El surgimiento del ‘Trump brasileño’ y la caída del establishment de la izquierda
Los pronósticos explicitan que un candidato conservador...
Los pronósticos explicitan que un candidato conservador -quien fuera rebautizado como el ’Trump de Brasil’- sería elegido como el próximo presidente del país sudamericano cuando los ciudadanos brasileños se encaminen a las urnas el próximo 28 de octubre, en lo que consignará la segunda vuelta de los comicios presidenciales.
El 7 de octubre pasado, Brasil llevó a cabo elecciones presidenciales, legislativas y estatales. La ciudadanía tomó parte del evento electoral para exteriorizar su ansiedad de cara a los escándalos que se amplificaron en toda esfera gubernamental, contra el inaceptable crecimiento del delito, y contra la peor recesión económica en la historia de la nación.
El candidato del centroderecha Jair Bolsonaro, del Partido Social Libertario, estuvo a punto de cosechar una victoria en primera vuelta, garantizándose entonces el 46% de los sufragios. Fernando Haddad, aspirante del Partido de los Trabajadores (PT, de izquierda), finalizó segundo en las preferencias, con un 29%.
Provisto que ninguno de los candidatos se alzó con más del 50% de los sufragios, Bolsonaro (de 63 años de edad) y Haddad (55) se enfrentarán en una segunda vuelta este domingo próximo.
Por estas horas, las encuestas consignan una victoria ampliamente probable de Bolsonaro, merodeando los 59 puntos porcentuales. Adicionalmente, el 47% de los ciudadanos encuestados afirmaron que de ninguna manera votarían por Haddad, mientras que solo el 35% expresaron idéntico sentimiento frente a Bolsonaro.
El Partido de los Trabajadores -bastión del establishment de izquierda de Brasil- ha transitado por años tubulentos. El ex presidente Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva era el candidato presidencial del PT previo a que fuera sentenciado con pena de prisión efectiva bajo cargos de corrupción. Eventualidad que le impidió tomar parte de la competencia electoral.
Según se ha afirmado, Lula ha sido un facilitador clave en el masivo esquema de sobornos del que participaron políticos y una firma constructora de magnitud. El servomecanismo fue revelado por la Policía Federal de Brasil, y fue dado en llamar Operación Lava Jato.
Dilma Rousseff, sucesora de Lula -también perteneciente al Partido de los Trabajadores- fue removida de su cargo ejecutivo por vía del juicio político en 2016, por falsear datos sobre la salud fiscal del país con el objeto de ganar su reelección en 2014. Haddad, por su parte, se ha visto contaminado por su propia serie de escándalos.
Aún cuando la carrera presidencial está lejos de definirse, los resultados legislativos ya exhiben un carácter definitivo, y consignan un cambio de peso en la realidad política nacional, que ha terminado por marginar al establishment de izquierda.
Brasil cuenta con una legislatura bicameral -con una Cámara de Diputados compuesta por 513 integrantes, y una Cámara de Senadores, con 81 asientos. Ambos cuerpos asistirán a un cambio de eje fundamental.
En la Cámara de Diputados, el Partido Social Libertario de Bolsonaro se anotó 44 asientos en la carrera electoral, subiendo su cosecha de 8 a 52, mientras que el Partido de los Trabajadores perdió 13 -pasando de tener 69 a contar con 56.
Kim Kataguiri, con 22 años de edad y líder del espectro conservador conocido como Movimiento por un Brasil Libre, también se hizo de un asiento legislativo.
En la carrera hacia el Senado, Rousseff perdió toda chance de acceder a una banca (quedó en cuarta posición en la competencia por su estado).
Dos de los hijos de Bolsonaro -Eduardo y Flávio- fueron elegidos para la Cámara de Diputados y para la Cámara de Senadores, respectivamente, respaldados por la plataforma política de su padre.
En tanto se espera que Jair Bolsonaro llegue en a la primera posición en la competencia que se definirá el domingo, lo cierto es que la ventaja que ha consolidado es impresionante. Apenas dos semanas previo a la votación, él y Haddad registraban un 30 y un 22% de intención de voto, respectivamente.
Décadas de corrupción y de malversación administrativa protagonizadas por la izquierda dejaron como saludo a millones de ciudadanos brasileños enfurecidos, en tanto Bolsonaro tiene altas chances de convertirse en el primer presidente conservador en la era democrática de Brasil.
La perspectiva anti-establishment de Bolsonaro, y una personalidad que ha sido comparada con la del mandatario estadounidense Donald Trump lo presentan como una figura controvertida. El candidato ha expresado su admiración por el presidente estadounidense, y le ha dado la bienvenida a las comparativas.
Así las cosas, el límpido historial de Bolsonaro como congresista y como capitán del Ejército de Brasil, su dura impostura contra la corrupción, y su visión en favor del libremercado solo han contribuído a potenciar su popularidad.
Haddad, por su parte, es un ex profesor de ciencia política y sirvió como ministro de educación entre 2005 y 2012. Asimismo, se desempeñó como alcalde de Sao Paulo entre 2012 y 2016.
Bolsonaro ha explicitado una retórica y propuestos orientadas a combatir la elevada burocratización del país. Planea reducir el total de ministerios de gobierno de 29 a 15, respalda planes de privatización o bien programas que eliminen al menos 50 firmas tuteladas por el Estado durante su primer año de Administración.
Las políticas de orden doméstico promocionadas por Haddad, mientras tanto, se orientan hacia la reforma del sistema penitenciario y hacia la ampliación del Estado de bienestar social. Para el candidato del PT, las medidas de austeridad impiden que el gobierno federal invierta en educación, salud e infraestructura.
Bolsonaro se propone cercenar marcos regulatorios que afecten al crecimiento del empleo, y propone una tasa impositiva promedio y general del 20% para todos los ciudadanos, con la excepción de aquellos cuyos ingresos sean menores a cinco veces el salario mínimo. En respuesta a esta proposición, la moneda brasileña, el real, se ha apreciado.
Adicionalmente, el aspirante del PSL se ha declarado en favor de la firma de acuerdos de libre comercio entre Brasil y otras naciones del resto del globo.
En contraste, Haddad propone reducir las tasas de interés sobre préstamos incurridos por los ciudadanos brasileños de bajos recursos, a los efectos de estimular la demanda interna.
En el andarivel de la política exterior, Bolsonaro se ha referido a la alternativa de que Brasil traslade su Embajada en el Estado de Israel a Jerusalén, siguiendo la iniciativa estadounidense.
Complementariamente, el Partido de los Trabajadores se ha destacado por respaldar ruidosamente a los regímenes no-democráticos de izquierda de la región, como ser Nicolás Maduro en Venezuela, a Evo Morales en Bolivia, y a Cuba. En la práctica, el objetivo de política exterior de Haddad es consolidar una integración regional que involucraría a todo país del orbe que explicite su oposición contra los Estados Unidos de América.
Los resultados del 7 de octubre, sin embargo, certifican un remarcable cambio de rumbo en la actitud general de la ciudadanía brasileña, que ha subrayado su intención de alejarse de la democracia social, acercándose más a un modelo capitalista de libremercado. Si acaso la primera vuelta de las presidenciales ha compartido ya un reflejo de lo que está por venir, el segundo round debería dejar pocas dudas respecto de la dirección que el pueblo brasileño entiende es la elegida a los efectos de reencaminar su economía y su país.
Artículo original, en inglés, en éste link
* Artículo desarrollado con la asistencia de Henrique Carneiro, miembro del Programa de Jóvenes Líderes en el think tank estadounidense Heritage Foundation (Washington, D.C.; Estados Unidos)
Es Investigadora Asociada sobre Asuntos Hemisféricos y Latinoamérica en la Fundación Heritage, Washington, D.C. Más puntualmente, se desempeña en el Centro Douglas y Sarah Alison para Políticas de Seguridad Nacional y Exterior -división del Instituto Shelby Cullom Davis para Estudios Internacionales.