La imprevisibilidad argentina, como última esperanza para la República
A nadie le resultará novedoso: a lo largo de casi cuatro años, la Administración Macri...
A nadie le resultará novedoso: a lo largo de casi cuatro años, la Administración Macri dilapidó enormes cuotas de su caudal electoral. Desde llegado al poder, el Presidente tomó medidas claramente orientadas en perjuicio de los intereses del votante natural del otrora espectro identificado como 'Cambiemos'. Esto fue una constante desde 2015, mientras que los simpatizantes de la gestión supieron advertirlo oportunamente.
En ese contexto, la presión impositiva alcanzó niveles confiscatorios, las subas de tarifas no acompañaron ni se compadecieron del nivel de ingresos de asalariados y autónomos. Particularmente, los segundos fueron los grandes olvidados. Pese a las reiteradas promesas de campaña, no se modificaron pisos ni escalas (ejemplo: impuesto a las Ganancias). En ese cenagoso territorio que hace a las promesas incumplidas, la promoción de facilismos y la multiplicación de cambios de rumbo fueron protagonistas excluyentes.
Bastará con repasar las crónicas de la época para certificar que el grueso de los reclamos fue explicitado hasta el hartazgo. Y, tal como sucediera en la Argentina en décadas pasadas, volvió a evidenciarse que, una vez más, se incurrió en el error de ignorar que el voto jamás tiene dueños perpetuos; se hizo a un lado el hecho incontestable que el sufragio tiene carácter de prestado. En rigor, los hombres de confianza del Presidente de la Nación abandonaron a sus votantes, descuidándolos, y subestimando sus genuinas quejas en el proceso.
Es que, precisamente, la vereda del ciudadano de a pie asistió a un desaprensivo festival de planes, subsidios y despilfarro, aspecto que contribuyó a potenciar el incipiente desconcierto, y a profundizar el descontento. A la hora del relevamiento de las pruebas, difícilmente el público olvide las expresiones de la Ministro de Desarrollo Social, Carolina Stanley, jactarse de la amplificación del alcance y del volumen de los subsidios, declamando también que los mismos eran un 'derecho'. Peor todavía, la funcionaria expresó que, en tal iniciativa gubernamental, nada tenía que ver el aporte que, en materia de impuestos, recaía sobre los trabajadores.
A casi veinticuatro horas de la debacle oficialista en las PASO, se extiende la sensación de que la Administración se preocupó más por captar votos opositores, antes que por resguardar el voto propio -en clara contraposición al kirchnerismo que, en doce años, atendió exclusivamente a su núcleo duro.
El Presidente Macri y sus funcionarios dilectos pasaron por alto que la ciudadanía que supo respaldar en el pasado a Cambiemos, votó contra el populismo. Este domingo 11 de agosto, se certificó la réplica de numerosos ciudadanos, que percibieron que las conductas y prerrogativas populistas se habían adueñado de la gestión. En los comienzos, el público creyó sinceramente en el jefe de Estado; incluso se ilusionó con él, acompañándolo en modos categóricos, alejados de toda duda.
Infortunadamente, la Administración se enredó en las ya comentadas promesas incumplidas, lo cual trajo como consecuencia un marcado crecimiento de la desilusión. En el mientras tanto, la inflación se llevó por delante al eslogan. Lo que para el Presidente en campaña era un variable sencilla de encaminar, a la postre terminó transformándose en la peor pesadilla para el conjunto de la ciudadanía argentina, sin importar su extracción política.
Así las cosas, se consolidó una siniestra combinatoria, edificada a base de crecimiento descontrolado de los precios, intolerable presión impositiva, e inabarcables subas de tarifas. A la sazón, la arenga 'Juntos, somos imparables' deviene en una proposición vacía de contenidos, que por momentos se torna insultante.
Podría incluso arriesgar que la gente no está furiosa -como se afirma comúnmente por estas horas-, sino que se exhibe inapelablemente frustrada. Conforme ya comienza a quedar claro, el origen de esa frustración puede rastrearse en la mentira, en el abandono de las promesas, la imprevisión y la improvisación, la imposibilidad de visualizar un norte de racionalidad y, por supuesto, en el hartazgo motorizado por pedidos recurrentes de sacrificio.
Sin embargo, será necesario apuntar que no son pocos los ciudadanos argentinos que se muestran genuinamente dispuestos a acompañar un proceso de transformación que, con foco en la racionalidad, allane el camino para el fortalecimiento de las hoy alicaídas instituciones de nuestra República. Quienes rechazamos con vehemencia el retorno de un populismo retrógrado somos parte de una abrumadora mayoría.
Con todo, también será lícito reafirmar que de poco sirven las frases hechas, más allá de que se reiteren una y otra vez, para apostar por aquéllos que nada cumplieron sobre las promesas compartidas. Porque, ¿qué motivo podría empujar ahora a la ciudadanía a volver a creer? ¿Por qué debería, cualquier trabajador de a pie, premiar con su voto a quien no supo o no tuvo incentivos para cumplir con lo prometido?
Antes Cambiemos, hoy, Juntos por el Cambio ha fracasado en aquello que mejor le iba, esto es, en emerger victorioso de procesos electorales. El consorcio político que acompaña al Presidente Mauricio Macri ha resultado perdidoso por un razón: no ha comprendido que lo que estaba en juego era, acaso como nunca antes, el futuro de la Nación. En las postrimerías, ha quedado en evidencia que, si el propósito es de sacar al país adelante, no será suficiente con la coalición a cargo. Solo portando consigo la sinceridad que corresponde al caso, el Gobierno Nacional deberá esmerarse para ampliar sus estructuras. El núcleo de esta invitación deberá, como condición sine qua non, acercarse a todos aquellos que conserven la energía suficiente con miras a impedir que el populismo vuelva a adueñarse del poder en la República argentina. No obstante, semejante invitación deberá ser genuina, generosa y, por sobre todo, observar un carácter participativo.
A tal efecto, será preciso involucrar actores que representen al más amplio espectro de la diversidad política, mas no para agotarlos en un mero comicio, sino para garantizar la gobernabilidad por venir, y para demostrar -con voz firme- que se ha tomado verdadera nota del reclamo ciudadano expresado democráticamente en las urnas.
En esta delicada instancia histórica, el Presidente de la Nación deberá probar que cuenta con los reflejos requeridos para poner en marcha las medidas necesarias, articulando -junto a viejos y nuevos actores- iniciativas que contribuyan a devolver la esperanza. Será éste el único camino viable que permita volver a vivir en una Argentina por muchos deseada.
Toda vez que exista proactividad para avanzar en la citada dirección y plasmar los propósitos enunciados, existirá margen para que la tradicional imprevisibilidad de los argentinos sirva, en esta última oportunidad, de herramienta para recuperar un horizonte de futuro.
Es Abogado en la República Argentina, especialista en Derecho Comercial y experto en temas relativos a la falsificación marcaria. Socio en el Estudio Doctores Porcel, fundado en 1921. Los textos del autor en El Ojo Digital pueden consultarse en http://www.elojodigital.com/categoria/tags/roberto-porcel.