Des(concierto) internacional: berenjenal perfecto
Si fuese lícito confeccionar un informe situacional a partir de los titulares más recientes...
Si fuese lícito confeccionar un informe situacional a partir de los titulares más recientes compartidos por la prensa internacional, ese reporte consignaría que la coyuntura patentiza hoy una concatenación de potencialmente perniciosas contingencias. En tal sentido, el año 2019 se exhibe prolífico en la multiplicación de escenarios en los que potencias de primer orden ven confluir y superponerse sus intereses geopolíticos, geoestratégicos, o de seguridad nacional. Y convendría tener a bien pasarles oportuna revista.
Cul-de-sac Venezolano
Durante el pasado mes de febrero, la República Bolivariana de Venezuela cobró protagonismo en los títulos, tras la designación de Juan Guaidó Márquez como presidente interino de la nación caribeña, por parte de la Asamblea Nacional, en desmedro de Nicolás Maduro Moros. Aunque extremadamente impopular entre la ciudadanía, Maduro es respaldado por un consorcio de generales de la milicia local, comprometidos en delitos de orden transnacional, como contrabando de estupefacientes y exportación de terrorismo, bajo patrocinio del régimen castrista en La Habana, Cuba. La escasez de alimentos, la crisis energética y la falta de agua potable amplificaron la ya de por sí aguda crisis institucional, profundizándose el descontento ciudadano (el cual se corporizó en multitudinarias marchas que, con recurrente frecuencia, reclaman la disolución del modelo de gobierno). A su vez -y en una suerte de indetenible círculo vicioso-, el contexto fogoneó una réplica cada más cruenta por parte de las fuerzas represivas en control de Miraflores.
En el quebranto, el desarrollo de la Crisis Venezolana ya ofrece margen para una serie de comentarios marginales, entre ellos:
- La crisis humanitaria, traducida en escasez, en el consecuente empleo discrecional de la represión y en el abuso de la ejecución extrajudicial para fomentar el terror al régimen, son factores que han redundado en el crecimiento desmedido de una diáspora venezolana, que ya supera holgadamente los tres millones de personas. En pos de garantizarse un mínimo de calidad de vida y oportunidades, estos ciudadanos han emigrado, en mayoría, a naciones del orbe sudamericano, generando intolerables tensiones presupuestarias en los gobiernos de los países receptores (donde el ejemplo más ilustrativo corresponde al sector de los servicios sanitarios). Emerge una conclusión incómoda pero ineludible: la catástrofe recién concentró altas cuotas de atención regional cuando se vieron seriamente afectadas las finanzas de las naciones limítrofes con Venezuela; y no antes. Puesto en limpio: la exportación del desbarajuste socialista hacia la periferia determinó la escalada de los desequilibrios.
- La intrincada interoperabilidad entre variables involucradas ha derivado en el primer choque de intereses regionales de magnitud. La dictadura cubana no puede permitirse un desmoronamiento del ecosistema político venezolano, por cuanto no está entre sus opciones el prescindir de petróleo gratuito, útil para resguardar la supervivencia de su propia variante socialista. Atendiendo a esa agenda, el proceder de su gobierno títere en Caracas se ha enredado en la comisión de crímenes contra la humanidad -allí donde el composite Vladimir Padrino López-Nicolás Maduro terminará apareciendo como principal responsable penal ante foros internacionales. En alguna fase no especificada del proceso, la sola mención de una eventual intervención armada estadounidense (que por entonces ni siquiera había sido planteada seriamente en el Beltway de Washington), condujo a la República Popular China y a la Federación Rusa a redoblar sus apuestas individuales en suelo venezolano. Se ingresa en el nebuloso territorio de la profecía autocumplida.
- En paralelo, lo anterior también verifica el surgimiento de análisis e interpretaciones en todo incorrectas, desde medios de comunicación no informados: muchos de ellos refieren al petróleo como el activo central de las disputas, obviando premisas fundamentales del proscenio. Por principio, Estados Unidos se encamina ya a consolidar su posición como primer productor mundial de crudo y, por ende, el recurso venezolano no deviene en crítico para su ecuación financiera. En otro andarivel, Pekín arriesga más ante un plausible desmoronamiento del socialismo chavista, por cuanto controla el circuito de la explotación en el Arco Minero del Orinoco (diamantes, oro, bauxita, coltan -materia prima vital, esta última, que sirve al PCCh en su meta de solidificar su posición dominante en el rubro de las telecomunicaciones) y sus reservas estimadas, las cuales se acercan a los 2 trillones de dólares estadounidenses. El Kremlin, por su parte, aspira a recuperar, mientras sea posible, el dinero en créditos otorgados a Nicolás Maduro para la adquisición de armamento de relativa sofisticación. Toda vez que a chinos y rusos les conviene, obviamente, que La Habana continúe oficiando de brazo fuerte en Venezuela -obstaculizando cualquier eventual cesión de ese control a Estados Unidos-, no es menos cierto que cada cual se cobrará su deuda como pueda. En el caso de la República Popular, en su oportunidad el liderato del Partido Comunista Chino operó contra el régimen fugando papel moneda por toneladas, lo cual dio inicio al primer capítulo de escasez de efectivo en el país. No debería esperarse una réplica militar unilateral de parte de esas dos potencias. Antes bien, China deberá negociar con los Estados Unidos una escenografía en la que no se vea totalmente privada de su lucrativa empresa minera, mientras que Rusia se ha volcado más abiertamente a convenir con Washington la devolución del dinero invertido.
- En Cuba, el tándem Raúl Castro/Miguel Díaz-Canel acaba de percatarse, al menos un mes atrás, de que los EE.UU. han puesto la mira en su régimen, antes que en la solución de la crisis humanitaria venezolana. Para infortunio del sistema cubano, en el librillo de soluciones (en lo que respecta a este subcapítulo, al menos), podrían registrarse circunstanciales coincidencias entre los intereses del presidente Donald Trump y los que portan sus aguerridos oponentes en el Deep State, defensores de la carta militar. De lo que se trata es de garantizar al Partido Republicano la captura del sufragio venezolano en la Florida, de cara a los comicios presidenciales de 2020. Esto sentenciaría la extinción de las aspiraciones Demócratas, pero solo si el Teatro de Operaciones Venezuela (TOV) le permite a Trump estrenar un inédito traje de Libertador con efigie WASP. La dictadura cubana es el obstáculo a neutralizar; y así se ha percibido desde que Trump aniquiló los convenio de reconstrucción diplomática ideados por su antecesor Barack Hussein Obama.
- Retomando la cuestión de los groseros errores de juicio en que incurren medios de comunicación y analistas de superficie a la hora de evaluar el teatro venezolano, un grueso de aquéllos hacen reiterada mención a una poco verosímil intervención del tipo 'boots on the ground' estilo Vietnam, Grenada, Panamá, Afganistán o Irak, olvidando la antigüedad que afecta ya a esas operaciones y haciendo a un lado numerosos aspectos que hacen a la superioridad y progreso tecnológicos, curvas de aprendizaje y reformulación de doctrinas coherentes con el terreno. Suele obviarse que la guerra convencional o cinética no se ajusta necesariamente a cualquier escenario; es inherentemente costosa; y ha de someterse a extendidas campañas para construir una opinión pública favorable. Numerosos ejemplos de operaciones post 9/11 han constatado la sanción de operaciones quirúrgicas con despliegue de fuerzas especiales (con uniforme o disimulados entre el cuerpo social local); bombardeos de precisión con vehículos aéreos no tripulados (UAVs) casi autónomos que funcionan bajo modalidad 'fire and forget' -gracias al aporte del patrón biométrico-; el empleo de una miríada de tácticas subversivas y de guerra psicológica; y demás.
Las fuerzas armadas venezolanas no exhiben punto de contacto alguno con el otrora poderoso ejército federal yugoslavo de Slobodan Milošević, mucho menos con la disciplinada Guardia Republicana de Saddam Hussein. Ni siquiera en estos dos últimos ejemplos se hizo necesario un despliegue de tropas. La ex Yugoslavia fue sometida a un proceso calculado de destrucción de infraestructura con bombardeos aéreos, y ello derivó en la caída de su líder (por hartazgo ciudadano); la Guardia Republicana iraquí no combatió demasiado tiempo contra las fuerzas estadounidenses; solo lo hizo el maltrecho ejército regular. Los generales de la fuerza de élite de Saddam fueron removidos de la ecuación, tras ser tentados con dinero, amnistía y roles en el futuro gobierno de coalición de Bagdad. Finalmente, la destrucción de las instalaciones energéticas venezolanas sería un ejercicio francamente fútil: la impericia del chavismo se ha ocupado de cumplir con ese objetivo. Si hubieren de cifrarse alternativas más cruentas, a criterio de propiciarse una descomposición y fractura del desmoralizado, mal alimentado y pobremente entrenado elemento militar venezolano, no haría falta despliegue de fuerzas terrestres convencionales: alcanzaría con una estratagema que considerase la implementación de una refinada combinatoria de los ítems anteriores y, así, fogonear pánico. Exempli gratia: eliminación de objetivos individuales de alto impacto (destacados funcionarios políticos o militares pertenecientes al chavismo; oficiales cubanos) en operaciones clandestinas o de contrainteligencia; episodios de atentados con explosivos en edificios públicos; empleo de sofisticado armamento sónico para arengar a la deserción de tropas (dominio técnico que ha dejado ya de ser parte de la ficción y cuenta con la capacidad de provocar daños permanentes a la humanidad del receptor; testeado con notables resultados en escenarios bélicos de Oriente Medio y, más recientemente, por manos anónimas en perjuicio de funcionarios diplomáticos estadounidenses y canadienses en Cuba); y etcéteras.
Conforme puede certificarse, entonces, se asiste a metodologías y criterios que en mucho preceden al empleo de guerra cinética o convencional, y que no por ello escatiman en eficacia y poder destructivo. El elemento de cohesión más inconveniente para una fuerza militar es su sometimiento al propio régimen a través del miedo, y así se ha certificado en la ex Yugoslavia, Irak, la Libia del Coronel Khadafy o la Rumanía de los Ceaușescu. En este recuento, Venezuela no sería la excepción, sino la norma.
En la caída del telón, los atribulados ciudadanos venezolanos que hoy hacen frente a los peores padecimientos de índole humanitaria, deberán notificarse desde ahora: la Administración Trump no tiene mayor prisa en resolver el problema. En rigor, le sobra más de un año de tiempo para comenzar a evaluarlo al detalle, a la luz que anticipan ciertas realidades electorales de orden doméstico.
Guerra comercial versus Twitter: Modelo de Negociación Trumpiano
Las últimas dos semanas consignaron una escalada en las conversaciones sinoamericanas que, de acuerdo al estado de ánimo de los protagonistas, observan visos de guerra comercial. En tanto las desaveniencias circunstanciales contribuyen a un conato de volatilidad en los mercados y en el orbe de las finanzas internacionales, analistas bien versados en el escenario chino advierten que la variable sobre la que conviene posar la atención es la cuenta de Twitter del presidente estadounidense Donald Trump.
Más allá de los guarismos y cifras específicas sobre intercambio comercial y los millardos de dólares involucrados, y haciéndose también a un lado las eventuales amenazas arancelarias y paraarancelarias, una sincera deconstrucción del comportamiento de Trump arrojará pistas sobre un sistema de negociación tan personalista como endiablado -y diseñado para promocionarse impredecible, aún para los asesores más experimentados en la Casa Blanca. Visto una y otra vez: el mandatario ejercita inicialmente un combo de presiones contra el objetivo de oportunidad que tenga por delante, con la estrategia de forzar a ese oponente a ocupar una silla en la mesa de negociaciones; o con el solo fin de aleccionarlo.
Durante 2018, y citando información errónea, Donald Trump acusó a Amazon de no tributar impuestos específicos en su rol de agente de retención. Naturalmente, y a pesar de que esos datos habían sido presentados por él subjetivamente, el líder político forzó a una sustancial baja en la cotización de las acciones de la firma tutelada por Jeff Bezos, durante una interminable semana de operaciones en el NASDAQ. Ocasionalmente, Trump ha rebautizado al CEO desde su red social Twitter, calificándolo de 'Jeff Bozo' (Payaso).
Este modus operandi ultrapersonalista se evidencia -sin que ello demande mayor esfuerzo de concentración- en el lenguaje utilizado por el ex magnate de la tevé en escenarios tan disímiles y complejos como el de las conversaciones con Corea del Norte, el trato deliberadamente hiriente ofrecido a líderes europeos, el azote personalizado contra el presidente turco Recep Tayyip Erdogan (y que llevó luego al ruidoso desplome de la lira turca), para arribar finalmente a las actuales negociaciones comerciales con Pekín.
A grandes rasgos, entonces, la mecánica del Modelo de Negociación Trumpiano sigue los siguientes lineamientos:
1. Identificación del objetivo y, ergo, del oponente;
2. Rueda de consultas con asesores o consejeros de mayor confianza, bien versados en el problema. Ponderación de los cursos de acción;
3. Advertencia presidencial (pública) sobre el comportamiento impropio del oponente seleccionado; creación de suspenso en torno de una eventual resolución. Este punto puede perfectamente comunicar una amenaza puntual;
4. Verbalización del ataque presidencial (contra el objetivo identificado) desde red social y/o breves discursos compartidos en público, en ocasiones desoyendo adrede todo lo sugerido por el espectro de consejeros;
5. Inicio de negociaciones con el oponente (si es que la meta no era la mera reprimenda);
6. Si las negociaciones no se conducen de acuerdo al interés presidencial, suspensión de las mismas; retorno al punto 3;
7. Implementación efectiva de la reprimenda (ya fuere a través de una combinatoria de diatribas, sanciones económicas con suspensión unilateral del diálogo, y etcéteras).
8. Clausura de las negociaciones. Si el resultado fuera favorable para su Administración, Trump celebrará a su objetivo -aún después de haberle dedicado las más ocurrentes injurias. A continuación, pasará al renglón siguiente de su bucket list.
El capítulo de la guerra comercial versus Pekín retorna un ilustrativo ejemplo sobre el Modelo Trumpiano. Ya el mandatario ha desoído los consejos de sus expertos de rigor, en reiteradas porciones del proceso, tomando control directo sobre la negociación. Entre sus últimos tweets, (que han azotado sin piedad al índice Dow Jones a comienzos de la semana del 13 de mayo), advirtió 'que no quedará nadie en China con quien desarrollar negocios'. Adrede, el presidente casi explicitó una estrategia futura, al declarar que Pekín tiene mayor interés que los Estados Unidos en lograr un acuerdo porque, de otro modo, las firmas dedicadas a manufacturas allí instaladas podrían decidir marchar a Vietnam. Se trata de un detalle no menor: el gobierno en Hanoi ya ha recurrido a Washington en el pasado, a criterio de explorar formatos de cooperación ante la grave amenaza que la presencia militar ilegal de China en el archipiélago de Islas Spratly significa para la soberanía vietnamita.
Como colofón, puede uno colegir que el Sistema Trump no le reportaría dividendos a cualquier líder mundial. El presidente estadounidense lo utiliza imprimiéndole un sello propio, irreverente y por momentos caprichoso, porque sabe que puede permitirse ese lujo: su país cuenta con el poderío no solo militar, sino económico y diplomático, para convertir todas las amenazas prohijadas por su retórica, en realidad. No existe otra potencia ni Estado Nacional con una capacidad de presión siquiera comparable. Y éste es el principal problema al que hoy se enfrentan otros presidentes, al interlocucionar con su par estadounidense: desconocen qué posición tomar ante un mandatario que recurre con frecuencia a un lenguaje franco pero cruento, que prescinde de los viejos protocolos de la diplomacia, y que ha optado por eliminar a comunicadores intermediarios, para dirigirse en forma directa a la ciudadanía que representa. Entre otras anécdotas, Donald Trump ha llamado 'Hombre Cohete' al líder norcoreano; les ha arrojado por la cara a líderes europeos de magnitud que no invierten lo que deberían en la OTAN; y ha plantado en pleno diálogo al último anfitrión del G-20, Mauricio Macri (presidente de Argentina), perturbando la relación del anfitrión con Pekín.
El Golfo Pérsico y la República Islámica de Irán: el Arte de la Guerra Proxy
La coyuntura internacional (así como también sus aristas geopolíticas) exhibe una dinámica propia cuyo tempo suele, en ocasiones y sin mediar mayor advertencia, acelerarse. Así, pues, al cumplirse un año del retiro unilateral del gobierno de los Estados Unidos de América del Plan Abarcativo de Acción Conjunta (Joint Comprehensive Plan of Action, JCPOA) -comúnmente referido como acuerdo nuclear con la República Islámica de Irán-, Oriente Medio ha recuperado protagonismo, alejando a la Crisis Venezolana de la minuta de prioridades.
En tal sentido, se ha verificado una escalada en los decibeles de la retórica entre Washington y Teherán. Al expresar el régimen de los ayatolás su molestia por el alejamiento americano del convenio, EE.UU. respondió etiquetando al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní (élite militar que concentra, a modo de nomenklatura, no solo responsabilidades en el sistema de defensa sino también monumentales negocios) como organización terrorista en el extranjero (FTO) -lo que analistas estadounidenses anti-Beltway han calificado de acto de guerra.
En las últimas horas, los desarrollos no han hecho más que acentuar las probabilidades de ocurrencia de un conflicto: el próximo pasado martes 14 de abril, dos instalaciones sauditas dedicadas a extracción de crudo (pertenecientes a la corporación estatal Saudi Aramco) acusaron un ataque con aeronaves no tripuladas o drones; milicianos hutíes -quienes, respaldados por Teherán, conducen una guerra a todo o nada contra el gobierno yemenita en Sana´a- se han adjudicado la acción. Previamente, el pasado domingo, se había informado sobre un atentado perpetrado contra cuatro buques tanqueros en el mar territorial de los Emiratos Arabes Unidos, en cercanías de la terminal portuaria de Jufairah. Toda vez que no se registró atribución para el episodio, Riad sentenció que los responsables eran grupos que operan en modalidad subsidiaria a favor de la República Islámica de Irán, mientras el gobierno en Teherán se esmera en subrayar que existen intereses creados en torno de orquestar un escenario pre-bélico. En el ínterin, el gobierno de los Estados Unidos decidió, el 5 de mayo, desplegar en el Golfo Pérsico una dotación de bombarderos con base en portaviones.
Acaso un manual de consulta obligada a la hora de comprender adecuadamente el proscenio iraní sea el trabajo de David Christ (ex Coronel de Reserva del Cuerpo de Marines y veterano de la Guerra del Golfo), intitulado The Twilight War, The Secret History of America´s Thirty Year Conflict with Iran (Guerra en el Crepúsculo: La Historia Secreta del Conflicto de Treinta Años de Duración entre los EE.UU. e Irán). En la obra, que comporta una perturbadora precisión y un carácter anticipatorio como pocas veces se ha visto en un libro, Christ repasa el extendido historial de desencuentros entre Washington y Teherán, y las recurrentes divisiones en los circuitos del poder en la capital estadounidense, con un núcleo explorando una y otra vez los modos desde los cuales entenderse con los ayatolás, mientras que la vereda opuesta revistaba la presencia de los halcones de rigor, portadores del eslogan del regime change. En simultáneo, y mientras los tomadores de decisión no terminaban de inclinarse por una u otra alternativa, las zonas intermedias evidenciaban un ritual de operaciones clandestinas de uno y otro lado, con Irán echando mano de proxies como Hezbolá a efectos de contragolpear el ánimo intervencionista del Pentágono y devolver toda planificación de involucramientos militares a foja cero. Recuerda el autor que Teherán jamás ha negado su involucramiento con proxies, mientras que, a la postre, Washington prefirió no desandar el camino de la guerra tras evaluar el peso superior de los costos en relación a los beneficios: a nadie le caía en gracia un Irán fracturado, en estado de abierta guerra civil -como se ha visto en Irak o Siria. Sin embargo, Irán no ha tenido problemas en testear la firmeza americana, incursionando con activos subsidiarios en el sangriento atentado contra las barracas de los Marines en Beirut (1984) o en el ataque con explosivos militares contra las Torres Khobar en Dharhan, Arabia Saudí, (1996) A tal efecto, quizás la frase más indicada para exteriorizar inmejorablemente las idas y venidas de los decisores políticos en Washington sea la compartida en su momento por Henry Kissinger al respecto de la interminable Guerra entre Irán e Irak en los años ochenta: 'Es una pena que no puedan perder ambas partes'.
¿A qué lado favorece el fiel de la balanza en Oriente Medio? Se asiste a la peor pesadilla que cualquier analista de inteligencia de carrera pudiere imaginar, trabajando contra reloj para presentar el paper correcto sobre el particular; ni siquiera ya para lucirse, sino porque su cabeza, su puesto y sus ingresos pueden, seguramente, pender de un hilo. La combinatoria de variables es endiablada, sin importar el monóculo de la perspectiva empleado, y a raíz de que no sería sencillo discriminar los orígenes del interdicto. En cualquier caso, ellos podrían rastrearse en el esfuerzo subterráneo de elementos iraníes en Irak quienes, a posteriori del derrocamiento de Saddam Hussein, exterminaban a soldados estadounidenses por aquel entonces desplegados para el proceso de pacificación y estabilización. O en la guerra civil siria, en la que fuerzas iraníes no declaradas combatían contra proxies entrenados por Washington, donde el objetivo de Teherán era impedir, recurriendo a cualquier esfuerzo, la caída de Basher al-Assad. Pocos años más tarde, y para sazonar el caldillo, dio inicio la Guerra en Yemén y el subcapítulo de los rebeldes hutíes (patrocinados por Irán), con su cruento enfrentamiento versus el gobierno del país (fogoneado por Washington y Riad).
A estas dificultades, se suma la eventual amenaza de volatilidad en la cotización del barril de petróleo y, como spin-off marginal de ese riesgo, el retorno de las miradas hacia el carácter estratégico del Estrecho de Hormuz y el Estrecho de Bab el-Mandeb, junto con las inoportunas advertencias iraníes al respecto de que comprometerá el flujo de crudo por esas críticas vías, si no le fuera permitido comercializar (aunque fuera en el mercado negro) su propio recurso.
En el cierre, incluso los analistas más versados podrían perder de vista uno de los aspectos centrales que hacen al debate, a saber, si acaso la República Islámica de Irán lleva adelante una estratagema de naturaleza decididamente defensiva, en pos del resguardo de sus intereses) o si, por el contrario, porta consigo la meta declarada de aniquilar a sus enemigos y, de una vez por todas, definir el pleito contra, al menos, el vecino Estado de Israel. En el orden táctico, el aporte de mayor valor agregado provendrá de aquel que pueda precisar el modo exacto en que Teherán replicará, si percibe que su propia supervivencia se encuentra bajo amenaza.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.