Del Tratado de Versalles al 'Proceso de Paz' de La Habana
El Tratado de Versalles podría ser definido...
21 de Junio de 2019
El Tratado de Versalles podría ser definido como aquel mecanismo a través del cual se certificó la clausura de la Primera Guerra Mundial, que se desarrolló entre los años 1914 y 1918. A consecuencia de la firma de ese convenio, se determinó que la Alemania del segundo Reich -que llevaba la ventaja en el terreno de la ofensiva militar- resultaba perdidosa en el conflicto global, tras lo cual se le imponía asumir la totalidad de los costos que aquel implicó.
Alemania debía asumir todo el grado de responsabilidad como causante, agresor e iniciador de la primera confrontación bélica de grand magnitud a nivel mundial, responsabilizándose, en primera persona, del pago de enormes indemnizaciones que se destinaría a los 'supuestos' vencedores. Ese inabarcable costo ascendía a unos US$ 31,4 millones de dólares de la época (equivalentes a US$ 442 mil millones de la actualidad). La conferencia de Spa en 1920 definió qué porcentajes debían abonarse a Francia, nación que percibió el 52% de ese total consolidado. La Gran Bretaña recibió un 22%; Italia, un 10%; Bélgica, un 8%. Los datos históricos consignan que el total de la deuda fue saldada el 3 de octubre de 2010. Sumado a lo anterior, Alemania debía entregar el territorio que había quitado a los franceses (Alsacia y Lorena) y, a su vez, los germanos debían ceder una superficie territorial que, en aquel instante, era alemán. Finalmente, los alemanes se vieron forzados a despojarse de, aproximadamente, 76 mil kilómetros cuadrados, por entonces equivalentes al 13% de su territorio.
A la postre, resulta evidente que el objetivo del tratado de Versalles coincidía con someter a Alemania, llevándola a un punto de sumisión a manos de las naciones victoriosas. Conforme ya es sabido, este proscenio, a su vez, devolvió como resultado otro en el que se acentuó la precariedad hacia el interior del pueblo alemán, desestabilizándose los aspectos domésticos de índole económica, social y política. Entiéndase, en el proceso, que el orgullo germano quedó por los suelos, tras no entender aquélla sociedad cómo era posible que, tras llevar una franca ventaja en el conflicto, se arribó a una situación de humillante derrota, a la luz de la firma de un pusilánime tratado. En las postrimerías, el contexto favoreció el ascenso al poder del nacionalsocialismo de Adolf Hitler, responsable a posteriori de desencadenar la Segunda Guerra Mundial, enfrentamiento que se vio caracterizado por una profundidad y virulencia superiores a las registradas durante la Primera.
Sirva el histórico antecedente a los efectos de certificar que una negociación errónea, la cual tenía por objetivo poner fin a un enfrentamiento bélico, a la postre conlleva a una evolución o mutación del conflicto para redundar en otro de mayor magnitud, aunque con otras identidades y protagonistas centrales. Trazando una válida analogía, el reciente 'Proceso de Paz' en Colombia, con sus prolegómenos negociados en La Habana, Cuba, planteaba escenarios plausibles de paz ante una mentira diseñada para Bogotá, comportando cierto nivel de sometimiento de manera similar a la devuelta por el Tratado de Versalles.
En el caso colombiano, los hechos se dieron a la inversa, poniéndose a los vencidos muy por encima de los vencedores. En tal episodio, los derrotados (las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) se vieron beneficiados con una extensa cadena de prebendas y concesiones que previamente habían intentado imponer por la vía del conflicto armado. Las fuerzas armadas y la ciudadanía colombiana, finalmente, quedaron en explícita inferioridad de condiciones, debiendo asumir la totalidad de los costos inferidos de la una sangrienta confrontación armadan que perduró por más de cinco décadas.
Así las cosas, como parte de la asunción de aquélla responsabilidad, sirva recordar el incremento del IVA durante 2016 -en plena temporada navideña-, explicitándose su necesidad bajo el eslogan que promocionaba que la paz todo lo justificaba. Por estas horas, si se atiende al carácter oneroso que para Colombia representa el pago de salarios de los magistrados de la JEP, se verificará que nada tienen de inferiores -en lo que a cifras respecta- a la propuesta personificada en bien identificados dirigentes políticos populistas colombianos, consistente con la imposiciñon de un 'referendo anticorrupción' que tenía por fin reducir el haber percibido por lso congresistas. En los hechos, se trata del mismo régimen salarial y prestacional vigente para los magistrados de los Tribunales Superiores de Distrito Judicial, conforme supo tipificarlo el Decreto 1760 de 2017.
Tomándose en consideración los aspectos sociales y políticos, del mismo modo en que el Tratado de Versalles buscó, sin éxito, evitar la ocurrencia de nuevos conflictos a partir de la creación de la sociedad de naciones, el referido 'Proceso de Paz' en Colombia no impidió que se desataran más conflictos armados. Más bien al contrario, aquéllos proliferaron, potenciando un evidente matiz de resentimiento, furia y descontento ciudadano, una vez comprobados los resultados que ese convenio viene mostrando a través de la JEP (Jurisdicción Especial Para la Paz), proscenio en el que delincuentes asumieron curules en el senado, beneficiándose con ello incluso profesos contrabandistas de estupefacientes que hoy tienen rango de congresistas. Estas personas asumieron un sinfín de cargos públicos, sin confesar crímenes y sin aceptar la cesión de resarcimiento para las innumerables víctimas que arrojara el conflicto. Como era de esperarse, otro tanto de núcleos dedicados al ilícito buscan ahora copiar ese modelo, para hacerse de los mismos beneficios en forma de prebendas y, en el epílogo, demostrar que delinquir, en efecto, paga. Sin vueltas, se asiste a los funestos resultados de un sometimiento social y político ante el crimen organizado, con la polarización y resentimiento social que todo ello ayudó a generar, y conforme hoy se evidencia en el conjunto del espacio público.
En cuanto a la modalidad de guerra o conflicto, así como Versalles se propuso como factor detonante de la Segunda Guerra Mundial, el resultado compartido por el proceso de La Habana no dista mucho de una realidad mutante ante nuevas modalidades de confrontación armada. La proliferación de grupos ilegales urbanos y rurales, de bandas criminales y combos delincuenciales, de cárteles del narcotráfico, el contrabando de armas, reductos de las FARC aún alzados en armas contra el Estado colombiano, organizaciones terroristas como ELN y el revivido EPL, depositan a la ciudadanía de Colombia en la antesala de una transformación drástica y cambiante (pero contínua) del conflicto. Aspecto que contrasta con el falaz y mentiroso ideario que, durante ocho años, promocionó la Administración del ex presidente Juan Manuel Santos. El reflejo de ello fue un apócrifo 'Premio Nobel de la Paz', toda vez que la realidad certifica la continuación de la beligerancia y la violencia en una novedosa miríada de escenarios.
Versalles es, sin mayores vueltas, un símil del convenio de La Habana, con el agravantede que, en Cuba, se firmó un sometimiento marcado con un confeso objetivo político de parte de los vencidos, con miras a ejecutar un proyecto fallido con tendencia al desastre social, político y económico. Estos núcleos no han cesado en su objetivo de consolidar un debilitamiento de la institucionalidad, para luego transitar a un régimen delincuencial -mismo método empleado para poner a la República de Colombia de rodillas durante más de cincuenta años.
Los vencidos resultaron derrotados tras el enfrentamiento en el orden militar, pero La Habana les obsequió una victoria política de índole todavía más peligrosa. A tal efecto, también será lícito conmemorar que von Clausewitz supo plantear que la guerra es, a lo mucho, la continuación de la política por otros medios.
Todo lo cual nos transporta hacia una muy necesaria pregunta: ¿cómo harán, a partir de aquí, los delincuentes de confesión y agenda terrorista para ejecutar, a futuro, su agenda política?
Los vencidos resultaron derrotados tras el enfrentamiento en el orden militar, pero La Habana les obsequió una victoria política de índole todavía más peligrosa. A tal efecto, también será lícito conmemorar que von Clausewitz supo plantear que la guerra es, a lo mucho, la continuación de la política por otros medios.
Todo lo cual nos transporta hacia una muy necesaria pregunta: ¿cómo harán, a partir de aquí, los delincuentes de confesión y agenda terrorista para ejecutar, a futuro, su agenda política?
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@CHRISTIANDAES6
Sobre Christian Ríos M.
Ríos es Politólogo Internacionalista de la Universidad Militar Nueva Granada, Profesional en Ciencias Militares de la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova, y Administrador de Empresas; magister en Estrategia y Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra- Colombia, en 'Estrategia y Geopolítica'. Es analista político, docente y columnista en el periódico El Quindiano (Armenia, Colombia) y en El Ojo Digital. Es Oficial en Retiro del Ejército Nacional de Colombia.