Argentina: Sin rumbo
Eugenio Cambaceres, político y escritor de la encumbrada Generación del 80...
27 de Abril de 2019
Eugenio Cambaceres, político y escritor de la encumbrada Generación del 80, supo escribir una de sus más afamadas novelas en 1885 -título que encabeza el presente artículo. El personaje principal -un rico estanciero de nombre Andrés- era un personaje cínico e inadaptado, cuya única entretención coincidía con pasar el tiempo con distintas mujeres -a las cuales abandona rápidamente, acosado por el aburrimiento. Para el protagonista, trabajar no era necesario, conforme había heredado una cuantiosa fortuna y chacras. Portador de una personalidad antisocial y violenta, su vida parecía reencaminarse luego de nacer su hija (fruto de una relación pasajera con la hija de uno de sus peones de campo), pero hace su ingreso, en el relato, un agudo drama familiar, de final trágico: su pequeña hija termina perdiendo la vida a causa de una enfermedad. A la postre, el protagonista se quita la vida, hundiendo la hoja de un cuchillo en el propio estómago.
Existe margen para trazar una remota analogía entre la novela de Cambaceres y la recurrente tragedia nacional, perfectamente vinculable con las crisis financieras vividas de décadas pasadas -no demasiado distintas al comparárselas con la que tiene lugar por estas horas. Se asiste al caso de un país que, mal administrado por un rico heredero y sus obsecuentes, termina inmerso en una incendiaria vorágine económica y cambiaria que conduce a un esperable desastre -desenlace que nada tendría de novedoso, al repasarse velozmente la naturaleza de las crisis de los últimos cuarenta años hacia esta parte.
Sin embargo -y sin abandonar el recordatorio del trabajo de Cambaceres-, es incluso factible trazar un singular paralelismo entre la crisis de 2018-2019 y el llamado Pánico de 1890. En aquella instancia histórica, la crisis dio inicio con un marcado proceso de especulación financiera (que hoy ha verificado su correlato en el pasado 2018, con las desaparecidas Lebac y las actuales Leliq en poder de los bancos, espectros desde donde se fogoneó el denominado 'Carry Trade' entre el peso argentino y el dólar estadounidense), sumándose ello a la notoria dependencia que la República Argentina exhibía frente a Londres (hoy, ese fenómeno se ha mudado al Fondo Monetario Internacional, FMI).
Así, pues, la pronunciada caída observada en el precio de los productos exportables, el endeudamiento por vía del crédito externo, la reiterada emisión de papel moneda y la consecuente pérdida de valor del signo monetario nacional, fueron algunos de los caracteres que describieron el pánico de 1890. Adicionalmente, se vieron afectados el crecimiento económico general y la capacidad de consumo de la ciudadanía. Numerosos comercios y empresas marcharon directo hacia la quiebra y ello, a su vez, desencadenó un proceso de desempleo en todo el país, finalizando buena parte del sistema bancario en la bancarrota y registrándose una caída vertical en la cotización de las acciones en la Bolsa. Las consecuencias políticas no tardaron en hacer su aparición: el escenario forzó al entonces presidente, Miguel Juárez Celman, a presentar la renuncia al cargo. Juárez Celman terminaría siendo reemplazado por su vice, Carlos Pellegrini.
Las dificultades económicas de 1890, finalmente, desembocaron en una crisis política y social, que aportaría un saldo de 250 muertos y un millar de heridos durante el episodio conocido como la Revolución del Parque -fenómeno que produciría el alumbramiento de la Unión Cívica Radical (UCR), comandada por Leandro N. Alem. Afortunadamente, por estas horas, no existen analistas serios que se atrevan a auspiciar un estallido social siquiera similar al visto durante el mes de diciembre de 2001.
Los capítulos de la historia no tienen por costumbre reiterarse de manera lineal, aunque sí resulta conveniente tener presentes las páginas de trabajos publicados sobre la historia económica del país, con el objeto de evaluar más acertadamente el escenario presente. La Argentina transita hoy una suerte de fase similar a la terapia intensiva, en la que aún no existe forma de apreciar el epílogo del relato, pero sí es sabido que una catástrofe asoma en el horizonte. La diferencia sustancial respecto a tiempos pretéritos es que el 2019 en curso depositará a los argentinos en una elección que dirimirá la reelección del actual presidente, o la designación de uno nuevo.
El drama de la Argentina moderna vuelve a ser el dólar estadounidense. Para algunos, poderoso instrumento financiero que rige los destinos del país, a causa de la influencia perpetua de Washington. Se trata de la misma moneda cuya confiscación e incautación -dada su fortaleza como reserva de valor- la dirigencia política sancionó en 2002; es la moneda a la que muchos responsabilizan por el proceso hiperinflacionario de 1989, y fue el protagonista central de la Convertibilidad de 1991. Allí donde existen billetes verdes, emerge un problema en la Argentina; problemática que tiene su origen en el sencillo hecho de que el ciudadano promedio desconoce cómo ahorrar en un instrumento que no sean dólares. Dicho sea de paso, ese mismo ciudadano ignora que la divisa extranjera no es una inversión (como suele afirmarlo, con aire sobrador, ante sus amigos) sino que es, a lo mucho, un instrumento de protección ante procesos devaluatorios.
Ahora mismo, a fines del mes de abril, la inocultable desesperación de la actual Administración la ha llevado a echar mano de un recurso declaradamente ineficaz: la suba artificial de las tasas de interés. En tal contexto, la nueva suba de tasa Leliq superó el 70% y, aún así, la cotización de la divisa estadounidense se incrementó en AR$ 4 durante la pasada semana, cerrando en el rango de los AR4 46.90 / AR$ 47 por unidad.
Naturalmente, otra variable a ponderar será la revelación del índice de precios al consumidor hacia el cierre de abril, que se sumará a la devaluación acumulada y al incremento de las tasas -la cual se presume será más marcada frente a la observada en meses previos. Este incremento supo rendir frutos durante los últimos meses de 2018, aunque ahora hace las veces de medicamento que ha perdido efectividad tras verificarse un agudo avance de la enfermedad (el dólar, si se quiere).
Y será difícil ponerlo en duda: la crisis económica es producto de la crisis política. Esa abstracción que se ha dado en llamar mercado (conforme viene sucediendo desde hace, al menos, un año) ha decidido soltarle la mano a Mauricio Macri, y exige hoy una modificación real y comprobable del rumbo. Ha llegado a su fin la hora de los populismos tardíos, edulcorados con comentarios obvios respecto de lo que hay que hacer. Y, si acaso las soluciones concretas para los problemas de fondo del país exigen un cambio de nombres en el gobierno, pues que así sea.
Mientras tanto, sólo resta esperar y atender al eventual desenlace del relato nacional, es decir, si acaso se atiene a un final similar al de Andrés en la célebre novela de Cambaceres, con la coalición 'Cambiemos' rindiendo honores al título.
A tal efecto, van unas breves líneas, presentes en el trabajo del destacado autor:
El tumulto, abajo, se dejaba oír, los gritos de la peonada por apagar el incendio.
Existe margen para trazar una remota analogía entre la novela de Cambaceres y la recurrente tragedia nacional, perfectamente vinculable con las crisis financieras vividas de décadas pasadas -no demasiado distintas al comparárselas con la que tiene lugar por estas horas. Se asiste al caso de un país que, mal administrado por un rico heredero y sus obsecuentes, termina inmerso en una incendiaria vorágine económica y cambiaria que conduce a un esperable desastre -desenlace que nada tendría de novedoso, al repasarse velozmente la naturaleza de las crisis de los últimos cuarenta años hacia esta parte.
Sin embargo -y sin abandonar el recordatorio del trabajo de Cambaceres-, es incluso factible trazar un singular paralelismo entre la crisis de 2018-2019 y el llamado Pánico de 1890. En aquella instancia histórica, la crisis dio inicio con un marcado proceso de especulación financiera (que hoy ha verificado su correlato en el pasado 2018, con las desaparecidas Lebac y las actuales Leliq en poder de los bancos, espectros desde donde se fogoneó el denominado 'Carry Trade' entre el peso argentino y el dólar estadounidense), sumándose ello a la notoria dependencia que la República Argentina exhibía frente a Londres (hoy, ese fenómeno se ha mudado al Fondo Monetario Internacional, FMI).
Así, pues, la pronunciada caída observada en el precio de los productos exportables, el endeudamiento por vía del crédito externo, la reiterada emisión de papel moneda y la consecuente pérdida de valor del signo monetario nacional, fueron algunos de los caracteres que describieron el pánico de 1890. Adicionalmente, se vieron afectados el crecimiento económico general y la capacidad de consumo de la ciudadanía. Numerosos comercios y empresas marcharon directo hacia la quiebra y ello, a su vez, desencadenó un proceso de desempleo en todo el país, finalizando buena parte del sistema bancario en la bancarrota y registrándose una caída vertical en la cotización de las acciones en la Bolsa. Las consecuencias políticas no tardaron en hacer su aparición: el escenario forzó al entonces presidente, Miguel Juárez Celman, a presentar la renuncia al cargo. Juárez Celman terminaría siendo reemplazado por su vice, Carlos Pellegrini.
Las dificultades económicas de 1890, finalmente, desembocaron en una crisis política y social, que aportaría un saldo de 250 muertos y un millar de heridos durante el episodio conocido como la Revolución del Parque -fenómeno que produciría el alumbramiento de la Unión Cívica Radical (UCR), comandada por Leandro N. Alem. Afortunadamente, por estas horas, no existen analistas serios que se atrevan a auspiciar un estallido social siquiera similar al visto durante el mes de diciembre de 2001.
Los capítulos de la historia no tienen por costumbre reiterarse de manera lineal, aunque sí resulta conveniente tener presentes las páginas de trabajos publicados sobre la historia económica del país, con el objeto de evaluar más acertadamente el escenario presente. La Argentina transita hoy una suerte de fase similar a la terapia intensiva, en la que aún no existe forma de apreciar el epílogo del relato, pero sí es sabido que una catástrofe asoma en el horizonte. La diferencia sustancial respecto a tiempos pretéritos es que el 2019 en curso depositará a los argentinos en una elección que dirimirá la reelección del actual presidente, o la designación de uno nuevo.
El drama de la Argentina moderna vuelve a ser el dólar estadounidense. Para algunos, poderoso instrumento financiero que rige los destinos del país, a causa de la influencia perpetua de Washington. Se trata de la misma moneda cuya confiscación e incautación -dada su fortaleza como reserva de valor- la dirigencia política sancionó en 2002; es la moneda a la que muchos responsabilizan por el proceso hiperinflacionario de 1989, y fue el protagonista central de la Convertibilidad de 1991. Allí donde existen billetes verdes, emerge un problema en la Argentina; problemática que tiene su origen en el sencillo hecho de que el ciudadano promedio desconoce cómo ahorrar en un instrumento que no sean dólares. Dicho sea de paso, ese mismo ciudadano ignora que la divisa extranjera no es una inversión (como suele afirmarlo, con aire sobrador, ante sus amigos) sino que es, a lo mucho, un instrumento de protección ante procesos devaluatorios.
Ahora mismo, a fines del mes de abril, la inocultable desesperación de la actual Administración la ha llevado a echar mano de un recurso declaradamente ineficaz: la suba artificial de las tasas de interés. En tal contexto, la nueva suba de tasa Leliq superó el 70% y, aún así, la cotización de la divisa estadounidense se incrementó en AR$ 4 durante la pasada semana, cerrando en el rango de los AR4 46.90 / AR$ 47 por unidad.
Naturalmente, otra variable a ponderar será la revelación del índice de precios al consumidor hacia el cierre de abril, que se sumará a la devaluación acumulada y al incremento de las tasas -la cual se presume será más marcada frente a la observada en meses previos. Este incremento supo rendir frutos durante los últimos meses de 2018, aunque ahora hace las veces de medicamento que ha perdido efectividad tras verificarse un agudo avance de la enfermedad (el dólar, si se quiere).
Y será difícil ponerlo en duda: la crisis económica es producto de la crisis política. Esa abstracción que se ha dado en llamar mercado (conforme viene sucediendo desde hace, al menos, un año) ha decidido soltarle la mano a Mauricio Macri, y exige hoy una modificación real y comprobable del rumbo. Ha llegado a su fin la hora de los populismos tardíos, edulcorados con comentarios obvios respecto de lo que hay que hacer. Y, si acaso las soluciones concretas para los problemas de fondo del país exigen un cambio de nombres en el gobierno, pues que así sea.
Mientras tanto, sólo resta esperar y atender al eventual desenlace del relato nacional, es decir, si acaso se atiene a un final similar al de Andrés en la célebre novela de Cambaceres, con la coalición 'Cambiemos' rindiendo honores al título.
A tal efecto, van unas breves líneas, presentes en el trabajo del destacado autor:
El tumulto, abajo, se dejaba oír, los gritos de la peonada por apagar el incendio.
La negra espiral de humo, llevada por la brisa, se desplegaba en el cielo como un inmenso crespón.
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@EricNesich
Sobre Eric Nesich
Es Licenciado en Periodismo y Licenciado en Ciencia Política. Columnista de El Ojo Digital especializado en temas económicos y financieros, y aficionado a la investigación relativa a fraudes y estafas en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, Argentina. Sus artículos son publicados regularmente en http://www.elojodigital.com/categoria/tags/eric-nesich. Su correo electrónico para consultas es eric.nesich@gmail.com.