Ecuador: civilización versus barbarie
La conmoción que un grupo minoritario -aunque violento- de personas ha provocado...
13 de Octubre de 2019
La conmoción que un grupo minoritario -aunque violento- de personas ha provocado en Ecuador ya no se trata acerca de la eliminación del subsidio a los combustibles, sino de la intención de aquéllas de secuestrar a todo un país.
Dirigentes de los movimientos indigenistas se tomaron momentáneamente la Asamblea y campos petroleros. Intentaron interrumpir el suministro de agua a ciudades importantes del país y bloquear las telecomunicaciones. En Cotopaxi, amedrentan y secuestran a los que osan trabajar, muchos de ellos indígenas, y exigen $50 para devolver camiones cargados que previamente habían robado. Mientras sucedía esto, la dirigencia política indígena insistía en su carácter pacífico. Mientras escribo estas líneas, la CONAIE mantiene secuestrados a ocho policías y a una treintena de periodistas.
Esto ya no es una discusión de políticas públicas, sino acerca del futuro de la forma de convivir para los ciudadanos ecuatorianos, mediante la cooperación o la fuerza. Occidente constituyó un gran avance para la humanidad porque, precisamente, le dio más importancia a mecanismos cada vez más complejos y extensos de cooperación social.
Sin embargo, se observa que la dirigencia política de los movimientos indígenas como la CONAIE han optado por la fuerza. Esos núcleos buscan aprovecharse del caos que ellos mismos han generado, a criterio de imponer una forma de hacer política que, por fortuna, jamás ha tenido respaldo mayoritario. Desgraciadamente, la dirigencia política indígena sigue creyendo en un marxismo trasnochado —por cierto, también occidental— que incluye la tesis de la lucha armada.
El prefecto de Azuay, Yaku Pérez, declaró que a ellos no se les pueden aplicar “leyes occidentales”, como si todos no fuéramos parte del mismo pueblo que conforma el Ecuador. Vale la pena recordarle que fue precisamente en Occidente donde se dieron los primeros movimientos que buscaron abolir la esclavitud a nivel mundial, incluída aquella de los indígenas. Además, el fraile dominico Francisco de Vitoria, ya en el siglo XVI, argumentó que el rey no era dueño del mundo -y que tampoco lo era el Papa-, como para poder donar tierras que no le pertenecían, al rey. Vitoria sostuvo que los indios no eran seres humanos inferiores, sino individuos que poseen los mismos derechos que cualquier ser humano y que son, por lo tanto, dueños de sus tierras y bienes.
Por ello, que resulta sorprendente que, existiendo tantos académicos y dirigentes dedicados a, supuestamente, defender y promover el bienestar de los indígenas, nunca se les haya ocurrido pedir lo que es su justo derecho: la propiedad sobre el subsuelo. ¿Se imaginan si las comunidades fuesen dueñas del petróleo y otros recursos naturales que se encuentran debajo de la superficie que habitan? La estructura de poder del país cambiaría radicalmente.
Bien decía Carlos Rangel, en su lúcido libro Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario, que aún somos presa del mito del “buen salvaje” inaugurado por Cristóbal Colón, quien dijo haberse topado en las indias con el paraíso terrenal. Nada dicen quienes nos hablan de ese pasado como una época de oro acerca de los sacrificios humanos que se practicaban rutinariamente tanto en los imperios inca, azteca y maya. Rangel afirmaba que el mito del 'buen salvaje' sirve 'al objeto de intentar excusar o enmascarar el fracaso relativo de Latinoamérica, hija del buen salvaje, esposa del buen revolucionario, madre predestinada del hombre nuevo'.
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@GabriCalderon
Sobre Gabriela Calderón
Es Magister en Comercio y Política Internacional de la George Mason University y graduada con un título de Ciencias Políticas con concentración en Relaciones Internacionales de la York College of Pennsylvania. Se desempeña como Editora de ElCato.org. investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador) desde enero del 2006. Sus artículos y papers son publicados regularmente en otros periódicos de Latinoamérica y España.