España: sobre el ascenso de VOX y el desmoronamiento del imperio progresista
En este siglo XXI ultrapostmoderno, donde todo se vale y nada vale, donde la verdad se relativiza...
26 de Abril de 2019
En este siglo XXI ultrapostmoderno, donde todo se vale y nada vale, donde la verdad se relativiza -y donde algunos advierten que la misma puede 'herir susceptibilidades'-, la defensa de los valores y de la sensatez del ciudadano de a pie se exhibe como un acto de incorrección política y como un desafío frente al paraíso progresista, espectro que -acaso por obra de la ironía- se opone frontalmente a todo verdadero progreso social.
Este próximo 28 de abril, se celebran elecciones generales en España, evento que decidirá si acaso existe relevo para el gobierno de Pedro Sánchez o si, para pesadilla de los atribulados ciudadnos españoles, habrá continuidad. Los dos mayores núcleos políticos, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE, ahora en el seno del gobierno), junto con Ciudadanos y Podemos, que en los últimos siete años han logrado un posicionamiento significativo en el escenario partidista, han tomado parte de dos debates televisados: El de Televisión Española y el de Antena 3. Los candidatos contrapuntearon e hicieron gala de refinadas habilidades retóricas, y los grandes medios de comunicación españoles (El País, ABC, El Mundo, Cadena Ser y tantos más), aplaudieron satisfechos. Solo en columnas y comentarios de Libertad Digital, Es Radio y Onda Cero, algunos advirtieron sobre lo más grave y notorio, dado el fenómeno que personifica por estas horas: que Santiago Abascal, el candidato a la presidencia del gobierno por el partido VOX, no fue invitado a ninguno de los debates; en rigor, se le excluyó deliberadamente de ellos.
¿Por qué es grave y notorio este hecho? Pues, porque VOX resulta ser el partido político de mayor crecimiento en España, desde su fundación en el año 2013. Este sorprendente núcleo derrotó a las encuestas de intención de voto de finales de 2018, previo a los comicios autonómicos en Andalucía, y su irrupción resultó decisiva a la hora de poner fin a la hegemonía socialista de casi cuatro decenios en esa comunidad. En toda geografía en donde VOX ha hecho campaña, el espacio llenó auditorios, palacios de congresos y plazas públicas; la concurrencia a sus mitines ha adquirido una relevancia tal en materia de espontáneos, que la mitad de los asistentes ya se ha acostumbrado a quedarse fuera. VOX ha consolidado este notorio récord incluso en los sitios de más alto riesgo para hacer política en España, como es el caso de los fortines del independentismo en Cataluña y País Vasco, donde terroristas callejeros financiados por la vieja política local han agredido, insultado y amenazado de muerte a sus líderes más sobresalientes. Entre tanto, en el periódico El País se llamó 'borrachos' a sufragantes y simpatizantes del voxismo.
Este próximo 28 de abril, se celebran elecciones generales en España, evento que decidirá si acaso existe relevo para el gobierno de Pedro Sánchez o si, para pesadilla de los atribulados ciudadnos españoles, habrá continuidad. Los dos mayores núcleos políticos, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE, ahora en el seno del gobierno), junto con Ciudadanos y Podemos, que en los últimos siete años han logrado un posicionamiento significativo en el escenario partidista, han tomado parte de dos debates televisados: El de Televisión Española y el de Antena 3. Los candidatos contrapuntearon e hicieron gala de refinadas habilidades retóricas, y los grandes medios de comunicación españoles (El País, ABC, El Mundo, Cadena Ser y tantos más), aplaudieron satisfechos. Solo en columnas y comentarios de Libertad Digital, Es Radio y Onda Cero, algunos advirtieron sobre lo más grave y notorio, dado el fenómeno que personifica por estas horas: que Santiago Abascal, el candidato a la presidencia del gobierno por el partido VOX, no fue invitado a ninguno de los debates; en rigor, se le excluyó deliberadamente de ellos.
¿Por qué es grave y notorio este hecho? Pues, porque VOX resulta ser el partido político de mayor crecimiento en España, desde su fundación en el año 2013. Este sorprendente núcleo derrotó a las encuestas de intención de voto de finales de 2018, previo a los comicios autonómicos en Andalucía, y su irrupción resultó decisiva a la hora de poner fin a la hegemonía socialista de casi cuatro decenios en esa comunidad. En toda geografía en donde VOX ha hecho campaña, el espacio llenó auditorios, palacios de congresos y plazas públicas; la concurrencia a sus mitines ha adquirido una relevancia tal en materia de espontáneos, que la mitad de los asistentes ya se ha acostumbrado a quedarse fuera. VOX ha consolidado este notorio récord incluso en los sitios de más alto riesgo para hacer política en España, como es el caso de los fortines del independentismo en Cataluña y País Vasco, donde terroristas callejeros financiados por la vieja política local han agredido, insultado y amenazado de muerte a sus líderes más sobresalientes. Entre tanto, en el periódico El País se llamó 'borrachos' a sufragantes y simpatizantes del voxismo.
Sobre VOX, es menester cifrar que la réplica está en su discurso, en su programa, en el atractivo que despierta la proposición de defender a viva voz y con firmeza el Estado de Derecho, la unidad de la nación, la bandera de España, la ética del esfuerzo y del trabajo, el respeto a la ley, los intereses del ciudadano frente a los del inmigrante ilegal -entre muchas otras cuestiones centrales en la discusión política contemporánea. Y es que, para el profesor universitario y el intelectual promedio, o para el político que vive de su apelación a la megalomanía estatal, o para la élite encumbrada en su propia nube, esas ideas están 'pasadas de moda' y deslucen a partir de su credo cosmopolita. En franca contraposición, el trabajador de a pie, el joven profesional, el emprendedor que busca generar empleo y nueva riqueza, el individuo preocupado por su seguridad, en el Reino de España y en cualquier parte, parece no haber extraviado el sentido común. Realidad que bien ha sabido explotar VOX en propio provecho. Y he aquí la razón que lleva al progresismo -que a todas luces parece acercarse al final de su ciclo de vida- a temer por un eventual desmoronamiento de su imperio, que podría ser definitivo.#LaEspañaDelPladur ganará a las neuras, a las tonterías, a los fanatismos y a la locura de los progres #PorEspañaVotaVOX #28A pic.twitter.com/5ZDvOkxac0
— Santiago Abascal (@Santi_ABASCAL) 26 de abril de 2019
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@JuanDavidGR82
Sobre Juan David García Ramírez
Columnista regular en el periódico El Colombiano (Medellín) y en El Quindiano (Armenia, Colombia). También se desempeña como analista político para diversos programas radiales y televisivos en América Latina, compartiendo apuntes y notas sobre temas políticos vinculados a Colombia, y asuntos internacionales.