Colombia: como lobos rapaces
El pasado jueves 29 de agosto, un grupo considerable de narcoterroristas de las FARC...
01 de Septiembre de 2019
Guardaos de los falsos profetas, los cuales
vienen a vosotros disfrazados de ovejas,
mas por dentro son lobos rapaces
Mt, 7, 15.
Si oye decir que el cristianismo tiene consecuencias sociales, el tonto se apresura a asumir que tiene consecuencias socialistas
Nicolás Gómez Dávila. Nuevos escolios a un texto implícito I
* * *
El pasado jueves 29 de agosto, un grupo considerable de narcoterroristas de las FARC anunciaron al mundo, mediante un comunicado oficial, su regreso a las armas, aun cuando la expresión sea infiel a la realidad, porque, realmente, nunca las entregaron, mintiéndole al país, sino que las tenían reservadas para este momento y, por otro lado, siguieron operando mediante las mal llamadas 'disidencias' que, en realidad, son las mismas FARC de siempre. Ahora, en esta coyuntura aciaga para la historia de Colombia, las FARC es un monstruo terrible que cuenta con tres brazos: el jurídico (Jurisdicción Especial para la Paz), el político (partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) y el armado, cuya dirección está en manos de Iván Márquez y opera con el apoyo del dictador venezolano y de otros poderes internacionales.
Va siendo momento de que los colombianos despierten y reconozcan, con toda claridad, el engaño de que fueron víctimas, señalando, sin temor alguno, a quienes urdieron tal estratagema cruel, cuyo único fin ha sido siempre conducir al país a un gobierno comunista mediante muy variadas trampas y sofismas jurídicos aberrantes, pero, sobre todo, mediante el trasbordo ideológico inadvertido de la población, en la que se fueron rompiendo las barreras de horror con respecto a la maldad intrínseca del terrorismo fariano y en la que se fue debilitando el odio al mal y el amor a la verdad y la justicia.
El título de este artículo se inspira en el excelente libro de Alfredo Garland Barrón, Como Lobos Rapaces: Perú ¿una Iglesia Infiltrada? (1978) en el que denunciaba la nefasta influencia de la Teología Marxista de la Liberación en su país y encuentra una inspiración en la magistral denuncia de la Comisión de Estudios de la Sociedad Tradición Familia y Propiedad en un texto esencial para la historiografía latinoamericana, a saberse, La Iglesia del Silencio en Chile. La TFP Proclama la Verdad Entera (1976).
Como se argumenta en los libros citados con respecto a los países a los que fueron dirigidos, en este trasbordo ideológico inadvertido aplicado a la población colombiana, la mayor responsable ha sido, sin lugar a dudas, la estructura eclesiástica colombiana que, aprovechándose de la fe y el compromiso cristiano del pueblo, promovió la idea de que apoyar los Acuerdos de La Habana equivalía a apoyar la paz y que un buen cristiano debe apoyar siempre la paz. Con razonamientos tan simplistas y ridículos, muchos católicos entendieron que si no votaban SÍ al plebiscito de 2016 estaban cometiendo una falta moral, un pecado, cuando, más bien, era todo lo contrario, en recta doctrina católica. El deber de los católicos era votar NO, porque lo contrario implicaba apoyar ideas e iniciativas contrarias a la fe por estar inspiradas en la ideología comunista. Al respecto, señala el Papa Pío IX en su encíclica Qui Pluribus: 'A esto tiende la doctrina, totalmente contraria al derecho natural, del llamado comunismo; doctrina que, si se admitiera, llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana'.
El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, quien dedicó su vida a demostrar que el acuerdo entre la Iglesia Católica y el régimen comunista representaba una autodemolición, indica sobre el comunismo, en su opera magna, titulada Revolución y Contra-Revolución:
“Es importante señalar su carácter esencial de secta filosófica, que deduce de sus principios una peculiar concepción del hombre, de la sociedad, del Estado, de la Historia, de la cultura, etc. Exactamente como la Iglesia deduce de la Revelación y de la Ley Moral todos los principios de la civilización y de la cultura católicas. Entre el comunismo, secta que contiene en sí la plenitud de la Revolución, y la Iglesia, no hay, pues, conciliación posible” (117-118).
Aclarando estos puntos, obvios para un católico con una formación media y que no se aclararon en los púlpitos de las parroquias colombianas ―y los sacerdotes que quisieron aclararlos fueron silenciados o reprendidos―, se puede entender por qué la mayor culpabilidad en la actual situación de Colombia recae sobre la jerarquía eclesiástica que, en lugar de apoyar y bendecir, se atrevió a combatir y censurar a uno de sus hijos más fieles, a saberse, el Procurador General de la Nación Alejandro Ordóñez Maldonado, quien en cumplimiento de sus deberes constitucionales ―y de sus compromisos bautismales, valga añadir―, denunció la antijuridicidad de los Acuerdos y, entre otras muchas iniciativas, designó a una de sus procuradoras delegadas para que realizara un estudio acerca de la presencia de la ideología de género en el Acuerdo Final. Este estudio demostró que, un tema fundamental de los Acuerdos era la imposición de esta terrible ideología en la educación colombiana. De manera irrespetuosa y carente de rigor, Monseñor Luis Augusto Castro intentó refutar el estudio, diciendo que “parte de las técnicas y formas que usaron para impulsar a la gente para votar por el No fue asustándola. Los asustaron diciéndoles que esto afectaría a la familia y la gente se comió el cuento, especialmente ciertos grupos” (El Colombiano. “La Ideología de Género no está contemplada en los acuerdos: Conferencia Episcopal”. 17 de octubre de 2016).
Sobra decir que la respuesta de quien entonces fungía como Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia es falsa y muestra un apoyo inmoral al SÍ ―que aunque perdió, tuvo unos resultados bastante importantes―, además, vale la pena recordar que, en su comunicado del pasado 29 de agosto, el narcoterrorista Iván Márquez se refirió con entusiasmo al “arco iris LGTBI”, como parte de los colectivos a los que se dirigía y que hacen parte de esta lucha revolucionaria. Por culpa de la estructura eclesiástica, muchos católicos defensores de la vida y la familia, apoyaron los acuerdos, ignorando que la Revolución es una y su odio a los valores de la civilización cristiana es unánime, pero, con tan pésimos maestros, no hay modo de culparlos.
Otra 'gran joyita' en todo este entuerto ha sido el arzobispo de Cali, Monseñor Darío Monsalve Mejía, quien ha ido revelando su pasión roja, cada vez con mayor vehemencia, atacando a los opositores de los acuerdos, reuniéndose y amistándose de modo bastante inapropiado con políticos de la izquierda radical y, hablando, con gran irrespeto por el pueblo colombiano y por la democracia, del “equivocado plebiscito que hubo que asumir” (Semana. “A este gobierno le puede resultar su Guaidó: monseñor Darío Monsalve Mejía”. 3 de diciembre de 2018). Cuando Monsalve opina sobre la política colombiana, parece más un miembro del Partido Comunista de Colombia que un pastor de almas y es, entre todos los jerarcas de la Iglesia colombiana, uno de los que más daño le ha hecho al país, fingiendo ser un adalid de la paz, lo cual solo se creen los ingenuos.
Como colombiano de corazón y amante de la patria, quien escribe estas líneas pide a la comunidad internacional que ayude a Colombia, para que estos y otros lobos vestidos de pastores no apaguen, con discursos pacifistas y concepciones erradas de la misericordia cristiana, la reacción fuerte y segura que debe tener ahora el Estado colombiano y, con él, toda la ciudadanía, ante el monstruo de tres brazos que, al parecer, tiene un cuarto en la jerarquía eclesiástica colombiana.
Continuará…
Va siendo momento de que los colombianos despierten y reconozcan, con toda claridad, el engaño de que fueron víctimas, señalando, sin temor alguno, a quienes urdieron tal estratagema cruel, cuyo único fin ha sido siempre conducir al país a un gobierno comunista mediante muy variadas trampas y sofismas jurídicos aberrantes, pero, sobre todo, mediante el trasbordo ideológico inadvertido de la población, en la que se fueron rompiendo las barreras de horror con respecto a la maldad intrínseca del terrorismo fariano y en la que se fue debilitando el odio al mal y el amor a la verdad y la justicia.
El título de este artículo se inspira en el excelente libro de Alfredo Garland Barrón, Como Lobos Rapaces: Perú ¿una Iglesia Infiltrada? (1978) en el que denunciaba la nefasta influencia de la Teología Marxista de la Liberación en su país y encuentra una inspiración en la magistral denuncia de la Comisión de Estudios de la Sociedad Tradición Familia y Propiedad en un texto esencial para la historiografía latinoamericana, a saberse, La Iglesia del Silencio en Chile. La TFP Proclama la Verdad Entera (1976).
Como se argumenta en los libros citados con respecto a los países a los que fueron dirigidos, en este trasbordo ideológico inadvertido aplicado a la población colombiana, la mayor responsable ha sido, sin lugar a dudas, la estructura eclesiástica colombiana que, aprovechándose de la fe y el compromiso cristiano del pueblo, promovió la idea de que apoyar los Acuerdos de La Habana equivalía a apoyar la paz y que un buen cristiano debe apoyar siempre la paz. Con razonamientos tan simplistas y ridículos, muchos católicos entendieron que si no votaban SÍ al plebiscito de 2016 estaban cometiendo una falta moral, un pecado, cuando, más bien, era todo lo contrario, en recta doctrina católica. El deber de los católicos era votar NO, porque lo contrario implicaba apoyar ideas e iniciativas contrarias a la fe por estar inspiradas en la ideología comunista. Al respecto, señala el Papa Pío IX en su encíclica Qui Pluribus: 'A esto tiende la doctrina, totalmente contraria al derecho natural, del llamado comunismo; doctrina que, si se admitiera, llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana'.
El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, quien dedicó su vida a demostrar que el acuerdo entre la Iglesia Católica y el régimen comunista representaba una autodemolición, indica sobre el comunismo, en su opera magna, titulada Revolución y Contra-Revolución:
“Es importante señalar su carácter esencial de secta filosófica, que deduce de sus principios una peculiar concepción del hombre, de la sociedad, del Estado, de la Historia, de la cultura, etc. Exactamente como la Iglesia deduce de la Revelación y de la Ley Moral todos los principios de la civilización y de la cultura católicas. Entre el comunismo, secta que contiene en sí la plenitud de la Revolución, y la Iglesia, no hay, pues, conciliación posible” (117-118).
Aclarando estos puntos, obvios para un católico con una formación media y que no se aclararon en los púlpitos de las parroquias colombianas ―y los sacerdotes que quisieron aclararlos fueron silenciados o reprendidos―, se puede entender por qué la mayor culpabilidad en la actual situación de Colombia recae sobre la jerarquía eclesiástica que, en lugar de apoyar y bendecir, se atrevió a combatir y censurar a uno de sus hijos más fieles, a saberse, el Procurador General de la Nación Alejandro Ordóñez Maldonado, quien en cumplimiento de sus deberes constitucionales ―y de sus compromisos bautismales, valga añadir―, denunció la antijuridicidad de los Acuerdos y, entre otras muchas iniciativas, designó a una de sus procuradoras delegadas para que realizara un estudio acerca de la presencia de la ideología de género en el Acuerdo Final. Este estudio demostró que, un tema fundamental de los Acuerdos era la imposición de esta terrible ideología en la educación colombiana. De manera irrespetuosa y carente de rigor, Monseñor Luis Augusto Castro intentó refutar el estudio, diciendo que “parte de las técnicas y formas que usaron para impulsar a la gente para votar por el No fue asustándola. Los asustaron diciéndoles que esto afectaría a la familia y la gente se comió el cuento, especialmente ciertos grupos” (El Colombiano. “La Ideología de Género no está contemplada en los acuerdos: Conferencia Episcopal”. 17 de octubre de 2016).
Sobra decir que la respuesta de quien entonces fungía como Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia es falsa y muestra un apoyo inmoral al SÍ ―que aunque perdió, tuvo unos resultados bastante importantes―, además, vale la pena recordar que, en su comunicado del pasado 29 de agosto, el narcoterrorista Iván Márquez se refirió con entusiasmo al “arco iris LGTBI”, como parte de los colectivos a los que se dirigía y que hacen parte de esta lucha revolucionaria. Por culpa de la estructura eclesiástica, muchos católicos defensores de la vida y la familia, apoyaron los acuerdos, ignorando que la Revolución es una y su odio a los valores de la civilización cristiana es unánime, pero, con tan pésimos maestros, no hay modo de culparlos.
Otra 'gran joyita' en todo este entuerto ha sido el arzobispo de Cali, Monseñor Darío Monsalve Mejía, quien ha ido revelando su pasión roja, cada vez con mayor vehemencia, atacando a los opositores de los acuerdos, reuniéndose y amistándose de modo bastante inapropiado con políticos de la izquierda radical y, hablando, con gran irrespeto por el pueblo colombiano y por la democracia, del “equivocado plebiscito que hubo que asumir” (Semana. “A este gobierno le puede resultar su Guaidó: monseñor Darío Monsalve Mejía”. 3 de diciembre de 2018). Cuando Monsalve opina sobre la política colombiana, parece más un miembro del Partido Comunista de Colombia que un pastor de almas y es, entre todos los jerarcas de la Iglesia colombiana, uno de los que más daño le ha hecho al país, fingiendo ser un adalid de la paz, lo cual solo se creen los ingenuos.
Como colombiano de corazón y amante de la patria, quien escribe estas líneas pide a la comunidad internacional que ayude a Colombia, para que estos y otros lobos vestidos de pastores no apaguen, con discursos pacifistas y concepciones erradas de la misericordia cristiana, la reacción fuerte y segura que debe tener ahora el Estado colombiano y, con él, toda la ciudadanía, ante el monstruo de tres brazos que, al parecer, tiene un cuarto en la jerarquía eclesiástica colombiana.
Continuará…
Bibliografía y referencias
- Corrêa de Oliveira, Plinio. Revolución y Contra-Revolución. Medellín: Sociedad Colombiana Tradición y Acción-Centro Cultural Cruzada, 2018.
- Gómez Dávila, Nicolás. Escolios a un texto implícito I. Bogotá: Villegas editores, 2005.
- Nuevo Testamento. Traducción directa del original griego por Monseñor Doctor Juan Straubinger, con todas sus notas completas según la fiel versión original. La Plata: Desclée de Bouwer, 1948.
- Ramírez Restrepo, Elizabeth. “La Ideología de Género no está contemplada en los acuerdos: Conferencia Episcopal”. El Colombiano. 17 de octubre de 2016. Recuperado de éste link
- Semana. 'A este gobierno, le puede resultar su Guaidó: monseñor Darío Monsalve Mejía'. 3 de diciembre de 2019. Recuperado de éste link
- S.S Pío IX. Encíclica Qui Pluribus. Recuperado de éste link
- Contrahegemonía Web. Las FARC y el retorno a la lucha armada. Declaración de Iván Márquez y Jesús Santrich.
- Contrahegemonía Web. Las FARC y el retorno a la lucha armada. Declaración de Iván Márquez y Jesús Santrich.
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Sobre Carlos Andrés Gómez Rodas
Gómez Rodas es Licenciado en Filosofía y Letras y Doctor en Filosofía (Universidad Pontificia Bolivariana; en Medellín, Colombia). Miembro del Centro de Estudios Clásicos y Medievales Gonzalo Soto Posada (CESCLAM). Coautor de los dos tomos del libro '100 Preguntas y Respuestas para Comprender el Conflicto Colombiano'. Es colaborador regular en El Ojo Digital (Argentina) y en el Centro Cultural Cruzada y Razón+Fe (ambos de la República de Colombia).