Colombia: ¿sondeos contradictorios?
Normalmente, los presidentes de turno dan inicio a su Administración contando con un elevado índice de popularidad...
22 de Noviembre de 2018
Normalmente, los presidentes de turno dan inicio a su Administración contando con un elevado índice de popularidad dentro del conglomerado, conforme sus electores explicitan altas expectativas ante el plan de desarrollo planteado inicialmente.
A posteriori, esa ponderación favorable de la imagen pública se desvanece, a consecuencia de medidas que, evaluadas desde la lejanía, contravienen el anhelado beneplácito de la ciudadanía. En esta instancia, decae en dimensiones proverbiales la privilegiada favorabilidad para cualquier mandatario, en razón de que no resulta sencillo dar apertura a una nueva gestión -mucho menos cuando se soporta un excesivo compromiso en la agenda nacional.
No obstante y, en rigor, se desconoce con certeza si la aquí descripta es la que por estas horas conmueve al presidente Iván Duque, de la República de Colombia. En escasos cien días, el jefe de Estado colombiano supuestamente carga sobre sus espaldas el lastre de un nivel de desaprobación mayúsculo, si es que es menester atenerse a los resultados de los sondeos compartidos por Invamer y Polimétrica -los cuales refieren un porcentual de aprobación del 27,2% y del 33%, respectivamente. Sin embargo, se observa hoy que, de manera repentina, aquella ponderación ascendió de un 27.2% y 33% (desfavorable) a un 48,5 % (casi que favorable) en tan sólo cinco días. Datos que se desprenden del estudio de opinión dado a conocer por Guarumo; la evidente connotación sobre este particular conduce a una invariable contradicción entre las encuestadoras.
Sin margen para la duda, se detecta una antinomia entre las firmas privadas, la cual hace un flaco favor al sistema democrático: sobra decir que tales compañías deberían proceder con coherencia, desarrollando análisis más creíbles y de naturaleza estructurada. Sucede que las discrepancias no solo acusan sesgo e irresponsabilidad; al mismo tiempo, se aleja de la realidad el proferir que, de una semana a la siguiente, el presidente colombiano pasare a encontrarse sumido en el más profundo de los rechazos, para luego terminar siendo celebrado con loas y elogios por una contundente mayoría ciudadana. A tal efecto, la opinión pública podría preguntarse por las metodologías empleadas para efectuar tal medición, mientras se debate en a quién creerle. Otros, acaso con razón, se cuestionarán si no ha obrado la hechicería en la prognosis.
A todas luces, y con absoluta independencia de los comentados resultados, no habrá mayores dudas: en efecto, existe un nivel detectable de desaprobación que pesa sobre el presidente Iván Duque; ese rechazo bien podría explicarse a partir de la denominada ‘ley de financiamiento’, del paro estudiantil, de la imposibilidad de reformar los acuerdos de paz, de la confesa pasividad de cara a proveer soluciones de fondo para los grandes problemas nacionales. Como si todo ello fuera poco, también ha trascendido que el mandatario no se ve favorecido por el escaso respaldo recolectado de parte de miembros de su propio partido político, provisto que, en ocasiones, los legisladores que revistan en el Centro Democrático parecen comportarse más como opositores que como partidarios.
A fin de cuentas, son estas imperfecciones las que la opinión pública aún no acierta a digerir; naturalmente, es difícil rastrear razonamientos lógicos en el hecho de que el partido de Gobierno difiera sustancialmente en aspectos trascendentales con un jefe de Estado a quien ellos mismos trabajaron arduamente para elegir. El conducto regular es encontrar apoyo y camaradería, y no una desmesurada animadversión.
Sobrarán, al cierre, motivos para pavimentar una maciza impopularidad.
A posteriori, esa ponderación favorable de la imagen pública se desvanece, a consecuencia de medidas que, evaluadas desde la lejanía, contravienen el anhelado beneplácito de la ciudadanía. En esta instancia, decae en dimensiones proverbiales la privilegiada favorabilidad para cualquier mandatario, en razón de que no resulta sencillo dar apertura a una nueva gestión -mucho menos cuando se soporta un excesivo compromiso en la agenda nacional.
No obstante y, en rigor, se desconoce con certeza si la aquí descripta es la que por estas horas conmueve al presidente Iván Duque, de la República de Colombia. En escasos cien días, el jefe de Estado colombiano supuestamente carga sobre sus espaldas el lastre de un nivel de desaprobación mayúsculo, si es que es menester atenerse a los resultados de los sondeos compartidos por Invamer y Polimétrica -los cuales refieren un porcentual de aprobación del 27,2% y del 33%, respectivamente. Sin embargo, se observa hoy que, de manera repentina, aquella ponderación ascendió de un 27.2% y 33% (desfavorable) a un 48,5 % (casi que favorable) en tan sólo cinco días. Datos que se desprenden del estudio de opinión dado a conocer por Guarumo; la evidente connotación sobre este particular conduce a una invariable contradicción entre las encuestadoras.
Sin margen para la duda, se detecta una antinomia entre las firmas privadas, la cual hace un flaco favor al sistema democrático: sobra decir que tales compañías deberían proceder con coherencia, desarrollando análisis más creíbles y de naturaleza estructurada. Sucede que las discrepancias no solo acusan sesgo e irresponsabilidad; al mismo tiempo, se aleja de la realidad el proferir que, de una semana a la siguiente, el presidente colombiano pasare a encontrarse sumido en el más profundo de los rechazos, para luego terminar siendo celebrado con loas y elogios por una contundente mayoría ciudadana. A tal efecto, la opinión pública podría preguntarse por las metodologías empleadas para efectuar tal medición, mientras se debate en a quién creerle. Otros, acaso con razón, se cuestionarán si no ha obrado la hechicería en la prognosis.
A todas luces, y con absoluta independencia de los comentados resultados, no habrá mayores dudas: en efecto, existe un nivel detectable de desaprobación que pesa sobre el presidente Iván Duque; ese rechazo bien podría explicarse a partir de la denominada ‘ley de financiamiento’, del paro estudiantil, de la imposibilidad de reformar los acuerdos de paz, de la confesa pasividad de cara a proveer soluciones de fondo para los grandes problemas nacionales. Como si todo ello fuera poco, también ha trascendido que el mandatario no se ve favorecido por el escaso respaldo recolectado de parte de miembros de su propio partido político, provisto que, en ocasiones, los legisladores que revistan en el Centro Democrático parecen comportarse más como opositores que como partidarios.
A fin de cuentas, son estas imperfecciones las que la opinión pública aún no acierta a digerir; naturalmente, es difícil rastrear razonamientos lógicos en el hecho de que el partido de Gobierno difiera sustancialmente en aspectos trascendentales con un jefe de Estado a quien ellos mismos trabajaron arduamente para elegir. El conducto regular es encontrar apoyo y camaradería, y no una desmesurada animadversión.
Sobrarán, al cierre, motivos para pavimentar una maciza impopularidad.
Seguir en
@JuanDaEscobarC
Sobre Juan David Escobar Cubides
Escobar Cubides reside en Medellín (Colombia), y se desempeña como Editor político en el sitio web Al Poniente, colaborando también con análisis sobre la realidad política colombiana en otros medios de comunicación de la región.