Manifestantes, en pie de guerra contra la realidad
En el año 2008, Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal...
05 de Diciembre de 2019
En el año 2008, Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos de América, publicó La Era de las Turbulencias. Allí, hacía un repaso de algunas de sus experiencias de vida, y luego dedicaba varios capítulos a explicar su visión de la economía global y los desafíos planteados a Occidente, como por ejemplo, el ascenso de China y, como él mismo expresó, 'los afilados codos de Rusia'. La percepción que los economistas se forman de la realidad, así como las respuestas o soluciones que proponen, no suele gozar de popularidad entre la opinión pública, pero tampoco en los círculos académicos e intelectuales, espectros en donde imaginar mejores mundos posibles es un arte, aún si las cifras y los hechos derrumban la construcción de sus utopías, generalmente de corte colectivista.
Ya en la década pasada, Greenspan advertía sobre las tendencias que darían más acento a las crisis económicas en nuestras sociedades, y que, desde luego, traerían consigo cambios inexorables. Una de ellas, la contracción demográfica en países que alcanzan su madurez, con la consecuente inversión de la pirámide poblacional, esto es, cada vez más personas en edad de retiro y una disminución paulatina de la población en edad de trabajar, factor que ha llevado a los gobiernos y sus estrategas a plantear la necesidad de reformar los sistemas pensionales o previsionales y los regímenes laborales.
Como resultado del aumento en la esperanza de vida, es un hecho que quienes ahora se incorporan a la vida social responsable, deberán trabajar más años, bien sea para asegurar su propia jubilación, o bien para garantizar que los ya retirados seguirán recibiéndola. Para millones de personas, esto suena apocalíptico, inmoral e inaceptable. Es la perspectiva que alimenta el ímpetu de manifestantes en Chile, Francia, Colombia o Estados Unidos; para ellos, el responsable de hacerlo es el capitalismo, con sus voraces bancos y fondos privados de pensiones. Las agremiaciones de maestros de la educación pública (no millonarios, mas sí titulares de una estabilidad que los demás ni alcanzan a soñar) y los liberados sindicales de las centrales obreras, siguiendo la invitación marxista a la unión de todos los proletarios del mundo, continúan llamando a los incautos a manifestarse en las calles, ya ad portas de la Navidad, aún al altísimo precio de causar multimillonarias pérdidas a quienes, con gran laboriosidad y frágil prosperidad, financian sus onerosos reclamos. No se trata de otra cosa que de una guerra contra la realidad, igual que en mayo de 1968, cuando la consigna más repetida fue 'Seamos realistas, pidamos lo imposible', del filósofo francés Herbert Marcuse.
En la presentación de una ponencia en el año 2014, quien esto escribe se atrevió a citar a Alan Greenspan, considerando sensatos sus argumentos, agregando en la cita una serie de datos publicados por el Fondo Monetario Internacional en el World Economic Outlook de aquel año. Las críticas apasionadas y las descalificaciones llovieron por parte de unos encumbrados doctores en Filosofía Política y Ciencias Sociales, que jamás habían revisado un informe como ése -ni ninguno parecido- pero ciertamente se vieron compelidos a corregirme, aunque no les asistiera la razón.
En nuestro tiempo, se ha vuelto corriente desplegar falacias con la meta de insistir en la defensa del error, bajo la impostura de la frase inglesa factually wrong, but morally right, (Estar equivocado en los hechos, pero tener la razón en lo que respecta a moral). De lo que se trata es de imponer a los Estados una plétora de demandas enmascaradas bajo una apariencia de justicia o de equidad, sin importar que ello conduzca al colapso de las economías y a la debacle del impulsor primigenio de la generación de riqueza: el crecimiento. Quizás quienes portan consigo ese objetivo, estén confesando que buscan tornar en imposibles al progreso y al desarrollo.
Ya en la década pasada, Greenspan advertía sobre las tendencias que darían más acento a las crisis económicas en nuestras sociedades, y que, desde luego, traerían consigo cambios inexorables. Una de ellas, la contracción demográfica en países que alcanzan su madurez, con la consecuente inversión de la pirámide poblacional, esto es, cada vez más personas en edad de retiro y una disminución paulatina de la población en edad de trabajar, factor que ha llevado a los gobiernos y sus estrategas a plantear la necesidad de reformar los sistemas pensionales o previsionales y los regímenes laborales.
Como resultado del aumento en la esperanza de vida, es un hecho que quienes ahora se incorporan a la vida social responsable, deberán trabajar más años, bien sea para asegurar su propia jubilación, o bien para garantizar que los ya retirados seguirán recibiéndola. Para millones de personas, esto suena apocalíptico, inmoral e inaceptable. Es la perspectiva que alimenta el ímpetu de manifestantes en Chile, Francia, Colombia o Estados Unidos; para ellos, el responsable de hacerlo es el capitalismo, con sus voraces bancos y fondos privados de pensiones. Las agremiaciones de maestros de la educación pública (no millonarios, mas sí titulares de una estabilidad que los demás ni alcanzan a soñar) y los liberados sindicales de las centrales obreras, siguiendo la invitación marxista a la unión de todos los proletarios del mundo, continúan llamando a los incautos a manifestarse en las calles, ya ad portas de la Navidad, aún al altísimo precio de causar multimillonarias pérdidas a quienes, con gran laboriosidad y frágil prosperidad, financian sus onerosos reclamos. No se trata de otra cosa que de una guerra contra la realidad, igual que en mayo de 1968, cuando la consigna más repetida fue 'Seamos realistas, pidamos lo imposible', del filósofo francés Herbert Marcuse.
En la presentación de una ponencia en el año 2014, quien esto escribe se atrevió a citar a Alan Greenspan, considerando sensatos sus argumentos, agregando en la cita una serie de datos publicados por el Fondo Monetario Internacional en el World Economic Outlook de aquel año. Las críticas apasionadas y las descalificaciones llovieron por parte de unos encumbrados doctores en Filosofía Política y Ciencias Sociales, que jamás habían revisado un informe como ése -ni ninguno parecido- pero ciertamente se vieron compelidos a corregirme, aunque no les asistiera la razón.
En nuestro tiempo, se ha vuelto corriente desplegar falacias con la meta de insistir en la defensa del error, bajo la impostura de la frase inglesa factually wrong, but morally right, (Estar equivocado en los hechos, pero tener la razón en lo que respecta a moral). De lo que se trata es de imponer a los Estados una plétora de demandas enmascaradas bajo una apariencia de justicia o de equidad, sin importar que ello conduzca al colapso de las economías y a la debacle del impulsor primigenio de la generación de riqueza: el crecimiento. Quizás quienes portan consigo ese objetivo, estén confesando que buscan tornar en imposibles al progreso y al desarrollo.
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@JuanDavidGR82
Sobre Juan David García Ramírez
Columnista regular en el periódico El Colombiano (Medellín) y en El Quindiano (Armenia, Colombia). También se desempeña como analista político para diversos programas radiales y televisivos en América Latina, compartiendo apuntes y notas sobre temas políticos vinculados a Colombia, y asuntos internacionales.