INTERNACIONALES : JAMES PHILLIPS

Es necesaria una investigación profunda previo a que EE.UU. intervenga en la crisis por Khashoggi

La desaparición -y eventual homicidio- del periodista saudí Jamal Khashoggi amenaza con...

19 de Octubre de 2018

* Análisis publicado el 19 de octubre del corriente, previo a que el gobierno de Arabia Saudita reconociera la participación de funcionarios de su gobierno en el homicidio, ya confirmado, del periodista Jamal Khashoggi, de 59 años de edad.

* * *

La desaparición -y eventual homicidio- del periodista saudí Jamal Khashoggi amenaza con resquebrajar la relación de Washington con Arabia Saudita, aliado crítico de los Estados Unidos de América en Oriente Medio. La Administración Trump se encuentra hoy bajo una fuerte presión para tomar medidas con las cuales reprender al gobierno saudí, a pesar de la incertidumbre que rodea al evento en el que Khashoggi desapareció tras ingresar al consulado de Arabia Saudita en Estambul, Turquía, el 2 de octubre pasado.

Jamal Khashoggi, desaparición, homicidio, Arabia SauditaPrevio a que la Administración Trump tome medidas concretas sobre el particular, deberá ponderar -en todo detalle- los prolegómenos del asunto. Y ello no será tarea fácil. Para enmadejar aún más el contexto, ahí está la guerra informativa que liberan entre sí Turquía y Arabia Saudita.

Turquía, que compite con Arabia Saudita por el liderazgo en el mundo musulmán sunita, no es precisamente una fuente creíble de información. Bajo el régimen del presidente Recep Tayyip Erdogan, un líder que se exhibe cada vez más autoritario, Turquía se ha alejado de Occidente. Erdogan sacó provecho a un fallido golpe militar de 2016 para reprimir severamente a la oposición política, encarcelando a numerosos periodistas, e imponiendo restricciones políticas a los medios de comunicación de orden doméstico.

Amén de arrestar a decenas de miles de ciudadanos turcos por, supuestamente, exhibir vínculos con los cabecillas del golpe, el régimen de Erdogan cuenta con un extendido historial de arrestar a ciudadanos de los Estados Unidos bajo falsos cargos, a criterio de promocionar su propia agenda política. El Pastor Andrew Brunson, misionero evangelista estadounidense que fuera puesto en libertad recién una semana atrás -luego de verificarse presiones desde Washington-, fue en su oportunidad enviado a la cárcel por dos años, bajo cargos espúreos de haber respaldado el golpe y a terroristas de origen kurdo. Dos otros ciudadanos estadounidenses, así como también tres empleados de nacionalidad turca que se desempeñaban para el gobierno de EE.UU. en los consulados de Estambul y Adana, y otros ciudadanos europeos, aún permanecen en prisión bajo cargos falseados.

Dado el historial de Erdogan en materia de politización y explotación de cargos penales fabricados, Estados Unidos habrá de tomar toda afirmación originada en Turquía con cautela, siendo correspondientemente verificada a consciencia por funcionarios de inteligencia y de fuerzas federales estadounidenses. Después de todo, el affaire Khashoggi se ha convertido en una investigación de homicidio -y los hechos comportan una importancia de magnitud.


Sobre la investigación politizada de Turquía 

El modelo para la investigación debió aproximarse al empleado por Gran Bretaña en las pesquisas en torno del fallido complot de marzo de 2018 para asesinar a Sergei Skripal, desertor ruso que se había radicado en el Reino Unido, y que fuera envenenado por agentes de inteligencia rusos. Londres cosechó respaldo internacional tras poner en marcha una investigación creíble y transparente. Pero el gobierno de Erdogan dio lugar a una serie de flamígeras filtraciones, a periódicos locales pro-gobierno. Algunos de estos matutinos tienen sus propios problemas de credibilidad. Yeni Safak, periódico pro-gubernamental turco que publicara, el miércoles pasado, una transcripción de un audio que supuestamente se grabó de la pretendida tortura y posterior homicidio de Khashoggi, también supo alegar en el pasado que el gobierno de los Estados Unidos respaldaba a terroristas de ISIS y kurdos en perjuicio de Ankara.

El periódico de referencia fue acusado de fabricar entrevistas, de alterar la grabación de audio de un material en video con el objeto de perjudicar a manifestantes kurdos, fue acusado también de antisemitismo, y de diseminar información contra los manifestantes anti-Erdogan. El editor en jefe del matutino, un simpatizante de línea dura de Erdogan, ha denunciado a los Estados Unidos por ser 'la mayor y más abierta amenaza contra Turquía'. Antes que optar por conducir una investigación profesional y transparente, Erdogan ha preferido presionar a Arabia Saudita y a los Estados Unidos, llevando el caso en un periódico pro-gubernamental de tirada local.

Sin embargo, Turquía no ha compartido las supuestas grabaciones con los EE.UU. ni con autoridades occidentales hasta el pasado miércoles -posible indicativo de que el material comporta más valor propagandístico que legal, si acaso es que existe.


Un perturbador patrón en el comportamiento saudí  

De igual manera, Washington debería mostrarse escéptico de cara a los funcionarios saudíes que niegan responsabilidad por la desaparición de Khashoggi. Aún cuando no se han presentado evidencias contundentes, existe evidencia circunstancial que vincula a funcionarios sauditas con la desaparición del periodista. En años recientes, otros hombres de prensa saudíes y disidentes han desaparecido, solo para reemerger luego en prisiones de esa nación de Oriente Medio. Existen razones de peso para mantener la preocupación en torno de esta desaparición, la cual podría comprometer la normativa internacional -que ya ha acusado perjuicios provocados por Irán, Rusia, China y Corea del Norte-, relacionada con secuestros extraterritoriales y asesinatos de disidentes políticos y desertores.

El Príncipe de la Corona, Mohammed bin Salman, verdadero poder detrás del trono saudí, es un hombre joven que no oculta su premura por imponer una 'revolución desde arriba', con miras a reestructurar la economía de su país en torno de su proyecto 'Visión 2030', el cual persigue modernizar y diversificar el sistema económico -fuertemente dependiente del petróleo. Pero su impulso reformista no se hace extensivo a la esfera política del reino, espectro donde se ha ocupado de consolidar con vehemencia su propio poder.

El impetuoso príncipe ha echado mano de metodologías exageradas en numerosas ocasiones, incluyendo:

  • el arresto de centenares de prominentes hombres de negocios, funcionarios de carrera, y miembros de la familia real, a los efectos de extraer millones de dólares para lo que se ha dado en llamar una 'campaña anticorrupción';
  • el lanzamiento de un bloqueo contra Qatar, que ha conducido a un duelo diplomático improcedente;
  • la detención del primer ministro libanés, Saad Hariri, en un bizarro esfuerzo por forzar su renuncia; y,
  • más recientemente, la sobrerreacción ante la suave crítica de Canada a la política de derechos humanos saudí, interrumpiendo todo vínculo diplomático, congelando todo acercamiento comercial bilateral y transacciones que traerían inversiones, retirando a miles de estudiantes sauditas de Canada, y suspendiendo los vuelos comerciales directos desde y hacia el país de América del Norte.

Estas cuestionables políticas han propinado un duro golpe a la reputación del príncipe, y han multiplicado los cuestionamientos en torno de su juicio para gobernar. Si la aparente muerte de Khashoggi es, finalmente, un acto patrocinado por el Estado, entonces ello consignaría una mancha indeleble en el liderazgo del Príncipe de la Corona, y un golpe letal para su proyecto 'Visión 2030', el cual exige sustanciales inyecciones de inversión extranjera directa. Los inversores buscan minimizar los riesgos, y se mostrarían reacios a invertir en una nación en donde el Estado de derecho se ha visto subvertido por un líder impulsivo. 


Acerca de la réplica estadounidense 

La Administración Trump habrá de dejar en claro a los sauditas que cualquier fallo a la hora de proporcionar información contundente sobre el affaire Khashoggi podría dañar seriamente los vínculos entre Washington y Riad. EE.UU. deberá subrayar que la Casa Blanca en modo alguno protegerá a Arabia Saudita ante cualquier escenario de sanciones interpuesto por Capitol Hill, si acaso los saudíes continúan torpedeando los esfuerzos internacionales para llegar al fondo del asunto.

En este contexto, el anuncio del jueves compartido por el Secretario de Estado Steven Mnuchin -al respecto de cancelar su participación en la cumbre de inversionistas en Arabia Saudí la semana que entra- es una señal apropiada y adecuada. Estados Unidos no puede prestar oídos sordos ante el evento de un homicidio patrocinado por un Estado, dejando en claro que habrá consecuencias. Aferrado a principios, Washington tiene por costumbre respaldar la libertad de expresión, la libertad de prensa, y el respeto por el Estado de derecho.

Sería inaceptable otorgar una carta blanca a Arabia Saudita. Si se establece que existió responsabilidad, pues entonces Estados Unidos deberá tomar a los saudíes por responsables en el evento, y las consecuencias habrán de ser concretas. Los funcionarios saudíes que fueren hallados responsables por actos criminales deberán ser removidos de sus posiciones, y ser puestos a disposición de la justicia. Pero hasta tanto no se establezca la existencia de culpabilidad luego de una investigación profunda, sería prematuro para los funcionarios estadounidenses el imponer medidas punitivas contra Riad.

Adicionalmente, Washington no deberá sobrerreaccionar torpedeando la alianza, lo cual podría dar lugar a un compendio de peligrosas acciones por parte de Arabia Saudí, terminando este país en la vereda de los adversarios de los Estados Unidos, como ser Irán, Rusia, o China. De probarse los hechos hoy bajo la lupa del análisis, es probable que el homicidio de Khashoggi se viera motivado por una sensación de inseguridad y vulnerabilidad por parte de Riad. Washington habrá de ser cauteloso, a los efectos de que su respuesta no exacerbe ese sentimiento de inseguridad, pudiendo conducir éste a que Riad tome medidas adicionales que comprometan los intereses estadounidenses. En cualquier caso, EE.UU. deberá tratar de aislar la cooperación en materia de seguridad, de las esquirlas que arroje el affaire Khashoggi.

El peor escenario posible sería un apresuramiento en las conclusiones que destruya una sociedad de largo plazo, forzando a Arabia Saudita a caer en los brazos de Rusia o de China. Esto también podría dar lugar a que los esfuerzos para contener a Irán se vean comprometidos, y lo propio sucederá con el esfuerzo internacional tendiente a estabilizar a un volátil Oriente Medio.



Artículo original, en inglés, en éste link

 

Sobre James Phillips

Analista senior en el Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Política Exterior en la Fundación Heritage. Ha desarrollado numerosos trabajos sobre asuntos relativos al Medio Oriente y sobre terrorismo internacional desde 1978. Es columnista en medios televisivos norteamericanos y ha testificado en comités del congreso estadounidense en relación a temáticas de seguridad internacional.