El acuerdo de comercialización de armamento ruso a Turquía, una afrenta a la OTAN
El pasado martes, el gobierno turco reafirmó su intención de completar su controvertida adquisición...
El pasado martes, el gobierno turco reafirmó su intención de completar su controvertida adquisición del sistema de defensa ruso S-400 (de misiles tierra-aire), maniobra que dio lugar a una dura réplica de parte de ambos partidos políticos en Washington. Tanto el Congreso de los Estados Unidos como el Secretario de Estado Mike Pompeo, han advertido sobre eventuales acciones punitivas si Ankara insistiere en esa compra de armamento, proceso que Turquía ha dicho completará durante el mes de julio.
'La compra de S-400 por parte de Turquía sería incompatible con su compromiso con OTAN', compartieron los senadores estadounidenses James Inhofe (Republicano, por Oklahoma), Jack Reed (Republicado por Idaho) y Robert Menéndez (Demócrata por Nueva Jersey) en un editorial publicado en el matutino estadounidense The New York Times a comienzos de abril pasado.
Sin embargo, y a pesar de la extendida oleada de críticas desde EE.UU., y de la promesa de acciones punitivas desde la Administración Trump, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha afirmado que el proceso de compra 'ya está cerrado', y que ha comenzado a preparar a su país para la eventual réplica estadounidense, que vendría en la forma de sanciones, una vez que el sistema ruso de defensa misilística sea entregado.
Cabe decir, de todas maneras, que el Congreso de los Estados Unidos de América tiene la razón, al oponerse al convenio entre Moscú y Ankara.
Conforme lo compartiéramos el pasado año, en un análisis publicado en The National Interest, el S-400 es una variable decisiva o, en inglés, un 'game changer' con capacidades antiaéreas excepcionales y una amplia gama de otras ventajas, desde la capacidad para detectar aeronaves con tecnología anti-radar o stealth, hasta la detección y eliminación de aeronaves no 'invisibles'; finalmente, este sistema comporta un alcance superior a su equivalente estadounidense, el sistema Patriot. No debería representar sorpresa que Rusia no ha tenido problemas a la hora de hallar clientes para su sistema: mientras Moscú se prepara para entregar unidades a Turquía, ya ha iniciado negociaciones para comerciarlo a Egipto, India, Qatar y Arabia Saudita.
La venta de sistemas S-400 al gobierno turco consigna una amenaza de seguridad nacional con carácter directo para los intereses de OTAN y de los Estados Unidos de América. La operación acercaría aún más a Turquía -Estado-miembro de OTAN- a Rusia, precisamente en una instancia en la que EE.UU. busca limitar su maliciosa interferencia en la región. Pero el interés de seguridad nacional de Estados Unidos no se termina en el simbolismo de esta operación comercial. El sistema S-400, como invanción rusa, sería inoperable con los actuales sistemas de armamento de OTAN -y Erdogan le ha prometido a Rusia ayudar en la construcción de una nueva generación de este tipo de sistemas, que ya se ha dado en llamar S-500.
Este acuerdo comercial, lejos de constituir un capítulo aislado, perfectamente podría convertirse en una peligrosa sociedad de largo plazo, especialmente mientras las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Turquía se acerca más a lo que en inglés se ha llamado 'frenemy' -o 'amigoenemigo'.
Para el gobierno estadounidense, en todo caso, el aspecto más problemático tiene que ver con la posesión, por parte de Turquía, de la última versión del sistema ruso S-400 y de jets de combate estadounidenses F-35, en simultáneo. Turquía, un cliente relativamente novedoso, recibió formalmente sus primeros cuatro F-35s en junio de 2018, aún cuando esas aeronaves aún continúan localizadas en la base Luke de la Fuerza Aérea americana en Arizona, geografía en donde los pilotos turcos están entrenándose para el pilotaje de los aparatos. Naturalmente que esos F-35s son parte de un acuerdo mucho más extendido y que involucrará más unidades, con el fin de potenciar las capacidades de la fuerza aérea turca.
Conforme lo ha observado el núcleo bipartidista de senadores de los EE.UU. en el texto publicado en el Times, al permitirse que Turquía se haga de sistemas S-400 es un 'riesgo inaceptable, porque su sistema de radar podría habilitar a las fuerzas armadas rusas a percatarse de cómo opera, desde lo técnico, el F-35'. Específicamente, el riesgo es que la capacidad stealth o anti-radar del F-35 que expuesta: potencialmente, los rusos podrían estudiar cómo los jets interactúan con el sistema S-400, investigando modos para superar a la tecnología 'invisible' americana, que consigna una ventaja estratégica para Washington en todo el globo. Se asiste, en rigor, una amenaza bona fide contra la seguridad nacional estadounidense.
En tanto el Pentágono ya ha interrumpido la entrega de F-35 adicionales para Ankara, el Congreso y el Departamento de Estado se han mostrado dispuestos a tomar medidas más duras, incluyendo la cancelación absoluta de la venta de F-35s, y hacer a un lado a los fabricantes turcos de repuestos, para favorecer a otras alternativas europeas. Turquía, que ya ha invertido US$ 125 en el desarrollo de esos F-35, podría perder parte de la base de su sistema industrial de defensa, el que precisamente se dedicó en particular a este programa.
Más aún, Washington podría implementar un esquema de sanciones económicas contra Turquía, respaldándose en el Acta de Sanciones para Replicar a los Adversarios de los Estados Unidos (Countering America’s Adversaries Through Sanctions Act) de 2017, la cual aconseja tomar medidas punitivas económicas contra cualquier nación que adquiera tecnología militar rusa. Aún cuando Erdogan duda de la firmeza estadounidense, al afirmar que su país 'recibirá los F-35, más tarde, o más temprano...', el prospecto de la amenaza desde EE.UU. ya ha logrado que Ankara demore su trato con Rusia.
Sin embargo, Turquía insiste en presionar. Erdogan, en apariencia no conmovido por ofertas que lo conminaban a optar por el sistema estadounidense Patriot en lugar del S-400 ruso, coquetea cada vez más con una retórica anti-Washington, por cuanto parece entender que su relación con Rusia es más importante. Sin lugar a dudas, Turquía y Rusia están nutriendo un acercamiento, mientras Ankara busca soluciones para sus problemas de seguridad y dificultades económicas, pero esta cooperación deviene en extremadamente peligrosa para OTAN -y, por lo tanto, para la propia Turquía. Erdogan haría lo correcto si se atiene a la realidad: OTAN es su único socio de seguridad creíble y concreto. La Rusia de Vladimir Putin no tiene interés en una Turquía segura y próspera -siendo que Moscú tampoco se beneficiaría de ello.
Los esfuerzos de Putin tendientes a separar a Turquía y a otros Estados de Oriente Medio de sus sociedades con los Estados Unidos no son un intento para ofrecer una alternativa superadora a esos países. El foco de esa iniciativa coincide con perturbar los vínculos entre Washington y sus aliados de Oriente Medio, buscando Rusia contrarrestar a todo aspecto que consigne un desafío para la influencia de Moscú. Lo cierto es que Ankara aún tiene tiempo para alejarse de este inconveniente acuerdo, y abrazarse a una sociedad económica y de seguridad más sólida con los Estados Unidos de América y sus otros aliados en OTAN.
Aún cuando Erdogan conversó con el presidente estadounidense Donald Trump el 29 de mayo pasado, a efectos de conversar sobre el tema S-400, funcionarios americanos han negado las afirmaciones turcas en torno de que Trump acordó establecer un grupo de trabajo bilateral para mitigar los riesgos que representa el sistema de armas ruso.
Un vocero del Pentágono rechazó tales afirmaciones: 'Tenemos muy claro que la adquisición turca de S-400 podría crear un riesgo inaceptable, porque su sistema de radar podría proporcionar a los militares rusos información sensible sobre el F-35. Estas preocupaciones difícilmente puedan morigerarse', compartió Eric Pahon, vocero del Departamento de la Defensa, al sitio web Al-Monitor.
En cualquier escenario, es improbable que Trump se muestre receptivo ante la insistencia de Ankara en mantener el trato con Moscú. El líder estadounidense ha invertido años en criticar a aliados de OTAN y a otros que no hacen lo suficiente a la hora de contribuir a las relaciones de seguridad, y que se respaldan más de lo conveniente en la benevolencia del gobierno estadounidense. En los últimos años, Turquía ha sido uno de los que más han incumplido, en ambas cuestiones.
El sistema S-400, una vez instalado y puesto en marcha en territorio turco, constituirá uno de los capítulos más obvios que ilustrarán sobre una traición en perjuicio de esa relación de confianza, que lleva ya décadas.
Artículo original, en inglés, aquí
* Desarrollado con la colaboración de Michael Johns, Jr. (Heritage)
Analista senior en el Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Política Exterior en la Fundación Heritage. Ha desarrollado numerosos trabajos sobre asuntos relativos al Medio Oriente y sobre terrorismo internacional desde 1978. Es columnista en medios televisivos norteamericanos y ha testificado en comités del congreso estadounidense en relación a temáticas de seguridad internacional.