INTERNACIONALES : JARRETT STEPMAN

Francia: lección para los políticos que han olvidado al ciudadano de a pie

Apuntes al respecto de la actual instancia de catástrofe política que transita, por estas horas, Emmanuel Macron en Francia.

12 de Diciembre de 2018

Seguramente, las élites europeas no ven con buen agrado lo que está sucediendo en Francia.

A lo largo del pasado mes, centenares de miles de furisoso ciudadanos franceses se unieron a las protestas de los 'Chalecos Amarillos' -reclamo que inicialmente surgió para exteriorizar el rechazo contra nuevos impuestos sobre los combustibles fósiles. Este último fin de semana, la protesta llegó a la violencia.

Emmanuel Macron, Chalecos AmarillosToda vez que las turbas enardecidas que destruyen deben ser repudiadas, lo cierto es que las problemáticas subyacentes que condujeron al actual escenario no deben ignorarse. El presidente francés Emmanuel Macron -otrora elogiado por ser un líder 'centrista' y visionario con capacidad para transportar a Francia hacia una gloriosa modernidad, ahora se encuentra con el agua hasta el cuello. En el pasado, Macron musitó que Francia bien podría necesitar un rey, tras lo cual algunos comenzaron a compararlo con Napoleón.

Pero, como alguna vez el ex presidente estadounidense Abraham Lincoln dijera al pendulante General de la Unión Joseph Hooker -quien desaprensivamente se dedicó a exigir una dictadura para los Estados Unidos-: 'Solo aquellos generales que obtienen éxitos, pueden convertirse en dictadores'.

Finalmente, los elogios alguna vez lanzados hacia la figura de Macron y a su carácter transformador, terminaron siendo prematuros.

El año pasado, por ejemplo, el presidente estadounidense Donald Trump retiró a su país de los acuerdos climáticos de París, afirmando que su primera preocupación era 'el bienestar de los ciudadanos de EE.UU.'. Asimismo, Trump había dicho que presionaría para rechazar un convenio que forzaría a los contribuyentes a 'absorber los costos en términos de pérdida de empleo, salarios más bajos y una producción económica ampliamente reducida'.

Entonces, los medios de comunicación la emprendieron versus Trump por su decisión, elogiando a Macron, quien rubricó el tratado climático con entusiasmo. En una arenga dirigida contra el mandatario americano, Macron hizo campaña bajo el eslogan: 'Hagamos que el mundo sea grande, otra vez'.

A la postre, las cosas no funcionaron bien para Macron, en su propio país. Su índice de popularidad se ha precipitado al 23% (llegando al 18%, según otras encuestas), la mitad de la aprobación con que cuenta Donald Trump. Y, literalmente, París estuvo en llamas

Por su parte, la agenda climática a la que Emmanuel Macron supo abrazarse, tampoco pasa por su mejor momento. En sí misma, la agenda verde se plantea como un movimiento para salvar al planeta y combatir la falta de igualdad. Pero, en rigor, lo que sucede es que sus políticas contrarias a los combustibles fósiles representan un durísimo golpe para los ciudadanos de clase media y trabajadora que no pueden hacer frente a los crecientes precios de la energía, y se encuentran ante un potencial escenario de pérdida de empleo en las industrias que los Verdes desean clausurar.

Sin embargo, y cada vez con mayor recurrencia, aquellos que reciben el golpe de tales políticas verdes, comienzan hoy a percatarse de los perjuicios. Así, los ingresos que obtiene Francia por interponer tributos al carbón fueron destinados a subsidiar a industrias verdes como la energía solar o eólica, mientras el propio Macron mandaba clausurar 14 de las 58 plantas nucleares francesas. El Dios Verde de París busca, asimismo, clasurar definitivamente todas las plantas de carbón de Francia, hacia 2022.

Los quijotes de la ecología como Macron tienen por costumbre afirmar que todo se trata de salvar al mundo y de detener el cambio climático, pero el proceso elegido siempre termina desviando toneladas de dinero de un apartado a otro. En otras palabras, se asiste a una cuestión de capitalismo de amigos o nepotismo.

Infortunadamente, no cuesta trabajo encontrar ciudadanos que desean importar esa desastrosa agenda de gobierno, en sus países -sin importar que tales políticas estén inmolando a Europa. Un ejemplo en los Estados Unidos de América es el estado de California, cuyo programa verde ya está en marcha. Pero la iniciativa bien podría terminar siendo aprobada en el Congreso, a partir del pretendido New Deal Verde que ha propuesto la legisladora electa por el Partido Demócrata en Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez. Los eventos de Francia, en cualquier caso, deberían servir de advertencia a los ciudadanos de Estados Unidos, por cuanto ilustran los costos que sobrevienen cuando la dirigencia política olvida al hombre de a pie.

Las protestas de los Chalecos Amarillos en la vía pública remiten a cuestiones más profundas que un simple impuesto o tributo. Lo cierto es que cobran notoriedad a partir del fracaso de líderes occidentales que, como Emmanuel Macron, se apalancan en los intereses de sus respectivos pueblos para terminar favoreciendo a su propia clase. Los ciudadanos que arremetieron con furia en las calles de París y en los caminos rurales de Francia, no tienen interés alguno en coronar a un nuevo rey. Y, al mismo tiempo, está claro que están hartos de seguir pagando impuestos verdes cada vez más onerosos para que otros en París y Bruselas puedan acomodar amigos en el negocio.

Por fortuna, Estados Unidos ha elegido un sendero diferente -uno que privilegia la prosperidad y se aleja de las políticas energéticas que eliminan puestos de trabajo; mismas políticas que en París han llevado a la destrucción de comercios y a la humareda del gas lacrimógeno.



Artículo original, en inglés, aquí

 

Sobre Jarrett Stepman

Jarrett Stepman se desempeña como colaborador y columnista en el sitio web The Daily Signal (Estados Unidos). Reside en Washington, Distrito de Columbia.