Cuba: una vacuna contra la 'volvedera'
Entiendo que la palabra 'volvedera' fue acuñada por el novelista Alfredo Bryce Echenique.
Entiendo que la palabra 'volvedera' fue acuñada por el novelista Alfredo Bryce Echenique. Le preguntaron por qué regresaba a Perú, tras permanecer tantos años en Europa. Se quedó meditando un instante, y respondió: 'No lo sé; se me dio por la volvedera'. Y se quedó felizmente instalado en una Lima que cada día es más habitable y hermosa.
Otro que regresó a sus orígenes fue mi amigo, el escritor Plinio Apuleyo Mendoza. Plinio había pasado su juventud en París. Regresó a Bogotá varias veces, pero siempre para retomar impulso y escapar de nuevo. En una de esas volteretas, terminaría en La Habana, en Prensa Latina, y se trajo a Cuba a García Márquez, su amigo Gabo.
El contacto con la realidad cubana (los fusilamientos y otros datos desagradables) comenzó a curarle la rubeola ideológica. Hasta que, en 1971, tras el lamentable Caso Padilla, la venda cayó del todo. La Isla era una satrapía estalinista. Años después, retornó a Europa como embajador en Italia y Portugal. Finalmente, le dio la 'volvedera': se instaló en la bonita zona norte de Bogotá, rodeado de 'cachacos' y con un tráfico endemoniado, pero mucho mejor que la ciudad que él había abandonado varias décadas antes.
El escritor Néstor Díaz de Villegas acaba de publicar un libro, en el que demuestra por qué es un error volver a Cuba. De alguna manera, la obra es una vacuna contra la 'volvedera' de los nostálgicos cubanos que llevan toda una vida en el destierro. La obra, prodigiosamente escrita, se titula De Dónde Son los Gusanos, y lleva un subtítulo aclaratorio: 'Crónica de un regreso a Cuba, después de 37 años de exilio'.
En 1974, Néstor fue condenado a varios años de cárcel, porque le 'ocuparon' unos poemas 'contrarrevolucionarios'. Era un muchacho que cursaba el onceavo grado. La policía política lo sacó de la clase de Historia. Seis años más tarde, en 1979, estaba en el campo de concentración de Ariza, cuando Fidel Castro, magnánimamente, le 'regaló' tres mil presos políticos al entonces presidente estadounidense Jimmy Carter, siempre y cuando que se los llevara de la Isla.
El presidente de los gringos, débil y con una inflación de dos dígitos en el país, inútilmente intentaba arreglar las diferencias con un régimen envalentonado por sus victorias en Africa y los triunfos diplomáticos de Castro. Fidel era el presidente de los Países No-Alineados, pese a su subordinación total a la URSS. Ese fue el año, 1979, en que Fidel le profetizó al historiador venezolano Guillermo Morón que, algún día, se pasearía triunfante por un Washington sometido a Moscú.
En medio de ese tumulto, Néstor llegó a Estados Unidos. En Los Angeles, poco a poco, se transformó en uno de los grandes cronistas y poetas en español. Pero, en 2014, el presidente Barack Obama, decidido como Jimmy Carter a arreglarse con los díscolos vecinos, rompió sigilosamente todas sus promesas de mantener las presiones comerciales mientras el régimen de la Isla no mostrara señales de cambio, y restableció los vínculos diplomáticos.
Fue entonces cuando a Néstor Díaz de Villegas le dio la 'volvedera', acaso víctima de esa maniobra oscura del cerebro que emborrona nuestros recuerdos negativos y nos hace creer que con los cambios ocurridos (todas las sociedades algo se modifican) y pudiera ser que la Isla albergara esperanzas.
El autor confirmó, desde el aeropuerto, que Cuba era prácticamente inhabitable. Mientras todas las capitales de América Latina en los últimos sesenta años habían dado un salto a la modernidad y el progreso, unas más que otras, Cuba había involucionado, como consecuencia de la incapacidad de un sistema que sólo crea riquezas para la pequeña cúpula de militares que lo dirige.
El grueso del perfil urbano es desolación, destrucción, hedor y pobreza. Los funcionarios son indolentes. La policía política continuaba apaleando a las personas. No hay casi nada que indique que se intenta rectificar. El régimen continúa anclado en la vulgata leninista de un partido único y unas ideas únicas que inexorablemente han conducido el país al desastre.
Una última confesión: al cabo de mi vida, con 76 años de edad y 57 fuera de Cuba, secretamente me había dado la 'volvedera'. Leer De Dónde Sson los Gusanos, me convenció que ese país nada tiene que ver conmigo o con mi familia.
Prefiero recordar la Cuba que dejé, a vivir en el infierno en que se ha convertido mi país.
Es triste, pero es así.
Es escritor y periodista. Sus trabajos son publicados en los periódicos más reconocidos de América Latina. Su blog, en: elblogdemontaner.com.