El obscuro giro de Paquistán amerita una nueva política por parte de Estados Unidos
Los ciudadanos de Paquistán se dirigieron a las urnas el pasado mes, para elegir a sus líderes nacionales y provinciales...
Los ciudadanos de Paquistán se dirigieron a las urnas el pasado mes, para elegir a sus líderes nacionales y provinciales, y los resultados se mostraron perturbadores. Imran Khan -ex jugador estrella del criquet, de 65 años de edad, reconvertido en dirigente político islamonacionalista- fue declarado ganador como nuevo primer ministro. Su partido, Tehreek-e-Insaf, contará con representación mayoritaria en la coalición que gobernará a Paquistán en la asamblea nacional.
Sin embargo, la controversia no estuvo ausente. Los meses previos a los comicios se vieron contaminados con múltiples y serias preocupaciones, y los resultados explicitan las cuestiones más significativas que subrayan la necesidad de que Washington reevalúe su relación diplomática con Islamabad. Durante muchos años, se ha conocido de acusaciones correctamente fundadas que versaban sobre la complicidad y el respaldo que el gobierno paquistaní ofreció a grupos terroristas. Estos argumentos provinieron no solo de Estados Unidos, sino también de la India, de Afganistán y de dirigentes del interior del propio Paquistán.
Hacia comienzos del año en curso, y de manera inmediata, el Departamento de Estado americano había decidido la suspensión del envío de más de US$ 250 millones en asistencia de seguridad para Paquistán. El Departamento de Estado citó los 'fallos a la hora de tomar medidas decisivas' por parte de ese país, para reprimir el accionar de numerosas organizaciones terroristas, incluyéndose a la Red Haqqani, a Tehreek-e-Taliban y al respaldo material de Islamabad para tales espectros. Las acusaciones recibieron un empuje extra en junio pasado, cuando Paquistán fue listado en la lista 'gris' de monitoreo de la Fuerza Especial de Acción Financiera de EE.UU., a raíz del financiamiento de terrorismo.
Previo a ser remitido a la 'lista gris', Paquistán tomó una decisión que parecía vincularse a la necesidad de tomar acciones críticas contra organizaciones terroristas de orden doméstico y sus afiliadas. La Comisión Electoral de Paquistán decidió que el partido político de la Liga Musulmana Milli no podía presentar candidatos en los comicios de julio pasado, por ende, impidiéndole a sus candidatos llegar a puestos electivos. La Liga de referencia fue lanzada en 2017, como parte de la designación del grupo Lashkar-e-Taiba como Organización Terrorista en el Extranjero, mientras que muchos de los candidatos de este núcleo político optaron por cambiar de partido, o por presentarse de manera independiente como método para eludir el cerco -maniobra contra la cual el gobierno paquistaní no actuó.
El gobierno de Paquistán no solo fracasa a la hora de tomar medidas concretas contra entidades terroristas de orden local; sino que también se involucra en mecanismos de tolerancia hacia tales entidades. En junio pasado, el gobierno paquistaní levantó el embargo existente contra el jefe de Wal Jamaat, Ahmed Ludhianvi, descongelando los activos financieros de este grupo y permitiendo que su líder adquiriese armas de fuego y se trasladara al exterior. El Ahle Sunnat Wal Jamaat—antiguamente, Sipah-e-Sahaba Paquistán—es una organización ultraconservadora deobandi, en su oportunidad designada como entidad terrorista por el Reino Unido e incluso por el propio Paquistán, previo a que Islamabad pusiera fin al embargo en junio pasado.
El Ahle Sunnat Wal Jamaat exhibe una vinculación muy cercana con el núcleo terrorista cachemiro Jaish-e-Mohammad, en tanto un desprendimiento de este grupo, Lashkar-e-Jhangvi, es responsable por mútiples ataques terroristas en Paquistán, incluyendo el ataque de 2013 en Quetta, que se cobrara la vida de doscientas personas -mayormente shiítas. Durante mucho tiempo, Ludhianvi fue conocido por ser una organización radical de filiación sunita, sobre quien, por años, el gobierno paquistaní sospechaba que contaba con vínculos ccon organizaciones terroristas a partir de su rol en el seno de Sipah-e-Sahaba Paquistán.
Otro componente fundamental que motoriza preocupación es el establishment militar de Paquistán, entiedad que ha regenteado los asuntos estatales durante más de la mitad de los años de existencia del país, y con bien conocidas relaciones con organizaciones yihadistas domésticas. Los resultados de esta elección apenas consignan la segunda oportunidad en que un civil le traspasa el poder a otro civil; aunque son bien documentados los informes que ilustran sobre el esfuerzo permanente de los uniformados por moldear aspectos clave de la política y de la votación. En esta oportunidad, los militares paquistaníes dieron formato a una presencia intimidante, enviando cantidades de soldados a sitios de votación en todo el país, y les fueron otorgados amplios poderes para castigar delitos de 'corrupción', in situ, y con extrema discrecionalidad. La interferencia militar también se ha observado en los ataques contra los medios de comunicación, en donde la censura o la abierta clausura son factores de permanente amenaza contra todo espacio que critique al establishment de las fuerzas armadas.
La más novedosa preocupación en el radar de los Estados Unidos debería centrarse en el gran ganador de los comicios: Khan y su partido Paquistán Tehreek-e-Insaf. Khan se aseguró el puesto de primer ministro, mientras que su partido se hizo de 116 de las 267 bancas en disputa en la asamblea nacional, convirtiéndose en mayoría en el seno de la coalición del próximo parlamento a formarse.
Khan y su partido han promocionado un discurso correcto, y su normativa emana de fuentes variopintas: la firme plataforma anticorrupción sobre la que él y su partido hicieron campaña; la idea de transformar a Paquistán en un Estado de bienestar islámico; y la personificación de Khan como un devoto musulmán. La bien documentada asociación de Khan con elementos pertenecientes al islamismo extremista, sin embargo, consigna la continuidad de una preocupante realidad en Paquistán.
Desde su rol como pashtún y férreo defensor de la sharia, Khan ha explicitado su respaldo más estricto por las leyes contra la blasfemia en Paquistán, y ha simpatizado públicamente con el Talibán en no pocas oportunidades a lo largo de su carrera política, lo cual le ha granjeado el apodo de 'Talibán Khan' en el proceso. En febrero pasado, el gobierno de Khan en Khyber Pakhtunkhwa otorgó centenares de millones en rupias paquistaníes, bajo formato de subsidio, a la Darul Uloom Haqqania, apodada 'La Universidad de la Yihad', y alma mater de numerosos líderes terroristas que terminaron formando parte de la Red Haqqani Network, al-Qaeda, y el Talibán, incluyendo al infame Mulá Omar.
Más recientemente, Paquistán Tehreek-e-Insaf inscribió entre sus filas a Fazlur Rehman Khalil, terrorista designado por los Estados Unidos como tal y ex líder de Harkat-ul-Mujahideen, factor que certifica las vinculaciones del nuevo premier Khan. Existen islamistas radicales que abiertamente compitieron para llegar al poder; continúa la fuerte influencia de las fuerzas armadas en el país; y se ha consolidado la percepción de que el reciente triunfador de los comicios es un apologista del terrorismo aprobado por los militares y quien respalda con fuerza a las leyes antiblasfemia. Todo ello subraya las preocupaciones frente a una nación que, en la actualidad, resulta ser un aliado de magnitud de los Estados Unidos de América en la región.
El costado del 'islamismo radical' de esta realidad en paquistán constituye una significativa amenaza física contra el personal estadounidense y contra la alianza entre EE.UU. y las fuerzas de Afganistán en la región, dado que los extremistas mencionados son precisamente las mismas entidades terroristas contra las que Estados Unidos luchó en el conflicto por Afganistán, desde 2001. Junto con el comportamiento de los militares paquistaníes, la faceta del extremismo islamista también multiplica preocupaciones en relación a las consecuencias normativas asociadas con la legitimación de ideologías confesamente destructivas y antidemocráticas, y la proyección de estas variables en la realidad de Paquistán, una nación con capacidad nuclear.
Los asuntos aquí explicitados prueban la necesidad de que el gobierno de los Estados Unidos promueva a una revisión seria y creíble de su política exterior hacia Paquistán. Líneas arriba, meramente se han sintetizado los recientes fallos incurridos por los paquistaníes, en detrimento del comportamiento observable por años en el gobierno de Islamabad. En rigor, hay demasiado poco para certificar con precisión que Paquistán está preparado para convertirse en un amigo de los Estados Unidos de América; el futuro cercano no se presenta auspicioso a tal respecto.
Para Washington, será hora de revisar su política hacia esta nación y, por principio, revocarle a Paquistán su status de aliado extra OTAN de importancia.
Artículo original, en inglés, en éste link
* El autor, Michael Bender, es analista de inteligencia para el Centro de Políticas Públicas sobre Seguridad (Center for Security Policy), en Washington, D.C.. También es investigador sobre organizaciones terroristas, religión y política, y asuntos de seguridad vinculados al Sur de Asia.