Chile: guerra, no; conflicto híbrido, sí
En ocasiones, es difícil utilizar un enfoque analítico racional para aproximarse a la tontería.
08 de Noviembre de 2019
En ocasiones, es difícil utilizar un enfoque analítico racional para aproximarse a la tontería. Quien esto escribe mantuvo la esperanza de que la reciente convocatoria al Consejo de Seguridad Nacional (COSENA) sirviera como instancia para, a puertas cerradas, conversar sobre asuntos relacionados con la inteligencia. Entendí que la referida oportunidad podría ser útil a instancias de que el Señor Presidente de la República de Chile comprendiera que el país se mira en el espejo de una guerra híbrida; y no frente a una escaramuza contra quienes ejercitan actos de vandalismo. Estos individuos operan, en el mejor de los casos, como idiotas útiles de un plan estratégico liderado por el Eje Cuba-Venezuela.
En rigor, se trata de un plan cuya meta es erosionar la confianza de la ciudadanía chilena en sus instituciones, provocando disrupción en los Poderes del Estado, desconfianza frente a la gestión y liderazgo del gobierno, y ejercitando una descalificación contra el orden establecido en la Constitución -al tiempo que, en simultáneo, se edifica un ataque sistemático contra el ecosistema empresarial de Chile. Los mencionados son algunos de los objetivos estratégicos de ese plan, en donde se persigue la consolidación de la amenaza de carácter híbrido. La meta final es influir en el proceso de toma de decisiones de un gobierno y de su Presidente. Conforme se observa, esta configuración cuenta con el respaldo de los medios masivos de comunicación, los cuales se valen de un refinado montaje, de la difusión de 'fake news' -con la variable del miedo como lubricante.
Un conflicto híbrido considera -entre otras alternativas- el empleo de ciberataques, desinformación, manipulación de las redes sociales, agitadores externos, la intervención en los procesos políticos, la descalificación y el desprestigio de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, para arribar a una instancia en donde la soberanía y la integridad de una nación terminan siendo socavadas. Tal como se ha visto en Chile, a lo largo de las últimas semanas.
En tal contexto, el plan de naturaleza híbrida ingeniado por pequeños reductos de ideólogos violentos en Venezuela y Cuba no fue suficiente: se buscaba un estallido que, hasta el momento, no logró consolidarse. A los citados países, cuyos ciudadanos perecen a causa del hambre, se han quedado ya sin fondos para financiar su revolución. En los hechos, los gobiernos de ambos sólo contabilizan deudas con Estados comprometidos con el terrorismo internacional; Chile se ha transformado en su objetivo. Acaso porque éste país, desde el gobierno militar en adelante, sólo ha sabido registrar el mayor y más sostenido desarrollo económico en la América del Sur, exhibiendo un crecimiento anual del PBI superior al 3%, habiendo reducido los niveles de pobreza superiores al 70% a tan solo el 10%, cosechando un un incremento del PIB per cápita inferior a US$ 4 mil, a más de US$ 28 mil -y, desde hace ya muchos años, sin evidenciar procesos inflacionarios. A tal efecto, el verdadero enemigo no son los ejecutores callejeros del ya comentado panfleto intitulado Black Bloc (esto es, delincuentes urbanos que visten de negro en las manifestaciones). El adversario ideológico se localiza fuera de nuestras fronteras, y se ha empeñado en una lucha para hacerse de la notoria riqueza de Chile (cobre, litio, bosques, agricultura, agua). La última línea de defensa son las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Sin ellas, quizás sería imposible redactar estas líneas. Menos podrían los lectores acceder a su contenido.
Así las cosas, la República de Chile experimenta un proceso que busca desestabilizar a la sociedad, respetando los contenidos de las recientes palabras del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, al referirse éste al mal llamado 'estalido social' chileno. En ese video, que recorrería el mundo en pocas horas, el mandamás de Miraflores sentenció: '(...) Estamos cumpliendo el plan del Foro de Sao Paulo, el plan como lo hicimos...' (dixit). Ese proceso declaradamente brutal e intervencionista, fogoneado por La Habana y Caracas, se vio facilitado por la Administración Bachelet, de la mano de su política inmigratoria. Misma política de Estado que las autoridades actuales, evidentemente desprovistas de toda información de inteligencia, no han podido prever -ni mucho menos, reparar, reclamar, denunciar o sancionar.
Será lícito, entonces, repasar los conceptos vertidos por Diego Portales, en su misiva a Blanco Encalada: '(...) La posición de Chile frente a la Confederación Perú-Boliviana es insostenible; no puede ser tolerada ni por el pueblo ni por el gobierno, porque ello equivaldría a su suicidio' (Historia Diplomática de Chile; Editorial Andrés Bello; página 26). En 1836, época con un sustancialmente menor flujo de información, y evidenciándose motivos ciertamente no tan graves, el gobierno de Chile declaró la guerra a la Confederación Perú-Boliviana. Hoy, al respecto de lo que está sucediendo en Chile, sobran antecedentes que circulan en todos los medios de comunicación del mundo y en las redes sociales; situación reconocida por el propio Maduro, el cual no oculta su invectiva de erigirse como una suerte de nuevo 'protector' de América. En este punto, habría razones más que suficientes como para que el gobierno chileno proceda a romper relaciones con La Habana y Caracas, para proceder en el terreno con la inmediata deportación de la totalidad de agitadores y conspiradores que pertenezcan a esas naciones. Semejante decisión serviría para nutrir a la decaída unidad nacional, a Chile y al Presidente de la República.
En la práctica, las desaprensivas declaraciones públicas de Nicolás Maduro Moros constituyen su inocultable responsabilidad en el intervencionismo que asuela a nuestro país. No sin razón, otros podrían incluso interpretar esos comentarios como una abierta declaración de guerra.
La arenga del Señor Maduro debió ser motivo más que suficiente para que el Señor Presidente de la República convocara, este jueves 7 de noviembre, al ya citado Consejo de Seguridad Nacional. Si los motivos para la convocatoria han sido otros, pues entonces podría concluirse que el Presidente de la República ha perdido otra oportunidad. En el ínterin, sus adversarios -presentes a las puertas de su domicilio y frente al palacio de gobierno- aprovecharon el escenario para fortalecer la idea de una Asamblea Constituyente. El Jefe de Estado, a la sazón, ha rehusado evaluar que el escenario se vincula con una seria amenaza contra la seguridad nacional.
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@PatriotaSlater
Sobre Christian Slater Escanilla
Slater Escanilla es Coronel (R) del Ejército de Chile. Oficia de colaborador regular en medios de Chile y medios de comunicación internacionales.