Impuestos: la nueva clase, y la nueva servidumbre
Probablemente, haya sido el economista y escritor francés Fréderic Bastiat...
28 de Diciembre de 2019
Probablemente, haya sido el economista y escritor francés Fréderic Bastiat, en su obra La Ley, quien mejor expresó el sentido de los nuevos tiempos, al decir que el Estado es una gran ficción de la que unos pocos viven a costa de los demás.
A efectos de profundizar sobre el particular, es preciso hurgar en la historia. Con el advenimiento del republicanismo liberal en el mundo, registrado a inicios del siglo XVIII, y que proclamara el valor del individuo dotado de derechos inalienables a la vida, la libertad y la propiedad, las naciones comenzaron a abandonar un círculo vicioso de pobreza, enfermedades y gobiernos despóticos. Fue así que, como nunca antes, hizo su ingreso en escena el progreso, no solo en términos políticos y económicos, sino también cultural.
La función de los gobiernos fue y sigue siendo necesaria, hasta tanto garantice los derechos de propiedad, de libertad y seguridad. El Estado debe limitarse a normas predecibles y duraderas porque, de lo contrario, desde los mismos gobiernos se ponen en marcha mecanismos gracias a los cuales el poder avanzará, sometiendo a los ciudadanos mediante legislaciones que han perdido su razón de ser. Lo que hoy tenemos es que, a diferencia de los principios del liberalismo republicano que concibiera la democracia constitucional, la mayor amenaza en el presente reposa en la idea de que el poder estatal carece de límite alguno, porque su propósito es consolidar la nueva clase conformada de políticos y burócratas –la nueva monarquía– tan detestable, corrupta e ineficiente como antaño.
La economía, en cualquier lugar y época, a criterio de que pueda funcionar y rinda frutos a través del intercambio voluntario de individuos y empresas en la creación, comercialización y distribución de bienes y servicios, no podrá hacerlo si carece de instituciones que garanticen libertad y orden. La idea de que el Estado puede endeudarse, elevar los impuestos -e incluso crear inflación, por cuanto solo el Estado puede hacer estas tres cosas, e incluso en simultáneo- está pasando desapercibida, al punto que muchos creen ciegamente que el Estado puede y debe hacer algo para resolver los problemas de los grupos de presión, y que debe hacerlo a costa de otros -lo cual se refleja en la presión impositiva.
Sin embargo, es una falacia creer que el Estado pueda crear riqueza. No es su función, conforme cada guaraní o peso que utiliza, es un guaraní o peso que se ausentará de los bolsillos de la gente. El sector estatal es improductivo, porque no hacen inversiones; solo invierte el ahorro de las personas, a quienes se les sacó mediante la fuerza parte de sus ahorros. En tal sentido, se viene subestimando el efecto de la tributación, como si los impuestos fueran inocuos en la economía. Resulta lamentable que algunos 'entendidos' insistan en la equidad tributaria, mediante la implementación de más impuestos y, por sobre todo, de impuestos directos.
Lo que sucede es que los 'entendidos' creen que la equidad es una forma de justicia (que no es) mediante la tan mentada y equivocada 'redistribución' de la riqueza, lo que significa quitarle a quien más tiene para repartirlo a otros, eufemismo que termina por quitar a los más pobres, para dárselos a los privilegiados en el poder. Cabe, a este respecto, apuntar: ¿qué se ha hecho con los diversos Presupuestos de Gastos en todos estos años? Pues sucede que éstos son aprobados y siguen registrando gastos que se encuentran por encima de la recaudación, siendo ello prebentario, ineficiente y sin calidad. Agregándose también el agravante de que, a los técnicos y legisladores, les tiene sin cuidado todo aquello porque, de todos modos, siempre podrán hipotecar a las generaciones futuras (endeudamiento), aumentar y crear nuevos tributos, y hasta llegar a defender aquello de que no es tan mal tener 'un poco' de inflación.
Sumado a ello –que ya es suficiente– está el denominado peso muerto de los impuestos, esto es, lo que inevitablemente se deja de producir a causa de la administración costosa, ineficiente y corrupta que incentiva a los grupos de presión. En el caso de la República del Paraguay, el peso de la ineficiencia estatal en materia tributaria se ha vuelto insoportable para el pueblo en general, y aún más sobre no más de 800 mil personas del sector formal que mantienen con sus impuestos las calles, la seguridad, la salud, la educación etc. –por cierto, sin contraprestación– y sobre cuyos hombros vuelven a llover las consecuencias de cualquier 'reforma'. En efecto, una injusticia.
Mientras tanto, la nueva clase tira con fuerza para defender sus intereses y privilegios, para continuar cosechando de los recursos generados por emprendedores, individuos y empresas que se constituyen en la nueva servidumbre de pagadores de impuestos. Este escenario sólo puede terminar mal, como se puede notar en el gráfico donde se muestra que son las regiones más pobres las que más sufren el peso del Leviatán el Estado por medio del embate de aquella nueva clase, la emergente monarquía que tiene a sus pies a la nueva servidumbre.
Mientras tanto, la nueva clase tira con fuerza para defender sus intereses y privilegios, para continuar cosechando de los recursos generados por emprendedores, individuos y empresas que se constituyen en la nueva servidumbre de pagadores de impuestos. Este escenario sólo puede terminar mal, como se puede notar en el gráfico donde se muestra que son las regiones más pobres las que más sufren el peso del Leviatán el Estado por medio del embate de aquella nueva clase, la emergente monarquía que tiene a sus pies a la nueva servidumbre.
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@ElCatoEnCorto
Sobre Víctor Pavón
Decano de Currículum UniNorte (Paraguay) y autor de los libros "Gobierno, Justicia y Libremercado" y "Cartas sobre el Liberalismo". Publica periódicamente en el Diario ABC Color, de Asunción.