
Los valores y principios no son una entelequia ni meras expresiones sin contenido. Son la columna vertebral sobre la cual se yerguen las instituciones republicanas, instituciones que no pueden mantenerse en el tiempo sin caer antes en la podredumbre de la corrupción si los hombres y mujeres no la sienten como parte de sí mismas. La honestidad, la transparencia de los actos propios, la responsabilidad y el buen uso de los recursos públicos son parte esencial de esos valores y principios que hacen a la buena política.
Si el propósito es convivir con los demás y tener una vida pacífica en la que no se haga daño a nadie para, de ese modo, mejorar las condiciones de vida del pueblo, pues entonces es menester ejercer la buena política, fundada en valores y principios. Caso contrario, y tal como está sucediendo en el Paraguay, son los mismos dirigentes políticos los que se están encargando de destruir nuestra incipiente democracia constitucional, llevando a la sociedad hacia escenarios de violencia de la que ellos serán los verdaderos culpables, conforme ya son numerosos los delincuentes que van tomando el control del Estado.
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@ElCatoEnCorto
Sobre Víctor Pavón
Decano de Currículum UniNorte (Paraguay) y autor de los libros "Gobierno, Justicia y Libremercado" y "Cartas sobre el Liberalismo". Publica periódicamente en el Diario ABC Color, de Asunción.