Cuba y el nuevo colonialismo
Tímidamente, el gobierno cubano ha comenzado a desmantelar el régimen económico comunista...
09 de Agosto de 2018
Tímidamente, el gobierno cubano ha comenzado a desmantelar el régimen económico comunista que ha prevalecido en el país desde los años sesenta. Por supuesto, las medidas no se extienden al régimen político, que sigue siendo totalitariamente controlado por el Partido Comunista, pero ya empiezan a exhibirse grietas en las rígidas estructuras económicas del país.
Hace cuatro años el gobierno abrió el país a la inversión extranjera, en una medida que debe haber causado enorme congoja ideológica entre los marxistas-leninistas que aún controlan el país. Hace unos días, en un gesto tan simbólico como hipócrita, el gobierno removió de la Constitución el comunismo como el ideal que Cuba debería volver realidad.
La remoción es simbólica e hipócrita porque la Constitución no sirve para nada en Cuba. Pero el eliminar la palabra comunista sí es significativo, conforme certifica que aún los marxistas que controlan Cuba se han percatado del fracaso que el comunismo ha sido —al igual que para todos los países en los que se ha forzado su implementación.
Hace pocos días, el gobierno cubano anunció que eliminará la burocracia que obstaculiza el proceso de inversión extranjera en el país, incluyendo la necesidad de presentar un estudio de factibilidad al gobierno sobre los proyectos que se quieren realizar. Esto consigna que el régimen está reconociendo la libertad de la inversión, de modo tal que el gobierno ha está dejando las decisiones de donde invertir y qué riesgos correr y qué utilidades tener al sector privado.
Estos anuncios son a la vez satisfactorios y trágicos. Son satisfactorios porque, al fin, los cubanos -ahora aquejados por la pobreza- podrán comenzar a crecer económicamente y a conocer al menos uno de los aspectos de la libertad, el económico. Son trágicos, porque ni estas medidas ni otras que el gobierno pueda tomar van a restituir a Cuba las décadas de esclavitud y pobreza a los que los comunistas los condenaron en 1959. Son trágicos también, porque lo que comenzará a reconstruirse no es la economía pujante con la que Cuba contaba en 1959, sino solo un remedo de la economía colonial que existía en el siglo XIX. Porque lo que se está montando es una sociedad que buscará sostenerse en tres vértices.
Primero, un gobierno que continuará siendo despótico, controlado por una minúscula cúpula de herederos de la revolución que viven como aquellos ricos a quienes ellos mismos despojaron. Segundo, el océano de cubanos que viven en privaciones económicas, políticas, y sociales, entre los cuales la clase media es muy pequeña y vulnerable, que carecen absolutamente de capacidad de ahorro y, por ende, de capacidad para invertir y formar empresas. Tercero, una nueva clase de extranjeros que poseerán las empresas y las manejarán, dando empleo a los cubanos, atraídos por las medidas que el gobierno está dictando -y otras que tendrá que dictar.
Los cubanos han vivido por tanto tiempo en la miseria económica e intelectual que, desafortunadamente, no podrán trabajar en puestos de alto valor agregado. La gran mayoría de ellos desconoce lo que es un banco, o un cheque, o cómo se logra que una empresa sea rentable.
Así las cosas, el régimen comunista no solo no entregó a la población el paraíso comunista que había prometido sino que, además, destruyó la capacidad productiva de la población, que ahora tendrá que trabajar en puestos de bajo valor agregado hasta que logre acumular los conocimientos mínimamente necesarios para administrar empresas modernas. Lo que se está creando La Habana, pues, no es otra cosa que una reproducción de una economía colonial como las que existían previo a los procesos independentistas en la América Latina, y que existen ahora en algunos países caracterizados por un profundo retraso en Africa y Asia. Habrán de transcurrir generaciones para que Cuba recupere el esplendor que alguna vez tuvo.
Ciertamente, es triste ver que el modelo de sociedad que los comunistas ofrecen, produciendo los resultados que se están viendo, todavía encuentre gente que crea que es "progresista" y que es lo que traerá desarrollo al país. Ojalá logren despertar de ese sueño perverso.
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@ElCatoEnCorto
Sobre Manuel Hinds
Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.