El Fiasco de Afganistán, y el retroceso y caída de los militares estadounidenses
Un devastador informe investigativo fue publicado en el matutino estadounidense Washington Post...
Un devastador informe investigativo fue publicado en el matutino estadounidense Washington Post el pasado 9 de diciembre. Perteneciente al ciclo 'Afghanistan Papers' -a modo de homenaje a los famosos 'Pentagon Papers' de la Guerra de Vietnam-, el reporte se respaldó en miles de documentos para, de manera similar, exponer el modo en que el gobierno estadounidense, a nivel de su presidencia en tres Administraciones, actuando en colaboración con las cúpulas de las fuerzas armadas y la burocracia civil, deliberada y sistemáticamente mintieron, en reiteradas oportunidades, al público y a los medios de comunicación frente a lo que sucedía en Afganistán. Funcionarios de las Administraciones Bush, Obama y Trump han enviado tropas adicionales a suelo afgano, al tiempo que, recurrentemente, sobreestimaban el 'éxito' americano en la estabilización y democratización de ese país. Mientras mentían sobre ello, funcionarios de carrera y del gobierno comprendían claramente que la guerra era, en rigor, imposible de ganar.
El relato debió haber incorporado todos los detalles frente al hecho de que el conflicto continúa devolviendo estadounidenses muertos y cifras aún mayores de afganos, al tiempo que se lleva miles de millones de dólares del Tesoro de los Estados Unidos. Sin embargo, los medios de comunicación tradicionales se han mostrado extendidamente indiferentes, prefiriendo cubrir la saga del impeachment. Menos indiferencia han mostrado las familias del Oficial del Ejército de Segunda Clase David C. Knadle, de 33 años de edad y oriundo de Tarrant, Texas, y del Jefe Oficial de Segunda Clase del Ejército Kirk T. Fuchigami Jr., de 25, oriundo de Keaau, Hawaii. Ambos perdieron la vida en un accidente de helicóptero el 20 de noviembre próximo-pasado en la provincia afgana de Logar mientras asistían a tropas desplegadas en el terreno, de acuerdo a un informe de prensa originado en el Pentágono. Esos hombres estaban tomando parte de lo que se dio en llamar Operación Centinela de la Libertad (Operation Freedom’s Sentinel). Ambos habían sido asignados al Primer Batallón, Regimiento de Aviación 227o., Primera Brigada de Caballería Aérea, Primera División de Caballería en Fort Hood, Texas. El Talibán se arrogó el crédito por el derribo de la aeronave, aunque el Ejército de los EE.UU. continúa investigando las causas del siniestro.
Knadle y Fuchigami son apenas los casos más recientes entre los más de 2.400 miembros del servicio que han perdido la vida en Afganistán desde octubre de 2001, junto a los 20.589 heridos y a un estimado de 110 mil ciudadanos afganos muertos. A la luz del informe del Post, Daniel Ellsberg, quien en su momento dio a conocer los Papeles del Pentágono en en 1974, declaró a un reportero de la cadena CNN que los documentos relativos al Pentágono y a Afganistán exponían la misma disfuncionalidad gubernamental: 'Los presidentes y los generales tenían una mirada realista de aquello a lo que se enfrentaban, temas que no quisieron admitir frente al pueblo americano'.
The New Republic observa el modo en que 'Los documentos representan una acusación no solo contra un aspecto de la política exterior estadounidense, sino también contra el conjunto del aparato decisional de los Estados Unidos. Aquéllos revelan la existencia de un consenso bipartidista con la meta de mentir sobre lo que en realidad estaba sucediendo en Afganistán, esto es, un despilfarro y corrupción crónicas y la sucesión de planes pésimamente concebidos -uno tras otro-, lo cual resultó en un fallo nunca mitigado a la hora de llevar paz y prosperidad a esa nación. Ambos partidos tenían razones para involucrarse en la maniobra de ocultamiento. Para la Administración Bush, Afganistán fue un componente crítico de la guerra contra el terrorismo. Para la Administración Obama, se trataba de una 'guerra buena' que contrastaba con la pesadilla de Irak'.
Los verdaderos costos de la Guerra Afgana jamás fueron calculados con precisión, aunque ciertamente exceden el billón de dólares (en inglés, $1 trillion), y la cifra sigue en aumento. Los documentos se respaldaron en más de dos mil páginas de entrevistas confidenciales sostenidas con personas que desempeñaron un rol directo en la guerra, incluyéndose allí a soldados y diplomáticos, así como también a trabajadores civiles dedicados a acciones de asistencia, y a funcionarios afganos. Muchas de las entrevistas fueron inicialmente llevadas a cabo por el Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR). El Post dividió las entrevistas y la documentación respaldatoria en categorías dividas por temas, compacto que demuestra cómo la situación en Afganistán comenzó a deteriorarse ni bien Estados Unidos acompañó la rápida invasión con un plan de reconstrucción. Echando mano del acostumbrado manual americano, quienes llevaron adelante la ocupación inundaron el país con dinero, lo cual significó que lo único que floreció en ese territorio fue la corrupción, amén de los cultivos de amapola que hicieron de Afganistán el principal proveedor de opio del globo.
Un contratista que se vio involucrado en el proceso de reconstrucción describió la manera en que se le exigió invertir US$ 3 millones diarios para proyectos en un distrito afgano que tenía el tamaño de un condado en los Estados Unidos. El contratista consultó a un congresista que se hallaba de visita en el país si acaso podía obtener autorización para invertir esa misma cifra en territorio estadounidense. '[El legislador] replicó: Diablos, no. ‘Pues, bien, Señor; eso es lo que Usted nos obligño a invertir, y lo estoy haciendo en comunidades que viven en chozas de barro, sin ventanas".'
En otra entrevista, el informe cita al Teniente General Douglas Lute, en su momento zar de la guerra en Afganistán para la Casa Blanca, en tiempos de las Administraciones Bush y Obama. Este funcionario dijo a los entrevistadores, en 2015: 'Carecemos de cualquier comprensión fundamental sobre Afganistán -no sabíamos lo que estábamos haciendo,', agregando luego: '¿Qué estamos intentando hacer aquí? No teníamos la menor idea de lo que estábamos ejecutando'.
El Coronel del Ejército Bob Crowley, quien sirviera en Kabul entre 2013 y 2014, describió cómo, en los cuarteles generales, 'Cada cuestión informativa era alterada, para presentar el mejor cuadro de situación posible', completando después: 'Las encuestas, por ejemplo, eran absolutamente poco confiables, pero reforzaban el hecho de que todo lo que hacíamos era correcto, tras lo cual nos convertimos en un producto de consumo para nosotros mismos'.
Parte del problema con Afganistán era la rotación de los soldados estadounidenses, luego de transcurrir un año o menos, ni bien comenzaban a comprender al país al que se les había destinado, y los problemas que enfrentaban. Aspecto que llevó a promocionar la broma que refería que Estados Unidos no combatió allí una guerra de dieciocho años, sino que peleó durante un año, dieciocho veces.
El informe investigativo del Post coincide con una interesante deconstrucción de las fuerzas armadas estadounidenses, y de cómo éstas operan. David Swanson, del medi World BEYOND War, ofrece un extenso repaso sobre el nuevo libro del Profesor de West Point, Tim Bakken, intitulado 'El Costo de la Lealtad: Acciones Deshonestas, Hubris y Fracasos en las Fuerzas Armadas de EE.UU.' (The Cost of Loyalty: Dishonesty, Hubris, and Failure in the US Military). Para Swanson, el libro 'traza un sendero de corruptela, barbarismo, violencia y ausencia de rendición de cuentas que va desde las academias militares de los Estados Unidos (West Point, Annapolis, Colorado Springs) hacia las cúpulas de las Fuerzas y de la política exterior del gobierno y, desde allí, hacia el seno de una cultura americana que, a su vez, celebra a la subcultura de los militares y sus líderes. El Congreso y los presidentes americanos han dotado de un tremendo poder a los generales. El Departamento de Estado y aún el Instituto de los EE.UU. para la Paz ofician de súbditos de los militares. Los medios corporativos y el público asisten en la manutención de este arreglo, por intermedio de su predisposición a denunciar a cualquier individuo que se oponga al generalato. Aún el oponerse al envío de armas estadounidenses a Ucrania es hoy considerado como lindante con la traición'.
Bakken incluso disputa la perspectiva predominante que reza que las academias militares cuentan con elevados estándares académicos. El autor describe el modo en que el 'sistema' paga para contar con potenciales atletas, y acepta a estudiantes nominados por congresistas junto a donaciones destinadas a financiar campañas electorales. Swanson redondea estos conceptos, observando la manera en que las academias ofrecen 'una educación de nivel de universidad comunitaria solo con mayor violencia y represión de la curiosidad. West Point toma soldados y los declara profesores, lo cual básicamente equivale a declararlos trabajadores de alivio, constructores de naciones, o elementos para mantener la paz. El boxeo es un requisito. Las mujeres tienen allí cinco veces más de probabilidades de ser atacadas sexualmente en las tres academias militares que en otras universidades del país'.
Bakken concluye su trabajo, observando que los fallos estructurales fundamentales en las fuerzas armadas estadounidenses 'conducen a una clara comprensión de las deficiencias de los militares, y en el modo en que EE.UU. pierde guerras'. De hecho, Bakken no acierta a identificar una guerra en la que los Estados Unidos hayan triunfado desde la Segunda Guerra Mundial -sin importar que el país se halla constantemente involucrado en conflictos.
En conjunto, el libro de Bakken y los Papeles de Afganistán revelan la magnitud en la que el pueblo estadounidense ha visto lavado su cerebro por parte de sus líderes, para que los primeros crean en una narrativa de guerra perpetua que pertenece más a la ficción que a los hechos comprobables. Donald Trump bien puede haber apreciado el hecho de que los votantes ser exhiben cansados de las guerras, y fue elegido en tal virtud. Pero ha fracasado completamente a la hora de cumplir con su promesa. Esto sugiere que Estados Unidos permanecerá en Afganistán en el futuro cercano y en la inevitable próxima guerra, donde sea que ésta se desarrolle. Y ésta consignará otro fracaso, sin importar quién resulte elegido en 2020.
Artículo original, en inglés, en éste link | Traducido y republicado con permiso del autor, y del sitio web Strategic Culture Foundation (Estados Unidos)
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.