La foto de Donald Trump y Kim Jong-un no es suficiente
'Si Usted da un paso, se convertirá en el primer presidente en la historia...
'Si Usted da un paso, se convertirá en el primer presidente en la historia de los Estados Unidos de América en cruzar la frontera', sentenció Kim Jong-Un ante un traductor, dirigiéndose a Donald Trump, este domingo.
Los dos hombres se apostaron en la Zona Desmilitarizada (DMZ), en la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur. El momento quedó grabado en la historia. Pero la pregunta persiste: ¿tendrá este evento algún impacto significativo en un concierto de negociaciones congeladas?
La diplomacia entre ambos líderes pareció detenerse en un callejón sin salida desde la cumbre de Hanoi de febrero pasado, episodio que finalizó abruptamente con ambos líderes abandonando Vietnam sin acuerdo alguno. Los encuentros habían dado inicio en Singapur en 2018 pero, hasta el momento, evidenciaron escasos progresos.
Si es menester atenerse al hilado fino de la cuestión, Corea del Norte en modo alguno está cerca de desmantelar -de manera irreversible y verificable- su programa nuclear. A tal efecto, Pyongyang también ha fallado a la hora de mejorar su deleznable historial en materia de abusos contra los derechos humanos.
El cónclave de último minuto del domingo pasado entre Trump y Kim se vio acelerado por un comentario compartido por el presidente estadounidense en Twitter. La sentencia de Trump motorizó una maniobra fotográfica que obsequió a Kim un nuevo subcapítulo de legitimidad, sin necesidad de que el líder norcoreano realice concesiones en el proceso negociador.
La primer promesa que surgió del encuentro del domingo se sintetizó en la continuidad de las conversaciones. Si bien este desarrollo es positivo, difícilmente sea una promesa digna de celebración.
Kim es un dictador brutal -de la categoría de líder que ha encerrado en prisiones a un aproximado de entre 80 mil y 120 mil personas, en campos de prisioneros políticos; asesina a personas a plena luz del día, bajo el único cargo de poseer una Biblia; y restringe la totalidad de las libertades que, por ejemplo, los ciudadanos estadounidenses saben apreciar. Y mejor no hablar de sus programas ilegales de misiles balísticos y sus proyectos nucleares.
Sin lugar a dudas, Kim desea obtener legitimidad. Cada vez que los dos líderes se reúnen y Kim se rehúsa a hacer concesiones, se envalentona y presiona a los Estados Unidos para que acepten a Corea del Norte como una potencia nuclear y, en tal sentido, como un Estado legítimo -siendo que no es ninguna de ambas cosas.
Tras el histórico encuentro en la DMZ, hay rumores de que, ahora, la Administración estadounidense podría estar considerando un esquema 'freeze for freeze' -en esencia, que Corea del Norte congele su programa nuclear a cambio de que Estados Unidos alivie algunas de las más duras sanciones interpuestas contra Pyongyang. En pocas palabras, esto reconocería a Corea del Norte como una potencia atómica, algo que los negociadores se han rehusado a reconocer en ruedas de conversaciones previas.
Y sería un error. Un sistema del estilo freeze-for-freeze comprometería el pilar más exitoso de la estrategia de la Casa Blanca de Donald Trump frente a Corea del Norte -esto es, la política de máxima presión-, y se quedaría a mitad de camino en el propósito legalmente exigido de que Corea del Norte proceda a una desnuclearización previo a consolidarse un alivio en las sanciones.
Y no es esta la primera vez que la diplomacia afecta al esquema de política exterior americana de máxima presión.
Luego de la cumbre de Singapur, Rusia y China -según se informara- dieron inicio a un alivio en la implementación de sanciones- sistema punitivo que Corea del Norte reconoció le fue útil para sentarse en la mesa de negociaciones de Hanoi. Para Kim, nada sería mejor que ver neutralizadas tales sanciones. Ahora que ha tenido lugar el cónclave de la DMZ, la pregunta es: ¿qué sigue a continuación?
Los negociadores estadounidenses deberían recurrir a diálogos tácticos, a efectos de presionar a Corea del Norte para que acepte la estricta definición legal que entiende por desnuclearización, y desplegar un modelo de medidas específicas para que esa nación, de manera irreversible, desmantele su programa nuclear.
Y, antes que tomar nota del problema de los derechos humanos como una cuestión secundaria, la Administración de Donald Trump debería presionar para que se certifiquen mejoras en esa materia, explicitando abiertamente que el régimen Kim echa mano de abusos contra los derechos humanos de sus ciudadanos con el objeto de retener poder político para sí, continuando con sus programas nuclear y misilístico.
Al avanzar con el proceso, la Casa Blanca debería articular una estrategia más abarcativa, en donde los desafíos vinculados a seguridad internacional y derechos humanos sean correspondidos coherentemente. Asimismo, la Administración Trump debería abstenerse de operativos fotográficos de alto nivel que alejen toda posibilidad de hacer frente seriamente con los problemas de referencia.
Artículo original, en inglés, aquí
Es asistente en investigación en el Centro de Estudios Asiáticos en la Fundación Heritage, Washington, D.C. Sus artículos se publican en el sitio web The Daily Signal (Estados Unidos).