El mundo cambia de piel
Las democracias se exhiben hoy patas arriba, pero se mueven.
26 de Septiembre de 2019
Las democracias se exhiben hoy patas arriba, pero se mueven. A los trompicones, con marchas y contramarchas, sí; pero se mueven en la dirección adecuada. Los escándalos surgidos en torno a Odebrecht, FIFA o Siemens son una muestra. No hay que temerles a esos escándalos. El mundo está mudando de piel.
El Reino Unido no sabe cómo divorciarse de la Unión Europea. En España e Israel, no pueden ponerse de acuerdo a la hora de conformar un gobierno de coalición capaz de conciliar en los parlamentos la diversidad de sus sociedades. En la Argentina, país enfermo tras setenta años de populismo, entregarán de nuevo las llaves del Estado a una señora incompetente y deshonesta que ya lo destrozó y saqueó minuciosamente. Sin embargo, sigue siendo cierta la melancólica definición que diera Winston Churchill: 'El peor de los sistemas... exceptuados todos los demás'.
De alguna manera, la opción es sencilla: o existe un gobierno presidido y dirigido por seres humanos omnipotentes, o, en cambio, se siguen reglas universales administradas por un Poder Judicial independiente.
Vivimos en Estados en los que manda un hombre, o un grupo de hombres; o, por el contrario, en el que la autoridad, limitada por las leyes, se deposita en la mayoría como recomiendan los principios democráticos.
Nos enriquecemos o empobrecemos en un sistema económico regido por el favoritismo, en el que un poder central decide los ganadores y perdedores, u optamos, contrario sensu, por un mercado abierto y libre, en el que la oferta y la demanda ciegas determinan quiénes se enriquecen y quiénes se empobrecen sin tener en cuenta las relaciones personales.
Douglass North, brillante Premio Nobel de Economía norteamericano, describió los dos modelos de comportamiento que ha conocido la humanidad desde que, hace más de diez mil años, abandonó el nomadismo y fundó los Estados. North les llamó: 'sociedades de acceso limitado' y 'sociedades de acceso abierto' (Violence and the Rise of Open Access Orders. Journal of Democracy; 2009).
Y no hay mucho más.
Las de 'acceso limitado' pronto establecieron un reparto de beneficios que llega hasta nuestros días y consiste en repartirse las rentas entre los mandamases y los cortesanos. De doscientas naciones que hay en el planeta, ciento cuarenta o ciento cincuenta son 'sociedades de acceso limitado', pero eso está cambiando rápidamente. Hay un súbito trasvasamiento de un modelo hacia el otro. Ya los privilegios no son de recibo, como no lo es enriquecerse al margen de las actividades lícitas y competitivas.
La primera sociedad de 'acceso abierto' fue la república estadounidense que naciera en 1776, aunque continuada en 1787 con la redacción de la Constitución en Filadelfia. Como George Washington se negó de plano a ser nombrado rey, eligieron un procedimiento democrático para transferir la autoridad a los electores que se convirtieron en los receptores de la soberanía.
Es evidente que esa 'sociedad de acceso abierto' que había surgido en los Estados Unidos no tenía en cuenta (entre otros) a las mujeres, los negros ni a los nativos, pero la República adoptada era un modelo abierto, absolutamente revolucionario, que permitía incorporar progresivamente a todas las personas.
De cuatro millones de blancos censados en 1790, se ha pasado a los 325 o 330 millones de personas de todos los colores y religiones, que comparecerán en el censo del 2020. De los dos millones de kilómetros cuadrados que se repartían entre los trece estados originales asomados al Atlántico, se ha llegado a más de nueve millones, en las dos costas, divididos en 50 estados, incluido el archipiélago hawaiano.
El ejemplo estadounidense fue seguido, abandonado y luego retomado por Francia, Holanda, Inglaterra, Bélgica, Alemania y, así, hasta veintisiete naciones de la Unión Europea. Asimismo, casi toda América Latina imita y rechaza simultáneamente el modelo americano de 'acceso abierto', pero la persecución a la corrupción y al delito internacional presagian un momento en el que ese bloque de países acepten como inevitable conducir algunos asuntos públicos a la manera de los Estados Unidos.
Por ahí va la cosa.
Por ahí va la cosa.
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@CarlosAMontaner
Sobre Carlos Alberto Montaner
Es escritor y periodista. Sus trabajos son publicados en los periódicos más reconocidos de América Latina. Su blog, en: elblogdemontaner.com.