Activistas emplean a migrantes pobres como arma

Por segunda vez este año, una caravana de migrantes provenientes de América Central se dirigió hacia territorio de los Estados Unidos de América. El grupo partió de San Pedro Sula -ciudad en la sección norte de Honduras- la pasada semana. La caravana cruzó hacia Guatemala el próximo-pasado miércoles, y se espera que arribe a México, mientras continúa su periplo para alcanzar la frontera sur de los EE.UU. Originalmente, el grupo se componía de pocos centenares de individuos, para alcanzar hoy un aproximado de cuatro mil personas.

Esta última caravana de migrantes consigna un nuevo ejemplo en el que grupos de izquierda se aprovechan de la desesperación y la pobreza de terceros. La región del Triángulo Norte de América Central, donde confluyen El Salvador, Guatemala y Honduras, es una de las regiones más violentas del planeta. Grupos criminales organizados y pandillas callejeras han desestabilizado a estas naciones empobrecidas. Lo cual deja a porciones importantes de la población en un franco estado de vulnerabilidad, y con escasos medios para la propia supervivencia. Infortunadamente, los gobiernos locales carecen de la capacidad y, en ocasiones, incluso de la voluntad política, para hacer frente con seriedad a estos desafíos.

Tal como sucediera con la caravana de migrantes de inicios de marzo, los organizadores de este capítulo están utilizando a los migrantes pobres de Centroamérica, como armas. La caravana fue organizada por Bartolo Fuentes (foto), ex legislador hondureño y miembro del partido izquierdista radical Libre. Fue detenido por autoridades guatemaltecas el martes, por ingresar ilegalmente al país.

En rigor, Libre no es un partido político, sino un movimiento desestabilizador. Fue fundado en 2011 por el ex presidente Manuel 'Mel' Zelaya. En 2009, Zelaya fue removido del poder, tras reiterados intentos por comprometer el orden constitucional y el Estado de derecho. Zelaya es un firme aliado de gobiernos socialistas de la América Latina, como los regímenes de los Castro y de Maduro en Cuba y Venezuela, respectivamente.

Tras las sucesivas derrotas de Libre en las elecciones presidenciales de 2013 y 2017, el núcleo volvió a centrar sus esfuerzos en la construcción de turbulencia e inestabilidad. Con frecuencia, quien esto escribe se traslada a Honduras, habiendo experimentado de primera mano estos escenarios de caos. En 2013, me desempeñé como observadora en las elecciones presidenciales. Me encontraba yo en el edificio principal donde se llevaba adelante el conteo de votos, oportunidad en la que Zelaya ingresó con violencia, llevando a cabo una conferencia de prensa cuyo fin era disputar los resultados del comicio. Su exigencia era, de por sí, ridícula, por cuanto las urnas habían cerrado varias horas antes. Pero Zelaya tenía un interés personal en las elecciones: su esposa era la candidata de su partido. A la postre, ella terminaría perdiendo, quedándose con menos del 30% de los sufragios. Aún cuando numerosos grupos internacionales destacaron la corrección en la ejecución del comicio, activistas de la organización política de Zelaya -acompañados por agitadores- se manifestaron luego durante varios días, interrumpiendo el tránsito en autopistas y avenidas principales de todo el país.

Tiempo más tarde, en 2015, retorné a Honduras en viaje de negocios. Me preparaba yo para abandonar mi hotel, cuando se apersonó elemento de las fuerzas armadas locales y nos advirtieron que miles de manifestantes portando antorchas se movilizaban hacia el palacio presidencial, que se hallaba justo junto al hotel. Durante horas, terminé confinada en el hotel junto a mi grupo, mientras que miles de manifestantes de Zelaya clausuraban el tránsito en horario pico.

La caravana es otro de los formatos empleados por la izquierda para generar caos y desórdenes. La cercanía de las elecciones de medio término en los Estados Unidos y el cambio de presidencia en México no son coincidencias. También queda claro que los organizadores de la caravana de migrantes tienen, antes que nada más, interés en generar desbarajustes, mientras que resulta obvio que no se interesan por el bienestar de las personas que se movilizan entre países.

El camino a través de Centroamérica y México se exhibe abundante en peligros. Los migrantes suelen padecer robos violentos, ataques sexuales, y muchos kilómetros sin ingerir alimento alguno. Algunos incluso terminan siendo prisioneros de organizaciones dedicadas a la trata de personas. Las mujeres y los niños son particularmente vulnerables ante esta categoría de delitos. El problema aquí poco tiene que ver con la falta de compasión por estas personas; antes bien, la problemática central coincide con el peligroso precedente de permitir oleadas masivas de caravanas, permitiendo que estas lleguen a la frontera sur de los Estados Unidos de América. El sistema inmigratorio americano se encuentra ya bajo una tensión extrema, con sus capacidades holgadamente superadas; este sistema tiene la obligación de priorizar a las personas que solicitan asilo político en buena fe.

Los países-fuente y países-tránsito en la región tienen un importante rol qué desempeñar en estos episodios. El Secretario de Estado americano Mike Pompeo se trasladará a México este viernes 20 de octubre, para reunirse con sus contrapartes y evaluar la magnitud de la crisis. El gobierno de los Estados Unidos de América habrá de tomar medidas para garantizar la seguridad en sus fronteras y, con la vehemencia que hace al caso, reforzar lo que le ha sido ordenado por ley. Es menester clausurar los vacíos legales existentes, y poner a disposición recursos adecuados en materia de seguridad, para tal fin. Todo puede hacerse poniendo foco en el carácter humano del problema, allí donde lo prioritario es resguardar a aquellos que verdaderamente precisan de contar con el beneficio del asilo político.

Artículo original, en inglés, en éste link