El Test de Ana Frank
Más poder para los malvados.
La semana que siguió a las exequias del senador estadounidense John McCain dieron lugar a algunas de las expresiones más bizarras en los medios de comunicación, desde la muerte de John Fitzgerald Kennedy en noviembre de 1963. McCain, quien jamás asistió a una guerra o a cambio de régimen que no fuera de su agrado, en apariencia era un amigo de la democracia y de la libertad en todo el mundo -juicio que en ocasiones ignora a los cientos de miles de presuntos malvados del extranjero que perdieron la vida como consecuencia de las políticas del difunto legislador, las cuales promocionó con entusiasmo en sitios tales como Irak, Siria y Libia.
McCain, quien respaldó el asesinato de ciudadanos estadounidenses en el extranjero y la detención de muchos de ellos por parte de comisiones militares en EE.UU. continental, difícilmente fue, en rigor, el guerrero en pos de la justicia que algunos plasmoaron en sus discursos mediáticos. De hecho, fue -durante la mayor parte de su existencia- un corrupto aplaudidor del establishment y del complejo militar industrial americano. McCain fue uno de los cinco senadores que, a cambio de la recepción de contribuciones de campaña, intervino erróneamente en 1987 para respaldar a Charles Keating, presidente de la Lincoln Savings and Loan Association, la cual fuera objeto de una investigación regulatoria por parte del Comité Federal Bancario de Préstamos de Hogares (Federal Home Loan Bank Board, FHLBB). Luego de ello, la FHLBB no continuó con las investigaciones contra la Lincoln.
Finalmente, la Lincoln Savings and Loan finally en efecto colapsó en 1989, a un costo de US$ 3.4 mil millones para el gobierno federal, el cual había respaldado las cuentas de la institución con seguros, mientras que un estimado de 23 mil tenedores de bonos de la Lincoln terminaron siendo defraudados -la mayoría de ellos, perdiendo los ahorros de su vida. Cuando el relato sobre Keating llegó a la luz en 1989, el periódico Phoenix New Times calificó a McCain como el peor senador en la historia de los Estados Unidos de América.
Mucho se promocionó el legado de McCain en los medios alternativos, aún cuando, en el mundillo de los medios masivos, opinadores y políticos de derecha e izquierda se unieron para glorificar al difunto legislador. Entre las loas, sin embargo, un artículo supo llamarme la atención, por su carácter bizarro. Fue escrito por Jeffrey Goldberg, Editor en Jefe del Atlantic, y fue intitulado 'McCain hubiera aprobado la prueba Ana Frank' (McCain would have passed the Anne Frank test), con el subtítulo: 'El senador invirtió décadas para demostrar su predisposición a combatir a los hombres poderosos que abusaron de pueblos indefensos'.
Goldberg, encumbrado neoconservador, accidentalmente revela haber sostenido múltiples discusiones con McCain, incluyendo alguna sobre las 'zonas de guerra' de la clase de Irak. Citó al senador diciendo: 'Odié a Saddam Hussein. Gobernó a través del homicidio. ¿Acaso no aprendimos de Hitler, que eso no debe permitirse?'. Goldberg cifró el odio de McCain por 'todos los dictadores', incluyendo que, en palabras del senador, fue la 'arrogancia y la incompetencia' de Donald Rumsfeld'... la que ayudó a desacreditar la invasión estadounidense' de Irak. Goldberg citó a McCain afirmando: 'Rumsfeld era el peor'.
Asimismo, Jeffrey Goldberg se remite a una conversación con McCain en la que afirmó el legislador que, aún cuando respaldaba la guerra contra Irak, se había visto a sí mismo frustrado con el esfuerzo de 'renovar a una nación despótica de Oriente Medio'. Conforme él lo dijera, 'la teoría del caso estadounidense nada tenía que ver con la realidad de Oriente Medio', lo cual podría resumirse como la reiteración de su defensa del intervencionismo estadounidense, con la advertencia de que los árabes podrían no estar listos para hacer buen uso del obsequio. En el artículo, Goldberg -haciéndose eco de McCain- atribuyó el desastre en Irak a la 'incompetencia de la Administración Bush', y no a la política de cambio de régimen en sí misma. Presuntamente, porque el Pentágono no estaba teniendo éxito a la hora de asesinar a la suficiente cantidad de árabes de la manera más rápida posible para satisfacer a los neoconservadores. La respuesta de McCain ante la equivación de Goldberg sobre el Irak de Saddam Hussein fue: '¡Genocidio! ¡Genocidio!'.
Dado el título del artículo, inevitablemente Goldberg pasó a la cuestión del holocausto, en su interlocución con McCain: 'Dijo el senador que, en un mundo post-holocausto, todos los pueblos civilizados y los gobiernos de las naciones civilizadas, deberían mostrarse intolerantes frente a los líderes que cometiesen actos comprobables de genocidio... Le dije que, entonces, definitivamente él pasaría la prueba de Ana Frank... la cual consiste en una pregunta sencilla: "¿Qué amigos no-judíos arriesgarían sus vidas para escondernos, si acaso los nazis regresaran?'.
Luego de algunos comentarios adicionales, Goldberg afirma '... estar seguro de que McCain asesinaría nazis para defender a Ana Frank'. McCain sonrió y replicó: 'Sería un honor y un privilegio'.
Sería difícil ponderar hacia dónde ir después en la entrevista, pero Goldberg lo tenía bien claro. Observó dos 'caracteres distintivos' en McCain. El primero era que 'exhibía una antipatía visceral por hombres poderosos que abusaran de pueblos indefensos'. La segunda virtud era el 'beneficio de la duda', al respecto del modo en que, 'en momentos de prueba, es posible que cualquier ser humano, incluso el más valiente, fracase'.
Esta segunda virtud es un tanto difícil de discernir en McCain, cuya voraz persecución de naciones enteras -en su opinión, repletas de enemigos- ha sembrado un reguero de cadáveres en todo el mundo, pero es la primera virtud que es difícil de reconciliar con la realidad de un hombre que epitomizó la desaprensiva brutalidad de los Estados Unidos en aventuras militares registradas desde el 11 de septiembre de 2001. Ese reguero ha recorrido Afganistán, Irak, Libia -transitándose aventurillas recurrentes en Somalia y Siria. Irán, Rusia y China aún están pendientes, puesto que también estaban en la lista negra de McCain.
Al menos tres millones de musulmanes han perdido la vida como resultado directo de la serie de guerras -respaldadas por McCain y Goldberg- que dieron inicio hacia fines de 2001 y prosiguieron hasta el día de la fecha. Lo que es notable, ni siquiera una sola de las guerras iniciadas en ese período de tiempo finalizó con una victoria, ni con alguna forma de regreso a la normalidad. Países enteros yacen hoy en ruinas, y millones de personas han sido expulsadas de sus hogares, generándose una crisis insostenible de refugiados, mientras que Estados Unidos se asfixia en una deuda impagable.
El ciudadano estadounidense -pero israelí por elección propia- Goldberg, una reconocida voz del sinoismo que alguna vez sirviera en las Fuerzas de Defensa de Irael como guardia penitenciario, celebra a McCain, con conocimiento cabal de que su tribu no es una de las que está siendo arrasadas. De allí parte el sello de aprobación que le otorgara al senador, tras pasar exitosamente la Prueba de Ana Frank. La trayectoria de Goldberg como periodista incluye, con frecuencia, conversaciones sobre Israel, antisemitismo y las amenazas personificadas en los numerosos enemigos de Tel Aviv. Glenn Greenwald calificó a Goldberg como 'uno de los principales aplaudidores del ataque contra Irak en los medios', habiendo 'compilado un récord en materia de diseminación de información humillante contra personas, en momentos previos a la guerra, que rivalizaría incluso con Judy Miller; tanto en desaprensión como en impacto destructivo'.
Uno bien podría objetar la formulación que Goldberg entiende por comportamiento humano, envuelto todo ello en una perpetua metáfora de autovictimización respaldada en el holocausto que, inevitablemente, se ha empleado in extenso para justificar cada una de las atrocidades cometidas por el Estado Judío. Quizás Goldberg debiera intentar examinar su 'prueba' en versiones diferentes, para mudarlo de su zona tribal de confort. Podría preguntarse, en un hipotético Estado administrado por aquellos que creen en el Talmud y la Torá como la verdadera y única Palabra de Dios, si él mismo ocultaría a cristianos que intentasen escapar de un gobierno que considera aceptable ultimar a quien no sea judío, un gobierno que interprete que los gentiles son apenas superiores a las bestias, y que solo tuviesen el derecho de servir como esclavos para los verdaderos creyentes. Replicando la prueba presentada por el periodista a McCain, ¿aprobaría Goldberg que los perseguidores judíos fuesen asesinados, con el objeto de proteger a inocentes?
O quizás exista un ejemplo mejor, conforme entraría a la perfección en la experiencia de Goldberg como guardia penitenciario. Podría tener que ver con el caso de un jóven palestino que huya de su tierra, buscando refugio para huir ante el avance de una pandilla de colonos armados -inspirados por el homicida Baruch Goldstein, o por miembros de alguna unidad del Ejército de Israel. Sabiendo que muchos israelíes entienden que arrojar piedras o gritarle a la policía es accionar terrorista y que el gobierno del Estado Judío exhibe un registro abominable de asesinatos, de golpizas y de envío de niños a prisiones, ¿le abriría él la puerta al refugiado? Y, ¿qué diría McCain si aún estuviese aquí, al opinar sobre la política de limpieza étnica que lleva a cabo Israel contra los palestinos -aún cuando lo actuado no llegue a genocidio, pero se le acerca mucho en principio y procedimiento-, habida cuenta de que el gobierno de Israel no les asigna condición de pueblo?
En síntesis, Goldberg debería preguntarse a sí mismo si acaso su Prueba de Ana Frank tiene aplicabilidad universal, o si solo ha sido pensada para los judíos. Por mi parte, sospecho que la prueba es algo más que un juego de palabras que ha otorgado poder a judíos como Goldberg para que utilicen su status especial ante personas ambiciosas pero crédulas, como el difunto senador McCain. El hecho de que McCain se haya presentado a sí mismo alegremente como el monigote de Goldberg es, de por sí, una buena razón por la cual todos los estadounidenses deberíamos agradecer que jamás haya sido elegido presidente.
Artículo original, en inglés, en éste link | Traducido y republicado con permiso del autor y de The Unz Review (Estados Unidos)
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.