América Latina: no subestimar a la ideología

Chile, primer país latinoamericano en hallarse a las puertas del mundo desarrollado, exhibiendo el más alto nivel per cápita de la región, uno de los más reducidos índices de pobreza -y a la baja-, la mejor infraestructura del continente, y un sistema de salud y de educación de alta calidad, transita, por estas horas, momentos de manifestaciones violentas que parecería se deben al modelo económico aplicado en este país. O, al menos, así pretenden hacernos creer los numerosos analistas de lo políticamente correcto.

 

Son muchos los que desde esta versión que pretende la 'equidistancia' y el 'equilibrio' en sus opiniones para, de esta manera, mostrarse como los buenos de la película están desviando la atención, refiriendo que las manifestaciones violentas se explican a partir del alto grado de insatisfacción de la gente y otras causas.

 

Pero la realidad es muy diferente. El grado de violencia extrema en las calles de Santiago, que diera inicio a partir de que el gobierno de Sebastián Piñera decidiera un incremento de 30 pesos chilenos en la tarifa del transporte público, cuando no deja de ser cierto que, en tiempos de la Administración Bachelet, ese precio se incrementó en más de 80 pesos (sin registrarse incidente alguno).

 

Donde se nota que los comunicadores políticamente correctos jamás pondrán sus sesudos 'análisis' está en por qué la turba procedió a quemar el prestigioso diario El Mercurio, de tendencia liberal. Los 'analistas' de lo políticamente correcto, desde luego, prefieren andarse en rodeos y regodeos para quedar bien con su público, una parte importante de la prensa y con el agrado de organismos internacionales, los cuales harán todo lo posible para cuestionar el modelo chileno, modelo que podrá tener algunas falencias, como cualquier obra humana.

 

Sin embargo, el denominado modelo chileno ha logrado, entre otras más, hacer de su sistema jubilatorio de capitalización uno de los más exitosos del mundo, dada su equidad y rentabilidad, al contrario de lo que, por ejemplo, existe en Paraguay y en muchos otros países que basados en el sistema de reparto no tardarán muchos años en colapsar -perjudicando de manera directa a los verdaderos y únicos aportantes, los trabajadores y, de modo indirecto, a los empleadores.

 

Lo que no quieren aceptar aquellos 'analistas' de lo políticamente correcto es que la ideología forma parte consustancial de los asuntos públicos. No perciben que todas las personas -sin excepción- son guiadas por un conjunto de ideas sobre cuya influencia se procede a pensar y actuar de un modo u otro.

 

El ser humano, y la propia sociedad, son el resultado de ideologías. Lo propio sucede con el conjunto de actividades que los ciudadanos llevan a cabo, guiadas por un sistema de pensamiento. Estas ideas transitan a lo largo de un carril de dos vías: una de ellas entiende que el orden impuesto por algunos es superior a lo que deciden las personas por sí mismas en colaboración con otras. La otra vía es diferente, por cuanto que considera que aquel orden impuesto por algunos termina en autoritarismos y desgracias; por lo tanto, prefieren respetar a cada ser humano, para que elija lo que mejor le parezca, sin perjudicar a otros.

 

Lo que sucede ahora mismo en Chile no es una manifestación pacífica ni progresista, ni nada que se le parezca; como tampoco busca mejorar los recursos con que ese país cuenta. Los estudios sentencian, con meridiana claridad, que Chile fue alguna vez una nación situada entre las más pobres del continente pero que, gracias a las reformas económicas liberales, hoy se acerca a las puertas de un progreso genuino, como prácticamente no lo ha logrado otra nación en la región.

 

Los adeptos a la violencia como método del cambio social, identificados como socialistas y comunistas, tienen por objetivo el poner fin al modelo de base liberal que promueve la paz y la cooperación social.