Colombia: corral para el que acorrala; corazón, para quien no tiene
Desde que el ex presidente de Colombia Juan Manuel Santos Calderón recibiera el Nobel de Paz, en diciembre de 2016...
04 de Diciembre de 2019
Para ese pobre pescador anónimo del mar de San Bartolo, Perú (2007), a quien tanto envidié por su alegría genuina, mientras yo sufría la melancolía del aristócrata insatisfecho.
'No eres más porque te alaben; ni menos porque te vituperen. Eres lo que eres'.
Tomás de Kempis. Imitación de Cristo
De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma.
Mateo 16, 26
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Introducción
Desde que el ex presidente de Colombia Juan Manuel Santos Calderón recibiera el Nobel de Paz, en diciembre de 2016, este reconocimiento ha quedado totalmente desprestigiado, para aquellos que, todavía, no se habían enterado del carácter ideológico que le es propio; el mismo que le impidió al escritor Jorge Luis Borges ganarlo, por asistir a un homenaje que le hiciera el gobierno de Augusto Pinochet, o al gran Jérôme Lejeune, por pronunciarse contra el aborto días antes de que se eligiera al ganador. Para un hombre de valía, obtener premios o reconocimientos nunca es importante ni es un objetivo existencial, pero, incluso, si nos pusiéramos en los zapatos de alguien para quien el Nobel, por ejemplo, es el galardón soñado, bajaríamos de la nube y nos estrellaríamos contra el piso al enterarnos que el Nobel de Paz le fue concedido al peor presidente que ha tenido Colombia, nación a la que depositó en un escenario horrendo y a punto de ser devorada por el caos, la insurrección y la violencia comunista.
Otorgar el Nobel de Paz a Santos equivale a conceder el de Literatura a alguien que nunca escribió o, es más: a quien no sabe escribir, conforme Santos nada ha hecho por la paz. Antes, bien; sus artimañas, estratagemas y corruptelas agravaron el conflicto, obsequiando impunidad a narcoterroristas FARC, quienes, actualmente, no solo son juez y parte con la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz), sino que ese espectro también oficia de legislador y parte con su partido político, que promueve el cacerolazo desde el Congreso de la República y hunde el proyecto de ley que promovía la cadena perpetua para violadores, a sabiendas de que una ley justa como esa podría llevar a varios de sus cabecillas a la cárcel. Ese panorama desolador se lo debemos al Nobel de Paz, que puso en ridículo al Comité Noruego del Nobel y a todos los que, a partir de ahora, tengan la desgracia de recibir ese galardón maldito.
Corral para el que acorrala…
Al parecer, la pésima costumbre de otorgar solemnes reconocimientos a los enemigos de Colombia, que la condujeron a su lamentable estado actual, no ha terminado. El pasado 27 de noviembre, el Concejo de Medellín otorgó la Orden al Mérito Juan del Corral a Luis Fernando Álvarez Jaramillo, expresidente del Consejo de Estado y actual Decano de la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Pontificia Bolivariana ―cargo que ostenta desde el año 2013―, una de las mejores de Colombia y punto estratégico para la Revolución, que viene convirtiendo a esta institución en un fortín de la izquierda más radical, como se dejó claro en un artículo publicado en este espacio, en enero del año presente.
Entre sus muchos 'antecedentes', Fernando Álvarez se destacó por detectar célebres y agudos tecnicismos jurídicos a efectos de obstaculizar los intentos de reformas muy necesarias al Estado que intentara llevar a cabo la Administración Uribe. Como jefe de la Sala de Consulta y Servicio Civil del Consejo de Estado, Álvarez cambió la terna para fiscal, sacando, como de un codazo, al eminente jurista Marco Antonio Velilla Moreno, y designando al funesto Eduardo Montealegre, más conocido como 'Condorito', no tanto por el parecido con el afamado personaje de Pepón, como por lo cómico de sus opiniones y pronunciamientos en los años que ocupó este puesto tan importante para la estabilidad nacional, contribuyendo, de modo notable, a la ruina que hoy se verifica de modo más que patente.
Álvarez se ha destacado por su lealtad a Santos y por ser ―como dijera un oyente en el programa La Hora de La Verdad en la emisora RadioRed, en noviembre de 2018― “el apéndice de Jaime Arrubla”, otro santista recalcitrante, exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia y profesor de la UPB por más de treinta años. Arrubla, quien trabaja de modo secreto y discreto, dirigiendo los hilos de la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas de esta universidad, ―y sabrá Dios cuántas más― fue el encargado de conseguir esta decanatura para Álvarez, con el fin de trabajar, mancomunadamente, en vistas a la promoción de los Acuerdos de La Habana a través de las actividades académicas y de expulsar, gradual y sigilosamente, a los últimos profesores críticos del santismo y de su nefasto gobierno, como queda claro en la sección Al Oído de La Hora de La Verdad del martes 20 de noviembre de 2018, días después de que expulsaran al egregio profesor Julio Enrique González Villa, el mejor y más reconocido entre todos los que, en ese momento, tenían la fortuna de ocupar una cátedra en tan prestigiosa escuela de la UPB. Este hecho trágico para la academia colombiana, sobre el que las altas directivas de dicha universidad no han respondido nada, otorgándolo todo, se describió con detalle en el artículo ya citado anteriormente y al respecto hubo múltiples columnas periodísticas, programas televisivos y espacios radiales.
Don Juan del Corral (1778-1814), patriota en los orígenes de la independencia de la entonces provincia de Antioquia y de la República de Colombia, reconocido por dirigir el Estado Libre de Antioquia entre 1813 y 1814, fue uno de los líderes políticos que más aportó a la construcción del Estado colombiano, por lo cual resulta paradójico que la Orden al Mérito con su nombre haya sido concedida a Luis Fernando Álvarez, uno de los que más ha contribuido a la disolución de ese mismo Estado, quien, con enorme seguridad, alcanzará su millonaria pensión para irse a disfrutarla fuera del país en llamas que él ayudó a incendiar, de la misma manera que su patrón político, el Nobel Juhampa, así llamado, sobre todo, por lo del hampa.
Sea esta la ocasión para llamar la atención del honorable Concejo de Medellín que termina su periodo y para el que asumirá en enero de 2020, pues en junio del año presente le otorgó la Orden al Mérito Juan del Corral grado oro, al gran periodista William Calderón Zuluaga, por su responsabilidad, veracidad, criterio y transparencia en el ejercicio de su profesión ―quien dirige, por lo demás, la sección Al oído ya citada―, lo cual está muy bien y es meritorio, pero demuestra que los criterios del Concejo para otorgar este galardón no están muy claros y van en camino de convertirse en un Nobel que reciben, igualmente, Martin Luther King y FARCSantos.
…y corazón para el que no tiene.
Por si lo antedicho fuera poco y, en vistas a demostrar la tesis de los premios concedidos con fines ideológicos y torticeros ―es decir, injustos, o que no se arreglan a las leyes o a la razón―, hay que rematar con la condecoración concedida al narcoterrorista impune Rodrigo Londoño, alias Timochenko, quien, el pasado 3 de diciembre y, mientras Colombia sufre las consecuencias de su acción y sus ideas, recibió el galardón Corazón de León de parte de la Federación de Estudiantes Universitarios de la Universidad de Guadalajara; dicha condecoración se otorga a los personajes que se han distinguido por sus aportes a la humanidad, cuando Timochenko, de acuerdo a la Corte Penal Internacional, contabiliza dieciséis condenas por asesinato, secuestro, toma de rehenes, desplazamiento forzoso y reclutamiento de niños, crímenes por los cuales existen sentencias de entre 10 y 40 años de prisión de cumplimiento efectivo.
Por otra parte, Timochenko tiene en su contra 182 procesos judiciales, de los cuales 106 incluyen el cargo de homicidio. Si se tomaran en cuenta solo trece condenas, las penas de prisión sumarían 448 años, los cuales no lograría pagar ni en cinco vidas. Adicionalmente, son públicas cinco resoluciones de la Fiscalía, organismo que ha expedido 141 órdenes de captura en su contra. Para terminar este glorioso prontuario, el hoy senador contabiliza 57 medidas de aseguramiento y, actualmente, es uno de los principales impulsores de la insurrección y la sedición por parte de colectivos constituídos, financiados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, e ideológicamente nutridos por la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, si es que la distinción no es frívola.
El profesor Plinio Corrêa de Oliveira, quien podría haber sido ser presidente de Brasil, dado su elevado grado de virtud, inteligencia, talento y amor por el pueblo brasileño ―pero prefirió trabajar como laico católico en defensa de la civilización cristiana, para no terminar como Santos, Álvarez o Timochenko―, señala en su Viacrucis, comentando la Primera Estación (Jesús es condenado a muerte):
'El juez que cometió el crimen profesional más monstruoso de toda la historia no fue impulsado a ello por el tumulto de ninguna pasión ardiente. No lo cegó el odio ideológico, ni la ambición de nuevas riquezas, ni el deseo de complacer a ninguna Salomé. Lo movió a condenar al Justo el recelo de perder el cargo, pareciendo poco celoso de las prerrogativas del César; el miedo de crear para sí complicaciones políticas, desagradando al populacho judío; el miedo instintivo de decir ‘no’, de hacer lo contrario de lo que se pide, de enfrentar el ambiente con actitudes y opiniones diferentes de las que en él imperan' (p. 5).
El castigo por la actual situación de Colombia no será solo para los que reciben premios sin merecerlos, sino también para todos aquellos que no se atreven a actuar con decisión por miedo a perder su cargo, a no ascender, a no recibir una mejor mesada. Estos individuos no perciben que, a pasos agigantados, el país del Sagrado Corazón de Jesús se aproxima a un estado de cosas en el que perderán lo poco o mucho que hayan ganado y en el que, más grave aún, perderán su alma, privándose, eternamente, del único galardón que vale la pena. Así, pues; si, hipotéticamente hablando, el Concejo de Medellín me ofreciera la Orden al Mérito Juan del Corral, les pediría que me la cambie por la tradicional bandeja paisa y las obras completas del genial literato antioqueño Gregorio Gutiérrez González, 'godo gacho' y, si la FEU de Guadalajara me ofreciera el Corazón de León, se lo canjearía por un buen plato de pozole y un longplay de José Guadalupe Mojica, el notorio tenor jalisciense que renunció a una exitosa carrera en la música y el cine para vestir los hábitos franciscanos, porque, 'Solamente una vez, se entrega el alma' y es a Dios, a nadie más, ya que solo Él dará el premio definitivo, junto al cual, los demás podrían ser causa de condenación eterna.
Referencias
Corrêa de Oliveira, Plinio. Viacrucis. Cali: Sociedad Colombiana Tradición y Acción, 2008.
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Sobre Carlos Andrés Gómez Rodas
Gómez Rodas es Licenciado en Filosofía y Letras y Doctor en Filosofía (Universidad Pontificia Bolivariana; en Medellín, Colombia). Miembro del Centro de Estudios Clásicos y Medievales Gonzalo Soto Posada (CESCLAM). Coautor de los dos tomos del libro '100 Preguntas y Respuestas para Comprender el Conflicto Colombiano'. Es colaborador regular en El Ojo Digital (Argentina) y en el Centro Cultural Cruzada y Razón+Fe (ambos de la República de Colombia).