Argentina: conspiraciones silenciosas, ríos revueltos y pescadores oportunistas
Si fuera necesario atenerse al rigor analítico que exigen los resultados de las acciones elegidas...
Si fuera necesario atenerse al rigor analítico que exigen los resultados de las propias acciones, podría consignarse -sin mayores vueltas- que Alberto Fernández todo lo hace mal. Cuando no propone airadamente la eventual remoción de jueces 'no afines' a su proyecto político, invierte su tiempo en elevar el tono de su interdicto con periodistas y entrevistadores. A la incoherencia que confiesa su ticket presidencial (un oxímoron desde el inicio, por cuanto busca hacer confluir proposiciones incompatibles como lo son kirchnerismo y cristinismo), la acompaña de una prédica interminable de insultos virtuales contra ciudadanos comunes, en todo espacio de comunicación posible. Cómo conquistar a independientes e indecisos con una plétora de falacias, ataques personales y proposiciones antirrepublicanas que propician pánico, es todo un misterio.
Quizás ese y otros ejemplos certifiquen que la presente campaña electoral continuará caracterizándose por la ausencia de contenidos y propuestas, siendo el foco el empleo de metodologías útiles desde las cuales esmerilar al oponente. Estratagema que ciertamente no excluye a Juntos por el Cambio, en vistas de que el reciente cónclave oficialista en Parque Norte, por ejemplo, ha compartido una colorida concatenación de referencias decididamente enfocadas en ilustrar el condenable comportamiento ajeno. En ese conmocionado maremágnum que es el concierto electoral, los funcionarios del Presidente Mauricio Macri disfrutan a sus anchas, no teniendo necesidad de justificar la recurrencia de los propios desaciertos operativos, cuando la vereda de enfrente en mucho se parece a un infierno comparable al de Allighieri. Mientras tanto, Jaime Durán Barba -un estratego tuerto infiltrado en un mundo de ciegos- se encarga de amplificar el Efecto Terror, revelando estudios de opinión que muestran a un Macri perdedor en octubre. Incidentalmente, y poco tiempo después, esas mismas encuestas han comenzado a evidenciar un 'paso adelante' en las preferencias de la fórmula oficialista; lo cual se presenta demasiado conveniente como para dar crédito sin mediar reflexión. En paralelo también, y luego de diluírse -en apariencia- la Variable Espert, personeros del ex consorcio 'Cambiemos' comparten algún atisbo de sorda preocupación, porque el tándem Roberto Lavagna-Juan Urtubey no corteja amperímetros; mucho menos, los mueve. Como si la mesa pequeña del Presidente intentara regular, de un modo u otro, la oferta electoral de terceros.
Por su parte, el Frente De Todos/Unidad Ciudadana no escatima en padecimientos. En los hechos, el desmadre dio inicio cuando Felipe Solá -convencido de que su loable faena en materia de armado de equipos y esfuerzo de campaña en el seno del Instituto Patria le garantizaría una postulación como vicepresidente de Cristina Fernández- fue descartado, cual mal hábito, en beneficio de Alberto. El corolario, se insiste, sobrevino cuando el camporismo de Máximo Kirchner impuso -por fuerza- la candidatura de Axel Kicillof para la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires. Ambos episodios no ofrecían margen para interpretaciones equivocadas ni voluntaristas: en la práctica, la ex jefe de Estado estaba procediendo, nuevamente, a una descarnada purga del reducto peronista remanente en su proyecto.
Así las cosas, el prólogo cifrado en el párrafo anterior ha derivado, en los últimos días, en una configuración pergeñada por peronistas encrespados, decididos a poner fin a las aspiraciones electorales de la viuda de Kirchner. Soterrada confabulación de la que toman parte Sergio Massa, Felipe Solá, el propio Alberto Fernández (quien, se insiste, todo lo hace 'mal' -acaso adrede) y Don Raúl Magario (foto), progenitor de la lideresa de La Matanza -con quien sostiene comentadas diferencias. Si el Movimiento ha de obtener su certificado de defunción, el gen pejotista de sus actores exige partir, sí, pero cruzando el umbral de la puerta grande; en ningún caso tomando partido por inconvenientes proposiciones protobolivarianas. Si ha de consultárseles en público, ese reparto forzadamente lo negará, recurriendo a la proverbial y poco confortable sonrisa de batracio.
Infortunadamente para Cristina Elisabet Fernández Wilhelm, el problema de la traición jamás revista en el carácter individual de la misma, sino en su potencial para volverse colectiva. Es que, precisamente, el epílogo perseguido por los arriba mencionados viene a confluir con la caída del telón ingeniada por Miguel Angel Pichetto y sus partenaires en la vereda opuesta. Es entonces cuando la traición deja de ser tal: la multiplicación de ejecutantes y perpetradores la ayuda, a la postre, a prosperar. El sino de CFK (¿judicial?) ya ha sido consensuado, y poco tendrá de venturoso. Se asiste a un asfixiante y enardecido entremés del que Mauricio Macri no participa; para los menesteres operativos, está Pichetto. Al Presidente lo convocan las presentaciones públicas, las fotografías junto a líderes extranjeros, y las arengas de atril destinadas a consumo interno.
Mientras el actual jefe de Estado prepara la caña de pescar para juguetear en ese río revuelto que lo favorece, a futuro, el equipo de moscas y reel para 2023 le serán legados a Juan Manuel Urtubey. Nunca a Rodríguez Larreta, quien hoy paga abultadas facturas intestinas por haber fogoneado el inverosímil 'Plan V' (María Eugenia Vidal 2019).
No vaya a ser que alguien crea que todo está siendo confeccionado pacientemente y a medida -con tiempo más que prudencial.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.