La Reserva Federal debería tener solo un mandato: la neutralidad monetaria
El Congreso de los Estados Unidos puede mejorar la política monetaria del país, reemplazando lo que se ha dado...
El Congreso de los Estados Unidos puede mejorar la política monetaria del país, reemplazando lo que se ha dado en llamar el 'mandato dual' de la Reserva Federal, a los efectos de promocionar estabilidad en los precios y una máxima eficiencia del empleo. En lugar de ello, la meta de la Fed debería ser la neutralidad monetaria -esto es, ofertar la cantidad de dinero que la economía necesita para mantenerse en movimiento; ni más, ni menos.
A criterio de que la Fed pueda consolidar este objetivo, el congreso estadounidense debería otorgar al órgano el mandato simple de poner énfasis en la neutralidad monetaria, estabilizando -en general- el gasto en la economía.
Los siguientes beneficios -explicados en mayor detalle aquí, en inglés- se verifican entre las ventajas del marco propuesto:
Las personas podrán, más fácilmente, hacerse de ganancias por productividad. Poner el foco en el gasto total permitirá que el nivel de precios (los precios en general) declinen al tiempo que la productividad mejora y, por lo tanto, permitiendo que los particulares disfruten de los beneficios de contar con más bienes comercializables a menores precios unitarios. Un banco central que centre su atención en control inflacionario, a contramano de lo antes afirmado, siempre intentará presionar al alza de los precios con el objeto de evitar que los mismos se desplomen.
El banco central responde acertadamente para corregir los shocks de oferta negativa. Los shocks de oferta negativa, como es el caso de un embargo comercial o de una guerra comercial, provoca que los precios de los bienes se incrementen, mientras que los bienes se tornan más escasos. Un banco central que ponga su foco en el gasto total responde correctamente ante ese escenario: permite que los precios se incrementen, por lo tanto, enviando la señal de que los bienes se están volviendo relativamente escasos, y que existe una fuerte demanda para esos bienes. Este nuevo marco exige que el banco central oferte al público el dinero que necesita, a criterio de mantener el nivel de gasto, frente al shock de oferta.
Centrarse en el gasto total promociona las condiciones ideales para el pleno empleo. Cuando el empleo falla y la inflación se incrementa, un banco central que pone el foco en metas inflacionarias se enfrenta a la necesidad de endurecer los controles sobre su política, en una economía que ya comparte señales de estancamiento y, por lo tanto, contribuyendo al empeoramiento de la reversión económica. En contrario, un banco central que centre su atención en el gasto total evita el error antes mencionado y, en lugar de ello, pone el foco en la estabilización de la economía en general. Este enfoque -esto es, el de mantener el nivel de gastos en tendencias estables- ayuda a suavizar los procesos macroeconómicos negativos y a impedir la generación de booms insostenibles, generando condiciones económicas más coherentes con la generación de pleno empleo.
El nuevo marco optimizará la transparencia de la política monetaria. Centrar el foco de la atención en el gasto total ofrece señales claras a un banco central, permitiéndole modificar sus políticas con mínimos problemas de información. Sencillamente, un banco central pierde su posición cuando el gasto total se precipita, y la fortalece cuando el gasto se incrementa. La naturaleza de este marco ayudará en gran medida a optimizar la transparencia de la política monetaria, para beneficio del público en general.
Sobre las críticas contra el enfoque en el gasto total
Con independencia de estas ventajas, numerosos tomadores de decisión se mantienen escépticos ante la posibilidad de exigir a un banco central que se centre en la variable del gasto total. Después de todo, virtualmente todos los bancos centrales ahora ponen su foco en la inflación, postura que coincide con una inflación relativamente baja y estable. A los efectos de asistir a los tomadores de decisión en lo que respecta a los pros y los contras, a continuación se presenta una breve discusión en torno de las principales críticas contra el foco en el gasto total:
La frecuencia de información y datos y revisiones convierte en poco práctico al enfoque sobre el gasto total. La falta de información oportuna y de revisiones periódicas sobre gastos marginales podría complicar la capacidad de la Fed a la hora de consolidar una tasa de crecimiento estable para el gasto total. Por ejemplo, una medida popular de gasto total, esto es, el PBI nominal, es dada a conocer solo de manera cuatrimestral, y es revisada periódicamente (en algunos casos, significativamente). Mientras que la liberación más frecuente de información económica es, en general, mejor para los tomadores de decisión, el Comité Federal de Mercados Abiertos se reúne, en la actualidad, en ocho oportunidades al año. No es necesariamente el caso que ajustar su política cada cuatro meses sea un enfoque inferior.
Más aún, mientras que la alta calidad de información (y revisada con menor frecuencia) probablemente asista a la Fed a la hora de ajustar sus políticas de manera más adecuada, la Fed ya debe hacer frente a idénticos problemas vinculados a la información.
Scott Sumner también ha propuesto un mercado de futuros para lidiar con este problema. A la postre, la crítica sobre la información aplica más directamente a los procesos de compilación de información realizados por el gobierno, que a la política de centrarse en el gasto total.
Resulta imposible seleccionar el punto correcto para medir el crecimiento. Algunos críticos de la idea de centrarse en el gasto total, argumentan que no existe forma de, objetivamente, tomar una medida de la trayectoria del crecimiento económico, lo cual conduce a demasiado dinero o a muy poco de él volcado a la economía.
En tanto es cierto que no existe manera objetiva de optar entre, por ejemplo, un sendero de 2% de crecimiento del PBI y uno del 4%, la elección de una meta inflacionaria presenta, en esencia, idénticos problemas. A la postre, esta opción importa mucho menos que mantener el gasto total en una frontera predecible y estable. Un nivel estable de gasto total -esto es, uno que permita crecer a una tasa moderada y también estable- ayuda a la hora de impedir que se produzca tanto una recesión como booms económicos insostenibles.
Elegir el sendero erróneo de crecimiento puede conducir a problemas inflacionarios. De manera similar a la crítica explicitada en el párrafo anterior, quienes se oponen al seguimiento del gasto total han expresado preocupaciones en torno de que tal política pueda provocar un incremento de la inflación y, por lo tanto, desestabilizar a la economía. Esta crítica cae por propio peso, debido al hecho de que el gasto total observa dos componentes: el nivel de precios y la producción real. Por ejemplo, si la producción real en una economía crece a un ritmo del 3% y la inflación es del 2% anual, entonces, el gasto total de la economía debe crecer, al menos, a un ritmo del 5%.
Ergo, el temor es que, si -por cualquier razón- el crecimiento real se aproxima al 0%, entonces un banco central que centra su esfuerzo en lograr un 5% de crecimiento en el gasto total, dará lugar a una inflación anual del 5%.
Si bien es bueno temer a procesos inflacionarios desbocados, un banco central que deposite su atención en el gasto total aún puede lograr anclar las expectativas inflacionistas. Si, por ejemplo, el banco central se compromete, creíblemente, con un objetivo del 5% nominal en el crecimiento del gasto, la inflación más alta que ese esquema tolerará será del 5%.
Más importante aún, en un caso de crecimiento real del 0% y con un índice inflacionario del 5% anual, el problema seguirá exhibiendo un stop en el crecimiento económico, y no el hecho de que la inflación sea demasiado elevada. Finalmente, los temores ante la inflación ignoran el hecho de que la inflación es el objetivo equivocado en el que los bancos suelen centrarse (a efectos de estabilizarla).
El enfocarse en la variable del gasto total asume que la Fed puede -y debería- conducir la economía. Algunos tomadores de decisión se oponen a la alternativa de exigir al banco central que se concentre en el gasto total, porque tal actitud podría verse como uno de planificación. Sin embargo, la idea sencilla se sintetiza en estabilizar el nivel de gasto nominal (léase: el valor dólar de bienes y servicios en la economía) y, por lo tanto, permitir que la economía real (la cantidad tangible de bienes y servicios) crezca de la mano con la productividad.
Dicho de otro modo: el objetivo de centrar la atención en el gasto nominal total consiste en minimizar el daño que una moneda inestable (de la cual la Fed es ofertante monopólico) puede ejercer sobre una economía real. Es, precisamente, la misma meta -aunque utilizando otra variable como objetivo nominal- que comportan el mecanismo de inflation targeting o, para el caso, el estándar de patrón oro.
El historial de contralor de la Fed es menos que perfecto
Muchas personas temen exigir lo que se presenta como un cambio radical en el modo en que la Reserva Federal opera, dado el aparente éxito del órgano al proponerse dominar la inflación en los años ochenta. Es cierto que una inflación relativamente baja y estable siguió al en extremo turbulento período de los años setenta, pero poner el foco exclusivamente en éste período -o incluso en el período post Segunda Guerra Mundial- es cortoplacista.
Para empezar, mientras que la variabilidad del índice de inflación ha declinado a posteriori de la Segunda Guerra Mundial, la tasa promedio de inflación es bastante más elevada de lo que era previo a la introducción de la Fed en 1913, y la mejora en la variabilidad inflacionaria no es tan dramática cuando se examina a la totalidad de lo actuado por la Fed desde su nacimiento.
Más ampliamente: aún cuando los procesos recesivos en los Estados Unidos eran más frecuentes previo a la Primera Guerra Mundial al comparárselos con el período posterior a la Segunda Guerra, esta comparación omite al menos treinta años, que incluyen a lo observado durante la Gran Depresión.
Cuando el período total de la Reserva Federal es comparado contra la era previa a su creación, se observa que la frecuencia de las recesiones no ha disminuído.
Aún cuando el período entre guerras se excluya del análisis, información actualizada sugiere que la duración promedio de las recesiones americanas, así como también el tiempo promedio que lleva la recuperación tras tales recesiones, ha sido ligeramente más extenso en la era post-Segunda Guerra Mundial que en la era pre-Fed (para los Estados Unidos, vale aclarar, la recesión del bienio 2007-2009 fue una de las peores de que se tenga registro y, al menos en parte, la Fed arrastra responsabilidad en el particular).
En el andarivel internacional, el registro promedio sobre bancos centrales que se centran en mantener una estabilidad económica y financiera, también deja mucho qué desear. Por ejemplo, de acuerdo a Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, uno o más países experimentaron una crisis bancaria en más de la mitad de los cien años que componen el siglo XX (ver páginas 54 a 57). Y, desde luego, el siglo XXI no comenzó, precisamente, con el pie derecho.
También resulta importante que los tomadores de decisión se percaten de que la política monetaria está lejos de ser una ciencia bien establecida y aceptada.
Conforme fuera tratada la cuestión en el aclamado trabajo de Michael Woodford 'Interest and Prices: Foundations of a Theory of Monetary Policy' (Precios e Intereses: sobre los Cimientos de una Teoría de Política Monetaria; 2003), los bancos centrales no comenzaron a echar mano del inflation-targeting sino hasta entrados los años noventa (en la actualidad, la Reserva Federal se involucró en ello en 2012, tras anunciar formalmente que comenzaría a ponderar metas inflacionarias).
Tal como supo explicarlo Woodford, en ese período histórico, los bancos centrales que adoptaron el método del inflation-targeting 'se vieron a sí mismos en la necesidad de una teoría clara que explicara el modo en que podrían alcanzar mejor sus objetivos' -ver página 3. Por tanto, mudarse hacia un nuevo marco no desentonaría con la manera en que los bancos centrales tuvieron por costumbre operar en tiempos pasados. Dado el marco estadounidense actual de dinero fiduciario administrado, el Congreso podría, en gran medida, optimizar la política monetaria, reemplazando el mandato dual de la Fed.
Haciendo uso de su mandato, el Congreso de los Estados Unidos podría otorgar a la Reserva Federal la responsabilidad exclusiva de consolidar una neutralidad monetaria, a partir de exigirle que concentre sus esfuerzos en el gasto total de la economía.
Artículo original, en inglés, aquí
* El autor, Norbert Michel (@NorbertJMichel) ha desarrollado trabajos sobre sistemas de crédito hipotecario (habiendo analizado también la reforma de Fannie Mae y Freddie Mac, desde su rol de research fellow en el think tank estadounidense The Heritage Foundation, en Washington, D.C. Publica regularmente en The Daily Signal, EE.UU.).