Colombia: reflexiones bicentenarias
Este mes de agosto, Colombia celebró doscientos años de vida republicana e independiente.
17 de Agosto de 2019
Este mes de agosto, Colombia celebró doscientos años de vida republicana e independiente. Para ser más precisos, el 7 de agosto de 1819, las tropas libertadoras al mando del General Simón Bolívar dieron la estocada final a una difícil y compleja campaña libertadora que diera inicio el 11 de junio de 1819 en Tame -municipio que en la actualidad pertenece al departamento de Arauca, y en el que se encontraba el General Francisco de Paula Santander, junto a aproximadamente 1.600 hombres de infantería, y 600 elementos de caballería.
En aquel entonces, los protagonistas se dieron a una difícil tarea, esto es, la de efectuar una consolidación de orden militar sobre Santa fé de Bogotá, epicentro del virreinato de la Nueva Granada, entendiendo Bolívar como Santa Fé representaba el corazón andino más importante para los españoles. La razón: allí residía el mando, el poder y la representación política, militar, económica y administrativa de España sobre toda el cuadrante norte de la América del Sur. Era Bogotá la ciudad en la que recaía en los hombros del Virrey la representación de Fernando VII en tierras americanas, quien por aquél entonces fungía con ese título Juan de Sámano. Si tomaba Santa Fe, el virreinato de la Nueva Granada, al que pertenecían las antiguas colonias españolas de la Capitanía General de Venezuela y la Real Audiencia de Quito, se derrumbarían en un efecto dominó en favor de las tropas patriotas.
Se trata de elementos históricos fundamentales que cualquier ciudadano colombiano que se precie de serlo debería conocer; sin embargo, no es así. En los claustros, quien escribe se ha topado con la poco grata sorpresa de que la juventud desconoce (o bien no le interesa) conocer los eventos que llevaron a Colombia a constituírse en una república. El agravante remite a la soberbia de los denominados millennials –término usado en idioma inglés para referirse a los nacidos en este siglo XXI-, a quienes también se conoce como pertenecientes a la 'generación Y'. Estos creen saberlo todo, a raíz de que disponen de datos de Internet en sus teléfonos móviles -facturas abonadas por sus padres-, en donde la consulta vía Google evacúa toda duda de manera inmediata. Sin embargo, ha de subrayarse que la veloz consulta online no proporciona criterio analítico, capacidad de síntesis y para el análisis crítico -todos éstos, pilares centrales a la hora de comprender los fundamentos del Estado colombiano.
Adicionalmente, el ámbito académico también permite conocer a pretendidos ciudadanos que desconocen profundamente lo sucedido, por ejemplo, en la batalla de Gaméza, o en la batalla de Pienta -que tuvo lugar el 4 de agosto de 1819, y que ha sido en llamar también masacre de Charalá. Más aún, poco entienden sobre los alcances e implicancias del ingreso triunfante del ejército libertador en Santa Fe, acontecido el 10 de agosto de 1819. A la sazón, se asiste no solo a un compendio de datos históricos y fechas, sino que se trata de hazañas que fueron pagadas con sangre, machete y fuego. Prolegómenos que allanaron el camino para nuestra independencia y que, tiempo después, consolidaron la creación de la naciente república colombiana.
Por si todo ello fuera poco, la preparación y el desarrollo de un trabajo de campo en proceso y de mi autoría, se encuentra uno también con respuestas tan absurdas como inverosímiles. Cítese algún ejemplo: al preguntársele sobre Antonia Santos Plata a un Señor oriundo de Palmira (de entre 50 y 55 años de edad), éste no dudó en replicar con otra pregunta: 'De mínimo, ¿no es familiara del presidente Juan Manuel Santos?'. En otro caso, al consultársele a un joven universitario en Bogotá que acababa de venir de una protesta estudiantil –de esos que tienen por costumbre tomarse las calles para reclamar por 'derechos', aunque portando capucha- sobre la participación de la legión británica en la campaña libertadora, su respuesta fue contundente: 'Ni idea; y no me pregunte bobadas'. Al insistírsele para que al menos replicara con la identidad del Coronel que comandaba a la legión británica, contestó -desafiante-: 'No pregunte maricadas'.
Así las cosas, el comentado 'proceso de paz' ha propuesto el tratamiento de la memoria histórica, pero jamás para que ésta sea emparentada con la memoria heroica de la república. Al contrario, se detecta un profundo desconocimiento en torno de los episodios y eventos que nos identifican como patria, y frente a todo aquello que nos brindó la invaluable oportunidad de no continuar rehenes de un sistema de control extranjero con el fin de autogobernarnos. La búsqueda de esa libertad republicana ha costado enormes sacrificios; aquéllos heroicos patriotas independentistas merecen ser recordados eternamente.
Finalmente, téngase presente que el 7 de agosto de 1819 fundóse el Ejército Nacional de Colombia, lo cual nos lleva a tratar el tema del bicentenario de nuestro glorioso Ejército. Vaya, pues, un muy especial y merecido reconocimiento para una de las instituciones más queridas y respetadas por la ciudadanía colombiana (si acaso no es la primera de ellas en lo que a respeto se refiere). Para ellos, el más sincero y enérgico reconocimiento, pues esas tropas trabajan sin descanso durante las 24 horas y los 365 días del año, sin poner objeciones ni condiciones. Reconocimiento que, naturalmente, también ha de hacerse extensivo a los héroes muertos en cumplimiento de su deber constitucional, aunque infortunadamente olvidados por muchos compatriotas, en pos de la salvaguarda del orden y de la libertad.
Honor y gloria, pues, para los patriotas libertarios que ofrendaron sus vidas por la República. Prohibamos taxativamente olvidar, si nuestro propósito coincide con redefinir el significado de la unidad nacional, fusionándolo con la identidad de todos los colombianos, y del enorme potencial de este país cuando se invierten esfuerzos mancomunados. Aunque difícil, atacar a la ignorancia es un imperativo categórico, más cuando la juventud contemporánea se exhibe extraviada en la falta de oportunidades, e incluso de interés, a efectos de salir adelante.
La reflexión bicentenaria de quien esto escribe invita a ponderar que, si nuestra meta es hacer de Colombia una gran Nación, entonces será preciso que comencemos por conocernos, por cuanto 'Nadie ama lo que no conoce; por ello, no se identifica ni, mucho menos, defiende'.
El trabajo en el ámbito académico es monumental aunque, por momentos, insuficiente. A lo que es menester atender es a la integración de la totalidad de los sectores y, en especial, al interés particular de cada ciudadano.
Si el objetivo es trascender al hoy, nos toca aprendernos -de memoria- el ayer.
En aquel entonces, los protagonistas se dieron a una difícil tarea, esto es, la de efectuar una consolidación de orden militar sobre Santa fé de Bogotá, epicentro del virreinato de la Nueva Granada, entendiendo Bolívar como Santa Fé representaba el corazón andino más importante para los españoles. La razón: allí residía el mando, el poder y la representación política, militar, económica y administrativa de España sobre toda el cuadrante norte de la América del Sur. Era Bogotá la ciudad en la que recaía en los hombros del Virrey la representación de Fernando VII en tierras americanas, quien por aquél entonces fungía con ese título Juan de Sámano. Si tomaba Santa Fe, el virreinato de la Nueva Granada, al que pertenecían las antiguas colonias españolas de la Capitanía General de Venezuela y la Real Audiencia de Quito, se derrumbarían en un efecto dominó en favor de las tropas patriotas.
Se trata de elementos históricos fundamentales que cualquier ciudadano colombiano que se precie de serlo debería conocer; sin embargo, no es así. En los claustros, quien escribe se ha topado con la poco grata sorpresa de que la juventud desconoce (o bien no le interesa) conocer los eventos que llevaron a Colombia a constituírse en una república. El agravante remite a la soberbia de los denominados millennials –término usado en idioma inglés para referirse a los nacidos en este siglo XXI-, a quienes también se conoce como pertenecientes a la 'generación Y'. Estos creen saberlo todo, a raíz de que disponen de datos de Internet en sus teléfonos móviles -facturas abonadas por sus padres-, en donde la consulta vía Google evacúa toda duda de manera inmediata. Sin embargo, ha de subrayarse que la veloz consulta online no proporciona criterio analítico, capacidad de síntesis y para el análisis crítico -todos éstos, pilares centrales a la hora de comprender los fundamentos del Estado colombiano.
Adicionalmente, el ámbito académico también permite conocer a pretendidos ciudadanos que desconocen profundamente lo sucedido, por ejemplo, en la batalla de Gaméza, o en la batalla de Pienta -que tuvo lugar el 4 de agosto de 1819, y que ha sido en llamar también masacre de Charalá. Más aún, poco entienden sobre los alcances e implicancias del ingreso triunfante del ejército libertador en Santa Fe, acontecido el 10 de agosto de 1819. A la sazón, se asiste no solo a un compendio de datos históricos y fechas, sino que se trata de hazañas que fueron pagadas con sangre, machete y fuego. Prolegómenos que allanaron el camino para nuestra independencia y que, tiempo después, consolidaron la creación de la naciente república colombiana.
Por si todo ello fuera poco, la preparación y el desarrollo de un trabajo de campo en proceso y de mi autoría, se encuentra uno también con respuestas tan absurdas como inverosímiles. Cítese algún ejemplo: al preguntársele sobre Antonia Santos Plata a un Señor oriundo de Palmira (de entre 50 y 55 años de edad), éste no dudó en replicar con otra pregunta: 'De mínimo, ¿no es familiara del presidente Juan Manuel Santos?'. En otro caso, al consultársele a un joven universitario en Bogotá que acababa de venir de una protesta estudiantil –de esos que tienen por costumbre tomarse las calles para reclamar por 'derechos', aunque portando capucha- sobre la participación de la legión británica en la campaña libertadora, su respuesta fue contundente: 'Ni idea; y no me pregunte bobadas'. Al insistírsele para que al menos replicara con la identidad del Coronel que comandaba a la legión británica, contestó -desafiante-: 'No pregunte maricadas'.
Así las cosas, el comentado 'proceso de paz' ha propuesto el tratamiento de la memoria histórica, pero jamás para que ésta sea emparentada con la memoria heroica de la república. Al contrario, se detecta un profundo desconocimiento en torno de los episodios y eventos que nos identifican como patria, y frente a todo aquello que nos brindó la invaluable oportunidad de no continuar rehenes de un sistema de control extranjero con el fin de autogobernarnos. La búsqueda de esa libertad republicana ha costado enormes sacrificios; aquéllos heroicos patriotas independentistas merecen ser recordados eternamente.
Finalmente, téngase presente que el 7 de agosto de 1819 fundóse el Ejército Nacional de Colombia, lo cual nos lleva a tratar el tema del bicentenario de nuestro glorioso Ejército. Vaya, pues, un muy especial y merecido reconocimiento para una de las instituciones más queridas y respetadas por la ciudadanía colombiana (si acaso no es la primera de ellas en lo que a respeto se refiere). Para ellos, el más sincero y enérgico reconocimiento, pues esas tropas trabajan sin descanso durante las 24 horas y los 365 días del año, sin poner objeciones ni condiciones. Reconocimiento que, naturalmente, también ha de hacerse extensivo a los héroes muertos en cumplimiento de su deber constitucional, aunque infortunadamente olvidados por muchos compatriotas, en pos de la salvaguarda del orden y de la libertad.
Honor y gloria, pues, para los patriotas libertarios que ofrendaron sus vidas por la República. Prohibamos taxativamente olvidar, si nuestro propósito coincide con redefinir el significado de la unidad nacional, fusionándolo con la identidad de todos los colombianos, y del enorme potencial de este país cuando se invierten esfuerzos mancomunados. Aunque difícil, atacar a la ignorancia es un imperativo categórico, más cuando la juventud contemporánea se exhibe extraviada en la falta de oportunidades, e incluso de interés, a efectos de salir adelante.
La reflexión bicentenaria de quien esto escribe invita a ponderar que, si nuestra meta es hacer de Colombia una gran Nación, entonces será preciso que comencemos por conocernos, por cuanto 'Nadie ama lo que no conoce; por ello, no se identifica ni, mucho menos, defiende'.
El trabajo en el ámbito académico es monumental aunque, por momentos, insuficiente. A lo que es menester atender es a la integración de la totalidad de los sectores y, en especial, al interés particular de cada ciudadano.
Si el objetivo es trascender al hoy, nos toca aprendernos -de memoria- el ayer.
Seguir en
@CHRISTIANDAES6
Sobre Christian Ríos M.
Ríos es Politólogo Internacionalista de la Universidad Militar Nueva Granada, Profesional en Ciencias Militares de la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova, y Administrador de Empresas; magister en Estrategia y Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra- Colombia, en 'Estrategia y Geopolítica'. Es analista político, docente y columnista en el periódico El Quindiano (Armenia, Colombia) y en El Ojo Digital. Es Oficial en Retiro del Ejército Nacional de Colombia.