Cocaína, la gran estrella
Saviano, escritor de origen italiano, casi fue asesinado en el Sur de su país, tras denunciar las responsabilidades...
08 de Julio de 2019
Sin cocaína, no eres nadie. Con ella, puedes ser lo que tú quieras.
Roberto Saviano
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Saviano (foto), escritor de origen italiano, casi fue asesinado en el sur de su país, tras denunciar las responsabilidades de la mafia en la distribución de la cocaína. Debió emigrar hacia los Estados Unidos de América, y casi se vio forzado a cambiar de identidad para continuar con vida. En su primer libro, intitulado 'Gomorra', dio inicio su calvario con escolta policial. Puso el foco de su análisis en el 'oro blanco', que parece promocionarse como la droga de la omnipotencia.
Dice el autor/investigador: 'Consume quien está a tu lado en el tren, el conductor al volante al autobús, tu jefe, el camionero que descarga botellas, el recolector de residuos, el accionista de Bolsa, el médico que opera, el chófer de taxi, el policía que está a punto de pararte, el abogado -mientras prepara una demanda-; consumen la prostituta o el travesti al que vas antes de ir a casa, etcétera'. Tal es la descripción de la problemática, no solo en su tierra sino en todo el mundo. Esta es la realidad en nuestras comunidades, en donde se cuentan al consumidor desesperado por adquirir 'la bolsita', hasta quien se hace de la pasta base o 'paco' para terminar mezclando con alcohol y, a la postre, destruyendo su sistema nervioso (y, por ende, su personalidad).
El consumo de cocaína porta un aspecto sociocultural. Tomar nota, en cualquier caso, sobre lo que Octavio Paz caracteriza como los 'tiempos nublados' de la época. En la América Latina, entre 2004 y 2017, el consumo se disparó en un 400%, aunque numerosos profesionales como quien escribe entendemos que el crecimiento ha sido superior a lo que consignan los guarismos del Foro de Seguridad Latinoamericano. Idéntico incremento se ha verificado en la cifra de puntos de venta, en donde el dealer es protagonista central.
La realidad argentina ha tomado apuntes sobre la reciente sentencia del Senador Nacional Guillermo Pereyra y, a la sazón, secretario general del sindicato de Petróleo y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa: afirmó el dirigente que, en zonas como Vaca Muerta y similares, se registra un '40% de trabajadores afectados por el consumo abusivo de estupefacientes, incluyendo al alcohol'. Con absoluta pero necesaria crudeza, Pereyra afirma que un 40% de jóvenes son rechazados tras verificarse los resultados de análisis clínicos, a consecuencia del consumo de drogas y alcohol. Hay empleo en el sector petrolero (que se posiciona como uno de los espectros mejor remunerados del país), pero la evidencia de alguna falla orgánica (hepática, cerebral, mental) presenta dificultades para conseguirlo. Y habrá que sumarse a la advertencia del sindicalista citado: la zona más rica y que comporta la más amplia proyección de crecimiento para la República Argentina ha sido gravemente afectada por estas enfermedades sociales.
En el mundo laboral, el consumo de una o más drogas ilícitas en el último año alcanza al 20%: el alcohol, el 67% (SEDRONAR). En nuestra clínica en el seno de GRADIVA, analizamos y atendemos las consecuencias de muchos años de consumo en muchos trabajadores, los cuales incluso han quedado cesantes.
El Centro de Prevención Laboral (CAPLA), dirigido por el reconocido especialista, Dr. Ernesto González, ha alertado en distintos trabajos de investigación, sobre las consecuencias sobre la salud, la seguridad laboral y el ausentismo -en donde los riesgos familiares también son parte del problema.
¿Cómo se construye una epidemia?
La epidemia no es otra cosa que una paciente obra de ingeniería social, puesta al servicio de la enfermedad social y que reviste marcada plusvalía. Esta ingeniería exige, para tener éxito, de una población culturalmente desmovilizada, afectivamente desvalida y con un notable eclipse de valores. Nada tiene de casual que la explosión se haya emparentado con el cambio tecnológico y con el desmoronamiento de los vínculos familiares, en simultáneo con la eminente crisis de las instituciones que supieron concentrar la responsabilidad de la transmisión cultural/escolar.
En los inicios, se asiste a lo que se da en llamar crisis de drogas, que sobreviene junto a una sobreoferta de todo tipo de sustancias legales e ilegales, a ganancias ilegales asociadas a este consumo, a una escasa alarma social, y a respuestas comunitarias deficientes, con el surgimiento de enfermedades asociadas (una mayor prevalencia de enfermedades psiquiátricas, enfermedades infectocontagiosas, etcétera).
A continuación, se verifican fenómenos vinculados entre sí y con el artículo anterior: a) La estabilización de un mercado en red de distribución; b) una élite consumidora ayuda en la construcción de un marketing de aceptación social, utilización todos los medios tecnológicos para tal fin; c) se verifica una emergencia, en la aparición de líderes intelectuales que minimizan el daño del consumo, ocultando sus consecuencias; d) se evidencia el ingreso de núcleos juveniles en el circuito del consumo; a fin de cuentas, aquéllos llegarán a la comisión de delitos con tal de satisfacer su necesidad por el producto.
De tal suerte que la epidemia hace eclosión, con un sistema retroalimentador propio en donde tiene lugar el contagio psicosocial de par a par, de joven a joven; los promotores del consumo explotan eficientemente vulnerabilidades individuales, familiares o sociales. Luego, la aceptación social se convierte en norma, ya no en la excepción.
Nuestro deber ante la epidemia
Desde los años setenta, expertos de la Universidad de Maryland han venido analizando al conjunto social en distintas comunidades de los Estados Unidos, enfocándose en tres variables: a) la cantidad de puntos de oferta; b) la noción de daño que genera el consumo de drogas, y si esa noción es percibida o no por la comunidad; c) los trabajos preventivos que se llevan a cabo en espacios culturales, comunitarios, familiares, y escolares.
Entre los hallazgos de la investigación, se ha detectado que, a menor trabajo preventivo en las comunidades -aún no multiplicándose los puntos de venta y distribución-, el consumo se dispara. A contramano de ello, un esfuerzo preventivo superior ha servido para reducir el consumo. En definitiva, la clave consiste en trabajar sobre la aceptación social en la comunidad, responsabilidad que comporta un aspecto emparentado con educación y con valores.
Por otro lado, existe una loable ingeniería de la salud que se ha implementado con éxito en algunos países como Islandia, algunas regiones de España, Suecia y estados de los EE.UU., todos los cuales compartieron como resultado una baja en la prevalencia del consumo. Se procedió, inicialmente, a la formación masiva de líderes sociales y organizaciones (padres, jóvenes, escuelas aula por aula, autoridades educativas, empleo de la estructura municipal como eje de la acción); luego, se continuó con la optimización de las redes de contacto, fomentándose la alerta temprana desde escuelas y las familias y la detección precoz. Finalmente, se procedió con la formación de Escuelas Preventivas como ser Centros Preventivos Escolares, y la creación del formato Ciudades Preventivas, siempre con la participación de cada comunidad institucional.