París: la 'agenda verde', reducida a cenizas
Al respecto de las causas de los incidentes de París, protagonizados por los denominados 'Chalecos Amarillos'.
La conmoción pública es algo desagradable. El desbarajuste anárquico registrado los últimos días en las calles de París ilustran un cuadro en torno de una sociedad fracturada que acusa problemáticas profundas -en rigor, un quiebre en el circuito esencial del Estado de derecho. En tanto es cierto que cosas como éstas podían esperarse en Francia, existe un cúmulo de razones bien específicas a la hora de explicar por qué las manifestaciones han dado inicio recién el pasado mes.
La 'agenda climática' -promocionada como un medio para salvar al planeta y con la meta de reducir la desigualdad- ha quedado expuesta en Francia como una iniciativa que opera en directa contraposición a los intereses de los sectores sociales medios y de trabajadores.
El año pasado, un amplio espectro de medios internacionales y de los Estados Unidos, celebridades y activistas, la emprendieron duramente contra el presidente Donald Trump, por retirar a EE.UU. del acuerdo climático global de París. Dijo Trump en 2017, que 'privilegiaría el bienestar de los ciudadanos estadounidenses', y que rechazaría un convenio que forzaría a los contribuyentes a 'absorber los costos, explicitados en pérdida de puestos de trabajo, menores salarios, clausura de fábricas, y en un extendido retroceso de la producción económica'.
El ex vicepresidente y activista por el cambio climático, Al Gore, argumentó en aquel entonces que abandonar el acuerdo global consignaría una 'acción desaprensiva e indefendible'.
Pero la ciudadanía estadounidense, en rigor, defiende intereses más abarcativos que los personificados en una pequeña élite con extendida voz en las poderosas instituciones de los medios de comunicación tradicionales. Y a las pruebas sirva remitirse: las calles de París.
París se exhibe hoy en llamas, y el presidente galo Emmanuel Macron -quien otrora fuera elogiado como protagonista central de la comunidad globalista- transita un sendero de turbulencia política. Los índices de aprobación de Macron se ubican en torno de un magro 23 por ciento en encuestas recientes, de acuerdo a la agencia de noticias Reuters, lo cual consigna un marcado retroceso para su presidencia. La manifestación protagonizada por los denominados 'Chalecos Amarillos' ha forzado a la Administración Macron a retroceder en su propuesta para implementar nuevos impuestos a los combustibles y a los servicios básicos.
En apariencia, los manifestantes provienen de un vasto sector de la sociedad francesa, no encajando en el espectro ideológico tradicional. Lo cierto es que se han rebelado contra la política oficial de onerosos impuestos, al tiempo que arengan a un incremento en el salario mínimo. Ergo, se asiste a las consecuencias de vivir en una sociedad en la que el gobierno se ha involucrado en todos los aspectos de la vida de las personas.
'Las violentas manifestaciones de los Chalecos Amarillos en Francia se vinculan ahora con numerosas preocupaciones de nivel doméstico, pero no es un accidente que se hayan alzado a partir de un incremento en los impuestos', reza una pieza editorial publicada en el matutino estadounidense The Wall Street Journal. 'Nada revela tales desconexiones entre el votante promedio y la clase dirigente como lo ha hecho el impuesto a los combustibles fósiles'.
El extendido empleo de energía nuclear por parte de Francia le ha permitido alejarse cada vez más de la economía basada en el combustible fósil en términos de costos de la energía, pero el sector del transporte continúa siendo en extremo dependiente del petróleo, observó el Journal.
Por su parte, Nicolas Loris, economista entendido en marcos regulatorios en el think tank Heritage Foundation (Washington, D.C.), subrayó el amplio perjuicio económico que han provocado las políticas 'verdes':
Las regulaciones globales contra las plantas de energía existentes lograrán que las facturas de electricidad sean más caras para familias y empresas privadas. Las obligaciones en torno de eficiencia para automóviles, camiones y vehículos utilitario incrementarán los costos directos de mantenimiento para tales vehículos, en miles de dólares estadounidenses. Las regulaciones contra el metano en combustibles y petróleo darán espacio a procesos complejos y onerosos que, con toda probabilidad, reducirán el tiempo de transición de las industrias para acogerse a los esfuerzos que buscan reducir las emisiones, las cuales, en rigor, vienen reduciéndose desde hace ya décadas.
Para el ciudadano promedio, los costos de la guerra en pos del cambio climático pueden ser severas. En un país como Francia, que ahora mismo debe lidiar con dificultades económicas, crecimiento reducido del PBI, y altos costos en materia de cargas sociales, todo esto equivale a una receta para el desastre. A la postre, quizás los líderes políticos puedan recoger lecciones en torno de la defensa del interés nacional, a partir de estos eventos.
Las conmovedoras escenas de los incidentes remiten, sin embargo, a un cuadro emblemático que ilustra el colapso de la agenda verde, al tiempo que expone la animosidad que genera en las personas a quienes termina perjudicando: se trata de los ciudadanos olvidados -reprimidos con severidad por marcos regulatorios extremos e impuestos elevados- que naturalmente no se ven a sí mismos como parte de los escasos miembros privilegiados, siendo estos últimos los que reciben cuantiosos subsidios vinculados a la 'energía verde'. En Francia, muchos califican a este sistema como disfuncional -uno que no podrá modificarse sin emplear recursos extremos.
Ciertamente, deberíamos deplorar el accionar de agitadores, y la destrucción de la propiedad que estos protagonizan. En los Estados Unidos, cabe la esperanza de que las diferencias entre ciudadanos puedan ser resueltas a través del proceso electoral, del sano debate y de la protesta pacífica -de ser ésta necesaria. Desde luego que esto es posible, siempre y cuando defendamos nuestro sistema constitucional y la cultura del respeto por el Estado de derecho que hace a los criterios construídos por los Padres Fundadores en los Estados Unidos.
Mientras la economía francesa se encuentra paralizada, la economía estadounidense protagoniza un 'boom' -el cual, en gran medida, se explica a partir del crecimiento de la industria petrolera y por la reducción de regulaciones implementadas durante la Era Obama. ¿Acaso se busca incorporar a los EE.UU. las condiciones que hoy se verifican en Europa?
California está siguiendo ese camino, y acaso pueda decirse lo mismo del nuevo Congreso estadounidense. Pero, a todas luces, el caos que hoy padece Francia debería servir como cruenta advertencia frente a lo que depara el horizonte.
Artículo original, en inglés, aquí
Jarrett Stepman se desempeña como colaborador y columnista en el sitio web The Daily Signal (Estados Unidos). Reside en Washington, Distrito de Columbia.