México: un aniversario más
Este próximo-pasado 20 de noviembre, se celebró el 108o. aniversario del inicio de la Revolución Mexicana.
Este próximo-pasado 20 de noviembre, se celebró el 108o. aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Aunque en los últimos años este recuerdo se había ido diluyendo, e incluso se convirtió en el Buen Fin, es de entender que pronto recuperará el brillo de sus mejores días. Se trata, en rigor, de una de las tres transformaciones previas a la actual, en conformidad con el nuevo canon pseudohistórico.
No hay dudas al respecto de que lo que hoy ocurre observa un notable parecido con dos eventos previos: Independencia y Revolución. Resulta difícil encontrarle puntos de contacto con la Reforma. Finalmente, la maldición secular parece haber retornado, no exactamente en el año 10, pero ya tenemos claro que, en realidad, nunca fue exacta la fecha.
En 1808, las tropas de Napoleón atravesaban España, camino a Portugal, según los acuerdos a los que había llegado el emperador francés con el rey de España. Lo cierto es que Napoleón tenía planeado ocupar España, y el 2 de mayo de ese año tomaron Madrid. El 5 de mayo, Carlos IV y Fernando VII abdicaron a favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón. Al arribar estas novedades a América, dio inicio el proceso que todos llamamos Independencia, pero que, antes bien, tuvo que ver con el derrumbe del imperio. Algunas naciones lograron separarse casi de inmediato del Reino de España; otros, nos tomamos más tiempo -en particular los viejos virreinatos, México y Perú. La Independencia de México se declaró formalmente el 27 de septiembre de 1821, después de la construcción de una gran coalición de los poderes de facto alrededor de Agustín de Iturbide, y de una confusión del virrey O’Donojú.
Aunque siempre será preferible que cada nación se gobierne a sí misma, lo que sucedió con la Independencia tuvo relación con una severa caída, tanto en el nivel de vida como la convivencia, que se extendería prácticamente por medio siglo. En los albores del siglo XIX, el ingreso promedio en México era de poco más de US$ 900 (PPP 2011, datos de Maddison, 2018), que significaban casi la mitad del ingreso promedio en los Estados Unidos de América. Hacia 1860, el ingreso por persona en México se había precipitado en un 25 por ciento, y consignaba ya sólo una quinta parte del estadounidense. Adicionalmente y como es bien sabido, México perdió la mitad de su territorio.
El triunfo de los liberales, entonces, es el primer Estado en México, propiamente hablando, que se extiende desde que Juárez toma el poder (para nunca perderlo) hasta que Díaz lo abandona, a los 80 años de edad. El evento que celebramos este 20 de noviembre, el llamado a la Revolución, respondía al envejecimiento del presidente, quien finalmente tomó nota del escenario, renunció y dejó el país el 31 de mayo de 1911. Lo que siguió fue una guerra civil en varias etapas, que prácticamente se prorrogó hasta mediados de los años treinta: se asistió, entonces, a veinticinco años en los que el ingreso por persona prácticamente no pudo crecer, amén de la infortunada pérdida de tal vez un millón de personas, a raíz de los enfrentamientos, las enfermedades y el hambre.
Tras lo cual se construyó un cuento en torno de la Revolución, que dotaría de legitimidad a los vencedores y ayudaría a entender por qué habíamos arrojado veinticinco años al basurero. Porque, si bien la Independencia en sí misma comporta valor, no sucede lo mismo con las guerras civiles del siglo XX.
Los dos eventos mencionados obstaculizaron todo proceso de modernización en México que, como todos los casos, se exhibían como profundamente disruptivos. La población era susceptible al llamado de líderes irresponsables que ofrecían un regreso al pasado, trayendo consigo un llamamiento tendiente a poner fin a las transformaciones. El éxito de esos líderes no sólo se mide en los cincuenta y veinticinco años de estancamiento, sino en la perpetuación de estructuras mentales propias de la premodernidad: masas dependientes de caudillos, incapacidad de asumir la propia responsabilidad, y ausencia de leyes.
Vamos por la tercera.
Se desempeña como Profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en Ciudad de México. Es colaborador editorial y financiero del matutino El Universal. Publica periódicamente en el sitio web del think tank estadounidense The Cato Institute, en español.