Los errores de Barack Obama en Irak no deben repetirse en Afganistán
¿Qué pasará con las fuerzas desplegadas por los Estados Unidos de América en Oriente Medio? ¿Serán retiradas en su totalidad, por orden del presidente Trump?
Pocos días atrás, dieron a conocerse informes en los medios de comunicación, al respecto de que hasta siete mil soldados -aproximadamente, la mitad de la cifra de elementos que Estados Unidos mantienen en esa geografía-, serán retirados de Afganistán. Hasta el momento de desarrollar este artículo, no se ha conocido comunicado oficial de parte de la Administración Trump a efectos de confirmarlo, en tanto es importante destacar que funcionarios de carrera afirman en privado que aún no se ha tomado una decisión definitiva sobre el particular.
Luego de más de diecisiete años de presencia estadounidense en Afganistán, es natural cuestionarse por el valor de la misión. Sin embargo, el grueso de las críticas en torno de ella proviene, hoy día, de personas que no comprenden a esa misión por lo que es: una faena que se sintetiza en entrenamiento, consulta y asistencia para las Fuerzas de Seguridad y de Defensa Nacional de Afganistán (ANSDF).
Por estas horas, Estados Unidos no debe lidiar con el mismo escenario que tenía lugar en Afganistán en 2001, cuando las fuerzas militares estadounidenses invadieron el país para expulsar al Talibán. De igual manera, EE.UU. hoy no hace frente al mismo Afganistán de 2009, instancia en la que el entonces mandatario Barack Obama anunció su nueva política, consistente en llevar la presencia militar americana a su momento álgido (cien mil soldados) -lo cual se verificó en combates periódicos, todos los días.
Ahora mismo, permanece en territorio afgano un pequeño contingente de 14 mil soldados estadounidenses -la gran mayoría de los cuales entrenan y dirigen a la ANSDF. Es cierto que una pequeña cifra de estas tropas está ejecutando misiones de operaciones especiales en el terreno, con el objetivo de dar con el liderazgo senior del Talibán, con elementos remanentes de al-Qaeda, y con el naciente núcleo denominado Estado Islámico de la Provincia de Khorasan. Pero lo cierto es que estas misiones son la excepción, antes que la regla.
En un sinnúmero de naciones del globo, Estados Unidos ha puesto en marcha esta combinatoria entre misiones de operaciones especiales y misiones de entrenamiento. Es a través del lente que exige una misión de entrenamiento que debe ponderarse a la presencia militar estadounidense en la actualidad; no debe evaluársela como una extensión de la guerra que diera inicio en 2001.
Amén de registrarse una contundente falta de comprensión en torno de las misiones que las fuerzas de EE.UU. llevan adelante en territorio afgano, también se verifica un pesimismo extremo, en relación a lo que se ha logrado en ese país.
Pocos días atrás, el matutino The New York Times informó: 'El Talibán se muestra hoy más fuerte que nunca'. En rigor, este titular confiesa un sensacionalismo de magnitud, absolutamente divorciado de la realidad. Por estos momentos, el Talibán nada tiene que ver con la forma en que se veía en 1996, cuando ingresó con violencia en Kandahar y Kabul, maniobrando tanques de guerra y aeronaves.
El 10 de septiembre de 2001, el Talibán controlaba el 90% del territorio afgano, salvo un pequeño reducto bajo control de la Alianza del Norte, en el cuadrante nor-oriental. A lo largo de esa época, el grueso de las redes de caminos, la mayor parte de los centros poblacionales del país, y la capital Kabul, se hallaban bajo control del Talibán.
Ahora mismo, el escenario no podría ser más diferente.
De acuerdo al informe más reciente del inspector general especial para la reconstrucción de Afganistán—que no tiene por costumbre edulcorar lo que observa de la situación afgana—, el Talibán 'controla o ejerce influencia' en áreas donde solo el 10.5% de la población afgana vive (esto coincide con un retroceso del 1.5%, al comparárselo con el informe del cuatrimestre anterior). De manera transitiva, el gobierno afgano 'controla o ejerce influencia' en áreas donde hoy reside el 65% de la población. El Talibán nunca estuvo más lejos de intentar la recuperación de Kabul. De hecho, en años recientes, el Talibán solo ha podido mantener bajo su control porciones de un distrito central en dos oportunidades -y ha podido hacerlo solamente por pocos días previo a ser eyectado nuevamente.
En efecto, el Talibán bien podría ejecutar un raíd exitoso contra una base del ejército afgano. Bien podría detonar exitosamente un explosivo a manos de un atacante suicida en Kabul, matando a muchas personas. Ocasionalmente, podría llegar a retener porciones de algún centro urbano por pocos días. Pero los analistas en los Estados Unidos deberán evitar evaluar a cada victoria táctica del Talibán como una derrota estratégica de las fuerzas estadounidenses.
Existe una gran diferencia entre la victoria y la derrota; y allí se encuentra hoy EE.UU., siendo probable que allí continúe en el futuro cercano. Hasta tanto no pueda consolidarse un acuerdo de paz genuino entre todos los ciudadanos afganos, y hasta que Paquistán no interrumpa definitivamente su respaldo al Talibán, habremos de aceptar que el presente es el mejor escenario con el que se puede contar. Esto nada tiene que ver con una derrota; es la realidad.
En igual sentido, los analistas habrán de dejar de recurrir a nociones y conceptos vagos referidos a reconstrucción, a la hora de juzgar el progreso estadounidense en Afganistán. Las fuerzas estadounidenses se encuentran allí para asistir en la creación de un Afganistán más estable, de tal suerte que pueda administrar su propia seguridad interna sin la presencia de decenas de miles de tropas extranjeras para esa faena. Ni más; ni menos. De esta manera, los ciudadanos afganos podrán evitar que su país se convierta en un nodo del terrorismo internacional, como lo era previo a 2001. A su vez, este trabajo ayudará a traer estabilidad a una región del globo que se vuelve cada vez más importante.
Como parte crucial en el logro de este objetivo, interviene la misión de entrenamiento. El público estadounidense ya tuvo oportunidad de verificar lo sucedido cuando, de forma abrupta, el ex presidente Barack Obama retiró de Afganistán a la misión de entrenamiento americana, en diciembre de 2011. Apenas dos años más tarde, ISIS había tomado Mosul, y golpeaba las puertas de Bagdad. A la hora de ponderarse el destino de los 14 mil consejeros y trainers desplegados en territorio afgano hoy, las autoridades en EE.UU. deberán evitar reiterar necesariamente los errores cometidos en Irak en el pasado reciente.
Asimismo, debe prestarse atención al proceso político. El objetivo de toda contrainsurgencia es ofrecer a aquellas personas que exhiben legítimas preocupaciones políticas, la capacidad de atender a esos reclamos a través de un proceso político -para que no lo hagan por vía de la violencia. Después de todo, las operaciones de contrainsurgencia exitosas de la historia siempre finalizan en un acuerdo negociado.
Esta es la razón por la cual las noticias que han llegado de la última rueda de conversaciones en Abu Dhabi son bienvenidas. Con algo de fortuna, próximamente los representantes del Talibán se reunirán en persona con funcionarios del gobierno afgano, a los efectos de dar inicio a significativas conversaciones con mira en llevar paz a Afganistán, luego de décadas de guerra. Estados Unidos deberá respaldar este proceso en toda su extensión, pero siempre habrá de mantener un sano escepticismo en relación a las motivaciones del Talibán.
El Talibán necesita probar que lleva seriedad a las negociaciones, porque nada en el pasado reciente consigna que puede confiarse en ese núcleo. El retiro de tropas estadounidenses desde Afganistán -a no ser que la iniciativa sea parte de una medida que repose en la construcción de confianza para el proceso de paz, y coordinado con el gobierno afgano- bien podría interrumpir esas conversaciones previo a que comiencen, sin que se consigne un comienzo alentador.
Una fuerza de seguridad afgana capaz, acompañado ello por un acuerdo político genuino liderado por los propios afganos, es el mejor boleto que Afganistán puede tener hacia la prosperidad. Asimismo, es la mejor expectativa para los Estados Unidos en su deseo de estabilidad y seguridad para la región. Así se explica el interés estadounidense en continuar con la misión de entrenamiento y consulta para las fuerzas de ese país. No es éste el momento de abandonar a los ciudadanos afganos, reiterándose los errores de Irak.
Artículo original, en inglés, aquí
Poseedor de master y doctorado en la Universidad de Georgetown, Carafano es un reconocido experto en temáticas de seguridad nacional y desafíos en política exterior. Es vicepresidente de Estudios en Políticas de Defensa y de Política Exterior en la Fundación Heritage, y Director del Instituto Kathryn y Shelby Cullom Davis de Estudios Internacionales. Es también historiador e investigador; su publicación más reciente es "Wiki at War: Conflict in a Socially Networked World" ('Wiki en Guerra: el Conflicto en un Mundo Socialmente Interconectado', 2012), obra que examina el impacto revolucionario del Internet en la seguridad nacional. Es Teniente Coronel del Ejército de los Estados Unidos. Recientemente, se ha desempeñado -asesorando en temas sobre los cuales es experto- en el equipo de transición del presidente estadounidense Donald Trump.