Argentina: Alberto Fernández, entre caníbales
A un mes y una semana de tomar efectivamente las riendas del gobierno, el presidente electo...
Está aquello que conocemos, y aquello que desconocemos. Entre ambas, están las puertas de la percepción.
Aldous Huxley
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A un mes y una semana de tomar efectivamente las riendas del gobierno, el presidente electo Alberto Angel Fernández (Frente de Todos; leer 'El Fotograma y la Película') se ve obligado a capear un temporal edificado a base de presiones, desmentidas y abundante incertidumbre. Al parecer, ese vendaval exhibe una dinámica propia, evidenciado en numerosos frentes. Por un lado, la ex funcionaria del Banco Central de la República, Mercedes Marcó del Pont, esbozó un eventual plan gubernamental con foco en una desdolarización de la economía -proposición confesamente hiperinflacionista, si las hay. En otro andarivel, el cuestionado sindicalista Hugo Moyano arengó a una cacería preventiva de periodistas no afines a la presentación retórico-ideológica del oficialismo en ciernes. En el ínterin, alguien cierto influyente vocero del albertismo compartió a los medios de comunicación un llamado del presidente estadounidense Donald Trump en el que, supuestamente, el mandatario americano se había comprometido a forzar al Fondo Monetario Internacional para que éste mantenga su ayuda a la República Argentina. En las últimas horas, sin embargo, se supo que Trump jamás mencionó al organismo multilateral en ese llamado telefónico; a lo mucho, la Casa Blanca reveló su intención de colaborar con apoyo para 'superar desafíos económicos'. A la postre, una porción significativa de analistas políticos y hombres de prensa le otorgaron un ciego voto de confianza a lo informado por el equipo de Fernández.
Adicionalmente, en el fragor de la pírrica victoria electoral del ticket Fernández/Fernández, el futuro jefe de Estado tomó nota del consejo proveniente de cierto consejero de su riñón, para terminar arengando 'Lula Livre!' -poco feliz verbalización que provocó molestias en Itamaraty, y que luego empujaría al presidente brasileño Jair Messias Bolsonaro a decidir, de inmediato, ausentarse de la ceremonia de toma de posesión de Alberto Angel en diciembre; no sin antes azuzar con el fantasma del incremento de aranceles arancelarios y para-arancelarios que herirían de muerte al pálido sector industrial argentino que exporta a la República Federativa del Brasil.
Mientras algunos observadores y entendidos apuntan a Santiago Cafiero -eventual 'Secretario General de la Presidencia', conforme se apostara sugestiva aunque preventivamente desde La Habana- como arquitecto o autor intelectual de muchas de las referidas tropelías, otros evalúan que el modelo de confesión extorsiva que en tiempos de la Administración Macri torpedeaba (desde las calles) la acción de gobierno alternando entre sindicatos estatales, metrodelegados, punteros y obscuros consorcistas del negocio de los 'derechos humanos' y la 'lucha social', se mudará ahora al centro de gravedad de poder del futuro Presidente de la República. De aquí que, por ejemplo, el matutino británico Daily Mail se hiciera eco de percepciones que invitan a describir a Alberto Fernández como una desbiujada marioneta de cuyos hilos tirará Cristina Kirchner Wilhelm, acaso registrando la genuina preocupación de un 40% de votantes argentinos que optaron por no apoyar al candidato frentetodista el 27 de octubre pasado.
En rigor, el proscenio político doméstico habla de una anticipada puja intestina por el poder que, dada su magnitud, no observa correlatos desde 1983. Quizás la multiplicación de escaramuzas en el seno del Frente de Todos deba rastrearse en los imperativos geopolíticos de una Cuba necesitada de amplificar su esfera de influencia, dado la clausura del modelo de expoliación de la riqueza petrolera venezolana, y del cerco subterráneamente tendido por Washington contra los intereses continentales de Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel. 'La mejor defensa es el ataque', reza cierto inveterado refrán anónimo que suele aplicarse a las ciencias del conflicto y, en condiciones de debilidad, todo manual revolucionario impone redoblar la apuesta. En tal invectiva, la vorágine de violencia que envolvió hace poco a las ciudades hermanas de Quito y Santiago de Chile podrán ahora comprenderse más cabalmente, en su debido alcance y contexto; aún cuando debe tomarse en consideración una inesperada salvedad: los intentos de golpe de Estado en Ecuador y luego Chile perdieron empuje, mientras que la autocracia de Evo Morales en Bolivia (aliado estratégico de La Habana), pende de un delgado hilo. El problema de los incendios es que, al propagarse, portan la capacidad de envolver en flamas al piromaníaco que los inició; o, si se quiere: el fuego no discrimina; es igualitario.
Consideraciones hemisféricas aparte, Alberto Fernández parece, por momentos, comprender el subtexto que hace a la coyuntura sociopolítica de orden local: en tiempos de escasez de reservas y de salidas elegantes, la ideología es fútil para el control de gestión. La Argentina del aquí y ahora advierte sobre la imposibilidad de gobernar contra el 40% plantado en la vereda de enfrente. En tal sentido, el mandatario electo ya ha descartado la demencial proposición santicafierista que preanunciaba un 'aumento de salarios del orden del 35%', mientras que Axel Kicillof (gobernador electo por la Provincia de Buenos Aires) acaba de reunir a jefes comunales de ese populoso distrito para compartirles que, desde el preciso instante en que asuma funciones, reinará la austeridad. Casi como en un insospechado revival del túnel del tiempo, remembranza de cuando el ex Ministro de Hacienda de CFK militaba furiosamente para Domingo Felipe Cavallo, en la Universidad de Buenos Aires.
No vaya a ser que el horizonte termine erigiendo una comparativa alejada de todo cálculo inicial, en donde el trío compuesto por Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta quede retratado en la memoria histórica como un club de socialdemócratas acorralados, progresistas cool y gastadores compulsivos, mientras que Alberto Angel Fernández y su equipo construyen una imagen vinculada a liberalización y ortodoxia económicas de facturación compulsiva e inescapable.
Naturalmente, si es que los albertistas pro-mercado y 'buenos' llegaran a imponerse sobre el consorcio cafierista, anclado en el ideario bolivariano.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.