Estados Unidos: atisbos de gobierno imperfecto
La extensa pesadilla en Siria bien podría estar cerca de su final...
La extensa pesadilla en Siria bien podría estar cerca de su final, pero no gracias a los Estados Unidos ni a la Administración del presidente Donald Trump. La referencia autocelebratoria del jefe de Estado al respecto de que 'ésto fue un resultado generado por nosotros, los Estados Unidos, y por nadie más' fue, en todo, vacuo, tal como lo fue toda pieza retórica pronunciada por la Casa Blanca durante los últimos dos años y medio. Sin embargo, ahora pareciera ser que las fuerzas armadas estadounidenses podrían estar despidiéndose de un ejercicio que comenzara bajo Barack Obama en su formato de intervencionismo progresista, siendo que las fuerzas americanas ingresaron de manera ielgal en un conflicto que la Casa Blanca apenas entendía, en el que se involucró y prolongó.
La razón fundamental por la cual Estados Unidos fue poco efectivo se debe a que el principal objetivo de la Administración Obama, desde el comienzo, fue remover al presidente sirio Basher al-Assad, en lo que consignó un nuevo intento 'humanitario' en pos de consolidar un cambio de régimen similar al que produjo tan maravillosos resultados en Libia. Al-Assad jamás constituyó un serio peligro debido a que siempre mantuvo un significativo respaldo popular, aún de parte de la minoría cristiana en su país; los esfuerzos estadounidenses con miras a eyectarlo estaban destinados al fracaso, en virtud de que evitaron negociar tema alguno con el gobierno en ejercicio. La guerra civil siria, respaldada y aún fogoneada por Washington, dejó como resultado un saldo de 500 mil muertes, creó una masa de nueve millones de desplazados internos y refugiados externos, y destruyó la economía e infraestructura sirias -en tanto casi da inicio a un conflicto bélico entre los EE.UU. y Turquía.
Los rusos tomaron nota del error americano y, en consecuencia, lograron configurar las bases de un acuerdo que hoy parece ser viable. Pudieron convenir con el gobierno sirio, con Turquía y con los kurdos, mientras estos últimos fueron abandonados por Washington. El referido convenio finalmente se concretó, incorporando una variedad de factores. En primer término, garantiza la integridad territorial siria, lo que presumiblemente implica que Estados Unidos deberá, eventualmente, evacuar las posiciones que sus fuerzas armadas mantienen en la región. Segundo, satisface las genuinas exigencias de seguridad turcas en pos de una zona segura libre de armamento, lo cual significa que las milicias kurdas deberán proceder a desarmarse, o bien alejarse al menos veinte millas del cuadrante fronterizo. Esa zona de seguridad será patrullada por el Ejército Sirio y por los rusos, junto a observadores turcos. Tercero, la totalidad de los grupos separatistas (terroristas) serán cazados y eliminados, en tanto cualquier intento futuro de aquéllos por restablecerse en territorio sirio registrarán la oposición de todas las partes del convenio. Cuarto, se tomarán las medidas necesarias para un retorno ordenado de los refugiados a Siria.
Es innegablemente cierto que, a través de la ciénaga siria, el presidente Trump heredó una política que no podía haber sido más incoherente, ocasionalmente bizarra, predeciblemente inconsistente y, a la postre, peligrosa para los genuinos intereses estadounidenses en la región. Es un beneficio para todos que el juego finalmente haya llegado a su fin, aunque uno podría esperar que los neoconservadores de los Estados Unidos pongan de suyo para hacer que, otra vez, Trump retroceda.
Debe conceder que, a lo largo del camino, el presidente Trump no estaba actuando con libertad. El mandatario fue hostigado por una conspiración del Deep State que se inició contra él desde antes de que fuera nominado para participar como candidato, aún cuando él no tenía por qué ayudar a sus enemigos, disparándose en la sien ante cada oportunidad por vía de sus reiterados tweets y lenguaje profano. El compromiso aparente de retirar a todas las fuerzas militares americanas de Siria era largamente esperado, habida cuenta de que el involucramiento de Washington en ese conflicto estuvo equivocado desde todo punto de vista, ya desde el comienzo, y el permanecer allí solamente sirvió para complicar más la recuperación del país tras ocho años de guerra civil. La iniciativa fue también contraria al objetivo declarado públicamente de destruir a ISIS. Un gobierno sirio fuerte estaba en mejor posición para hacerlo, y Washington se dedicó a reclutar, entrenar y proporcionar armamento a mercenarios para que luchasen contra Damasco -terminando ello con maniobras para dotar de armas a terroristas.
Pero hacer lo correcto no es algo que llegue muy lejos por estos tiempos en los Estados Unidos de América, y el hecho de que Trump ahora quiera llevarse el crédito por un cese al fuego y, transitivamente, por la firma de un convenio de cara al conflicto, significa muy poco, dado que el presidente estadounidense ha retrocedido una y otra vez, predeciblemente, en sus planes para retirarse de la zona. El argumento de que los kurdos fueron traicionados tiene cierto asidero, pero la realidad es que los líderes kurdos ingresaron en una relación con los militares estadounidenses, respaldándose en su propio interés, sin expectativas de que Washington los respaldara por siempre. Ahora mismo, están listos para negociar sus propios acuerdos con Damasco y con Ankara, con Rusia en el proceso -que trabaja para que el convenio sea sostenible, poner fin a los combates y restaurar el status sirio ante bellum.
A efectos de reconocerle algo a Trump, su anuncio original al respecto de que retiraría a TODAS las tropas americanas de Siria, le granjeó poderosos enemigos en el lobby israelí, el cual ha estado respaldando al presidente dados los numerosos favores por él compartidos a Tel Aviv, aún cuando Trump nunca fue del agrado de los israelíes -como tampoco éstos confiaron mucho en él. Durante mucho tiempo, Israel ha promocionado abiertamente la fractura de Siria en porciones tribales y religiosas, a efectos de obtener aún más territorio en los Altos del Golán y, con ello, reducir dramáticamente la amenaza que pudiere provenir de cualquier gobierno unificado en Damasco. Asimismo, Israel ha ponderado a la guerra civil siria como un conflicto subsidiario o proxy, en donde su perrito faldero americano combatiera versus Irán. Israel y sus amigos en el Congreso de los Estados Unidos, y aún en los medios de comunicación, se verán cuando menos decepcionados si la guerra en Siria llega verdaderamente a su fin, y si los militares estadounidenses terminan siendo retirados de allí.
De igual manera, Trump deberá seguir lidiando con las esquirlas arrojadas en toda dirección por sus oponentes en el Partido Demócrata, fundamentalmente con Nancy Pelosi, Chuck Schumer y Adam Schiff suelen mostrarse emocionales al respecto de cuánto aman a aquéllos kurdos que 'combaten por la libertad'. Los Demócratas, tras denunciar a Trump de manera unívoca, recibieron el respaldo de Republicanos tales como Mitch McConnell, Marco Rubio, Mitt Romney y el siempre versátil Lindsay Graham, todos ellos dedicados a la continuación de una política exterior intervencionista, aún cuando jamás se atrevan a calificarla de tal. No es probable que ninguno de ellos se muestre feliz con un eventual acuerdo que ponga fin a los combates en Siria.
De tal suerte que la oposición contra Trump, la cual cuenta con numerosos frentes -e incluso con un procedimiento de destitución o impeachment vinculado a Ucrania-, continuará mientras Usted lee estas líneas, aunque aún no queda claro qué sucederá vis-à-vis con el Pentágono, que ha anunciado que algunas tropas, mejorado su desempeño por unidades blindadas, permanecerían en Siria para resguardar los campos petrolíferos. El Secretario de Defensa Mark T. Esper explicó a un grupo de periodistas que el elemento militar estadounidense remanente buscaría 'negar el acceso, específicamente en materia de fondos, a ISIS y a otros grupos que pudieren buscar contar con ese dinero para activar sus malignas actividades'. El presidente también ha sugerido, al estilo Trump, que 'Deseamos quedarnos con el petróleo, y arreglaremos algo con los kurdos (...) Quizás una de nuestras grandes firmas petroleras vaya hacia allí y lo haga adecuadamente', iniciativa que incluso la tímida Administración Obama dudó en tomar, en función de reparos legales, conforme el crudo pertenece, incuestionablemente, a Siria. El amigo de Trump, Lindsey Graham, elaboró un plan, declarando brutalmente: 'Podemos utilizar algo de esas ganancias del petróleo sirio para financiar nuestro compromiso militar en Siria'.
Y luego están las esquirlas compartidas por el escenario sirio, en lo que respecta al daño producido en el concierto de las relaciones internacionales en la región. Acaso intentando demostrar que puede echar a perder dos cosas en simultáneo, la Casa Blanca le ha soltado la correa al Secretario de Estado Mike Pompeo, quien advirtiera el pasado martes que Estados Unidos estaría listo para ir a la guerra contra Turquía, de ser ello necesario. Dijo Pompeo: 'Preferimos la paz a la guerra (...) Pero, en la eventualidad de que sea preciso ejercitar una acción cinética o militar, debe Usted saber que el Presidente Trump está ciento por ciento listo para tomar esa decisión'. El comentario de Pompeo llega después de las advertencias lanzadas por Trump, frente a que 'haría pedazos' o 'destruiría' a la economía turca, expresiones que no cayeron bien en Ankara y que, conforme puede preanunciarse, sólo creará nuevos problemas con un miembro de OTAN que cuenta con el más populoso ejército (y economía) en Oriente Medio.
Y, en lo que consignara otra maniobra funesta, la Casa Blanca ha anunciado recientemente que otorgará US$ 4.5 millones a los denominados Cascos Blancos, sin dudas el mayor brazo propagandista de la 'resistencia' siria. Afirmando falsamente ser una organización dedicada al rescate humanitario, los Cascos Blancos produjeron películas documentales cuidadosamente editadas e intituladas 'heroísmo bajo fuego', que han sido dadas a conocer en todo el mundo. Esas producciones en fílmico ocultan la relación de los Cascos Blancos con el grupo Jabhat al-Nusra (afiliado a al-Qaeda) y su participación en la tortura y posterior ejecución de oponentes 'rebeldes'. En efecto, los Cascos Blancos sólo operan en territorio controlado por rebeldes, lo cual los habilitó para construir una narrativa relatada sólo por ellos, que relatara qué estaba sucediendo en el terreno.
Los Cascos Blancos se trasladaron junto con sus equipos de filmación a sitios bombardeados. Una vez llegados allí, sin mediar la presencia de observadores independientes, pueden escenificar lo que graban, a efectos de satisfacer a la narrativa que elijan. Quizás la acusación más severa contra este grupo consiste en las evidencias que explicitan que ellos tuvieron una activa participación en atrocidades, incluyendo tortura y homicidio, ejecutados por sus anfitriones de al-Nusra. Existen numerosas fotografías de los Cascos Blancos operando en conjunto con terroristas armados, y también celebrando sobre los cadáveres de las víctimas de ejecución, o junto a los cuerpos de soldados iraquíes asesinados. Los socios yijadistas del referido núcleo ponderan a los Cascos Blancos como hermanos 'muyajadines' y como 'soldados de la revolución'.
Algunos miembros de Cascos Blancos continúan operando en la provincia de Idlib -controlada por terroristas-, subrayando el valor de la pregunta que busca dilucidar si acaso los Estados Unidos están preparados para seguir obsequiando dinero de los contribuyentes a terroristas, de forma directa. Varios meses atrás, mientras el Ejército Sirio cerraba el cerco sobre otros bolsones en donde elementos de Cascos Blancos tenían por costumbre operar, Estados Unidos e Israel montaron una operación para evacuar a muchos de sus activos. Algunos miembros de Cascos Blancos y sus familias fueron relocalizados en Israel y Jordania, mientras que otros han llegado incluso hasta Canada. Si la Casa Blanca vuelve sobre sus pasos y les retirara el dinero asignado, entonces ello consignaría una señal creíble y bienvenida al respecto de que Estados Unidos se ha percatado de que el juego ha llegado a su fin, y de que el involucramiento directo en Siria debe cesar.
Artículo original, en inglés, aquí | Traducido y republicado con permiso del autor, y de The Unz Review (Estados Unidos)
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.