Sobre la destrucción en Chile
Consigna Andrés Oppenheimer, primer analista de la realidad latinoamericana desde...
Consigna Andrés Oppenheimer, primer analista de la realidad latinoamericana desde los Estados Unidos de América, que los motines callejeros chilenos son la expresión de la revuelta de una sociedad exitosa que demanda estándares de vida como el estadounidense o el europeo. No es un pobre país que protesta debido al hambre sino, por el contrario, se trata de una nación triunfadora que desea acelerar su desarrollo.
'Vayamos por partes', diría Jack el Destripador. Chile, efectivamente, es una sociedad en extremo exitosa. Encabeza casi la totalidad de los índices económicos y sociales en América Latina, incluído el de la honradez (Transparencia Internacional). El país ha logrado reducir los niveles de pobreza muy notablemente. Ha aumentado los años de vida de las personas, hasta ser de los más altos del planeta, lo cual demuestra la calidad de sus servicios públicos de salud (Los médicos cubanos radicados en Chile me comentan que sus homólogos chilenos cuentan con mucho mejores conocimientos, adiestramiento y equipos que a los que ellos accedieron en la Isla).
A ese panorama, debe sumársele el bajo desempleo (6,5%), la mínima inflación (2,2%), el elevado ingreso per cápita conseguido ($24,600) y el hecho innegable de que ese perfil de Primer Mundo se debe a los mercados libres y abiertos, impulsados, primero, por Augusto Pinochet. Y, luego, a la democracia lograda por la transición, en la que figuran dos democristianos (Patricio Aylwin y Eduardo Frei), dos socialistas (Ricardo Lagos y Michelle Bachelet) y un conservador (Sebastián Piñera). Cuando comenzaron las reformas, había doscientas compañías exportadoras. Hoy, se cuentan casi 2.500, y el país ha firmado docenas de tratados de libre comercio con todas las naciones accesibles.
No percibo que la motivación tras los desórdenes callejeros sean producto de la frustración de las clases medias. No conozco a ninguna persona razonable capaz de quemar una estación de trenes, pensando que con ello logrará alcanzar la calidad de vida de estadounidenses y europeos. Los chilenos no viven peor que los húngaros, polacos o portugueses. Viven mejor que los rumanos, búlgaros y montenegrinos, y las perspectivas señalaban que seguirían mejorando.
Sin embargo, a lo largo de mi vida he visto numerosos fanáticos capaces de destruir los fundamentos de una sociedad, como ocurrió en Cuba o Venezuela, incluso en la Argentina, basados en supersticiones ideológicas. Basta con que se tengan las ideas y percepciones erróneas. Basta con que se desprecie al adversario a partir de sus imaginadas fallas de carácter y de humanidad. Basta con caracterizarlos como 'burgueses al servicio del imperialismo yanqui', para que alguien decida salir a asesinarlos. A lo largo del siglo XX, entre nazis, fascistas y comunistas, mataron mucho más de cien millones de 'enemigos del pueblo'.
A mi juicio, está bastante claro que los comunistas querían destruir a Chile. ¿Por qué? Porque es un ejemplo nocivo para ellos. Era una sociedad exitosa en la que se empeñaban en ver solo las supuestas fallas. Si se había logrado el más abarcador de los éxitos educativos de América Latina, era a costa de 'explotar a los estudiantes', como denunciaba la joven comunista Camila Vallejo, acompañada por su pareja cubana.
Si los niveles sociales medios habían aumentado notablemente, exhibían el equivocado libro del francés Thomas Piketty sobre el capitalismo, o el Indice Gini de Chile (50) para tratar de demostrar que la falta de equidad era terrible, ocultando que el coeficiente menor de Hispanoamérica lo ostenta El Salvador (35), lo que implica que ese dato no sirve para casi nada. Incluso ocultaban que Chile, en la medida que se desarrollaba, reducía ese dato esquivo. En el año 2000, el Gini de Chile era 55. En el 2018, ya se había reducido a 50.
¿Quiénes fueron los encapuchados que cometieron esos desmanes contra la sociedad chilena? En primer lugar, creo que hay mucho de siniestra distracción en la tea incendiaria. Es tremenda la mezcla de las hormonas juveniles con las causas políticas, como se vio en París en 1968. Pero también hay que tomar en serio a Nicolás Maduro y a Diosdado Cabello, cuando indican que ellos fueron los instigadores, pero los ejecutores fueron los comunistas locales. No se trató de una explosión espontánea, sino de un plan meditado.
Como oportunamente lo señalara el analista Juan Lehuedé, en un vídeo que se ha transformado en viral (Juan Lehuedé: ¿Quién está detrás del desastre?), no es posible quemar simultáneamente decenas de estaciones de trenes sin existir una coordinación previa. Por tal razón, los Estados Unidos de América y Europa incrementarán las sanciones contra contra Cuba y Venezuela. Para estadounidenses y europeos, la relación entre el pecado y los pecadores es bien clara.
Es escritor y periodista. Sus trabajos son publicados en los periódicos más reconocidos de América Latina. Su blog, en: elblogdemontaner.com.